Cinco barrios caídos del mapa gastro que demuestran que lo bueno cruza los límites de lo trendy

Más allá del tridente consagrado —Villa Crespo, Chacarita y Colegiales—, reside otra verdad:  nuevas propuestas gastronómicas emergen donde nadie estaba mirando. Estos proyectos  muestran (y demuestran) que lo bueno también nace fuera del circuito cheto.

Curva, lo nuevo nuevito de Villa Ortúzar.

Cinco barrios caídos del mapa gastro que demuestran que lo bueno cruza los límites de lo trendy. Por Clara Cattarossi para MALEVA. 

Nadie niega que las propuestas de Villa Crespo, Colegiales y Chacarita sean alucinantes. En estos barrios, encontramos una ruta gastronómica que nos permite fácilmente pasar de un restaurante de moda a un bar cool e híper instagrammeable (que arroje la primera piedra quien no haya participado de estos tours). Pero la Ciudad de Buenos Aires tiene una superficie de 200 kilómetros cuadrados, entonces ¿cómo la buena gastronomía se va a concentrar únicamente en tres barrios de moda? Porque no es así. 

Un ejemplo claro (y quizás el más polémico), del que ya hablamos, es el de Trocca en Villa Pueyrredón: un chef que abrió decenas de restaurantes por el mundo decidió apostar por un barrio huérfano de alta cocina. Y como este, van surgiendo espacios novedosos en más barrios que están caídos del mapa gastro. Por eso, en MALEVA te contamos cinco coordenadas que merecen estar en tu radar, aunque no estén en Chacagiales:

1) Villa Urquiza sigue sumando vida: una cantina mediterránea a metros de Constituyentes / Av. Congreso 5702

Villa Urquiza enamora con sus árboles y bulevares, calles adoquinadas y silencio reverencial en medio de una ciudad caótica. Pero hay una ubicación particular, casi caída del mapa de Urquiza y de hecho, a tres cuadras de Villa Pueyrredón, que fue el barrio que desató la polémica: la zona de Constituyentes y Congreso. Sí, allí hay pizzerías, hamburgueserías y parrillas; pero nada más. Sin embargo, hace tan solo algunos meses abrió –a pocas cuadras de esta “zona fronteriza”– Bonariocon una propuesta diferente a lo que se encuentra por aquí: una cantina con una carta inspirada en sabores mediterráneos y europeos, desde platitos como rabas a la romana hasta cazuelas como gambas al ajillo con papas rotas y huevo frito. 

Desde Bonario, Maxi Bartfeld nos cuenta: “Elegimos instalarnos en esta zona justamente porque creemos en su potencial: sentimos que el barrio venía pidiendo una propuesta distinta, pensada con cuidado y con una mirada más contemporánea”. 

2) Villa Ortúzar: de la industria a la gastronomía con un bistró de autor que de noche también es bar / Caldas 1596

Pocos quizás conocen el origen de este barrio que sigue creciendo con nuevas propuestas: durante el siglo XIX, los terrenos de Villa Ortúzar eran utilizados por los colegiales (hijos de los empleados del Cementerio de Chacarita) para vacacionar. Durante ese período, el español Santiago Francisco de Ortúzar y Mendiola fue el responsable de lotear, trazar calles y arbolar el barrio con ombúes y eucaliptos: de ahí, quizás, su parecido con Chacagiales. 

Sin embargo, ya en el siglo pasado este barrio tomó otras riendas, y se volvió un polo industrial poblado de fábricas. Pero, ¿cuál es el giro que tendrá en este siglo?

Algunas de las últimas aperturas en Villa Ortúzar nos pueden dar una pista: y es que, lentamente, se está volviendo una meca gastro. Un ejemplo de ello es el flamante restó y bar Curva, en una esquina soleada bajo la copa de los árboles que invita a quedarse toda la tarde en estos últimos días primaverales. 

Pero ojo, a la noche también tiene su mística: el espacio se ilumina por una luz tenue y cálida, y el plan ahora es degustar vinos de las mejores etiquetas para acompañarlo con platitos que van desde lo tradicional (tortilla de papa y cebolla, empanadas de carne y sus icónicas albóndigas con salsa Pomodoro) hasta lo experimental, como su puré especiado de remolacha (con remolacha asada, gajos de naranja, manzana, queso azul, garrapiñada de almendra y eneldo). 

Este local antes era una veterinaria, y hoy es un punto de encuentro. Cuenta Mariano Mojoli a MALEVA: “Hay mucha pizzería y hamburguesería —que están joya—, pero propuestas diferentes, no tantas. Es como que Chaca se vino un poco para acá, pero nosotros nos ponemos la camiseta de Ortúzar”. 

Además, Mariano confiesa que fueron bien recibidos en el barrio, y que en los meses de construcción los vecinos estaban expectantes: “Históricamente, este fue un barrio más bien de galpón, lugar de guarda, camiones… Al mediodía recibimos a los productores que trabajan en la zona, pero también nos dimos cuenta de que no había mucha oferta para la noche. Los vecinos nos preguntaban a cada rato cuándo abríamos, qué íbamos a poner…”. 

A esta apertura se le suman otras en Villa Ortúzar como Lula y Baer Asador, que demuestran una apuesta por la gastronomía del barrio. 

El café y tienda de libros Naesqui (Charlone 1400) también impulsa la cultura de Ortúzar: este espacio ofrece talleres y salas de presentaciones, en el espíritu de formar un punto de encuentro para la lectura y la resistencia cultural (y ya que mencionamos anteriormente a Trocca, este lugar resulta ser su  librería favorita). 

3) El Abasto y la vuelta de tuerca a la cocina peruana / Carlos Gardel 3131

En el pintoresco Pasaje Carlos Gardel, entre adoquines y faroles antiguos, encontramos Kamay Lounge Casa Gardel, del cocinero peruano Raúl Zorrilla Porta, quien trabajó por varios años en restaurantes como Sipán, Olaya y Komyun. 

El Abasto es un barrio en el que más fuerte pisa la colectividad peruana, pero las propuestas gastronómicas con cocina de este país dejan mucho que desear, como le comenta Raúl a MALEVA: “Venía y miraba la decadencia de los restaurantes peruanos del barrio. Me daba vergüenza decir que en el Abasto vendían comida peruana: cocinas mal cuidadas, pisos malos, baños improvisados… Y me preguntaba: ¿por qué en Palermo sí hacemos las cosas bien y no hay ni un dueño peruano?”. 

Y así nació Kamay: un restaurante de cocina popular peruana con fusión nikkei de alta gama. En su carta podemos encontrar platos peruanos reversionados, como el ceviche carretillero (con pesca del día en pasta de rocoto, leche de tigre y chicharrón de rabas y chipirones), la causa anticuchera, rellena de tartar de pesca blanca y mayonesa de vieiras con un mix de mariscos a la plancha, hasta opciones más tradicionales, como el sushi fusión

Raúl también remarca la importancia del cliente peruano: “He cocinado en lugares trendy y cool por muchos años, pero nunca veía a mis paisanos comer ahí. El 99% de los comensales eran argentinos o extranjeros de otros países”. De este modo, se refuerza la búsqueda de elevar el producto gastronómico del Abasto, ya que “el crítico principal de la cocina peruana es el propio peruano, que es muy puntual y muy tajante”. 

Si bien por años el Abasto careció de buenas propuestas gastro peruanas, Kamay se suma a la camada de restaurantes que vienen a cambiar este paradigma: entre ellos se encuentran Tori Chipchi y Grau (también de Raúl) y Quechua, del chef Julio Marín. 

4) Puerto Retiro emerge de la nada como un brote que rompe el asfalto con el último proyecto de Aldo Graziani / Comodoro Pedro Zanni 351

En Buenos Aires hay varios territorios por explorar, lo que siempre significa una nueva excusa para dar vida a un nuevo barrio. Este es el caso de Puerto Retiro, que, tomando a Puerto Madero como antecedente y casi como una extensión natural, nació a partir de un desarrollo urbano en la franja ribereña de Retiro: un proyecto inmobiliario, turístico y gastronómico con vista al Río de la Plata, pensado para reactivar la zona y conectarla con el sur y la Autopista Illia a través del Paseo del Bajo.

En este novedoso barrio –que busca revertir la idea de una Buenos Aires que le da la espalda al río– encontramos Áncora, el nuevo restaurante del sommelier y empresario gastronómico Aldo Graziani. Con una carta que invita a revisitar la cocina rioplatense desde una mirada contemporánea, este restaurante es una reafirmación de la apuesta por barrios emergentes: “Sin duda es una zona en la que está empezando a haber muchísimo movimiento, le vemos mucho futuro y es justamente eso por lo que apostamos”, le confiesa Aldo a MALEVA. 

Con la cocina bajo la dirección de los chefs Ana Ortuño, Leo Azulay y Fabrizio Drommi, entre sus platos se destacan el chivito uruguayo (en una versión con ojo de bife, lechuga, tomate, jamón, panceta, queso fundido, huevo y mayonesa casera) o el ojo de bife con puré duquesa de coliflor y salsa criolla. 

Quizás sea hora de mirar la ciudad con otros ojos: no como un conjunto de barrios consagrados, sino como una colección inagotable de nuevos escenarios donde la gastronomía encuentra tierra fértil una y otra vez, donde nadie esperaba. Porque al final del día, a todos nos gusta comer bien, no importa si es en una punta de la ciudad o en la otra. 

5) Bonus Track: Se viene Villa Luro

Te contamos un anticipo total: Maxi Rossi, el chef detrás de Picarón y Ultramarinos -dos de los restaurantes recomendados por la Guía Michelin– pensó en Villa Luro para su próxima apertura. Un restaurante de pastas donde desplegará toda su técnica y emoción en clave de barrio, en una propuesta bien relajada. 

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Fotos: Son todas gentileza para prensa de los lugares mencionados.