Las muy sabrosas galletas de Chabel
Son las cinco de la tarde y el local está lleno. Y no solamente de señoras grandes, las más obvias adoradoras de “la hora del té”. También hay grupos de chicas, madres con sus hijos, algunos hombres y parejas. Abundan los cafés con leche, pero también las teteras con hebras y las tostadas con queso y mermelada o las porciones de budín y torta. El espacio vibra con un murmullo constante de voces en charla. Casi al fin de la jornada laboral, el momento del té convoca a grandes y chicos y va mucho más allá del prejuicio de las “señoras bien”. Sí, quizás las mujeres y nuestro paladar dulcero seamos mayoría, pero no hay duda de que el ritual sigue intacto. Y a pasos de la General Paz, en el barrio y a la vez el partido de Vicente López, se ha vuelto una hora prolífica. A continuación, los mejores lugares de esta zona donde disfrutarla.
Uno de los rasgos que más distinguen Vicente López es su tranquilidad de barrio. Manso y amigable, refleja ese espíritu también en sus propuestas gastronómicas, y Mercado Central es una de las que mejor lo encarna. En una casona y con un patio lleno de árboles y plantas, despliega su calidez a lo largo de todo el día, pero a la tarde es especialmente relajado. Entonces, en sus mesas de madera gastada y entre muebles vintage es posible pedir alguno de sus budines del día (calabaza y naranja y coco y nuez son algunos sabores), o su carrot cake o muffins, croissants y cookies. También hay combinaciones ya armadas, por ejemplo con café o té, rodajas de pan de centeno y semillas, queso crema y palta fileteada, yogur casero con frutas o granola y jugo de naranja. “Saludar personalmente a quienes nos honran con su visita en nuestra casa será siempre nuestro lema”, apuntan sus dueños, amigos y siempre presentes.
“Cosas ricas” sentencia la “bajada” de su nombre, y uno no puede más que adherir. Creado por una familia que hoy trabaja en equipo, la premisa de este deli es cocinar artesanalmente recetas que mantuvieron durante generaciones y hacer sentir a los clientes como en casa. Así, entre paredes de ladrillo a la vista, pisos de mosaico y cerámicas pintadas a mano, se crea un clima súper cálido, en el que degustar maravillas como sus scons, el producto estrella de la casa. “Hay dulces y de queso. Los servimos en el combo “Caserito”, que incluye una infusión, dos scons con queso crema y dulce casero”, tienta Ángeles Badino, parte de la familia. Además, los venden por docena y suelen volar. Otras delicias incluyen waffles o panqueques con azúcar impalpable, cookies, alfajores, brownies, tostadas y tortas varias. Todo casero y elaborado en el día, apto para degustar allí o para hacer take away.
En una antigua farmacia, esta “dulcería” y cafetería conserva impecable la magia de antaño. Vajilla digna de las abuelas, paredes de un verde agua casi Tiffany y hasta una chimenea encendida en estos días de frío hacen a un ambiente detenido en el tiempo, en el que parar a tomar una taza de té hacia las cinco de la tarde parece sumamente natural. Para acompañar ese momento, Carla De Simone, dueña, propone variantes como una canasta de panes caseros con mermeladas artesanales; granola casera con avena, frutos secos, coco, variedad de semillas, miel, yogur natural y frutas frescas; scons de queso fontina con jamón cocido y aceite de hierbas; Croque Monsieur; panini con jamón crudo, queso de cabra y manteca; y carrot cake con crema de queso y lima, entre muchas otras, porque la hora del té parece tomarse muy en serio en este lugar. De hecho, lo más idóneo es acompañar la opción elegida con algún té en hebras de YVY.
Pionero en el boulevard de Hipólito Yrigoyen, este restaurante suele ser un éxito para citas románticas y salidas nocturnas. Su iluminación tenue y precisa y su predominio de la madera y el blanco y negro lo vuelven perfecto para disfrutar en pareja. Sin embargo, su menú de la tarde redobla esfuerzos para cautivar también al público más goloso y amante de lo dulce, con tortas contundentes que piden a gritos ser compartidas (sobre todo para probar más de una). Frutos rojos, chocolate súper húmedo y texturas como la del budín de almendras son algunos de los jugadores de un abanico irresistible, que a la vez encuentra su contrapartida en propuestas un poco más “internacionales”, como el huevo mollet en pan tostado, la tostada con palta, cherry, oliva y pimienta o el chía pudding con confitura de frambuesas, leche de coco y barrita de cereales casera. De la mañana a la noche, entonces, antojo cumplido en Naná.
En el flamante Complejo La Palmera, el local de Le Pain Quotidien es uno de los más visitados. Aunque pleno de energía a la mañana, es a la tarde cuando más valiosos se hacen sus enormes tazones de café con leche y sus increíbles preparaciones dulces. Ellos lo saben, y por eso crearon la propuesta “Afternoon Tea”, que se sirve de 16 a 20 hs y está pensada para compartir, pues incluye dos bebidas calientes, dos limonadas caseras, panes artesanales con mermelada, manteca, dulce de leche y miel y variantes a elegir como croissant, pain au chocolat, roll de canela o croissant de almendras; muffin de coco y frutos rojos, scon de spelta y quinoa o de queso; brioche con salmón ahumado o jamón y queso; brownie casero, tarta de chocolate belga, cheesecake o porción de budín. Y hasta propone sumar un waffle belga con frutas de temporada, un tostado de jamón y queso con manteca de Dijón y un espumante. Generoso, delicioso y energizante: casi casi al nivel de un brunch.
También en el Complejo La Palmera y aunque reconocido especialmente por sus platos más elaborados, no en vano este restaurante se llama “La Panadería”. En busca de destacar siempre la identidad porteña, Massey se luce, por ejemplo, con unos churros azucarados sumamente caseros. Su pastelería y panificación son 100% artesanales, y suman opciones como muffins de arándanos, budín de yogur natural y limón, banana bread, medialunas de manteca, brownies, carrot cake y hasta sándwiches como el de jamón glaseado y queso fontina o el de salmón curado con cream cheese, rúcula y pepinos. Café Illy, té de Tea Connection y jugos de frutas naturales acompañan el menú. Y el ambiente, industrial & chic como solo podía ser concebido por el gran Horacio Gallo (la mente brillante detrás de diseños como Oporto y Williamsburg), termina de completar la escena para una tarde perfecta.
He aquí una auténtica casa de té, con todo lo que la palabra “casa” implica. Un jardín de cuento, cómodos espacios de living, decoración cálida y todo casero de principio a fin son algunos de los rasgos que describen la impronta de Victoria’s House. Aquí, las últimas horas del sol se reciben con budines esponjosos, macaroons de colores, chocotorta, alfajorcitos de maicena, pan recién horneado, muffins y todo tipo de tortas bien húmedas y generosas, entre otras variantes. La presentación, en vajilla antigua y romántica, acompaña la estética de la casa y también da pie al concepto del que más se enorgullecen: unir té y arte, mediante talleres del tema para chicos, adultos y adolescentes, así como de cerámica, tejido y fotografía y clases del método wellbarre y de hatha yoga, entre otras expresiones artísticas que suceden en esta encantadora casona. Además, ofrecen servicios de catering y eventos privados.
Si pasás cada tanto por la zona, seguramente lo viste. Mezcla de historia, melancolía y tradición, este café lleva 85 años en esta mítica esquina (aunque antes de serlo primero fue lechería y luego bodegón), y no había forma de que no lo incluyéramos en la lista. Casi un guardián del barrio desde su cúpula con forma de campana, continúa asimismo resguardando el folclore de la hora del té, que resulta especialmente encantador en las mesas junto a la ventana o incluso afuera, a pasos de la estación de tren, donde dejarse llevar por el devenir de la gente. Tan tradicional se jacta de ser que algunas tardes incluso pueden discurrir de la mano de una pareja bailando tango en el perfecto escenario de la esquina. En sintonía con esta idea, sus fuertes son clásicos argentinos como los tostados mixtos, las medialunas con jamón y queso, y por supuesto, el buen café. Aunque la “tardecita de París” también se sube a la influencia europea y propone cerveza o vermut y una interesante picada.
Fotos: gentileza locales mencionados (redes sociales).
La foto destacada corresponde a Chabel.