Colores rebosantes, playlists de Pop oriental, peceras, barras secretas de sake y demás elementos que hacen que en estos seis lugares te sientas en un set de Tokio o Seúl. Desde el Bajo Belgrano hasta Villa Crespo. Desde lujo en pasos hasta una cantina con platos familiares.
Tony Wu, desde su marquisina naranja en la entrada de su local de Villa Crespo, es una verdadera experiencia cinematográfica.
Ramen, neón, canciones en CD, nigiris ¡Y acción! La nueva camada de restaurantes de Buenos Aires donde te sentís en una serie asiática. Por Clara Cattarossi para MALEVA.
Bandas de K-Pop, series como El Juego del Calamar o el éxito de películas como Parasite. ¡Y plataformas masivas que tienen categorías propias para producciones de oriente! ¿Por qué nos tienen tan engachados a la pantalla? Será que nos acercan a culturas y mundos desconocidos y fascinantes, o que su concepto estético – luces de neón, colores pastel, música tanto divertida como etérea – nos toca alguna fibra que teníamos dormida.
En ese espíritu, en la Ciudad de Buenos Aires está emergiendo una camada de flamantes restaurantes y bares asiáticos que representan este imaginario cinematográfico, y que al pisarlos uno se siente protagonista de estas series.
Acá, seis de ellos que, al cruzar sus puertas, te teletransportan directo al set de un programa de televisión en Seúl o Hong Kong. O, como le dice Germán Sitz, dueño de Niño Gordo, a MALEVA: “Entrás a una especie de burbuja surrealista asiática, con colores vibrantes y espacios distintos”.
«El primer restaurante de Karina Gao usa gráficas en sus murales que recorren los lugares más emblemáticos de China, con elementos también de Argentina y de Francia. Pero la narrativa no termina ahí: las paredes te envuelven en tonos pastel que se intensifican con el rojo y azul de las sillas, los individuales y las luces de neón del dragón. Además, todo está acompañado por un pop asiático que bien podría ser parte de una comedia romántica china o un videojuego…»
1) Nare Sushi: cómo perder la noción del tiempo (como en las películas) en el nuevo local de un omakase pionero. / Piso dos en Virrey Loreto al 2035 – Belgrano.
Escondido en el segundo piso del edificio donde encontramos la cafetería The Shelter, Nare Sushi abrió sus puertas por segunda vez, pero en esta ocasión con una nueva propuesta: en un entorno íntimo que permite capacidad para veinte comensales, ahora no sólo podemos disfrutar del icónico omakase que se lució durante años a pasos del Barrio Chino, sino también un menú que incluye nigiris a elección y sashimis de la selección del día.
En este nuevo espacio, la iluminación tenue se acompaña de música que suena desde CDs, que —según Federico Jorge, chef y dueño— “suena mejor y te traslada a otra dimensión”, casi de manera anacrónica (en el buen sentido).
Además, al estar en un segundo piso y no a nivel de calle, uno “siente que pierde noción del tiempo”, que es justamente lo que sucede con las películas: te absorben y te hacen olvidar de la realidad por un rato.
2) Rashomon: menú asiático y un bar en el subsuelo para sentirse perdido en Tokio. Dato: la increíble colección de whiskis y sakes japoneses. / Adolfo Bioy Casares 2009 – Recoleta.
¿Qué puede ser más de película que un restaurante que lleva el nombre de una? (Nota de MALEVA: Rashomon es una peli emblemática del cine japonés de la década del cincuenta) Tal vez uno que, además, esconde un bar en su subsuelo. Con una colección de whiskys y sakes japoneses – difíciles de encontrar incluso en los bares más especializados de Buenos Aires -, desplegados sobre la barra, el lugar tiene algo de ficción: por un momento, uno se siente Bill Murray en Perdidos en Tokio, y se olvida de que está, literalmente, bajo suelo argentino.
Mientras suenan melodías soul con tintes de folk japonés, el restaurante retoma la idea central de la película que le da nombre: todo depende del punto de vista. Una escena, una noche o incluso una ciudad pueden percibirse de formas distintas según cómo se las mire.
En Rashomon, hay mucha tela para cortar: los sillones de terciopelo verde oscuro contrastan con la madera clara de kiri; las mesas y la barra de mármol suman textura; las lámparas redondas encastradas en el techo aportan una luz suave y simétrica; y un póster del clásico de Kurosawa funciona como guiño final para quienes conocen la referencia.
3) Gāo Restó: un estallido de colores, sabores y una playlist de pop asiático que cierra el círculo. / Cazadores 1911 – Bajo Belgrano.
Las películas y series cuentan historias; Gāo Restó, también. El primer restaurante de Karina Gao usa gráficas en sus murales que recorren los lugares más emblemáticos de China, con elementos también de Argentina y de Francia.
Pero la narrativa no termina ahí: las paredes te envuelven en tonos pastel que se intensifican con el rojo y azul de las sillas, los individuales y las luces de neón del dragón, protagonista del lugar.
La paleta de colores no es azarosa: el rojo evoca la tradición china, el azul representa a Francia – en homenaje a la familia de su marido -, y el celeste rinde tributo a Argentina. Además, estos matices están acompañados por un pop asiático que bien podría ser parte de una comedia romántica china o un videojuego.
4) Niño Gordo (un pionero): Kill Bill sentada en una barra y pidiendo un Katsu Sando, o sea, todo un sueño surrealista. / Thames 1810 – Palermo.
“El espacio de Niño es muy particular: al entrar, te sumergís en un mundo que se despega completamente del exterior”, así describe Germán Sitz, dueño del restaurante, a Niño Gordo. Hay algo en la mística de la luz roja predominante, las peceras con medusas y otros animales flúor, los dibujos de bebés en las paredes y un pulpo gigante que convierte este restaurante en la entrada a un sueño surrealista (y a una película retrofuturista de Wong Kar-wai).
Niño Gordo, uno de los precursores de los restaurantes «instagrameables», invita al comensal a adentrarse de lleno no únicamente a una experiencia culinaria sino a una cinematográfica, en la que Sitz imagina a “Kill Bill sentada en la barra pidiendo un Katsu Sando y planeando su próxima acción”.
5) Tony Wu: todo parece ser parte de un set, solo falta que alguien diga «acción». / Loyola 851 – Villa Crespo.
La llamativa marquesina roja en la entrada de Tony Wu – el restaurante de José Delgado y Thomás Nguyen que abrió en febrero de este año -, ya adelanta algo del universo cinematográfico que se despliega puertas adentro. Al cruzarlas, lo primero que aparece es una barra larga, ideal para sentarse solo y sentirse el main character, envuelto en luces LED de colores que marcan el clima del lugar al ritmo de una suave música ambiental Hi Fi.
Como si fuera parte del guión, una gran pecera separa el salón del antebaño, y tanto la vajilla como las paredes llenas de color terminan de redondear la propuesta visual de Tony Wu. Todo parece parte de un set, desde la iluminación hasta la cocina; solo falta que alguien diga “acción”.
6) Han: para disfrutar del show, el silencio es rey. / Vera 966 – Villa Crespo.
No toda película necesita ser ruidosa y colorida para ser linda, y el restaurante coreano de alta cocina Han es prueba de ello. “Como en Pachinko, la serie de televisión coreana, no hay un gran discurso — le cuenta Pablo Park, chef y fundador de Han, a MALEVA -: hay silencio, respeto, y una emoción que se transmite a través de la comida”.
La luz tenue y la reducción de espacio invitan a un silencio casi reverencial, como el que se respira en una sala de cine. Mientras tanto, el comensal puede disfrutar del show de la cocina en una barra estilo omakase, reversionada con impronta coreana. “Todo está pensado para que la experiencia no solo sea gastronómica, sino también teatral o cinematográfica”, concluye el chef.
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Fotos: son todas gentileza para Prensa de los locales mencionados.