Natalia Sly y Larisa Zmud son de esa clase de personas que no podrían vivir sin arte. Lo consideran un bien imprescindible, un viaje seguro hacia el placer y- por qué no- la felicidad. Natalia nació en Londres y a los seis años se instaló en Buenos Aires y Larisa tiene raíces marplatenses. Desde muy chicas, las dos estuvieron relacionadas con distintos lenguajes artísticos y, por diferentes caminos, confluyeron en un encuentro altamente satisfactorio para ambas. En 2011 concretaron el sueño de tener un creativo propio y abrieron la galería SlyZmud en Villa Crespo (Bompland 721). Un proyecto que fue creciendo hasta tener una segunda sala a media cuadra. En una larga charla con Maleva contaron detalles de su experiencia como galeristas y dejaron claro porqué el mundo sin arte sería un lugar difícil de soportar.
¿Cómo llegaron al arte y a tener un espacio propio?
NS: Mi madre es artista y mi padre, fotógrafo, y yo siempre supe que iba a dedicarme al arte. Trabajé en una galería de fotografía en Londres, donde viví un par de años, y, ya en Buenos Aires, en la galería de Ignacio Liprandi. Después, en la consultora Amparo Díscoli, donde me involucré con la compra y venta y los temas de mercado. En esa época conocí a Larisa en una feria y empezamos a pensar proyectos juntas. Finalmente, en 2011 abrimos la galería.
LZ: Yo desde chica estuve involucrada con distintos lenguajes artísticos en Mar del Plata, donde mi madre es artista, crítica de arte y directora de teatro. En Buenos Aires trabajé para el Festival de Cine marplatense y para la galería de Florencia Braga Menéndez, entre otras. En Zabaleta Lab fui asistente de producción de distintos artistas y adquirí un conocimiento del campo muy amplio. Trabajé en ferias y en consultoría para galerías extranjeras que venían a ArteBa. Además, me formé como curadora –con el programa de artistas y curadores en Di Tella- y ahora estudio la licenciatura en curaduría de arte.
«Lo que exhibimos tiene mucho que ver con nuestra visión y con una generación de artistas que empezó a trabajar en los 2000. Fue una época complicada por el 2001, pero esos momentos de crisis suelen ser los más creativos. Se generaron lugares como Belleza y Felicidad, por ejemplo, y nosotras tenemos una vinculación ideológica con todo eso.»
¿Qué se propusieron al abrir Slyzmud?
Quisimos hacer algo descontracturado. Siempre tuvimos una buena relación con los artistas y nos interesaba abrir un espacio donde el artista pueda expresar su sentir y hacer lo que quiera.
Al principio, invitamos artistas a participar de exhibiciones para un trabajo en conjunto y ver cómo funcionaba eso. Una suerte de sociedad, porque artista y galerista son una sociedad, y así fuimos conformando el staff de artistas que representamos hoy.
¿Qué les interesa mostrar y contar en la galería?
LZ: Lo que exhibimos tiene mucho que ver con nuestra visión y con una generación de artistas que empezó a trabajar en los 2000. Fue una época complicada por el 2001, pero esos momentos de crisis suelen ser los más creativos. Se generaron lugares como Belleza y Felicidad, por ejemplo, y nosotras tenemos una vinculación ideológica con todo eso.
NS: Abrimos cuando habían cerrado muchas galerías de arte contemporáneo. Fue como mostrar de nuevo. Muchos artistas venían exhibiendo, pero a partir de este trabajo en conjunto surgió una nueva manera de exhibir y de mirar también.
LZ: Pero no sólo hacemos exhibiciones. También, lecturas y una charla por cada muestra, que llamamos tertulia, donde convocamos a un artista de otra galería para que dirija la charla y a gente que le pueda interesar. Pensamos el espacio de exhibición, la obra en sí misma, invitamos a músicos, hacemos recitales, presentaciones de libros. En definitiva, un espacio que repiensa qué es hacer arte y un lugar que está vivo.
«Primero nos tiene que atraer visualmente la obra. Después, nos interesa mucho su carrera, su trasfondo conceptual y su cabeza. Su evolución, para dónde va.»
Hoy el concepto de arte es tan amplio que incluye casi todo. ¿Cómo lo entienden ustedes?
NS: Es una forma de percibir la vida. Son estímulos constantes de los cuales uno se agarra para vivir mejor. Relacionarme con artistas y estar en contacto con el mundo del arte me hace bien. Me da aire fresco para respirar todos los días.
LZ: Es una nueva manera de responder a temas que ya están pensados desde la ciencia, la política y que, atravesados por el arte y por los artistas, se transforman. Es una manera totalmente distinta de verlos y de plantearlos.
¿Cómo eligen a los artistas?
NS: Primero nos tiene que atraer visualmente la obra. Después, nos interesa mucho su carrera, su trasfondo conceptual y su cabeza. Su evolución, para dónde va.
LZ: Y también nos gusta elegir artistas que representen distintos lenguajes – pintura, video, fotografía, instalación- dentro de una generación.
«Hoy no existen galeristas estrella. En los ochenta y noventa hubo “art dealers”, como celebrities, que parecían tener más importancia que el artista y la obra. Eso cambió mucho.»
¿Qué determina la calidad de una obra?
LZ: No tiene nada que ver con el gusto personal. A partir de los ochenta no se habla de una pintura mal o bien hecha, ya no importa. Incluso antes, ya desde el impresionismo. No importa la técnica o el acabado realista. Interesa más por qué se hace esa obra en ese momento. Finalmente, el que determina la calidad es el sistema de mercado y de circulación. Hay cada vez más una profesionalización del arte y es importante dónde se formó el artista, por ejemplo.
NS: Dónde estudió, qué residencias hizo, su recorrido, qué curadores tuvo, qué críticos escribieron sobre su obra.
¿Hay galeristas estrellas?
NS: Ahora no. En los ochenta y noventa hubo “art dealers”, como celebrities, que parecían tener más importancia que el artista y la obra. Eso cambió mucho.
LZ: En los últimos años los galeristas trabajamos y tomamos decisiones en conjunto para proteger el mercado. Esto no existía antes, porque había competencia.
NS: Cada uno miraba su propio estómago y cuidaba sus clientes. Hoy no. Además, si a los artistas no les va bien, a nosotros tampoco.
¿Ahora las estrellas son los curadores?
LZ: Sí, pero es muy importante, hablo del buen curador. Hay tantas cosas que son arte hoy que es vital la presencia de este mediador entre la producción y el público interesado. También es cierto que existe toda una discusión al respecto, porque muchas veces importa más quién curó una muestra y no qué artistas estaban.
NS: También hay una pelea de egos enorme. Los artistas tienen su ego y los curadores tienen el suyo.
«No sólo hacemos exhibiciones. También, lecturas y una charla por cada muestra, que llamamos tertulia, donde convocamos a un artista de otra galería para que dirija la charla y a gente que le pueda interesar. Pensamos el espacio de exhibición, la obra en sí misma, invitamos a músicos, hacemos recitales, presentaciones de libros.»
¿Y cómo son los artistas? ¿Hay que tener un cuidado particular con ellos? ¿Es gente excesivamente sensible?
LZ: No podemos olvidarnos del nivel de exhibición que manejan los artistas. Mostrar una obra y recibir una crítica es un proceso muy fuerte. Creo que esto los transforma en gente muy sensible. Nosotras, en general, nos llevamos muy bien y son amigos nuestros.
NS: Y si tenemos mucha dificultad dejamos de trabajar con ellos. Para nosotras es más importante tener una buena relación y una dinámica que fluya.
¿Qué le aconsejarían a un coleccionista nuevo?
LZ: Que compre en galerías de arte.
NS: Eso le va a dar seriedad y valor a la colección.
LZ: Es una forma segura de empezar. Por eso nosotras no hacemos grandes descuentos. Si yo te hiciera un gran descuento te estaría mintiendo. El precio de una obra tiene un valor agregado que no se puede calcular como algo material. Y no sólo estás comenzando una colección, estás comenzando una relación de confianza con alguien que va a cuidar lo que compraste y tu colección toda la vida.
«No podemos olvidarnos del nivel de exhibición que manejan los artistas. Mostrar una obra y recibir una crítica es un proceso muy fuerte. Creo que esto los transforma en gente muy sensible. Nosotras, en general, nos llevamos muy bien y son amigos nuestros.»
¿Ustedes coleccionan?
LZ: Sí, tenemos obras de artistas de la galería. Yo lo último que compré fue una obra de Miguel Mitlag, un argentino que vive en Berlín. Es un fotógrafo que compone sus escenas y después fotografía. La foto es el soporte que usa para mostrar lo que hace. En febrero vamos a participar con él en Solo Projects de Arco.
NS: Yo compré una obra sobre papel de Martina Quesada en ArteBa. Ella trabaja con pigmentos y también es artista de la galería. De cada muestra nos enamoramos de una obra. Si fuera por mí compraría siempre, pero no se puede, es imposible.
¿Y hacen cosas artísticas? ¿Pintan, bailan, actúan, cantan?
NS: Yo pinto e hice cerámica y fotografía. Siempre tuve inquietudes artísticas, pero ahora me falta tiempo. Mi plan 2016 es darle más bolilla a eso. Además, paso música en distintos lugares.
LZ: Yo desde que nací quise ser actriz. Hice siete años de teatro en Mar del Plata y acá, en un momento dejé y a veces me agarran muchas ganas de volver a actuar. Pero también encontré en la curaduría un espacio muy interesante de creación. Y me encanta cocinar, hago cualquier cosa, soy medio alquimista.
«Larisa Zmud: mi mamá tuvo toda la vida un póster de una pintura de Picasso -un poeta sentado en una mesada con un vaso de cerveza- y yo conocía esa imagen de memoria. Pero una vez iba caminando por el Pushkin Museo de Moscú y entré a la sala de Picasso y estaba esa obra. Nunca pude explicar la sensación que tuve.»
El arte tiene categoría de imprescindible. ¿No?
NS: Sí, hay obras que me hacen un cosquilleo por dentro que me dan una satisfacción inmensa. Pienso en el Museo de Orsay, en las obras de Rotko en la Tate, las de Brâncusi, que me conmueven muchísimo.
LZ: La experiencia de ver arte en persona es irremplazable. Mi mamá tuvo toda la vida un poster de una pintura de Picasso -un poeta sentado en una mesada con un vaso de cerveza- y yo conocía esa imagen de memoria. Pero una vez iba caminando por el Pushkin Museo de Moscú y entré a la sala de Picasso y estaba esa obra. Nunca pude explicar la sensación que tuve. Por eso siempre digo que el encuentro en vivo con la obra no se puede comparar.