Una de las noches de Festival a pura fiesta
¿Vamos a un bar o vamos a bailar? El eterno dilema. El encanto de un bar copado y el placer de un buen trago después de un día largo versus las endorfinas de mover el cuerpo y la adrenalina de escuchar un temazo para bailar. Desde MALEVA traemos buenas noticias: no hay que elegir entre estos dos programones. Algunos bares proponen desde siempre un ámbito bailable; otros se avivaron de que, para muchos, es tanto más agradable tirar unos pasos en un bar con onda que adentrarse en un boliche multitudinario, y a veces hasta se arma una movida para bailar de forma espontánea. Aguante mechar un rato en la barra y un rato en la pista. ¡Que siga el baile!
Por afuera, una pizzería al paso. Por adentro, magia. Hay que atravesar el local de La Guitarrita con cara de “sé perfectamente lo que estoy haciendo” y abrir insolentemente el portón del fondo de la pizzería para entrar a La Calle, el speakeasy que está cumpliendo un año. Da la sensación de estar, literalmente, en la calle, por sus adoquines, sus veredas y sus ambientes angostos y profundos, pero con la tranquilidad de estar puertas adentro. A la izquierda, una barra de casi diez metros reza #ChauLeySeca y te invita a degustar la coctelería de Mona Gallosi. Cada uno de los 16 tragos de autor lleva un ingrediente característico del país que representa. Podés probar creaciones con sake japonés, gin inglés, café turco, Jägermeister alemán y hasta alcachofas australianas. O podés no cancherear tanto y pedirte El Argento (el cóctel insignia, que viene en un jarrito de cobre y tiene cerveza, whisky, syrup especiado y eucalipto). También hay de todo en materia de vinos y cervezas y hasta tienen bottle service para los habitués. Muestras itinerantes de arte urbano y otro espacio más allá donde la DJ Van se lleva todas las miradas, el set desde donde diferentes artistas harán mover el cuerpo a los presentes. La agenda musical varía entre el hip-hop, el funk, el blues, el jazz y el pop.
Espacio. Bar. Punto de encuentro. Así se autodenominan en Festival. Y es que sería difícil encasillarlos en una sola categoría. Porque la coctelería es una de sus premisas, la cocina de autor es realmente exquisita y el arte no está en segundo plano. Tanto es así, que en el piso de arriba funciona Laboratorio, una galería de arte que ya albergó más de 30 muestras, individuales y colectivas, de la mano de diferentes curadores del circuito porteño. Todo tipo de expresión cultural encuentra su lugar en este espacio palermitano de estética industrial. Diferentes capitanes se turnan para protagonizar los ciclos musicales entresemana. Los jueves reinan las mujeres: invitan a duplas femeninas de diversos ámbitos que, sin ser necesariamente DJs, comparten su selección de música y generan una atmosfera única. Los fines de semana no se andan con pavadas. Grosos como Nicolás Grimaldi (Monoto), Tomás Putruele (Banda de Turistas), Dale Duro, Gaston Garat y Nacho Parodi se apoderan de la cabina en el cancherísimo patio y se toman en serio su misión de hacer sonar funk, soul, groove, zombie disco, música negra, pop e indie para que nadie se pueda quedar quieto.
No nos olvidábamos del norte, claro que no. Para los sanisidrenses, el encanto de Axolotl no es ninguna novedad, con su impronta relajadísima y su ambiente bohemio. “El Axo” es el destino predilecto de los amantes de la música que le huyen a los lugares de moda y quieren pasarla bien sin demasiadas pretensiones. Los sensibles, los melómanos, los artistas, los creativos, son siempre bienvenidos en este bar que no discrimina. Nada de hacer largas colas ni pagar entradas. Acá se entra con buena onda y una sonrisa y es imposible no divertirse. La noche arranca desde temprano, con unas tremendas hamburguesas y una selección de platos gourmet a cargo de Mar de Fuegos (el restó que funciona ahí mismo). Siempre hay algún show en vivo, en el escenario que fue cuna de grandes bandas y sigue promoviendo la música emergente. Cuando termina de tocar la banda, DJ Flavius toma la batuta y es imposible no bailar. Funk, hip-hop y rock te hacen mover los huesos hasta altas horas de la madrugada. Hay cerveza artesanal y buenos tragos, aunque la birra de litro siempre está helada y sale como piña.
¿Acaso el único bar de Palermo que no tiene redes sociales ni página web? A Ferona se llegaba gracias al boca a boca y hoy ya es un clásico que pocos no conocen. Este bar casi secreto está en una antigua casona bastante camuflada, a pocos metros de los boliches de Niceto Vega y con escaso interés en ser vista. Lo interesante es que propone algo distinto para cada momento de la noche. Para ir a comer, hay que reservar sí o sí. Mesas a la luz de las velas y sillones vintage conforman una escena íntima y romántica. No te dejes engañar por su fama de bar alternativo: el menú de pasos es súper gourmet. De la carta de tragos, lo que más sale es la caipi de la casa (con maracuyá y frutilla). Después de la medianoche, se pasa al modo bar y el segundo piso, una terraza semi cubierta con balcón a la calle y barra propia, se va transformando lentamente en una pista de baile. La música puede sorprender: pasan desde hip hop y rock ochentoso hasta merengue y salsa. Lo divertido es ir circulando por sus diferentes ambientes y rincones, todos con una estética especial. Colgados, avivarse: a la madrugada se arma cola para entrar.
Con 15 años de éxito en el barrio, este restó-bar tiene opciones para todos los gustos. La planta baja abunda de antigüedades, objetos con historia y memorabilia porteña, entre mesas de diferentes tamaños y livings con cómodos sillones. Todo esto acompañado de una propuesta gastronómica de primera: carta elaborada y tragos de autor. Pero la posta es la terraza, que techada y calefaccionada, permite disfrutar del aire libre todas las noches del año (y la pecera, con look minimalista, se puede cerrar para eventos privados). La ambientación es genial, tocan bandas en vivo y a la madrugada se arma la fiesta. Jazz, reggae, funk, rock moderno y pop conforman el repertorio musical que te invita a pararte de la silla y bailar al ritmo de los DJ sets invitados. En Carnal se pueden encontrar rincones para una cita romántica, grandes mesas para festejar con amigos y buenísima onda para bailar un rato.