La barra de Anasagasti, donde la atención en general es buena onda y personalizada
Si hay algo que definitivamente no le falta a nuestra Buenos Aires, es vida nocturna. Cuando cae el sol, termina el día laboral y bajan las revoluciones (y si hace calorcito, ni hablar), las barras porteñas se empiezan a poblar de citadinos y turistas en busca de un poco de distensión. Bares, abundan. Coctelería de primer nivel, la hay. Gastronomía variada y tragos de todo tipo, jamás faltarán en esta ciudad. Pero ojo: son pocas las barras de Buenos Aires que pueden alardear de brindar a sus visitantes una impecable atención. Ahí, ya son palabras mayores. En Maleva nos pusimos a investigar y estos son los siete bares que merecen entrar en el ranking.
Esta genialidad de bar secreto lleva el nombre del pintoresco pasaje palermitano que lo aloja. Emplazado en una casona de 1927 (minuciosamente reciclada y declarada Patrimonio Histórico), Anasagasti es la creación de Nicolás Garófalo y Nicolás Pastore, que se inspiraron en los clásicos speakeasy para dar vida a esta propuesta que busca revalorizar la coctelería porteña. “Quisimos crear un lugar donde la gente pudiera venir a pasar un buen momento. No alcanza con que se sienta como en su casa, se tiene que sentir todavía mejor: bien atendida, relajada y desconectada”, explica Garófalo. “Tratamos de destacarnos por el servicio, la calidad de los insumos, la creatividad y la originalidad de los cocktails”, completa. “La premisa es acompañar al cliente a descubrir sabores diferentes a los que habitualmente conoce. Quisimos crear y compartir una experiencia, no solamente un bar”, agrega Pastore. “Para que la experiencia sea inolvidable, es imprescindible estar en todos los detalles. Cada cliente que cruza la puerta del bar tiene que sentirse único y por eso cuidamos tanto la sutileza en cada gesto”. Además de una actitud innovadora en la propuesta de coctelería y gastronomía y una carta en permanente cambio (para que la experiencia sea única hasta para los habitués), siempre hay un bartender brindando asesoramiento experto a los clientes, acorde al maridaje con la comida y sus gustos personales.
Con pocos años, ya es un clásico del Bajo Retiro y no solamente por su estratégico enclave entre el Centro y Recoleta. El menú es de Pablo Campoy y se compone de platos sencillos pero exquisitos, con la calidad como premisa y la combinación de texturas como sello distintivo. Ahora bien: la barra. Es Ludovico De Biaggi quien hace magia en la creación de cada trago para brindar una experiencia sensorial completa a los afortunados que pisan este destino. Fue el finalista argentino del Bacardi Legacy Cocktail Competition 2017 en Berlín con su trago Tropical Lady y formó parte del selecto equipo de bartenders a cargo del casamiento de Lionel Messi y Antonella Roccuzzo. En BASA el mood es indiscutiblemente cool y moderno, íntimo y minimalista. Sumale una de las mejores barras de Buenos Aires y una propuesta gastronómica original. Imposible no pasarla bomba.
Ubicado en el piso 32 del Alvear Icon Hotel & Residences, es el sky bar más alto de Buenos Aires y ofrece vistas espectaculares Puerto Madero y el Río de la Plata (en días de buena visibilidad hasta se divisa perfectamente la costa uruguaya). Como si sus ventanales dispuestos en formato mirador de 360 grados no fueran suficientes, la carta del Crystal Bar pone las mejores etiquetas internacionales al servicio de los más audaces tragos de autor. Todo esto, por supuesto, acompañado de una propuesta gourmet a la altura de las circunstancias. Otros integrantes de la familia, como el Alvear Art (con Artesano) y el Alvear Palace (con su Roof Bar), son aval de la excelencia en el servicio del grupo Alvear y su atención a todos los detalles. Estilo y espíritu cosmopolita, música vibrante y coctelería de lujo en las más esplendorosas alturas. Vertiginosos: abstenerse.
El lugar al que todos los porteños quieren ir (y sobre todo: volver). No es casualidad que la barra de Seba García esté revolucionando Recoleta a menos de un año de su apertura. Es que los socios de este proyecto lograron captar a la perfección la elegancia y sofisticación del barrio y crear un espacio único. Buscando diferenciarse de los típicos bares de hoteles que abundan en la zona, apostaron a un concepto que tiene algo de la mística del speakeasy sin serlo del todo. Además de una imponente barra, hay un jardín de invierno y una biblioteca oculta donde degustar los clásicos de siempre como un aristócrata. Ingredientes locales y guiños bien argentos son incorporados al repertorio de esta barra para proponer los más geniales tragos, en tanto que sushi y tapeos varios conforman la atinada oferta gastronómica que acompaña muy bien las galardonadas creaciones cocteleras. El servicio es una de sus indiscutidas fortalezas: atención a cada detalle y un trato familiar que da cuenta de la calidez de su staff.
El matrimonio perfecto: Nicky (sushi con acento neoyorquino) y The Harrison (un viaje a los años 20). Solo comiendo en el primero se puede acceder al segundo, o bien teniendo la codiciada –y agotada- tarjeta de membresía. Poner un pie en el secretísimo bar detrás de la bodega del restaurant es suficiente para retroceder en el tiempo y sentirse en aquellos Estados Unidos de la ley seca. Todo es de época. Los muebles son antigüedades cuidadosamente seleccionadas, la música oscila entre el jazz y el swing de la década del 20, las copas de cristal tallado albergan los más deliciosos tragos confeccionados con insumos premium. Pero eso no es todo: los afortunados que accedan a este oasis a pasos de Plaza Armenia recibirán la más impecable atención y asesoramiento por los mismísimos bartenders, que además tienen fama de ser excelentes conversadores y de recordar lo que toma cada uno de sus clientes. Imposible irse sin una sonrisa.
Al polo gastronómico que es el Boulevard Caseros (en el límite entre San Telmo y Barracas y a unos metros del Parque Lezama) no podía faltarle un bar de la talla de Nápoles. De inspiración –obviamente- italiana, busca revivir el espíritu napolitano de los años 50, cuando abundaban los bares sin pretensiones que recibían a todos por igual. Esa es exactamente la sensación: un lugar familiar (sin dejar de ser exótico), donde se valoriza lo cotidiano y los momentos compartidos. Es justamente el antiglamour lo que hace brillante a esta propuesta distinta. Para no llevarle la contra al espíritu barrial, está nada menos que adentro del anticuario boutique de Gabriel del Campo, dueño y creador de este nuevo hit porteño. El resultado es un ambiente familiar y cálido, donde comer y tomar rico entre objetos únicos como autos y ropa vintage. No solo antigüedades remontan al pasado, sino que la barra, a cargo de Sebastián Atienza, también juega con la temática mafiosa, aggiornando los clásicos italianos. La comida es tan variada como simple: nada de cosas raras. Pastas, pizzas y pescados que nunca fallan.
Hablemos de propuestas diferentes: un bar de inmigrantes en una (ex) zona portuaria que funciona debajo de una florería que vende discos y vinos. Hace tiempo que Florería, que acaba de ser elegido entre los 25 mejores bares del mundo, dejó de ser una novedad para incorporarse al codiciado elenco estable de bares ya clásicos. Con el correr de los años, la barra de Tato Giovannoni sigue siendo una coordenada fabulosa. Será por su encanto sin ostentaciones, su tamaño justo (se llena bastante rápido) y su genial carta inspirada en las principales corrientes migratorias de principios de siglo pasado (Italia, Francia, Inglaterra, España y Polonia) que también reivindica y revaloriza sabores criollos, entre otros tantos atributos que se le pueden reconocer a Florería Atlántico. La cocina acompaña con mucha dignidad: tapeos, pescados y carnes en una parrilla a leña que también es de época. El plus: el equipo de Florería tiene la camiseta puesta y eso se nota. Es un bar con corazón.
Fotos: son gentileza de los siete bares mencionados.