Acá nomás del gran lío porteño, existe una variedad de pueblos y ciudades para pasar un día, o varios de los buenos. Pueblos que por varias razones – atractivas propuestas gastronómicas, lugares con onda para salir, la atmósfera de tranquilidad que se respira, etc – se pueden disfrutar a pleno. Tenemos muchísimo por descubrir más allá de la General Paz. No hace falta hacer tantos kilómetros para pasar un fin de semana muy divertido. Por ahora, sólo nos vamos a circunscribir a 5 pueblos de la provincia de Buenos Aires que se las traen, por h o por b. Una selección arbitraria, pero no por eso con menos rigor “científico” y experiencia propia de esta cronista. Los invito a conocer la primera parte de nuestros “Pueblos cancheros”.
Lobos tiene la ventaja de la cercanía a Buenos Aires. La ruta a Cañuelas te lleva en dos patadas y es un placer. En hora y media estas ahí. Gol de media cancha, respirando nuevos aires. Para empezar, hay que saber que Lobos está muy vinculado al polo, de hecho es otra de las cunas del polo en el país, como otros tres pueblos: Coronel Suárez, Intendente Alvear y Cañuelas. En Lobos está el club “La Espadaña” que marcó una época al obtener seis títulos en el Abierto de Palermo y hay cuatro clubes más de polo. Este es un pueblo de esquinas sin ochavas, cruces jesuitas que indican el norte y el sur, viejas pulperías de mediados del siglo XIX y paredones que cuentan relatos de gauchos y sargentos valientes. Todo esto marca el estilo de la sociedad lobense. Recomendamos una caminata por el centro. En el casco histórico esta la Plaza 1810, la Casa Natal del ex Presidente Juan Domingo Perón e increíbles construcciones como la Iglesia, el Palacio Municipal y el Club Social, que constituyen verdaderas reliquias arquitectónicas. Para comer hay un restaurante que se destaca: el Refugio del Lupo. Con una onda rústica pero con estilo. Su menú es bastante variado: desde pacú hasta bondiolas agridulces pasando por merluza negra, y excelentes pastas. Pero lo más divertido que tienen los pueblos es la noche. ¡Y Lobos no es la excepción! El clásico para salir es el boliche “La porteña”. Es un lugar que aunque seas visitante ¡te sentís totalmente local! Y sino también podés optar por peñas que en Lobos hay casi una decena.
Sobre el margen izquierdo del río Salado, a 107 km de Buenos Aires, San Miguel del Monte es para todos los gustos: en grupo de amigos, en pareja o en plan familiar. «Monte» te recibe súper siempre. El hit es su gran laguna, la cual hace que uno respire sensación de vacaciones en cualquier momento del año. Con una increíble vista, hay opciones para todos los gustos: pesca, espacios para acampar durante todo el finde o armar un asado a orillas de la laguna, también hay alquiler de botes, y de caballos. No dejen de probar los bifes de chorizo de la parrilla El Mangrullo. Y si quieren almorzar con vista a la laguna en un lugar correcto una buena opción en plan buffet es el restaurante del hotel El Mirador. Como en todos los pueblos las salidas son baratas y la diversión está asegurada. En Monte no dejen de ir a New World, es la fiesta que más se pone de todas y si te quedás hasta tarde, podés ver los primeros rayos del sol sobre la laguna. Después, el consejo es que si les pinta el hambre, prueben las bondiolas de los puestitos que está ahí afuera (Sobre la laguna, of course).
En Areco, cuna de pueblos cercanos a Buenos Aires, dónde el fin de semana puede ser bien distinto, la movida es bien campera, y no por eso menos divertida. San Antonio de Areco es una de las ciudades más antiguas de la provincia de Buenos Aires: boliches y pulperías antiguas hacen que en sus callecitas se respire en el aire la tradición. Los bolichitos típicos son imperdibles. “La esquina de Merti” es preciosa, es un café y pulpería y parrilla. Les recomendamos ver pasar la tarde con un librito y comiéndose una picada de jamón crudo y queso. También está “La vieja sodería” que tiene bastante onda, un lindo patio y buenos sandwiches y picadas. Otro clásico que tienen que tener en el radar es “El boliche de Bessonart», que está en una muy vieja casa de ladrillas gastados y es un viaje en el tiempo total, de hecho este lugar tiene más de dos siglos. Recomendadas allí las picadas criollas y las empandas con algún vermucito. También les recomendamos que se tomen una copa de vino y miren pasar el día en otro inevitable de Areco: el bar El Tokio. Además de comidas tradicionales, tenés una buena movida cultural. Muchos museos de pintores y arte gauchesco en viejas casonas recuperadas, que conforman una buena opción para el día. “La blanqueda” por ejemplo, es auténtica pulpería restaurada de más de 150 años con historia propia: Ricardo Güiraldes la cita en «Don Segundo Sombra» en uno de los encuentros del protagonista con Fabio. También hay que hacer una parada en el canchero bar y centro cultural Gingko. Areco es famoso por su platería de la buena. Recorrer los diferentes locales es otra opción. Verdaderas joyitas, conforman artesanías de las buenas, de esas que ya casi no existen. Si el plan es más relajado, podés optar por cabalgatas, plan que eligen los locales debido a sus múltiples opciones de paseo; canotaje, o un súper día de campo en alguna de sus estancias. A la noche, podés elegir entre algunas de sus cervecerías. Una que está bien es La Cervecería Brew Pub, canchera y acogedora, hacen sus propias y muy pasables cervezas artesanales que se acompañan con bruschettas. Ahora bien: si quieren en Areco una salida diferente, traten de enganchar algunas de sus jineteadas.
Si bien es una ciudad, Tandil no pierde ni las costumbres ni el espíritu de pueblo al que apostamos en esta nota. Famoso por sus tenistas (entre los que se destaca Juan Martín del Potro) y por la preferencia del Indio Solari como lugar para sus shows. A 430 km de la gran ciudad, nos encontramos con este hit campero de los buenos. El paseo obligado gira alrededor del lago. Al pie y pegado al Centro Náutico, está “Cabaña Beach”, un bolichón que explota, con playa privada, donde se puede hacer la previa. Ricos tragos y comidita para picar y cuando no hace tanto frío, fiestas en la arena. Y en invierno, cada tanto, fogones en la arena. Si tu onda, es la sporty, o vas quizá en plan familiar, podés optar por un running o caminata tranqui dando la vuelta al dique. Las calles San Martín, 9 de Julio y Rodríguez concentran la movida nocturna. La parada obligada es Paca Bar (clásico de universitarios tandilenses), el típico boliche de pueblo, que le pone broche de oro al paseo con amigos en esta ciudad serrana. Pero no pueden irse de Tandil sin pasar por el exquisito e impactante local de Syquet, especializado en quesos, jamones y salames. Lo increíble de este local es una sala – no hay otra igual en toda la provincia – en donde se maduran a la vista los jamones crudos durante doce meses.
Los que solemos visitar pueblos o ciudades en crecimiento, sabemos que en el fondo esa rivalidad tácita que existe entre la Capital y el interior, desaparece cuando nos encontramos en un punto de disfrute todos juntos. Ya sea de noche o de día, cerca o lejos de Buenos Aires. En el fondo, terminás siendo un local más y al final, eso es lo que cuenta.