MALEVA EN LA BIENAL DE VENECIA 2017: UNA EXPERIENCIA QUE UN FAN DEL ARTE DEBERÍA PODER VIVIR AL MENOS UNA VEZ EN LA VIDA / POR MELISA BORATYN (DESDE VENECIA)

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Site specific de la argentina Claudia Fontes 
 

MALEVA EN LA BIENAL DE VENECIA 2017: UNA EXPERIENCIA QUE UN FAN DEL ARTE DEBERÍA PODER VIVIR AL MENOS UNA VEZ EN LA VIDA / POR MELISA BORATYN (DESDE VENECIA).

Hace más de un siglo atrás, cuando el mundo del arte era apenas una fracción de lo que es en la actualidad, la Bienal de Venecia ya había abierto sus puertas (1895), manteniendo hasta el día de hoy un lugar de máxima relevancia en el campo. Actualmente las ferias, documentas y bienales rigen con fuerte protagonismo gran parte de la agenda cultural, creando vínculos entre artistas, curadores, críticos, compradores y públicos. Para los afortunados que participan, implica llegar a uno de los picos más altos de sus carreras, pero ¿de qué sirven las bienales y qué efecto tiene tanto en los artistas como en el espectador?
Más allá de los datos y referencias artísticas e históricas que se puedan dar, la Bienal de Venecia es una experiencia que los enamorados del arte deben intentar vivir al menos una vez en la vida. Permite globalizar la mirada, concebir a grandes rasgos lo que sucede en ese momento a nivel cultural, acercándose a artistas tanto emergentes como consagradas, de todas partes del mundo.
Lo interesante de la Bienal, a la que MALEVA asistió, no es sólo su contenido, sino donde está ubicada, entre dos grandes espacios, opuestos entre sí, el Arsenale, una antigua base naval de astilleros y armerías, donde se encuentra el pabellón argentino, y los Jardines de Giardini, donde algunos de los países participantes tienen sus respectivos pabellones. 
En total, la 57ª exposición de la Bienal de Venecia, curada por Christine Macel, curadora en jefe del Centre Pompidou, presenta a 120 exponentes de 80 países, bajo el título Viva Arte Viva, con una propuesta que pone a los artistas y su hacer en el centro del relato, resaltando la invención de universos propios y la inyección de una generosa vitalidad en el mundo en que vivimos. La muestra central, presentada en su mayoría en Arsenale, gira en torno a 9 temáticas diferentes con una mirada plural.
COREA DEL SUR

«Dentro de esta gran muestra se incluye a cuatro argentinos: Martín Cordiano, Sebastián Díaz Morales, Liliana Porter y quizás el más interesante Nicolás García Uriburu, con una especie de reivindicación, ya que se exhiben registros de la acción Coloración del Gran Canal que realizó en 1968, cuando sin autorización pintó los canales de la ciudad.»

Dentro de esta gran muestra se incluye a cuatro argentinos: Martín Cordiano, Sebastián Díaz Morales, Liliana Porter y quizás el más interesante Nicolás García Uriburu, con una especie de reivindicación, ya que se exhiben registros de la acción Coloración del Gran Canal que realizó en 1968, cuando sin autorización pintó los canales de la ciudad, dejándolos de un verde resplandeciente, haciendo un llamado de atención con respecto al cuidado del medio ambiente. Es llamativo ver la reacción de la gente frente a su historia.
Continuando con el recorrido, si bien por momentos parece inabarcable, desapegarse del manual y guiarse por el interés personal es mucho más dinámico. Lo más valioso son las puestas arriesgadas, las obras e instalaciones de grandes formatos, es decir lo que no vemos todos los días. Muchas de las obras son interactivas e invitan al espectador a relacionarse con ellas, como por ejemplo la instalación de Irina Korina (Rusia, 1977), Um Sagrado Lugar, un espacio escultórico realizado por Ernesto Neto (Brasil, 1964) y los Huni Kuin (pueblo originario de Brasil y Perú) o el proyecto del grupo de origen japonés, The play.
La segunda instancia se encuentra en los jardines de Gardini, que contiene a los pabellón principales, cada uno perteneciente a un país o conjunto de países, como es el caso de Noruega, Suecia, Finlandia (el resto de los países se encuentran en el Arsenale). El recorrido en sí, atravesando los espacios y jardines que las unen es una de las cosas que más se disfrutan y dan otra mirada de Venecia, más tranquila y no tan repleta de turistas, la peor característica de esta ciudad.
Gardini es la meca de la Bienal, ya que es allí donde todos los países quieren anclar su bandera, a pesar de que no hay lugar para todos. Los edificios son de estilos muy eclécticos entre sí, algunos han estado desde el inicio y eso se nota en su arquitectura clásica, mientras que otros se han construido o modificado posteriormente. Cada una esconde una historia y recorrerlas no tiene desperdicio, más allá de las propuestas curatoriales en su interior. 
Sin embargo, más allá de la magnitud que representan estos eventos, no todo lo que forma parte de una bienal es extraordinario. Mientras que muchas obras son excepcionales, otras distan de sorprender. Dentro de las que más nos cautivaron, hay tres proyectos para destacar, el envío de Alemania, una instalación y performance de Anne Imhof (1977) titulada Faust, ganadora del León de oro. Ella entendió el juego e intervino por completo el edificio, anulando todas las entradas y transformado el interior, para dar rinda suelta a la performance. Ya sea que la vean o no, el impacto es absoluto.
Cody Choi (1961) y su despliegue de Venetian Rhapsody, una llamativa pieza lumínica a la manera de las fachadas de casino de Las Vegas, que genera un intenso contraste con la exposición en el interior del pabellón de Corea del sur, mucho más político.
Por último la instalación de Takahiro Iwasaki (1975), Turned Upside Down, It’s a Forest, en el pabellón de Japón, donde nos da una primera aproximación a su trabajo a través de una escalera externa, donde tenemos un vistazo general de la sala, transformándonos al mismo tiempo en parte de la obra, algo que recién se entiende al ingresar.  
Por último hay que mencionar el lugar que ocupa la Argentina dentro de la Bienal, a pesar de nuestra historia compleja y repleta de intervalos. La instalación site-specific de Claudia Fontes, artista argentina radicada en Inglaterra, realmente se distingue. No sólo es sensible y poderosa, sino una de las puestas más impactantes, donde Fontes presenta un caballo inmenso que corcovea frente a una chica que lo calma con serenidad, mientras que un tercer personaje, un niño introspectivo, completa la historia. Es una obra con infinitas lecturas, desde lo social, lo histórico y la visión representativa de nuestra nación, sin dejar de ser poética, invitando a la reflexión. 

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Fotos: gentileza Bienal de Venecia y Meli Boratyn