No podrían haberse originado en ningún otro lugar: las wine dinners del Hyatt fueron una idea made in Mendoza. ¿Y cómo no inspirarse allá, donde el vino es descorchado, vertido y venerado como un dios? Poco a poco, la idea se fue implementando en los distintos hoteles que la cadena tiene en el mundo, y en cada lugar tomaron un sabor propio, dictado por los intereses (o debería decir caprichos) del público.
En Buenos Aires, estos encuentros de maridaje con gastronomía de alta gama se disfrutan una vez al mes, en el Restaurante Duhau & Vinoteca. Es en este espacio de techo abovedado, paredes enteladas y enormes ventanales que dan al jardín donde ocurre la alquimia. Y en todo momento, el jazz cálido y suave no deja de sonar – ni el vino deja de llenar las copas, como era de esperarse.
El concepto de las wine dinners es más que simplemente sofisticado y exclusivo: es, por sobre todas las cosas, ambicioso, porque se propone crear una cena única, irrepetible, en la que una bodega de primer nivel pone sus mejores etiquetas a disposición de Federico Ferrari, el chef del restó, para que él se inspire en ellas a la hora de crear un menú de siete pasos perfectamente orquestado.
«Se trata también de aprovechar la ocasión para agasajar con alguna perlita escondida, como ese glorioso cajón con seis Saint Felicien Sangiovese ¡de 1985! con el que Gastón Pérez Izquierdo, CEO de Catena, sorprendió a todos el mismo día del evento.»
El encuentro comienza con un cóctel en la cava del hotel, en donde las primeras bandejas con copas de espumante empiezan a correr, al igual que otras ofreciendo mini delicias como pulpo español en dos cocciones y provoleta de cabra. Rodeados de botellas de vino y con un sneak peek de la famosa cava de fromagère del hotel, este es el set ideal para empezar a relajarse e incluso animarse a intercambiar algún diálogo amistoso con los otros comensales (la mayoría parejas pero también algunos grupos de amigos o colegas). Al cabo de media hora, cuando las burbujas empiezan a surtir su efecto mágico, resulta difícil negarse a una segunda ronda de appetizers, pero el banquete recién empieza y es mejor no caer en la tentación.
«El encuentro comienza con un cóctel en la cava del hotel, en donde las primeras bandejas con copas de espumante empiezan a correr, al igual que otras ofreciendo mini delicias como pulpo español en dos cocciones y provoleta de cabra. Rodeados de botellas de vino y con un sneak peek de la famosa cava de fromagère del hotel, este es el set ideal para empezar a relajarse.»
Ya en el salón principal, los comensales (la mayoría parejas pero también algunos grupos de amigos o colegas) son recibidos por el chef y el bodeguero invitado, quienes dan la bienvenida y anticipan los highlights de la cena. Acto seguido, comienza el desfile, en el que un Chardonnay puede llegar acompañado de una merluza negra con puré de arvejas, menta y jengibre, con láminas de hinojo, polvo de olivas y salsa de crustáceos; o un Bonarda será escoltado por un magret de pato curado con mayonesa cítrica, espárragos grillados y huevos poché de codorniz. Si todavía no estás impresionado, entonces imaginate una copa de Malbec 2011 al lado de un tiernísimo lomo Wagyu con cremoso de calabazas, gírgolas escabechadas, esferas de oporto, frutos rojos y aire (sí, ¡aire!) de ajo negro.
«Ya en el salón principal, los comensales (la mayoría parejas pero también algunos grupos de amigos o colegas) son recibidos por el chef y el bodeguero invitado, quienes dan la bienvenida y anticipan los highlights de la cena.»
Por las wine dinners ya han pasado bodegas top como Catena Zapata y Zuccardi, y lo realmente genial es que no solo se preocupan por llevar sus botellas más selectas y emblemáticas. Se trata también de aprovechar la ocasión para agasajar con alguna perlita escondida, como ese glorioso cajón con seis Saint Felicien Sangiovese ¡de 1985! con el que Gastón Pérez Izquierdo, CEO de Catena, sorprendió a todos el mismo día del evento.
La cereza del postre: la oportunidad de charlar mano a mano con los grandes nombres de la industria vitivinícola argentina y así, por ejemplo, terminar la noche debatiendo acerca del giro del vino hacia “más terruño y menos barrica” con Pepe (a.k.a. José Zuccardi, pero atrás quedaron las formalidades mientras saboreamos una copa de su famoso Malamado Malbec, maridado con un sublime milhojas de chocolate con crocante de financier de almendras y crema de chocolate alpino.
«Es difícil, si no imposible, llevar registro del tiempo durante la experiencia. Mucho tendrá que ver, claro, con el hecho de que, durante unas tres o cuatro horas, el comensal promedio habrá probado al menos siete vinos diferentes – con infinitos refills si así lo desea.»
Es difícil, si no imposible, llevar registro del tiempo durante la experiencia. Mucho tendrá que ver, claro, con el hecho de que, durante unas tres o cuatro horas, el comensal promedio habrá probado al menos siete vinos diferentes – con infinitos refills si así lo desea. Pero tiene que ver también con un efecto sorpresa que se renueva cíclicamente, con cada nuevo plato que llega a la mesa. Y con la capacidad que tiene el chef y todo el staff del hotel pero, sobre todo, del carisma que despliega el bodeguero de turno para crear una atmósfera intimista, que nos invita a dejarnos llevar y disfrutar.
Las wine dinners de Park Hyatt – Palacio Duhau se realizan una vez al mes en el Restaurante Duhau & Vinoteca. La próxima cita, junto a los vinos de Rutini Wines, tendrá lugar el miércoles 30 de septiembre, a partir de las 20. Precio por persona: $2000. Información y reservas: 5171-1340. La próxima está dedicada a la bodega Rutini y es miércoles 30 de septiembre.