Al margen de su versión oficial, con la tradicional elección de la reina y los mega shows en vivo, la vendimia mendocina tiene tantas celebraciones como bodegas. Cada una festeja de acuerdo a su espíritu y el de la bodega Ernesto Catena –hijo rebelde del Doctor Catena Zapata- es cool, místico y biodinámico.
¿Qué es eso? La bodega se rige con el principio de Rudolf Steiner, padre de la biodinamia (y las escuelas Waldorf), que dice que todo lo que viene de la tierra tiene que volver a ella. Se utilizan preparados vegetales y minerales como fertilizantes, y las fechas de siembra y cosecha de la uva están regidas por el calendario astronómico. Aquí, los cuernos de las vacas son antenas cósmicas, y las reuniones de trabajo se hacen en el centro de un laberinto. Profético pero real.
«Coleccionista de autos, motos y hasta de raquetas de tenis antiguas, fan de las culturas precolombinas y creador de aplicaciones, Ernesto celebró la vendimia con unas olimpíadas dionisíacas de dos días en su Finca Nakbé en Vistaflores, Valle de Uco…no faltaron los rallys, los rituales paganos y, sobre todo, el vino.»
Coleccionista de autos, motos y hasta de raquetas de tenis antiguas, fan de las culturas precolombinas y creador de aplicaciones, Ernesto celebró la vendimia con unas olimpíadas dionisíacas de dos días en su Finca Nakbé en Vistaflores, Valle de Uco. Nakbé significa “por el camino” en antiguo dialecto maya, y fue efectivamente por los caminos del valle donde comenzaron estas olimpíadas donde no faltaron los rallys, los rituales paganos y, sobre todo, el vino.
Cada marca de la bodega formaba un equipo pero en los autos terminamos todos mezclados. Apurados por una tormenta que nunca llegó -pero nos regaló un cielo increíble- zarpamos los cuatro móviles por las carreteras. 1) Un Volvo 122 de 1960, manejado por Martín Zorreguieta, hermano de la mismísima princesa Máxima y colaborador de la bodega. 2) Un Torino blanco, al mando de Joaquín Hidalgo, periodista especializado en vinos, que contaba con el ilustre Liniers entre su tripulación. 3) Un Fiat Mille Cinquecento, tripulado por el chef Donato de Santis, que estrenó guantes de carrera para la ocasión, junto a su mujer Micaela. 4) Una camioneta Dodge turquesa, en la que fui co-piloto del histriónico Hernán Lacarra, dueño del restaurante Chan Chan.
«Cada marca de la bodega formaba un equipo pero en los autos terminamos todos mezclados. Apurados por una tormenta que nunca llegó -pero nos regaló un cielo increíble- zarpamos los cuatro móviles por las carreteras…»
¿Quién ganó la carrera? Claramente la chata. El Fiat y el Torino se apunaron –¿aquí se diría “andinizaron”?- y, a pesar de los vanos intentos mecánicos de los presentes y de un grupo de motoqueros que pasaba, tuvimos que volver cargando a todos en la caja. Ok, puede ser que el Volvo nos haya dejado ganar.
Por si todavía no se enteraron, el dron es un helicóptero a control remoto con una cámara incorporada. Nada más increíble que ver viñedos y jardines circulares desde el bird’s eye view. Nada más molesto que tenerlo siempre alrededor cual mosquito gigante. Sino pregúntenles a las llamas. Son parte del elenco estable de Nakbé, super amigas de la raza humana, pero cuando se colaron en el cocktail y el dron fue hacia ellas, las llamas enloquecieron. Algunos dijeron que habían consumido unos hongos de la zona pero, como en todo mito, eso jamás se podrá comprobar.
«Las princesas y reinas fueron coronadas con impactantes “adornments”, tocados de plumas, dientes y huesos de animales realizados por Toree Arntz, una diseñadora de moda californiana convocada especialmente para la ocasión. Liniers, con corona de Flores, obtuvo un premio consuelo.»
No hay vendimia sin reina y Finca Nakbé eligió la suya el día de la mujer. Liniers, con remera corta y corona de flores, se presentó como concursante. Samantha Nilson, sommeliere de Café Rivas, Paula Reynal, dueña del restaurante Naná, en Olivos, y Allie Lazar, una periodista gastronómica norteamericana instalada hace 8 años en Argentina fueron las princesas. Belén Chavanne, modelo, la reina. Las princesas y reinas fueron coronadas con impactantes “adornments”, tocados de plumas, dientes y huesos de animales realizados por Toree Arntz, una diseñadora de moda californiana convocada especialmente para la ocasión. Liniers obtuvo un premio consuelo.
El Búho es la pequeña bodega experimental de Nakbé. Parece una gran barrica desbocada, con huevos adentro. Son lo último en vitivinucultura: huevos de cemento para microoxigenar el vino. En El Búho, el enólogo Alejandro Kuschnaroff nos reveló el último experimento: el Orange Wine. Es un vino blanco, en este caso un chardonnay de Gualtallary, que se fermenta y se macera con pieles por no menos de 6 meses. La piel de los blancos tiene algo llamado polifenoles que se oxidan en el proceso de la microoxigenación, dando como resultado un color naranja. Aún está en proceso de fermentación, así que habrá que volver a probarlo dentro de un año.
El primer día fue Ayni, un ritual de reciprocidad Inca, donde se enterraba parte de la cosecha para agradecer a la Madre Tierra y pedir por una buena nueva cosecha el próximo año. En este caso, cavamos y enterramos un pequeño cajón de madera con una botella del vino de alta gama de la bodega, Siesta en el Tahuantinsuyo. El ritual se practica hace años en Finca Nakbé y así que tienen un pequeño cementerio de botellas enterradas. Tocaba desenterrar, pero para eso había que cavar y encontrar. Mi equipo, Joe Fernández al frente, no tuvo suerte. Otros afortunados encontraron un tesoro cosecha 2009.
«El primer día fue Ayni, un ritual de reciprocidad Inca, donde se enterraba parte de la cosecha para agradecer a la Madre Tierra y pedir por una buena nueva cosecha el próximo año. En este caso, cavamos y enterramos un pequeño cajón de madera con una botella del vino de alta gama de la bodega, Siesta en el Tahuantinsuyo. El ritual se practica hace años en Finca Nakbé…»
El segundo día fue el ritual del sol y la luna. Hubo fuego, tambores, danza y sobre todo, mucho espumante. Pablo Naumann, gerente de la bodega, se consagró como percusionista.
El mejor ritual fue el que no se planeó. La tormenta llegó puntualmente cuando todos los festejos habían terminado. Bailamos todos bajo la lluvia, y así cerró esta gran fiesta de la tierra.