Desde hace mucho tiempo la cultura oriental atrae a occidente. Su filosofía, su comida, su estética, sus prácticas, su sabiduría. Y es que los occidentales necesitamos aprender bastante de lo que ellos hacen casi por naturaleza. Reflejo de todo ese universo es el nuevo Barrio Chino de Tigre, desarrollado por la Asociación Cultural Chino Argentina en conjunto con el Barrio Chino de Belgrano. Una especie de hijo del icónico Chinatown belgranense, con la diferencia de que acá todo recién empieza. Es un diamante en bruto, que promete crecer mucho más; eso es lo que comentan muchos de los dueños de los puestos del lugar, que están orgullosos de haber desembarcado en Tigre. Por eso MALEVA se acercó al adorable puerto fluvial y cruzó el nuevo arco chino, para encontrar lo más interesante de esta nueva creación con ojos rasgados.
1) SU ESCENARIO: DEL RÍO YANGTSÉ AL RÍO LUJÁN
Río, catamaranes, lanchas de madera, sonidos de bocinas y motores de embarcaciones, kayaks y al final del camino un arco chino gigantesco. El contexto que rodea al Chinatown, sin buscarlo le aporta una belleza que logra generar esa sensación de estar en otro lugar, de estar de viaje. Al atravesar el arco ya estás listo para adentrarte en la aventura de comer, mirar, oler y vivir sensaciones diferentes de las que siempre vivís.
2) UNA EXPLORACIÓN PARA EL PALADAR: DE HELADOS FRITOS A PLATOS VEGANOS
En este galpón gigante Japón y China marcan sus diferencias a nivel gastronómico. Cada uno de los dueños de los puestos de comida se encargó de buscar los platos más típicos de cada cultura y servirlos con alegría. Al ser pocos los locales uno puede descubrir diferencias en los ingredientes, los sabores, la presentación y el tipo de cocción de cada lugar.
En Taiwán Bar, uno de los chicos que atiende cuenta que es canadiense, sus papás taiwaneses y que él prácticamente es argentino porque desde hace muchos años vive acá. Rodeado de ananás y plantas de bambú que decoran su mini bar, destapa con orgullo una vaporiera y ofrece unos bollitos de carne extra humeantes que en chino se llaman «bautsit». Una masa esponjosa y húmeda envuelve una carne de cerdo súper tierna y especiada. Otro de los platos que sorprende de este bar es el «huevo con aroma al té», que genera en la gente enseguida una pregunta: ¿qué es? se trata de un huevo hervido que luego se sumerge con cáscara en té negro y hierbas provenientes de China; el resultado a la vista es una especie de huevo agrietado, que parece ser de mármol. Y el sabor, el del té en el que haya sido hervido.
My Ping ofrece Ramen en todas sus variantes: con carne de res, con pollo, con camarón y con picante coreano. Además tienen un pancho taiwanés que es una bomba pero vale la pena probarlo: salchicha envuelta en masa frita con salsa entre dos panes. Y para el postre, una verdadera excentricidad: el helado frito. «Hay que probar para saber cómo es» cuenta la mujer del puesto. Los pasos son los siguientes: elegís un sabor del helado artesanal coreano que ofrecen y ellos después se encargan de freírlo y te ofrecen toppings para agregarle. Lo extraño de este postre es que por fuera está caliente y por dentro, valga la redundancia, está helado.
En una esquina un repostero chino se la pasa rellenando los agujeros de una especie de rueda de acero llamada «condomiti». En esos agujeros vierte una pasta que a los dos minutos se convierte mágicamente en un esponjoso pancake redondito y compacto. Después se los entrega uno por uno a su compañero que los rellena con crema pastelera. Una delicia.
Michelle Clement está a cargo de «Hu», el puesto de cocina china que tiene múltiples influencias: ella es una chef argentina, pero descendiente de franceses y vivió en China porque su padre es diplomático. Ahí es donde se enamoró de la cocina china y por eso hoy es parte del Chinatown. «Tengo origen francés pero me apasiona esta comida, y siempre hay que rebelarse a lo que a uno le apasiona». Michelle da clases de cocina oriental en muchas escuelas de gastronomía, trabajó como asesora de los principales restaurantes del Barrio Chino de Belgrano, y asegura que cuando comenzó solo había un puesto donde comprar comida china. «Mirá lo que es hoy el Barrio Chino de Belgrano. Este lugar va ir reforzándose; a mí me resultó interesante acercar la cocina que yo preparo a zona norte». En la pizarra anota el menú del día: wan tan (empanaditas) de cerdo con salsa agridulce y agripicante, bocaditos de cangrejo, chao mien vegetariano, cerdo agridulce con ananá y empanaditas de pollo con jengibre.
En Ruy Deli el pollo es la vedette; podés encontrarlo frito servido con arroz, o en forma de alitas, acompañadas con láminas de batatas fritas y coleslaw. El rebozado de esas alitas es la clave; según la chef que lo preparó tiene panko y otros ingredientes secretos que no piensa contar. En Simbala el pan chino (Man Tou) de porotos Aduki es realmente delicioso, y sus croquetas de calabaza y de batata, ese clásico que suele comer toda la gente en el Barrio Chino de Belgrano en forma de brochette, también tienen su magia junto con el arroz con curry de Taiwán Delicious.
El Nippon Market representa a Japón con «helado exótico», así lo llaman ellos. Tienen de jengibre y de té verde. También tienen «helado de nieve», una especie de montaña de colores con hielo granizado. Y además tienen «onigiri», una pieza de sushi gigantesca rellena de atún, pollo o miso. También venden rolls de sushi de sabores poco conocidos como el de salmón frito. Y de postre, unos mousses en vasito de té verde, moccha y naranja y jengibre y budincitos de té verde y azuki.
Para los veganos que visiten el Chinatown también hay opciones: en Casa Vegana sirven hamburguesas, panchos y milanesas de seitán con lechuga, tomate, rúcula, paté de tomates secos, pesto, mayonesa de zanahoria y cebollas ahumadas, además de budines integrales de cacao o de zanahoria.
Como los cupcakes hoy están presentes en todos los espacios gastronómicos, también existe un café argentino con diferentes propuestas de dulces para acompañar el café, con una pequeña innovación: el dueño del lugar se tomó el trabajo de importar máquinas de China para preparar también dos dulces asiáticos: la cream cake, una especie de tortita que parece ser una jaulita china, y el krumkie con sésamo, un cubanito de masa súper suave y finita con sabor a sésamo. Las máquinas están encendidas permanentemente y verlas es bastante llamativo; parecen estar elaborando comida del futuro por todos los engranajes, moldes y herramientas que las conforman.
3) SUS EXCÉNTRICAS BEBIDAS: DESDE LICUADOS AL ESTILO TAIWAN HASTA REFRESCOS A BASE DE ARROZ (Y TAMBIÉN TRAGOS CON SAKE, CLARO)
En el Taiwán Bar podés probar todo tipo de licuados, si te animás; según su dueño, la gente siempre pide limonadas, no se animan a saber qué es el «Polar Papaya Smooth», un licuado súper denso de papaya que los taiwaneses toman como agua. Otro bastante extraño es el de palta y banana. «Mis viejos siempre me lo preparaban de chico», cuenta el chico taiwanés argentinizado que atiende el lugar. Además de estos licuados, hay limonadas de menta y jengibre, frutilla y romero, arándano y albahaca y todo tipo de tés fríos: hasta té de burbujas (té rojo, leche y bolitas de mandioca).
Nippon Market tiene barra de tragos con sake: de frutilla, ananá o maracuyá. Y Taiwán Delicious tiene todo tipo de bebidas especiales: pudding ice milk, iced cocoa milk tea, ice mocha Olong tea, té Olong de trigo, té frío de durazno verde, y té verde con jazmín. Todos sanos e ideales para saciar la sed que provoca el calor del verano tigrense.
Occidente también se hace notar entre la oferta de bebidas a través de «La juguería», un emprendimiento de una chica vegana que vivió en Europa y aprendió mucho sobre el poder de los jugos y su papá, hijo de verduleros históricos de la zona del Barrio Chino que recibieron comercialmente a los primeros inmigrantes chinos que llegaron a Belgrano. Año a año fueron convocados en la celebración del año nuevo chino para ofrecer sus jugos, y ahora se instalaron en el Chinatown Tigre con vinchitas con dibujitos de sandías y exhibidores con gajos de todas las frutas posibles, que entre todas forman un gran arcoiris. Tienen muchísimas variedades de jugos y cada uno tiene una función específica para el cuerpo y el alma. Desde el metabolizador (remolacha, pepino, manzana, limón y jengibre) , el radiante (naranja y zanahoria), el detox (manzana, apio, pepino, limón, jengibre y espinaca) hasta el bajonero (leche de soja, banana, Oreos y cacao) y el pomelo rocanrolen (pomelo, zanahoria y limón). El más tomado es el jogo bonito: acaí (fruta brasilera del Amazonas), guaraná, frutilla, arándanos y manzana. Un festival de color y sabor.
Para los amantes de las bebidas a base de arroz hay un puesto dedicado exclusivamente a ellas donde se puede conseguir el Sakeko, un licor hecho a base de dulce de leche y sake, ideal para agregarle en el centro a una bocha de helado de crema americana a modo de volcán, y otro hecho a base de limón y sake, que se sirve bien frío estilo Lemoncello. Además, se vende una cerveza oriental llamada Sayoki, elaborada en Escobar en un laboratorio en el que trabajan tanto chinos como argentinos haciendo pruebas diarias para generar el mejor sabor. 90% de arroz, 10% de malta. Es cerveza, pero el sabor es totalmente distinto. Además tienen una versión de Sayoki más femenina con pétalos de rosa, una cerveza mucho más dulce y suave.
4) SUS COLORIDOS Y LOCOS PRODUCTOS Y SNACKS MADE IN ASIA
Una verdadera novedad es el kiosco chino. Desde lejos parece un kiosco como cualquier otro pero al acercarte te encontrás con productos que jamás habías visto en un Open25. Combos de snacks chinos llamados «snacks box» que contienen excentricidades de todos los colores: jugos en lata, galletitas con packs estridentes, snacks de langostino, caramelos de arándano, obleas de honey butter, chupetines de Minnie made in China, ramen y todo lo que te imagines.
El Oriente Market es un espacio dedicado a productos japoneses donde podés encontrar botellitas de sake «Chum Churum» y «Yaegaki» con diseños hermosos, heladeras plagadas de cerveza Asahi bien helada, latas de bebidas de coco, de uva, de mango, chicles Maruyama que vienen en unas cajitas geniales, snacks japoneses de choclo y camarón, lychee (una fruta japonesa muy atractiva) en lata; «skinny», una especie de habanos largos de chocolate, galletitas con forma de koala, snacks de maní dulce, caramelos con sabor a una gaseosa oriental llamada Ramune. También hay una buena variedad de wasabi, salsas de soja (Kikkoman, Sakura y más) y otras salsas como la teriyaki, la «Bull Dog» de vegetales y frutas y la salsa Tonkatsu. Como comida preparada de esa a la que solo hace falta agregarle agua, tienen golden curry sauce mix y tonkotsu Ramen de Ichiban por todos lados.
5) SUS SORPRENDENTES OBJETOS (LOS FANS DEL ANIMÉ, FELICES)
Una música electrónica suena en el ambiente y al caminar más hacia adentro del lugar se ven unas luces fluorescentes: es el puesto de remeras audio rítmicas de Universo KHAS. Hay diferentes cuadritos con diseños luminosos que se activan con la música y generan un juego de luces de acuerdo al sonido que «escuchen». Es simple: elegís el diseño que más te guste y te llevás tu remera audiorítmica para que baile y se ilumine al ritmo de la música. Además en este lugar se pueden comprar todo tipo de máscaras, anteojos antifaces y adornos luminosos como para disfrazarte de lo que quieras.
El Nippon Store tiene opciones realmente atractivas para agregarle estilo a una mesa: desde vasijitas japonesas, platitos, palitos y todos los elementos necesarios para comer sushi como un verdadero oriental, hasta tazas originales que vienen intervenidas con bloquecitos Lego para armar cosas mientras te tomás un café (las build-on brick mug), o con máscaras de lana de bandidos. En este mismo local también venden juegos de vasitos de shots con diferentes temáticas: unos representan las bolas del pool, otros vienen con un jenga incorporado para jugar y tomar (se llama Drunken tower jenga). Además tienen unos muñecos que se transforman en candy machines dignas de una película tipo Charlie y la fábrica de Chocolate.
Para los fans de coleccionar juguetitos hay todo tipo de muñequitos de películas y animé, desde los de Star Wars hasta pandas de peluche. Para quienes quieren meterse un poco más en el mundo oriental a través de la lectura hay libros como «Los sonidos del Dharma» o «Todo sobre el budismo chan».
En una esquina se erige un muñeco gigantesco llamado «Cai shen» o el «Dios de la riqueza» con el que algunos se animan a sacarse fotos. Según cuenta la leyenda, es el dios chino de la prosperidad y vivió durante la dinastía Qin temprana. Hoy es venerado por el taoísmo y el budismo. A primera vista impone una sensación de poder y ternura al mismo tiempo.
6) ACUPUNTURA PARA TODOS
La escuela Ruo Shi también tiene su espacio de acupuntura en silla ergonométrica, reflexología y aurículoterapia comandado por Ana María Yoshida, una maestra internacional de estas disciplinas que se formó en Japón y en Francia y decidió fusionar lo que aprendió en ambos países. Cuenta Ana que estas técnicas logran mejorar la circulación sanguínea, el buen funcionamiento orgánico y logran detectar a través del toque en ciertos puntos del cuerpo las dolencias tanto físicas como emocionales de una persona: «nosotros podemos aprender a ver las dolencias a través de los mapas corporales, que tienen una información muy interesante, por ejemplo, en la oreja está todo» . Con delicadeza muestra un póster de una oreja gigante con flechitas que indican que cada zona de esta parte del cuerpo representa un sentimiento u otro órgano. Así que vale la pena pasar por este lugar y conocer un poco más lo que pasa por dentro y fuera de uno mismo para poder volverse a casa con un nuevo equilibrio.
7) VIVEROS Y FIESTAS CHINAS
El Chinatown no dejó de lado la pasión y la obsesión oriental por la naturaleza. Por eso un rincón emula al Jardín Japonés con un vivero lleno de rosas chinas, bonsais de ginkgo bilobas, manzanos, cipreses, kokedamas y cáctus exuberantes. Para los más osados, también se venden los típicos sombreritos «Kasa», los mismos que usan los recolectores de arroz, que en este caso bien pueden usarse para armar una huerta en el jardín y jugar a ser un sabio de la naturaleza.
Al salir del Barrio Chino también hay foodtrucks dedicados a todos aquellos que además de comida china, quieren comer algo más occidental; María Felix vende tacos y nachos, y Cosattini vende sandwiches italianos de rúcula, mozzarela y jamón crudo acompañados con cerveza. Las celebraciones chinas también tendrán su sede en Tigre: el sábado 24 de enero habrá un festival de Animé y en febrero se viene el Año nuevo Chino.
Sin dudas vale la pena darse una vuelta por este lugar que transmite sabores y buena energía oriental que logran fusionarse de maravilla con el paisaje pacífico del Delta. Ideal para teletransportarse un rato al otro continente y volver enriquecido.