Probaré escribir en tu idioma porque así lo siento. Sé que te enoja que diga que el español es tu idioma porque sé, porque me lo has dicho muchas veces, que tu idioma es el catalán. Tú sabes que no lo hablo, a duras penas hablo el español que con tu lejanía se me hace cada día más ajeno. Aunque más ajena eres tú. Mi Barcelonita, mi Barna, hace semanas que no sé nada de ti, ¿por qué ya no me escribes? ¿Es acaso mi humor nublado y frío? ¿O quizás mis lágrimas de alemán empedernido? Barcelona, meine Liebe Barcelona, cuándo comprenderás que me hundes en el más irracional de los amores; tú eres el azul más puro y absoluto, un cerúleo inmaculado, la perfección de un cielo infinito en el que no asoma ni una sola nube que apague el calor de tu sol altivo y abrasador que me quema hasta en su ausencia.
Me siento perdido y fuera de mí mismo, quiero saber qué haces, cómo es tu día, a qué hora amaneces, a qué hora desayunas, qué desayunas, si te has topado con la invasión de turistas o si acaso te has enamorado de algún “guiri” como tú les llamas. Recuerda Barcelona, que yo también soy “guiri” y me hiere que lo digas así, con despecho, con zozobra como si debido a mi presencia tú te convirtieras también en esta “mierda.” Siempre te ha gustado mi rigidez y ponerla a prueba y en éstos últimos días ansío que me pongas a prueba que sacies mi curiosidad por tí; quisiera estar contigo, tomar el café de las once de la mañana en la cafetería del Ateneu (Carrer de la Canuda 6) al cual, debo confesar, tengo miedo de entrar y entro únicamente porque tú me das la seguridad de que contigo todo estará bien, que contigo la gente es más relajada y que tu sonrisa todo lo puede.
Entonces, en contra de mi instinto germánico, entro a hurtadillas contigo después de tu curso de escritura teatral y te sonrío porque tú sabes lo mucho que me gustan los jardines interiores y viajar en el tiempo desde ese café, un día de esos en los que las palabras sobran y hundimos las narices en libros. Te imagino y veo que me miras, así – con toda la dulzura de dos cucharas de azúcar en el café – por encima del poemario Amor es Dónde de Margarit. Si pudiera tan solo abrazarte en tu pequeñez y llenarme de tu voluptuosa vida, si pudiera tan solo alimentarme de tu fuerza y pasión. Es que me haces reír Barcelona, cuando duermes la siesta eres tan bella y de pronto te pones tan cabrona con la política, la independencia y cualquier argumento intelectual.
«Es tu amor y tu irracionalidad la que me tiene loco, tus brincos de alegría y la forma en la que sientes el mar, tu andar por los Jardins de Pedralbes previo a disfrutar del Festival con Angus & Julia Stone y tu cantar junto a Bob Dylan. Mi Barcelonita, mi Barna, nunca dejes de cantar, nunca dejes que te quiten la siesta…vive el presente como estás haciendo ahora.»
No me tomes a mal meine Liebe, es que simplemente me generas ternura, tú sabes cómo soy yo: acarreo, como parte de mi inconsciente colectivo, mucha historia, filosofía y muerte – y aunque tú también la acarreas, las secuelas de la guerra todavía las siento. Debo darte las gracias por sanarme las heridas, por mostrarme que tu candidez y alegría también tiene un pasado oscuro que desconocía y que me contaste, alguna vez, como si fuera poca cosa, en medio de una fiesta de música tecno y electrónica en el Castillo de Montjuic (Picnic Electronic, información en Facebook). En ese momento me quedé helado, como si toda tu historia fuera una bala directo a mi cabeza, me sentí mal, empalidecí y tú bailabas con los ojos cerrados, ajena a lo que acontecía a tu alrededor, ofuscada en tu ritmo y por una milésima de segundo, el mundo dejó de girar. Me enamoré. Me enamoré de ti, mi Barna, me enamoré de tu frescura, de tu fluidez, de eso que tú llamas una máscara pero que yo veo que es tu esencia. Es tu amor y tu irracionalidad la que me tiene loco, tus brincos de alegría y la forma en la que sientes el mar, tu andar por los Jardins de Pedralbes previo a disfrutar del Festival con Angus & Julia Stone y tu cantar junto a Bob Dylan. Mi Barcelonita, mi Barna, nunca dejes de cantar, nunca dejes que te quiten la siesta ni de disfrutar de las pequeñas cosas de la vida que uno no puede tener, pero sentir, no te dejes engullir por el drama y la vorágine del futuro “Big Boom” que a mí me aprisiona. Vive el presente, tal y como lo estás haciendo ahora.
Toma el tren a la Costa Brava este domingo, ve a esa playa, San Pol, que queda cerca, y escríbeme desde allí. Quiero que tu próxima correspondencia huela a ti y a la buena vida.
No me olvides Barcelona, enséñame a vivir.
Siempre tuyo, Berlín.
P.D. Te envío las fotografías que me tomaste para tu mesita de luz, cuando puedas envíame alguna fotografía tuya.
NOTA DE MALEVA: todas las fotos son de la autora.