Desde muy chica su madre la llevaba a «todos los museos» (que le gustaban pero le generaban terror)
Ella es Vic (31), la curadora que “cura” el arte por intuición. Que no sigue reglas, pasos, que concibe el hecho de curar como una forma de compartir y abrirse a la propuesta del artista, no como una forma de “seleccionar” a lo Darwin. Desde chica se sumergió intuitivamente en diferentes ámbitos artísticos. Y así, por instinto fue armando su propio camino, en el que dirige proyectos artísticos y culturales que buscan cuestionar lo establecido, romper con el sistema. “Hacelo vos mismo” es su leitmotiv. Ella hace, busca, y cuestiona, a través de los artistas con los que trabaja. Una invitación a seguir un poco más nuestra intuición, y a animarnos a hacer.
¿Qué experiencias artísticas te llevaron a transformarte en curadora?
Siempre tuve una relación bastante directa con el mundo del arte. Mi mamá dibujaba, escribía, daba clases de arte. Desde chica conecté más con lo manual, dibujaba, pasaba horas armando construcciones. Una de las actividades con mi mamá era ir al museo; me acuerdo la sensación de estar ahí. Me gustaba muchísimo y a la vez me generaba cierto terror. Creo que haber vivido los museos desde tan chiquita me hizo tomar una posición en relación a eso. Después, mi adolescencia me pegó por el punk rock. En lugar de ir a un boliche iba a ver bandas. Y ahí la gente con la que te cruzás está en una búsqueda diferente. Artistas, músicos, fotógrafos, escritores. Ese escenario lo que me dio sobre todo fue hacerme muchas preguntas, cuestionar lo establecido. A los 18 terminé el colegio y me fui a vivir a Madrid por mi viejo. Ese viaje fue muy determinante para mí, porque aprendí a entrar en contacto con otra forma de vida.
¿Con qué te encontraste allá?
Fundamentalmente me encontré conmigo misma. Y a la vez me di cuenta que yo tenía claramente una búsqueda artística, porque me terminé haciendo amiga de gente que estaba en la movida cultural. Una de las cosas que me encantaba en el plano social en Madrid fue “El botellón”, que es el momento en el que te encontrás en la plaza; te llevás tus botellas y compartís con la gente que está ahí. La propuesta cultural también era interesante. Yo trabajaba como asistente de una directora de cine. Su estudio era atrás del Prado, era espectacular, o sea mi recreo era ahí. A los dos años volví a Argentina y empecé a trabajar en una galería de arte de grandes maestros, “Espacio G”. Ahí encontré mi lugar, y decidí estudiar curaduría. A los dos años empecé a trabajar sola por mi cuenta como gestora. Me interesaba mucho lo que pasaba en el ámbito público, artistas que vengan de movimientos urbanos, por una cuestión de afinidad conceptual, ideológica y estética. Quería ver por qué un artista urbano no podía exponer en un museo. Y descubrí que hay ciertas cosas que como artista tenés que hacer para ingresar en ese circuito. Está muy relacionado al lobby, a si estudiaste acá o allá, si viajás, si te vinculaste. Es un laburo, y por ahí hay ciertos artistas que son más disruptivos en ese sentido.
¿Cuál es tu fuente de inspiración, cómo hacés para nutrirte de arte digamos? ¿Viajes?
Viajar siempre es espectacular porque te saca de tu cotidianidad y te genera un quiebre. Cuando fui a la Bienal en San Pablo me partió la cabeza. La propuesta de los graffiteros brasileros, todo: es una ciudad muy estimulante a pesar de su locura. Ando en bici, que me ayuda mucho para conectar, sentir; yo me considero curadora intuitiva, me nutro de lo que pasa alrededor mío y me hago preguntas a partir de lo que siento que está pasando. A mí no me gusta hacer las cosas de la misma manera. La bici es una forma de recorrer la ciudad a mi manera. Yo trato de ir a ver cosas nuevas, salir de mi círculo. Este espacio –“Local”, donde transcurre la entrevista- me encanta. Hay artistas, músicos, tatuadores, chefs, gente que hace. Ir a ver bandas, ir a muestras sola me encanta; al Parque de La Memoria, a la Boca al Proa, a Zona Sur. Estoy yendo mucho a Barracas, porque estoy trabajando con artistas, hay una movida muy fuerte allá. Me voy en tren y ese viaje me encanta. Cuando salís de Constitución los trenes estacionados están todos tagueados, bocha de murales. Los lugares de manifestación me fascinan. En cuanto a lugares para comer, como en los mejores y en los peores, me gusta probar todo; no soy muy sofisticada pero sí se apreciar las propuestas interesantes: El Gran Dabbang, Proper.
¿Yendo más a tus proyectos, con cuáles estás ahora y por qué los elegiste?
Soy curadora de Cynar y también de la fundación del ICBC. En el caso de Cynar, hicimos un programa que se llama “Avala Cynar”; avalamos espacios que consideramos que están en una búsqueda disruptiva, o que están intentando cambiar de alguna manera el funcionamiento de un sistema que a veces expulsa más que acercar. Con la intención de tender un puente, porque si vos te quedás solo en la contracultura no estás construyendo, estás haciendo lo mismo que no te gusta desde el otro lado. “Locales” es uno de los proyectos que creamos y avalamos. Es una muestra sobre artistas que llevan como bandera su identidad local, el “somos de acá”. El Iván de Quilmes, El Gordo Pelota, El Marian, Horco, Villa Diamante, Mala Junta, Mompox. Y en ICBC armé un programa que se llama “Linaje”; tiene que ver con cuestionar la información, los sistemas que heredamos. Y buscamos artistas que tuviesen relación, una pareja, un padre y un hijo, un artista que da talleres. También invité curadores para ver qué me pasa a mi cuando comparto con otras personas.
¿Cómo ves el hecho de que las marcas se valgan del arte para ser consumidas?
Veo que en general hay mucho interés por el arte por parte de las marcas porque lo interpretan como un escenario muy genuino y muy sincero, con valores positivos: autoexpresarse, autoconocerse, comunicar, transmitir, sentir. El tema es que hay muchas marcas que no saben cómo relacionarse; se percibe al toque cuando te querés agarrar de eso para ser “cool”. Pienso que en momentos como este el rol de las marcas es importante. Hay una percepción negativa de ellas, “te quieren vender”. Sí, pero en cierto punto todos queremos ganar plata con lo que hacemos, vivir de lo que nos gusta, eso no tiene por qué ser algo negativo. El tema está en cómo lo hacen, cómo se vinculan, desde qué lugar.
De todos los proyectos en los que te involucraste, ¿cuáles son los que más te enriquecieron?
El trabajo del curador es medio terapéutico porque vos estás tratando de entender qué le pasa al otro y en ese proceso te preguntás qué te pasa a vos. En ese compartir y en ese descubrir sanás un montón de cuestiones. A mí me gusta trabajar con artistas que están atravesando un momento en el que eso que venían haciendo ya deja de ser, y están empezando una nueva etapa: el momento en que “cambiás de piel”. Será que también yo estoy todo el tiempo cambiando de piel. En todos los proyectos te vas con algo nuevo ¡Y artistas que admiro hay miles! Franco Fasoli, Nicolás Romero Escalada, Elian Chali, María Colombo, Leila Tschopp, Luz Peuzcovich, Martina Krapp, Mariana Sissia, Mariana Guerci (Cobrinha), Rodrigo Rodríguez, Micaela Lucas, y muchos más.
¿Y podrías en pocas palabras definir cuál es tu propia identidad? ¿O ni te interesa definirla?
Ante todo me considero una persona sujeta a cambios. Entonces lo que te digo hoy tal vez mañana ya no es más. Pero me considero inquieta, intuitiva, sensible; muchas cosas que hago las hago porque las siento. La búsqueda y la aventura me definen. Hay que hacer, porque es la única manera de aprender. “Andá, hacelo, no pasa nada, te vas a equivocar un montón de veces”. Equivocarse es espectacular, es donde más crecimiento hay. Yo me animo a eso.
Fotos: todas las fotos son gentileza de Vic Tolomei