En defensa de las burbujas: los vinos que deberíamos beber todo el año, no sólo esta semana para celebrar

La burbuja conlleva fiesta, pero puede ir mucho más allá. Una comida de pasos entera puede maridarse sólo con espumantes. Es que no todos son iguales y la oferta argentina está mejor que nunca, con nuevas etiquetas muy distintas, de regiones antes impensadas, en manos de pequeños y medianos productores que se suman a la escena de grandes casas champañeras. En esta nota vamos a descubrir porqué «burbujas» es siempre la respuesta. 

En defensa de las burbujas: los vinos que deberíamos beber todo el año, no sólo esta semana para celebrar. Por Manuel Recabarren para MALEVA.

“Merecido en la victoria, necesario en la derrota” es una frase que se le atribuye a Napoleón Bonaparte en referencia al Champagne, el espumoso más célebre de su país. Quienes adoramos las burbujas, la hacemos propia porque resume una máxima poco popular: hay que beberlas toda ocasión, no sólo en diciembre para festejar.

El espumoso -o espumante, no vamos a ponernos quisquillosos- es un gran compañero de momentos felices. Descorchamos para recibir un nuevo año, brindamos cuando alguien se recibe, lo usamos para bañar a los ganadores de carreras. La burbuja conlleva fiesta, indiscutible. Pero puede ir mucho más allá.

Y es que no todos los espumantes son iguales. Los hay simples, frescos y accesibles; pero también complejos, especiales. Sin exagerar, una comida de pasos entera podría maridarse sólo con burbujas en sus diferentes estilos. Hasta carnes y platos potentes, sí. De hecho, cuando dudes con qué acompañar un plato complejo, los espumosos son un gran caballito de batalla. Bien fríos, recién sacados de la heladera, para que abrirlos no termine en tragedia. 

Si no me creen a mí, un par de voces más que autorizadas coinciden: “lo fantástico de los vinos con burbujas es la posibilidad que tienen de adaptarse a posibilidades no tan obvias”, comenta Marcela Rienzo, expresidenta de la Asociación Argentina de Sommeliers y sommelier ejecutiva de Mago.  “Uno sabe que una carne roja asada va a ir muy bien con un tinto más intenso; tal vez un plato más ligero, más delicado, con ave o con mariscos va a ir bien con un blanco. Ahora, ¿qué pasa con esos platos que uno no tiene tan claro con qué combinarlo? Bueno, burbujas. Burbujas es siempre la respuesta”.

Por su parte, la mejor sommelier de Argentina, Alma Cabral explica que: “hay una gran diversidad: desde pet-nats frescos con burbujas chispeantes hasta espumantes de método tradicional con carácter autolítico, gran complejidad y burbujas envolventes. Ofrecen un gran abanico de posibilidades, ideales para acompañar un aperitivo o durante la cena” y concluye con que “lo más importante es que convierten lo cotidiano en una experiencia de disfrute”.

A esto se le suma un condimento más: la oferta argentina está mejor que nunca. Ya no solo las grandes casas champañeras destacan en la escena (nada contra ellas, en absoluto) sino también pequeños y medianos productores con etiquetas muy distintas entre sí, de regiones antes impensadas de nuestro país, como la provincia de Buenos Aires o Chubut. Incluso para los abstemios, empiezan a aparecer algunas opciones sin alcohol que sorprenden por su calidad -chusmeen el nuevo 0% de Nieto Senetiner-.

Con comida o como aperitivo. Solo o en compañía. Como componente en un cóctel. Para brindar, para tomar en la pileta, para relajar después de un día estresante. El mundo de las burbujas es un viaje de ida. Embarcate.

“Lo fantástico de los vinos con burbujas es la posibilidad que tienen de adaptarse a posibilidades no tan obvias. Uno sabe que una carne roja asada va a ir muy bien con un tinto más intenso; tal vez un plato más ligero, más delicado, con ave o con mariscos va a ir bien con un blanco. Ahora, ¿qué pasa con esos platos que uno no tiene tan claro con qué combinarlo? Bueno, burbujas. Burbujas es siempre la respuesta.”

Derribando mitos burbujeantes

Sabemos que los espumosos aún cargan cierto estigma, que cuesta sacarlos del espacio donde los encasillamos por tantos años. Muchas veces, esto parte de la desinformación. Hay mitos y creencias que no logramos sacarnos de encima. Cuesta, pero intentémoslo:

Todo el espumante es Champagne. ¡No! Champagne es una apelación de origen certificada que se encuentra al norte de Francia. Esto significa que sólo los vinos espumosos producidos allí (y siguiendo el método champenoise) podrán llevar el nombre en la etiqueta. ¿Cómo es correcto llamar a sus pares argentinos, entonces? Espumosos. Y sí, aunque espumante no es el término exacto, es ampliamente utilizado. Lo importante no es enredarse con los nombres sino beberlo. De hecho, a Elisabeth Checa, la mejor periodista de vinos que ha tenido nuestro país, le gustaba denominarlo champán.

Son siempre dulces. Falso también: hay una gama enorme de dulzuras dentro del mundo de los espumosos. Los que llevan la denominación “dulce” o “doux”, para sorpresa de nadie, serán los más dulces. Le siguen los “demi-sec” y luego, los “brut”, con dulzores equilibrados. “Extra brut” tal vez sea la categoría más sencilla de encontrar: se trata de espumosos secos, con un contenido bajo de azúcar que no se percibe, pero que balancea la sensación en boca. Para los fanáticos de las acideces marcadas, los “nature” o “brut nature” serán ideales.

El espumoso da dolor de cabeza. No hay estudios concluyentes sobre los dolores de cabeza tras la ingesta de vinos. Algunos se lo atribuyen a los sulfitos agregados; otros, a ciertos flavonoides en las uvas tintas. Sí hay consensos en un punto: el alcohol deshidrata y la deshidratación provoca migrañas. Cuando los vinos son fáciles de tomar, como muchos espumantes, el efecto se acelera. ¿Una forma de resolverlo? La máxima de todo sommelier, por cada copa de alcohol, un vaso de agua. Si pueden ser dos, mejor aún.

Tengo que servirlo en copa flauta. Y acá entramos en terreno pantanoso. Porque la copa flauta es bonita y trae un peso festivo por sí sola. Si lo que queremos es disfrutar de un rico espumoso, no es la mejor opción. No permite que el vino se oxigene, tampoco nos deja acercar mucho la nariz, por lo que vamos a perdernos de ciertos aromas. En este caso, termina siendo una cuestión de gustos. Quienes adoramos las burbujas, solemos elegir servirlas en una copa de vino blanco. Pero respetamos a los militantes de la flauta o, también, a aquellos que deciden servirlo en copas coupe. Très chic.

Los postres se sirven con espumante. ¡Ay, cómo me duele esta! Muchachos (y, especialmente, muchachos de restaurantes) dejemos de maridar cosas dulces con espumantes secos, por favor. Con ese maridaje, matamos dos pájaros de un tiro: arruinamos tanto al postre como al vino. Las acideces se despegan, el líquido se desarma, la preparación se achata. Si se quiere cerrar con burbujas, a elegir uno dulce, que empate con el postre. O quizás el folklore pesa más y las armonías pasan a un segundo plano. Quién es uno para juzgar.

Un día dedicado a las burbujas

Cada vez más consumidores descubren las mieles de beber espumosos. Y con esa crecida en la demanda, llegan oportunidades para probar cosas nuevas o profundizar en nuestro conocimiento. Los eventos son muchos, pero para cerrar el año y descubrir novedades, el Champagne Day 2025 de Bodega Gamboa resultó ideal. Hace menos de dos semanas, en la Reserva Otamendi de Campana, a poquito tiempo de la capital porteña se celebró una jornada entera dedicada a las burbujas. ¡Hasta hubo Champagne (sí, del que puede llamarse así) de pequeños productores franceses y otras grandes denominaciones del mundo como Cava, Prosecco o los Crémant!; junto a etiquetas argentinas de alta gama y lanzamientos novedosos. Además de las degustaciones, organizaron charlas técnicas sobre terruños, métodos de elaboración y tendencias actuales del mercado de espumosos. Nerds vínicos, este es su lugar: donde el vino se vive entre viñedos, para instaurar un encuentro anual que cierra ciclos y festeja lo que viene. ¡Un muy buen año para las burbujas en Argentina!