Muy buena onda durante el gran line up de bandas indies
Por primera vez en Punta Carrasco, el festival Jalea empezó soleado. El río realmente parecía de plata y el viento sacudía las palmeras. La cerveza colgaba en las manos de cuerpos danzantes al ritmo de música alternativa y el escenario se preparaba para alojar a sus músicos.
En los rincones de las terrazas estaban los stands prometidos de jóvenes emprendedores y food trucks. Y, aunque se percibían los fantasmas del boliche que funciona en el predio, los salones estaban conquistados por artistas y sus obras. En un rincón, convocados por Yuki (Young Unique Kreative Individuals), Fran Orive la Persona, Lacaiu y Valentina Varas dieron su versión de la Generación Yo.
Una instagramer, una foto con miles de likes y todo lo que hay detrás: Fran Orive siguió durante un día a la actriz Josefina Pieres para documentar fotográficamente lo que había detrás de lo proyecta en sus redes sociales. ¿Con qué se encontró? Con dietas, edición y filtros, 23 minutos de maquillaje, soledad, sesiones de nebulizaciones y canjes. “Es la Alegoría de la Caverna, que tiene millones de años, no es culpa de Instagram”, explicó Fran que había dispuesto un corcho con una línea de tiempo con fotos según los horarios del día como si fuera un detective (o un paparazzi) que sigue una sospechosa.
«Por primera vez en Punta Carrasco, el festival Jalea empezó soleado. El río realmente parecía de plata y el viento sacudía las palmeras. La cerveza colgaba en las manos de cuerpos danzantes al ritmo de música alternativa y el escenario se preparaba para alojar a sus músicos.»
Valentina Varas expuso unas fotos de seres en situaciones urbanas con un pie que explicaba por qué estaban enamorados de sus parejas. Porque me gusta su culo, porque soy sólo una parte de su vida, porque consume buena cultura, porque me atrae quién es y quién quiere ser, porque me da bola, y otras razones decoraban las fotografías. Al lado, el artista visual Mondo Di Cromo dispuso sus diseños que cruzan fotos retro con el ecosistema espacial: en un lienzo estaban los Beatles surcando el cosmos en un auto setentoso y en una televisión, visto desde el espacio, una licuadora provocaba un huracán en la tierra.
Las distintas expresiones disparaban quejas tranquilas de lo mal que nos tratamos o del daño que le estamos haciendo a nuestro mundo. El tono era sereno y con una nostalgia al puñado de décadas pasadas y al futuro ¿inverosímil? de vida espacial y galáctica.
«En una combi Volkswagen: con sonido de ambiente de mar y pájaros, el interior del vehículo estaba cubierto de arena y tenía unas reposeras hechas de pallets que apuntaban a unas imágenes costeras de surf dibujadas por un proyector.»
18:00
Un Planeta se adueñó del escenario y convocó a la audiencia (todavía un poco tímida) a que se agrupe en esa terraza. La paleta rojiza del atardecer acompañó la música y logró que algunos se dejen llevar por los acordes de la banda que estuvo presente en el Lollapalooza 2017.
Juanito Ya, una marca de camperas ochentosas y noventosas, delineó su estilo en su espacio con sus colores estridentes, plateado, mostaza y turquesa. En el suelo círculos alineados de azul, fucsia, amarillo y turquesa componían un Twister que pocos ridículos se animaron a jugar. En frente, Poncho de Proyecto Persiana, una movida que crece mes a mes para que artistas pintan las persianas metálicas aburridas de los comercios de las ciudades, comenzaba un pequeño mural con manchas de azul.
19:00
Aunque la creatividad explotaba en cada rincón de Jalea, el premio se lo llevaron los de Bai Bai. Ellos organizan viajes de surf por Brasil y la Argentina y se preguntaron: ¿cómo llevamos la playa a Punta Carrasco? En una combi Volkswagen: con sonido de ambiente de mar y pájaros, el interior del vehículo estaba cubierto de arena y tenía unas reposeras hechas de pallets que apuntaban a unas imágenes costeras de surf dibujadas por un proyector.
Sonaban Francisca y los Exploradores, la única banda con presencia femenina, que barajó una variedad de estilos sorprendente: tintes de reggae, electrónica y pop experimental. Los cuerpos llenaban la terraza de la música y el anochecer invitaba cada vez más a bailar. Había bajado la temperatura y era la hora de los food trucks: Crêpas y Taco Villa satisfacían la demanda. ¿Opciones? Dura contienda entre unos crepes de queso de cabra, calabaza asada, garbanzos crocantes y rúcula, versus una quesadilla de champiñones y panceta y otra de capresse. Estaban los helados artesanales y veganos Haulani, pero estaba fresco y pocos valientes pudieron apreciarlos.
20:00
Para muchos, Jalea significaba el regreso esperado de Silvestre y La Naranja. Sonaron los primeros acordes y la gente, ansiosa, saltaba, aplaudía y chiflaba. La banda, con integrantes renovados, se veía cómoda y entusiasmada. Empezaron. Pero en el segundo tema el viento y las nubes se concentraron y se pincharon como una piñata. Algunos se replegaron a lugares con techo porque el chaparrón era fuerte, pero la mayoría se quedó agitándola. “Esto no puede ser más épico”, acotó el guitarrista Francisco Nicholson, “gracias por quedarse”.
Pero la lluvia era fuerte y tuvieron que cortar. “Ojalá frene y puedan volver”, se oyó el rezo del público. Dentro del salón, comenzó el partido de los DJs. Con muchísimo criterio, alternaron entre la música de las bandas presentes, electrónica, pop noventoso y chillón, y rock de ídolos como Spinetta, Charly y David Bowie. La garúa se extendió lo suficiente como para ahogar las posibilidades de volver a poblar el escenario. Las muestras artísticas retomaron un papel protagónico, aunque la población se diezmaba y la pista de baile tenía la mayor atracción.
21:00 ¡Hasta el filo de la veda electoral!
El mural de Poncho, un artista de 21 años, tomaba color y forma: cuerpos desnudos, luces y sombras, y colores violáceos y azules. Con débiles dosis de aerosol añadía capas con paciencia que aumentaban la expresividad y la profundidad. Se dejaba distraer y explicaba con la misma paciencia de qué se trata Proyecto Persiana, del cual él es uno de sus fundadores.
La lluvia se fue detrás de la mitad de la gente que había asistido. Quedaban pocos stands de emprendedores y los artistas y músicos de a poco se mezclaron con los mortales que bailaban. La noche estaba fresca y linda, la uña de la luna se asomó. Con una cerveza en la mano muchos extrañaron los tradicionales fogones de Jalea. Los charcos y los lamentos por las música que faltó de a poco se escurrieron. Pero no se preocupen: quedan más festivales Jalea por delante.