Cantinas chinas, tardeo madrileño y panchitos de autor: diez aperturas que agitan el otoño en Buenos Aires

La ciudad sigue sumando aperturas que elevan la experiencia gastronómica con identidad y creatividad/En barrios como Villa Crespo, Colegiales, La Paternal, Recoleta y Retiro hasta Palermo, Bajo Belgrano, Núñez y Saavedra/Desde street food japonesa y panchitos caseros hasta cafés con historia y platos que son arte/Diez nuevas joyas que vale la pena conocer.

Escondido en Palermo, la carta de Pasillito es fiel a la tradición española con una gran cava de vinos.

Cantinas chinas, tardeo madrileño y panchitos de autor: diez aperturas que agitan el otoño en Buenos Aires. Por Fiamma Zampino.

El aire de marzo trae consigo una renovación sutil pero inconfundible. Se acortan los días, cambia la luz y, con ella, también el ritmo de la ciudad. Buenos Aires se reinventa con cada estación, y este otoño no es la excepción: entre aperturas que mezclan cocina y estética, cantinas asiáticas que se vuelven íconos instantáneos y barras que celebran el tapeo con estilo, la escena gastronómica se renueva con propuestas que tienen algo en común: ganas de sorprender.

La comida sigue siendo excusa y punto de encuentro. Desde una esquina de Paternal donde los panchitos son culto hasta un onigiri bar minimalista en Núñez, pasando por una barra escondida en Palermo que te transporta directo a Madrid, esta temporada se viene con sabor, concepto y mucha personalidad. Y como siempre, MALEVA te trae el radar de las aperturas que van a marcar el otoño porteño. Diez para agendar.

1) Tony Wu: la cantina china canchera que copa el barrio con banquetes, kung pao, baos y wontons / Loyola 851 – Villa Crespo.

Los creadores de Cang Tin lo hicieron de nuevo. Esta vez, José Delgado y Thomás Nguyen le dieron vida a Tony Wu, una cantina china moderna que abrió a fines de febrero y ya se perfila como una de las mejores aperturas del año. “Quisimos recuperar esos sabores milenarios tan conocidos alrededor del mundo y ofrecerlos en platos bien hechos”, cuenta Delgado, también dueño de Yakinilo. El nombre del lugar combina un guiño canchero – “Tony” – con el apellido chino “Wu”, reflejando esa fusión entre lo auténtico y lo joven. 

Desde platos al vapor en cestas de bambú hasta carnes al horno tipo barbacoa, el menú hace un recorrido por distintos sabores de las regiones de China, con ingredientes de calidad y ese toque casero que conquista. Todo se puede maridar con sake, vino curado por Zoe Cohen Rúa o alguna “cokita” de la casa.

El espacio, con cocina a la vista y barra para los que aman ver cómo se mueve el wok, abre temprano en sintonía con la costumbre asiática. Y aunque no hay postres clásicos, el final llega con frutas frescas de cortesía, como en las verdaderas cantinas de Beijing.

2) Cora café: el icónico Kavanagh tiene, desde ahora, su propio café de especialidad / Florida 1045 – Retiro.

Una excusa perfecta para conocer por dentro uno de los edificios más emblemáticos de Buenos Aires. En el hall del Kavanagh, entre mármoles, historia y leyendas de amores prohibidos, abrió Cora Café. Un café de especialidad con alma de joyita escondida, creado por los arquitectos Martín y Facundo Olabarrieta apasionados por el diseño y el relato detrás de este rascacielos porteño.

No hay cocina ni fuego, pero sí espressos elaborados por manos expertas, tortillas doradas en hornito, quesos orgánicos, alfajores marplatenses y una estética que lo es todo: lámparas de anticuarios, vinilos girando y sillas de autor. Un nuevo spot para disfrutar la ciudad con otra perspectiva, taza en mano y el aura del Kavanagh flotando en el aire.

3) Mitingu: el primer Onigiri Bar de la Argentina, donde el street food japonés se encuentra con el coolness porteño / Av. Lidoro J. Quintero 1490 – Núñez.

Detrás de Mitingu hay tres nombres con recorridos diversos pero una misma visión. Martina Quesada, artista que divide su tiempo entre París y Buenos Aires, fue quien plantó la semilla con la idea de crear un Onigiri Bar. Segundo Farrell, chef formado en la escuela de Francis Mallmann y dueño de La Joya en Lisboa, aportó su experiencia en cocina. Axel Meunier, productor y cofundador de Collage Universe y la agencia Agite, viene del mundo del marketing y la producción de eventos. Después de años viajando y absorbiendo tendencias, sintieron que era el momento ideal para traer este concepto innovador a Buenos Aires, en plena explosión de la gastronomía asiática.

Inspirado en la idea de un punto de encuentro, (su nombre es la adaptación japonesa de la palabra en inglés «meeting») Mitingu es el primer bar de onigiris de Argentina, pensado para quienes buscan gastronomía al paso, accesible y con identidad. Abrió en marzo con una propuesta centrada en onigiris, sando y café, tres básicos de la cultura street food japonesa. Su estética minimalista y funcional toma elementos de la arquitectura nipona contemporánea: paleta neutra de grises y madera clara, superficies limpias y una iluminación precisa que transmite calma y orden. La barra de acero inoxidable y las paredes de concreto con textura suman un aire industrial, mientras que el diseño de los asientos y mesas respeta la simpleza geométrica. Todo está pensado para que la experiencia sea ágil y alineada con la esencia de Mitingu: encuentros breves, sabores esenciales y una pausa bien diseñada en el ritmo de la ciudad.

4) Ada: de Once a una esquina de Recoleta, y del desayuno al after office (y pronto, también cenas) / Libertad 1198 – Recoleta.

Hace una semana, Ada abrió sus puertas en Recoleta, trasladando el espíritu de su café en Once a una nueva esquina porteña. Este nuevo local surge de la alianza con Vilón Hotels, que buscaba ofrecer una experiencia gastronómica de calidad a sus huéspedes. A cargo de José Ezequiel (“Pocho”), el espacio mantiene su filosofía de hospitalidad y cocina honesta en un ambiente cálido, con mesitas de madera, una gran mesa comunal y un cuadro imponente que captura miradas. Ubicado en una zona en plena transformación gastronómica, se presenta como un refugio versátil para cualquier momento del día. 

Desde el desayuno hasta la merienda, con almuerzos que combinan simpleza y calidad, Ada Buenos Aires suma además una propuesta de platitos y vinos ideal para el after office. Pero esto es solo el comienzo: muy pronto llegarán las cenas, consolidando su lugar como un nuevo imprescindible en la escena gastronómica porteña.

5) Cucha del Pari: panchitos caseros con magias, vinilos y buena vibra en Paternal / Batalla del Pari 916 – Paternal.

Lo que arrancó como una cocina de producción de embutidos y encuentros esporádicos, hoy es un punto fijo en Paternal donde la comida casera y la música se encuentran en un mismo plan. José Ignacio Juarroz primero usó este espacio para hacer sus embutidos, vendiéndolos a restaurantes y particulares, pero también lo abría una vez al mes para que la gente se acercara a probar, tomar algo y “ranchear” en la vereda, sin demasiadas pretensiones más que disfrutar el producto. 

La respuesta fue tan buena que decidió hacer el proyecto realidad y convertir ese ritual en un lugar de puertas abiertas todos los días. Se sumaron Pedro Viau y Santiago Morteo, y juntos llevaron la idea un paso más allá: además de la comida, Cucha del Pari tenía que sonar bien. Así nació el otro pilar del local: el sound system. Pedro, fanático del audio, lo fue metiendo en el mundo de los listening bars, y la apuesta quedó clara: música que suene increíble, ambiente relajado y comida simple pero de calidad.

El panchito es la estrella del menú: un pancho porteño reversionado, 100% casero, con pan propio, papas pay y una salchicha tipo Viena que es la clave del asunto. Para acompañar, hay vinos naturales y no tanto (buenos, bonitos y baratos), tragos clásicos como fernet, gin tonic y vermut, más cerveza de cervecería Charlone, una rubia fresca y rendidora. El mood lo completa la iluminación baja, tonos naranjas y vinilos girando en bandejas todas las noches con DJs en vivo. Abren de martes a sábados, de 18:30 a 1, un plan ideal para una salida nocturna entre semana, de esas que terminan en la vereda con un buen panchito en la mano.

6) Bordó: el restaurante donde cada plato es como el vino; puro y sin vueltas / Conesa 1483 – Colegiales.

Bordó nació con la idea de ser un bar de vinos, pero terminó siendo un restaurante donde cada plato sigue la lógica de la uva: un solo producto, llevado a su máxima expresión. El creador de Mengano, el chef Facundo Kelemen, volvió a apostar y decidió ir por un concepto profundamente argentino, porque si hay algo que nos representa, además del buen comer, es el vino. Entrás por una puerta color bordó y adentro todo brilla: cocina abierta, vinilos sonando y una carta de platitos que son una fiesta.

La premisa es simple. Tomate, ensalada, helado. Morrón, confit, pepperonata. No hay más que decir, hay que probarlos. Si querés ir a fondo: berenjena en escabeche con stracciatella, papines con aligot, langostinos con arroz frito y katsuobushi. Los postres son un viaje: crujiente, ácido, dulce, suave, adictivo. Invitá a quien quieras, pero reservá. Lo vas a necesitar.

⁠7) Pasillito: el bar escondido en las calles de Palermo que trae el tardeo madrileño a Buenos Aires / Gorriti 4391 – Palermo.

Una puerta discreta, un cartel luminoso y un pasillo angosto son la antesala de un viaje directo a Madrid. Así es Pasillito, la nueva propuesta de Ramiro Suárez Plata que captura la esencia del tapeo y el buen beber en un rincón un poco escondido de Palermo.

Ubicado en un PH reformado, al cruzar la entrada, una barra protagonista revestida en venecitas protagoniza el foyer, una cava en altura exhibe una selección de vinos servidos a la temperatura perfecta. La atmósfera invita a quedarse, pero el espacio esconde más rincones: a la izquierda, una escalera conduce a una terraza dividida en dos sectores, uno cubierto y otro al aire libre. 

La carta, fiel a la tradición madrileña, tiene a las tapas como estrellas, con una selección que varía con las estaciones. Aceitunas marinadas al jerez, chips de papas con mejillones, tortilla de papa con cebolla y alioli (que, como debe ser, sale babe), papas fritas con brava y alioli, charcutería y el infaltable bocata de calamares fritos son solo algunas de las opciones del momento. Una invitación a hacer del tardeo un ritual en clave porteña.

8) GAO: una oda a la cocina china cotidiana, con historia y corazón / Cazadores 1911 – Bajo Belgrano.

Karina Gao es economista de formación, pero su camino la llevó a la gastronomía por una enseñanza de su padre: “Cocinar es lo único que hacemos tres veces por día –¡o más!–, por eso hay que hacerlo bien, porque es lo que alimenta nuestro cuerpo”. Así nació GAO, un sueño de más de 15 años que en abril de 2025 finalmente tomó forma en Bajo Belgrano. Y como si el destino lo hubiera planeado, cuando Karina entró por primera vez al local, encontró un árbol de granada, el mismo que crecía en la casa de su abuelo en China. “Una señal de que este era el lugar indicado”.

GAO es un homenaje a la cocina china cotidiana, a los sabores de casa y a las recetas que se transmiten de generación en generación. Con una selección de platos representativos de las ocho grandes ramas de la gastronomía china, el foco está en la tradición, los ingredientes genuinos y ese comfort food que une a las familias. El pollo tres aromas, que llevó a Karina a la viralidad en redes, los baby ribs de su infancia, el cerdo agridulce favorito de su marido, el pollo frito que vendía en las kermeses del colegio chino, los fideos con salsa de maní que la transportan a su niñez, e incluso un tiramisú de matcha, guiño al origen italiano de su esposo y a la próxima generación de la familia Gao, sus hijos.

En esta primera etapa, abre solo con reservas, para que cada cena se sienta como una invitación íntima a su mesa.

9) Seis Tigres: un rincón donde el arte y la gastronomía laten al unísono / Vilela 2982 – Saavedra.

Seis Tigres nació del encuentro entre dos mundos que, aunque distintos, comparten la misma esencia creativa. Pol Lykan y Guillermina Alvarez Colodrero, pareja y socios, fusionaron su amor por el arte y la gastronomía para dar vida a un espacio donde todo fluye con naturalidad. La idea que tuvo su paso por Cañitas, se asentó en Florida y a principios de marzo abrió en Saavedra, con una propuesta que invita a tomar un café de especialidad, disfrutar de pastelería artesanal y descubrir obras de artistas emergentes. En sus paredes, una pequeña selección de piezas convive con objetos, libros y papelería, reforzando la idea de un refugio creativo donde lo simple y lo cuidado se encuentran. Desde opciones ligeras para el almuerzo hasta cócteles para cerrar la jornada, cada detalle está pensado con precisión.

El espíritu colaborativo atraviesa cada decisión: desde la selección de las obras hasta la carta, todo es un trabajo en equipo. Gui, con su recorrido en el mundo del arte a través de la galería y tienda Somos Yunta, y Pol, con su historia en la gastronomía en proyectos como Overo Bar, encontraron en Seis Tigres el lugar ideal para entrelazar sus pasiones. «El deseo es que 6 sea un lugar para descubrir, donde desconectes del día y te sientas en casa. Que el olor a pastelería recién horneada, el aroma del café, el sabor de un buen sándwich, lo simple, nuestra música, te saquen una sonrisa», dice Pol.

10) Marta: cuando la cocina se vuelve arte y el arte, un plato / Virrey Avilés 3488 – Colegiales.

Marta es el tipo de lugar que llevas a alguien que querés sorprender. Un espacio donde la gastronomía y el arte se cruzan con naturalidad, guiados por la visión de Marta Wajda, chef y artista. Con una familia vinculada al arte por tres generaciones y una formación en pintura y diseño, Marta lleva su sensibilidad estética a la cocina: los sabores, las texturas, los aromas y la presentación de los platos se convierten en una extensión de su obra. Su restaurante habita la histórica casa de la Familia Prada, un escenario donde mosaicos hechos con azulejos antiguos y fotografías tomadas en Ushuaia conviven con una carta que cambia con las estaciones.

La terraza, con su huerto de hierbas y vegetales, suma frescura a la propuesta y se abre a experiencias más íntimas. Entre el menú a la carta y el de degustación, cada plato es una pieza en constante evolución, pensado para emocionar tanto como un buen cuadro. «Cocinar me da lo que el arte no puede: sabor y aroma», dice Marta. Y en cada visita, esa fusión se siente y se disfruta.

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Las fotos: son todas gentileza para prensa de los lugares mencionados.