La tienda y biblioteca del Malba, ahora en nueva ubicación en un gran espacio junto al hall de ingreso
El mes pasado, un nuevo Malba abrió sus puertas al público, renovado con una pincelada sutil que dio vuelta el corazón de su estructura. Alineado a la simpleza que tanto solemos buscar, el cambio se orientó ser lo más natural posible, para que quien entre al museo sienta que este lo recibe de brazos abiertos, ¡y sin tanta cola! Hoy la claridad que despliega nos sorprende: los espacios fluyen y convergen, están conectados, la gente deambula y se sienta en los nuevos bancos de madera siempre ocupados y hasta existe un sistema de pantallas para que por tu cuenta puedas acceder a la cartelera del museo.
El estudio Herreros, la oficina de arquitectura situada en Madrid que llevó a cabo la transformación, (y cuenta con importantes proyectos en el mundo del arte como la construcción del Museo Edward Munch en Oslo, o la remodelación de las áreas expositivas del Museo Reina Sofía en Madrid), recurrió a un conjunto de materiales muy cotidianos, próximos a la estética industrial o al bricolaje. Mediante la elección de elementos fácilmente manipulables, creó un paso a paso de ensambles que crean un ambiente sencillo y limpio, como si la obra hubiese sido construida por cualquiera de los visitantes del museo.
«El restaurante (chau Marcelo, ¡hola Ninina!) mutó para convertirse en una sala de enormes mesas comunales con un lindísimo deck y una tentadora vidriera llena de la mejor pastelería que la nueva distribución no te deja esquivar. Amplió su rango horario y está abierto de lunes a domingo hasta las 22:00h.»
La clave que te indica que algo está bien hecho, es cuando parece fácil de hacer.
El restaurante (chau Marcelo, ¡hola Ninina!) mutó para convertirse en una sala de enormes mesas comunales con un lindísimo deck y una tentadora vidriera llena de la mejor pastelería que la nueva distribución no te deja esquivar. Amplió su rango horario y está abierto de lunes a domingo hasta las 22:00h. Para acompañar a las diferentes actividades del museo, como las funciones de cine, cursos y conferencias. Si todavía no fuiste al cine del Malba, ya sabés qué hacés este fin de semana y dónde vas a comer.
No más cajas en medio del piso, la tienda ya no se esconde a un costado, el museo es ahora una gran plaza pública: literalmente. “El proyecto se propone transformar el hall del museo en una suerte de plaza pública interior. Este lugar, que es dinámico pero que también invita al descanso, actúa como transición amable entre la ciudad y las salas expositivas, entre el público y el arte, visibilizando la misión del museo contemporáneo como lugar de reflexión sobre el mundo que habitamos”, así lo diseñó Juan Herreros, socio fundador del estudio y define al proyecto como una gran instalación.
«No más cajas en medio del piso, la tienda ya no se esconde a un costado, el museo es ahora una gran plaza pública: literalmente. “El proyecto se propone transformar el hall del museo en una suerte de plaza pública interior. Este lugar, que es dinámico pero que también invita al descanso, actúa como transición amable entre la ciudad y las salas expositivas.»
Lleno de simbolismos, el edificio del museo siempre fue una más entre las exposiciones. Para quien no sepa, este se construyó en el marco de una bienal de arquitectura hace ya 16 años. El ganador le dio su impronta al centro cultural amplio y luminoso. La construcción de su identidad, en cambio, tomó más tiempo. En el 2013 el museo hizo un giro y “Malba Fundación Constantini” pasó a llamarse “Malba”, con su propio logo, styling y tipografía. Esto que vemos ahora fue ir un paso más.
“Tenemos la convicción de que todo en el museo comunica, la comunicación es transversal. No es ni la prensa, los folletos o la señalética sino que hay también una impronta muy fuerte del edificio”, explica Guadalupe Requena, Jefa de Comunicación del museo.
La operación principal para que todo esto se pudiera dar tuvo que ver con UNA gran modificación: el suelo. Sí, sí, el suelo. La transformación de unos 1000m2 por un único material llamado neolith, que es súper novedoso, sustentable y, muy importante, gris. El piso es lo que unifica todas las actividades en un único espacio que nos lleva al hormigón de las calles (¿se acuerdan que ahora el museo es una plaza?); pero estas son calles con pequeñas construcciones en madera, bibliotecas y perfilerías de acero y aluminio. Definitivamente están a medio camino entre el mueble y la instalación artística. Existe como parte de la experiencia de la ciudad.
«La operación principal para que todo esto se pudiera dar tuvo que ver con UNA gran modificación: el suelo. Sí, sí, el suelo. La transformación de unos 1000m2 por un único material llamado neolith, que es súper novedoso, sustentable y, muy importante, gris. El piso es lo que unifica todas las actividades en un único espacio que nos lleva al hormigón de las calles (¿se acuerdan que ahora el museo es una plaza?).»
“Así que la reforma tuvo varios motores: comenzó como un tema de comunicación, después como una mejora de los servicios, y ahora es un diagnóstico para pensar en cómo queremos que sea la experiencia del visitante. Hay una conciencia del espacio que Malba brinda de socialización, no solo de contenidos culturales” resume Guadalupe, y nos adelanta: “El museo hoy nos está quedando chico, esta idea de abrir el hall y ser un espacio mucho más grande tiene que ver con pensar en algún tipo de ampliación por debajo de la plaza Perú, que está aprobado ya por el gobierno de la ciudad, en un futuro”.
Fotos: todas las fotos son gentileza del museo MALBA (PH JAVIER AGUSTÍN ROJAS)