#DEFRENTE / ¿NO SIENTEN QUE EL CELULAR SE CONVIRTIÓ EN UNA TRAMPA? / POR SANTIAGO ENEAS CASANELLO

smartphone trampa
¡Y si nos quedamos sin batería no pasa nada!
 

#DEFRENTE / ¿NO SIENTEN QUE EL CELULAR SE CONVIRTIÓ EN UNA TRAMPA? / POR SANTIAGO ENEAS CASANELLO.

Hay algo raro en la tecnología, si lo piensan. Algo que salió mal. La tecnología simplificó todo – sobre todo las comunicaciones -, e hizo que todo fuera al instante. Pero en vez de darnos más tiempo, de liberarnos y permitirnos ser más felices, nos ató aún más a la rutina, a la urgencia, a tener que hacer todo ya ahora, y no una actividad, sino todas las que podamos encarar desde que nos despertamos, hasta que cerramos los ojos. Ni siquiera podemos decir, hasta que nos vamos a la cama, porque hasta ahí también nos sigue la adicción a las pantallas. «Estoy a mil», es la respuesta de nuestra época.
Me acuerdo la sorpresa con dosis de angustia que tuve hace como siete años cuando recibí por primera vez un mail en el celular. Estaba en el tren que va de Tigre a Retiro, yendo a una revista en la que trabajaba, y sentí que ese tiempo que era mío, monótono y con el mismo paisaje, pero mío, se había convertido ahora en tiempo de mi trabajo. El viaje en tren, con su breve libertad suburbana, se había convertido en una extensión de mis obligaciones. Ayer, al tomarme el mismo tren en la ahora reluciente Retiro, cerca de las diez de la noche, todos, incluido quien escribe esta nota, estábamos obsesionados con el celular. O whatsappeando, o pasando las fotos del timeline de Instagram como autómatas, o – por las caras de seriedad, deduzco – leyendo mails o mensajitos de trabajo o de la facultad. Algo salió mal.
Estoy muy metido con un libro que me encanta: Antifragil de Nassim Taleb, un ensayista, filósofo (lo es, aunque él no se define así), y ex broker libanés que escribió el best seller El Cisne Negro. Antifragil es un libro muy provocador e incómodo porque plantea (siendo recontra sintético), dos ideas que van contra el discurso común que tenemos bastante internalizado: que el estrés no es tan malo y que la tecnología no siempre es maravillosa. Nassim Taleb piensa que las vidas sin factores de estrés derivan en vidas tristes y frágiles y que los avances tecnológicos y de la ciencia no son tanto avances como solemos creer, sino muchas veces retrocesos o directamente trampas, inventos que a la larga no suman sino que restan. Estas semanas, en las que veo la vida y el mundo con los ojos de ese libro (¿no les pasa que ven la vida con los ojos del libro que los cautiva?) no paro de pensar que la tecnología, que la cultura del smartphone, que todo lo que se está inventando para acercarnos y simplificarnos las cosas, son, en gran parte, una trampa.
Un latiguillo que está muy de moda es que el tiempo es el gran lujo de hoy. Y creo que significa que el gran lujo de hoy es poder ser libres, poder estar con nuestros deseos, con nuestros placeres, con nuestro aburrimiento, sin que la siempre apurada matrix digital nos devore. Una ecuación insólita: aplicaciones que simplifican las cosas de la vida, pero que provocan una vida con menos tiempo. ¿De qué sirvió que la tecnología simplificara todo? ¿Entienden la contradicción que veo?
Por eso creo que hoy no deberíamos perdernos nunca los lugares, o los planes, o las propuestas, que nos permitan una verdadera desconexión. Incluso Marck Zuckerberg en la tierna y bella carta que le escribió, junto a su esposa Priscilla Chang, a su hija August (su segunda hija, quien nació en agosto de este año), le desea que dedique su infancia a «oler las rosas, leer libros, dormir siestas y correr mucho». Un tono muy distinto a la carta que le escribió unos años antes a su primera hija Max, en la que le contó lo fabuloso que iba a ser el futuro gracias a la tecnología.
Aún somos libres cuando nos tomamos un vinito tinto en un balcón con la persona que queremos, cuando hacemos lo que llamo “grupo de whatsapp en vivo”, con amigos brindando en algún bar, cervecería, o restaurante, cuando bailamos y movemos el cuerpo, cuando nos escapamos a un lugar donde hay menos señal, cuando recorremos la ciudad en bici, cuando domingueamos con el celu a buena distancia. O podemos ser libres, darnos ese lujo, directamente en cualquier instancia que por fuerza de voluntad, decidamos que sea el momento elegido: o sea, en el tren, volvamos a colgarnos mirando por la ventana, leamos una novela, o – al menos, leamos algo interesante, algo que no tenga que ver con una obligación – en el celular.
Siempre dije que MALEVA es un medio orgullosamente digital, y me fascinan los medios digitales, e incluso el poder increíble de la comunicación vía redes sociales, pero algo que me encanta de MALEVA es que no paramos de proponerles situaciones para dejar un poco el celular de lado, para volver al disfrute de los sentidos, a la conversación cara a cara, y sobre todo: a no tener que pensar que tenés que responder ese insistente mensaje de whatsapp, ya, ahora mismo, porque sino, sino, en verdad, no pasa nada.