De chico dibujaba y pintaba pero en la juventud decidió ir a la universidad para estudiar Biología. Después de dos décadas de trabajar en esa profesión y con la pintura como hobby, en 2014 tomó la decisión de ser artista a tiempo completo. Nacido en La Plata, Agustín Viñas contrapone la tierna imagen de osos de peluche, golosinas y personajes de películas infantiles con títulos irónicos que le dan un sacudón a la lectura de quien los ve.
En las paredes de Galería Zurbarán cuelgan 26 obras -todas pintadas en su etapa de pintor full time-, que se podrán visitar hasta el 12 de abril. Apenas una semana después de la inauguración, 10 de esos cuadros ya llevan el punto rojo como señal de que fueron vendidos. Los detalles son protagonistas: cabello de muñecas, texturas de juguetes, dobleces de papel o brillos de paletas de caramelo resultan tan verosímiles que uno se acerca a la tela para encontrar las minuciosas pinceladas del óleo. Viñas sonríe cuando camina frente a sus obras y habla de ellas. Mantiene una rutina de horarios para ir a trabajar al taller pero el resto de su vida hoy es muy diferente: “Siempre me dediqué a dibujar o pintar aunque fuera un poquito de tiempo. Pero es muy frustrante no poder hacer lo que te gusta. Hoy tengo la suerte de poder dedicarme a lo que siempre quise”, dice.
«Yo no persigo la belleza en su definición más tradicional. Es una obra impactante, a veces con un trasfondo conceptual medio denso, oscuro. Pero es la que a mi me permite decir todo lo que quiero, desde lo visual hasta lo narrativo. Yo quería exponer mi visión de las cosas.»
¿Cómo fue el cambio de pintar cuando podías a hacerlo a tiempo completo?
Es lo mejor que me pasó en años. Estudié biología especializada en ecología, trabajaba de eso. En una época hacía ilustraciones científicas junto a paleontólogos. Pero lo que siempre me apasionó realmente fue la pintura. Crear estas obras es lo más auténtico mío. Trabajaba todo el día, sólo podía pintar de 19 a 22. Necesitaba un empujón para cambiar, que llegó con una propuesta de Nacho (Ignacio Gutiérrez Zaldívar, director de Galería Zurbarán): él necesitaba más obras porque se vendían pero yo no podía hacerlas por falta de tiempo. Entonces me dijo que me garantizaba lo que yo ganaba, vendiera o no. Pedí licencia, probé y cada vez me va mejor. Llevar a mi hija al colegio, ir al taller, prender la radio, hacerme un café y empezar a pintar cada mañana es único. Los primeros días no lo podía creer.
¿Recordás cuál fue el primer cuadro que hiciste con tu estilo actual?
Sí, una muñequita adentro de un vaso de agua que se llamó “Ahogada en un vaso de agua”, fue en 2007. Quien me impulsó a seguir por este camino fue José Marchi, en su taller: le mostré lo que pintaba antes temas tradicionales, hiperrealismo ortodoxo) y esto; creo que vio algo más personal acá. Una flor o un zapato no me permitían contar nada. Cuando Marchi me lo sugirió, pensé: “Voy a hacerlo aunque nunca venda una pintura”. Porque me parecía que esa obra era invendible.
«No sé si conviene buscar ser original como fin mismo. Si yo le parto la cabeza a esa escultura voy a ser original, pero será una porquería. Sí creo que hay que ser lo más auténtico posible.»
¿Por qué?
Porque mi pintura no es decorativa, yo no persigo la belleza en su definición más tradicional. Es una obra impactante, a veces con un trasfondo conceptual medio denso, oscuro. Pero es la que a mi me permite decir todo lo que quiero, desde lo visual hasta lo narrativo. Yo quería exponer mi visión de las cosas. Uso muñecos o juguetes que pueden parecer muy ingenuos, pero me sirven para potenciar una idea, al igual que el juego entre la imagen y los títulos, y representan una época. También los chicos se copan con los personajes y el adulto puede encontrar otro mensaje. Utilizo el juguete como un objeto más, pero no lo veo como lúdico o vinculado a la infancia. Por supuesto que tiene una carga conceptual: todos sabemos que un Pinocho puede representar la mentira.
Dijiste que no te identificás con el título de “hiperrealista”, tampoco de “lúdico”. ¿Cómo interpretás vos tu trabajo?
Creo que la mayoría de los artistas no quiere encasillarse en nada, pero es inevitable explicarlo de esa manera. Si me preguntás qué pinto, digo que hago hiperrealismo (por el nivel de detalles) pop -por los objetos que uso- conceptual, porque cuentan algo. No me molesta. Lo que no he visto es que alguien mezcle esas tres cosas, eso sí es personal. Tampoco es que me senté a planearlo, sucedió así.
«Utilizo el juguete como un objeto más, pero no lo veo como lúdico o vinculado a la infancia. Por supuesto que tiene una carga conceptual: todos sabemos que un Pinocho puede representar la mentira.»
A través del humor, la ironía, estos juegos entre imagen y palabra, ¿buscás hacer un arte menos solemne?
Sí, totalmente, yo quiero desacralizar totalmente el arte. Pintar para mí es esto. Sin haber estudiado pintura de modo formal me he metido en el mundo del arte, las galerías, los salones. Para mí, a pintar se aprende pintando, por eso se enseña en talleres. En el arte moderno hay cosas buenas, por supuesto, pero también sanata. El curador pasó a ser más importante que el artista, un pobre tipo que le pide que le exponga. Para mí en artes visuales las cosas valen por lo que se ve, no por lo que se escribe. No tienen que convencerte con palabras sino desde lo visual, la idea de la obra.
Con tanto ya hecho, ¿cómo se puede ser original?
No sé si conviene buscar ser original como fin mismo. Si yo le parto la cabeza a esa escultura voy a ser original, pero será una porquería. Sí creo que hay que ser lo más auténtico posible, hacer lo que a uno le parece. Está todo hecho, todos podemos acceder a lo que producen otros. Ni siquiera las ideas son tan originales, menos la obra, porque siempre tiene que ver con algo. Se filtra lo que vos me contás, una canción, algo que veo o leo. Eso está adentro y puede salir en una obra. No sé si busco la originalidad; sí me gusta cuando me dicen que no han visto cosas parecidas a lo que hago.
«Llevar a mi hija al colegio, ir al taller, prender la radio, hacerme un café y empezar a pintar cada mañana es único. Los primeros días no lo podía creer.»
¿Te asombra que a alguien le guste lo que hacés? No te tenías mucha fe al principio.
No, porque a mí me gusta. La misma gente me hizo dar cuenta de que también les gustaba. Fue de un día para el otro lo que sucedió. Yo acumulaba los cuadros en casa, los veían mis amigos; no exponía, no presentaba trabajos en salones. Quizás lo anterior, sin querer, fue una preparación para llegar a tener una imagen que me convenciera. Pinto porque me apasiona, me da placer, pero no sabía si iba a hacer esto un año, diez o si iba a dejarlo. Gané confianza. La primera vez que presenté un trabajo en el Salón Nacional me dieron una mención. Elegí el camino. No es común que alguien diga que le gusta pintar para guardar las pinturas. Si te dedicás a las artes visuales, querés que se vea, si está colgado en el mejor museo del mundo mejor. Querés que alguien lo compre y diga “qué bueno que está”.