De una listening cantina a una casona patrimonial que reivindica la sacralidad de la noche y el primer café que enlata tu iced coffee / Buenos Aires sigue floreciendo

Estas aperturas, todas del último mes, son testamento de proyectos frescos, que nacen de la maravillosa capacidad de reinvención que tenemos en Buenos Aires: vivimos en un estado de perpetua ideación y creación.

Marte Bar recupera una casona de 120 años en Núñez que estuvo abandonada por una década.

De una listening cantina a una casona patrimonial  que reivindica la sacralidad de la noche y el primer café que enlata tu iced coffee en el momento /Buenos Aires sigue floreciendo. Por Federica Gimeno para MALEVA.

Buenos Aires irradia su vitalidad en primavera y mantiene intacta su necesidad de festejar aperturas y habitar nuevos universos gastronómicos. Estas novedades del último mes son testamento de proyectos frescos, que nacen de la capacidad de reinvención que tenemos en Buenos Aires: vivimos en un estado de perpetua ideación y creación. Estos proyectos tienen algo en común: sensibilidad estética. 

Desde una cantina contemporánea/listening bar en Chacarita hasta una casona enigmática en Núñez que te traslada directo a Londres, con MALEVA te traemos cinco aperturas que capturan el latido de la ciudad.

1) Marte Bar: un espacio patrimonial que se recupera en manos de un amante de la coctelería y de un músico / Crisólogo Larralde 2772 (Núñez)

Marte Bar es la última apertura hipnótica en Núñez. Su misticismo me hace pensar que describirlo en detalle sería un error: la magia está justamente en su descubrimiento. Un bar, o más bien un microuniverso. Al cruzar sus puertas me despierta la tentación egoísta de guardármelo sólo para mí.

Marte nace de Roque, amante de la coctelería, y de Nando, músico. Nando lo cuenta así:Mi socio Roque y yo somos tipos de bar, toda la vida lo fuimos. Cuando nuestros amigos iban a un boliche, nosotros estábamos en un bar. Cuando jugaban al fútbol, nosotros estábamos en un bar. Siempre.” Una noche, allá antes de la pandemia, justamente estaban en un bar, donde los atendieron mal y, entre risas, jugaron con la idea de tener el propio. “Hoy, después de años, nació Marte. Dos tipos de bar con un bar.

La escena transcurre en una casa antigua de 1920, escondida en pleno Núñez. Abandonada durante una década, conserva sus paredes descascaradas, sus molduras gastadas, una escalera solemne de madera noble de estilo victoriano, arañas antiguas colgando del techo y un baño dentro de lo que fue una capilla. Elementos que al principio desconciertan, luego fascinan. Invita a explorar cada rincón, como su cuarto de música: una cápsula de luz roja donde el tiempo se vuelve líquido. Nando comenta: “Hay momentos donde te sentís realmente en otro planeta. Marte es un lugar más allá de nosotros.” Y es así. Uno se traslada a una máquina del tiempo, a un espacio suspendido, con matices londinenses y aire de club clásico.

Música y coctelería: una fórmula que podría sonar gastada, aquí se reinventa. La barra —larga, magnética y elegante— se impone con cócteles clásicos elaborados con destilados nobles y una atención que fluye en diálogo constante con los bartenders. También ofrecen opciones para acompañar. La música está omnipresente: curada, viva, íntima. Entre shows acústicos y DJs seleccionados. Nando añade: “Pienso que la música es el eje, el centro y el espíritu de cualquier bar.”

En tiempos de sobreexposición, los dueños sostienen casi como un dogma la idea de proteger la sacralidad de la noche: su intimidad, su privacidad. No hacen publicidad ni buscan mostrarse en redes, y desaconsejan el uso del celular en el interior. Cada noche publican una historia con la programación y la bajan después.

«En tiempos de sobreexposición, Marte sostiene casi como un dogma la idea de proteger la sacralidad de la noche: su intimidad, su privacidad».

Ese es el tesoro de Marte: un misterio que parecía imposible de recuperar en los tiempos que corren.

2) Sandino Bar: cuando lo contemporáneo es también sinónimo de calidez/ Olleros 3891 (Chacarita)

Sandino —cantina contemporánea y listening bar— nace de la pareja de creativos Fátima Pons y Ramiro Brizzi. Cuando la cabeza de un músico y una diseñadora colisionan, se crea algo único: proyectos con carácter, detalles y alma.

En una esquina de Chacarita, el local tiene herencia: originalmente fue la carnicería del padre de Carlitos Balá, y hoy transmuta en el fresco y romántico Sandino Bar.

El concepto madre fue recuperar el espíritu de las cantinas porteñas: ese corazón de barrio que recibe cálidamente al comensal con música, comida y pertenencia. “Queríamos un espacio que rescate lo cotidiano y lo familiar, pero con una estética cuidada y un lenguaje actual”, cuenta Fátima.

Con una identidad forjada y lejos de toda pretensión, el espacio combina un diseño minimalista y moderno, pero siempre cálido. Conserva los pisos de granito y las aberturas de madera originales, que se amalgaman con materiales como el acero inoxidable, presente en el mobiliario, la cocina y hasta los emplatados. La iluminación cálida genera una atmósfera orgánica y un halo de tranquilidad. Lograron aquel equilibrio difícil: un estilo contemporáneo que no evoca frialdad, sino cercanía y calma

Un telón de tela enmarca una mesa larga, entre velas y arreglos botánicos delicados. Por detrás, una mesada dedicada a los vinilos concentra el pulso del lugar: la música curada envuelve el ambiente en una experiencia sensorial. Tiene un rol protagónico, pero sin imponerse; acompaña el ritmo del espacio. Durante la semana invita a la intimidad, y los fines de semana —o en ocasiones especiales— cobra más presencia con la intervención de invitados.

«La iluminación cálida, a la luz de resplandores de fuego, genera una atmósfera orgánica y un halo de tranquilidad. Lograron aquel equilibrio difícil: un estilo contemporáneo que no evoca frialdad, sino cercanía y calma». 

Su carta parte de los clásicos locales, esos sabores tradicionales porteños que evocan  familiaridad, reinterpretados con pequeños detalles y una presentación cuidada. Dividida en platos chicos, medianos, principales y dulces, ofrece una propuesta joven y accesible. Desde la milanesa con escamas de sal marina y papas fritas Dijon y limón hasta la ricota cremosa con alcaparras fritas, nuez y miel; desde su flan mixto hasta su helado espumón de Scannapieco con mermelada de frutos rojos y un praliné de almendras, los platos dialogan lúdicamente entre el pasado y el presente. En refuerzo de su identidad casera, elaboran todo, desde el kétchup artesanal hasta el dulce de batata.

Sandino es, al final, una relectura musical de la cantina porteña: un refugio donde el diseño, la comida y los acordes se entrelazan orgánicamente. 

3) Artifice Café: estética, arquitectura y filtrados / Godoy Cruz 1369 (Villa Crespo)

Artífice Café aporta cohesión y calidez al espacio de Oficinas1396, que comparte con ABC, proyecto textil. La cafetería —a cargo de Gonzalo Arce y Fernanda Ávila Vásquez— inunda con aroma del café un lugar donde sensibilidad y arquitectura convergen. 

Originariamente nacido en Córdoba, Artifice Café aterrizó en Buenos Aires, Villa Crespo en 2025 con una propuesta de aperturas AM y PM, de lunes a sábado. En su mobiliario de acero se posa de manera armoniosa una barra dedicada a los métodos filtrados, con distintas variedades de granos de Momo Tostadores, acompañadas por espressos con un perfil definido. El mostrador exhibe, con espíritu minimalista, la panadería argentina: vigilantes, palmeritas y pepas de membrillo se reversionan con sutileza. A eso se suman los “caprichos” personales: un pan de banana tostado con sal y manteca, y un budín de chocolate con aceite de oliva.

«La cafetería —a cargo de Gonzalo Arce y Fernanda Ávila Vásquez— inunda con su aroma un lugar donde sensibilidad y arquitectura convergen».

Artifice Café se desprende de Artificio, el estudio interdisciplinario fundado por Arce. En diálogo con MALEVA, él explica: “Nuestro enfoque combina pensamiento conceptual, experimentación material y sensibilidad estética, integrando distintas áreas del diseño —gráfico, industrial, interiorismo y arquitectura— en una misma práctica.”  Una oficina donde las ideas se transforman en formas, materiales y espacios que buscan habitar lo cotidiano con intención y belleza.

4) Lula Restaurante: con los fundamentos en la tradición familiar / Estomba 991 (Villa Ortúzar)

Villa Ortúzar tiene una nueva apertura que, a la noche, se encandila entre velas. Esto es Lula, un restaurante que emerge del vínculo entre Teo Valentini, el alma detrás de la comida, y su tío Sacha Hamra. Entre domingos familiares, conversaciones infinitas con vino y la adición de Julián Brangold, concretaron su sueño.

La identidad de Lula se nutre de una tradición familiar construida alrededor de las mesas de comida judía, amalgamada con las raíces asadoras argentinas e inspiración de viajes que despiertan una herencia española.

La experiencia se sostiene en un motus claro: un lugar que acoge, pero con una carta que apela a la curiosidad, poniendo el eje en la calidad del producto y en precios asequibles. Lula evoca simpleza e intimidad en su atmósfera, y cierta reminiscencia de la gastronomía clásica porteña: manteles de tela, panera caliente y una cocina integrada al salón, donde tanto el cocinero como el comensal pueden observar, sincrónicamente, el ritmo del otro.

«La experiencia se sostiene en un motus claro: un lugar que acoge, pero con una carta que apela a la curiosidad, poniendo el eje en la calidad del producto y en precios asequibles».

En caso de ser la primera vez, Sacha recomienda pedir el fuera de carta, porque combina experimentación y espontaneidad con el producto de buena calidad que se encontró en el mercado ese día.

¿Lo último de lo último? La semana pasada abrió su pequeña extensión, Lula Pana, una propuesta abierta de jueves a domingo que busca familiarizarse con el barrio, recuperando la cercanía de las panaderías porteñas y ofreciendo pan y facturas clásicas, a cargo del panadero Santiago Boezio.

5) Stain Coffee: el acero inoxidable y el minimalismo son protagonistas / El Salvador 5599 (Palermo)           

Hace una semana, Palermo sumó una esquina nueva que, desde lejos, brilla con destellos plateados. Es Stain Coffee, el proyecto de café de especialidad de Nicolás Manos y Santiago Malbrán. Todo empezó una noche en la que ambos estaban de viaje y, entre un gin tonic —ese punto donde suelen nacer las buenas ideas— que va y otro que viene, comenzaron a fantasear con emprender juntos. “Empecé a trabajar de manera remota y los cafés de la ciudad se volvieron mi oficina. Después de dos años, agarré un amor por el producto, por la idea del espacio, del encuentro”, cuenta Nicolás, que viene del mundo corporativo y hace dos años lanzó su propia agencia de marketing gastronómico. A su lado, Santiago —gastronómico y ex dueño de Mamba— sumó su experiencia para convertir esa fantasía en un espacio real.  

 “Fuimos muy por los detalles y esa es la clave para el éxito de una identidad marcada y clara”, sostiene Nicolás. Y en Stain esa obsesión se percibe al segundo: un minimalismo donde el acero inoxidable predomina, amalgamando cada rincón. Junto a la arquitecta Agustina Perelló crearon particularidades en el espacio tales como una barra que parece flotar, y con unas lajas donde el café se apoya y la luz natural que cae se refleja generando un espejismo. La búsqueda estética trae reminiscencias japonesas: un look limpio, monocromático, dominado por el cemento. Incluso las tazas —diseñadas con una ceramista amiga— nacen de un viaje a Japón.    

«La búsqueda estética trae reminiscencias japonesas: un look limpio, monocromático, dominado por el cemento. Incluso las tazas —diseñadas con una ceramista amiga— nacen de un viaje a Japón».                 

En cuanto al café, la calidad fue siempre el eje. Trabajan con Grano de Fuego Tostadores y decidieron invertir en una máquina italiana San Remo para asegurar consistencia en la extracción. Además, sumaron una novedad absoluta en Buenos Aires: son el primer café en tener una máquina enlatadora, que te permite llevar un café frío con syrup casero en cuestión de segundos.

La carta acompaña con platos pensados para esas tardes de verano que se estiran: desde una selección de quesos ahumados con pan de centeno y mermelada casera de tomate, hasta una honey butter toast inspirada en un bistró londinense.