Tres exposiciones en simultáneo y cuatro artistas que invitan a caminar, sentir y develar/Se trata de la segunda tanda de muestras temporales del museo que inauguró el septiembre pasado/Florencia Sadir expone a cielo abierto, en la Sala del Bosque, en una conexión muy íntima con la naturaleza.
Bosques de alisos, jardines y el río componen parte del paisaje del nuevo Malba en Escobar.
Arte, misticismo y obras entre los jardines: así son las tres muestras nuevas (una a cielo abierto) en Malba Puertos. Por Lucía Vázquez Ger.
Hace dos semanas pasé una tarde de sábado rodeada de arte en Malba Puertos, bajo un sol de otoño que ya se siente, caminando entre los bosques de alisos que funcionan como los muros de una sala de museo pero al aire libre. A metros del río que asoma por uno de los canales que corren entre los barrios de Puertos, inauguraba la segunda tanda de exposiciones temporales en esta casa de arte que abrió sus puertas en septiembre del año pasado. Más de 135 mil visitantes recorrieron el museo desde entonces, remarcó Eleonora Jaureguiberry, coordinadora general de esta sede del Malba, durante la recorrida de prensa, antes de la concurrida apertura al público general, que comenzó a las cinco de la tarde.
Los paisajes argentinos del colectivo Mondongo y los collages de Rosana Schoijett, que podían verse hasta hace poco en la Sala del Lago del museo, fueron reemplazados por obra de dos artistas nacidos con un siglo de diferencia, Xul Solar, (1887 – 1963) y Daniel Leber, (n. 1988), ambos creadores de imágenes cargadas de símbolos y referencias místicas. “La idea es poner en diálogo el deseo de estos artistas de expresar su necesidad de sentirse parte del cosmos, de algo mayor a sí mismos”, compartía a los periodistas, la curadora, Alejandra Aguado. Una obra con símbolos de hierro de Leber nos recibe en la sala, casi como si fuera un texto introductorio. Se ven naipes, peces, escaleras, humanos, pájaros, geometrías y flechas. “Es una situación simbólica en la cual no hay una sola lectura; el símbolo mismo genera una multiplicidad de lecturas que apelan al espectador”, explicaba Daniel.
«Mientras que en las obras de Xul Solar vemos constantemente una referencia a la elevación, a un movimiento ascendente para conectar con lo divino, con escaleras o pájaros que vuelan, por ejemplo, en las de Daniel el movimiento es horizontal, hay caminos o espacios que se ven más terrenales (…) Hay que tomarse un tiempo para ver estas obras cargadas de símbolos, mensajes develados y otros ocultos…»
Hay varios recorridos posibles en esta exposición que deja al espectador elegir por dónde ir. En el camino se intercalan no solo obras de ambos artistas, sino también textos de cada uno. Xul solía escribir las visiones a las que accedía en meditaciones para vincularse con el mundo superior. “A partir de 1935, las transcribe a modo de diario. Cuenta ese viaje que va teniendo, escalón por escalón, atravesando el espacio místico en el que él se va desmaterializando hasta volver a la tierra. Los textos están reunidos en los San Signos”, continuó la curadora.
Mientras que en las obras de Xul Solar vemos constantemente una referencia a la elevación, a un movimiento ascendente para conectar con lo divino, con escaleras o pájaros que vuelan, por ejemplo, en las de Daniel el movimiento es horizontal, hay caminos o espacios que se ven más terrenales. “Tiene que ver con cómo ritualizar ese cotidiano y conectarse con uno mismo a través del camino de la vida”, decía Alejandra. Hay que tomarse un tiempo para ver estas obras cargadas de símbolos, mensajes develados y otros ocultos.
«La tercera exposición es a cielo abierto (…) Las tres instalaciones de Florencia Sadir que se despliegan en esta Sala del Bosque (así se llama) intervienen el espacio natural, generando reflejos y nuevas formas de mirar, convocándonos a mirar el cielo, la tierra, el agua, y el aire…»
Seguimos el recorrido viendo la muestra Reservados, de Ivana Vollaro, en la sala de al lado, que en verdad es el depósito donde se aloja la colección del Malba. La propuesta aquí también invita a descubrir mensajes, reflexionar y tomar conciencia. La artista intervino este espacio en donde descansan las obras de la colección, esperando tal vez a ser mostradas algún día. ¿Qué significa una reserva?, puede ser una buena pregunta para hacerse al ingresar. “Ivana trabaja usualmente con palabras y frases que toma del uso cotidiano, y que al traerlas a otros ámbitos genera un extrañamiento y preguntas”, comentaba la curadora. La obra de Ivana es un poco invisible. En sintonía y diálogo con Xul y Daniel, hay que parar y mirar con detenimiento para acceder al significado y develar. Hay también una intención conceptual.
La tercera exposición es a cielo abierto. Es necesario atravesar el bosque de alisos para ingresar a las salas. Es decir, las obras exigen un paso y un contacto directo con la naturaleza, están veladas por ella. El título plantea una contradicción, una suerte de oxímoron invita a reflexionar: “Yendo por dentro del agua, he llegado muerta de sed”. Las tres instalaciones de Florencia Sadir que se despliegan en esta Sala del Bosque (así se llama) intervienen el espacio natural, generando reflejos y nuevas formas de mirar, convocándonos a mirar el cielo, la tierra, el agua, y el aire.
El recorrido empieza con un tendido laberíntico hecho de textiles negros con gotas platedas de cerámica enhebradas, y termina con una serpiente en el agua que aparece y desaparece. Todo aquí avista el ojo, despierta la curiosidad, conectándonos con una belleza diferente, que brilla, y una suerte de magia única que ocurre cuando el arte se encuentra con la naturaleza.
Galería:
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Las fotos: son gentileza para prensa de Malba.