Son muchos más de los que se cree. Los que disfrutan enero en la ciudad y no se mueren por apiñarse en las playas en plena temporada se cuentan por montones. Son los que aprovechan a hacer trámites sin colas eternas, encuentran el subte vacío, se sientan sin dilema en el bar de moda y varias otras versiones de placer solitario más. Sin embargo, a veces es inevitable la melancolía por la belleza de la vida fresca y sin preocupaciones a la vera del mar. Y para esos casos también hay solución: Buenos Aires, acunada por ríos, bahías y lagunas, tiene muchos restaurantes que descansan en esa espléndida vista. A continuación, idóneos en los que hacer un paréntesis de la ciudad y encontrarse con otra versión del verano.
La de la casa de estilo Tudor a medio camino del muelle, en plena Costanera Norte, siempre fue una imagen pintoresca. Pero no son tantos los que saben que tras ella se esconde uno de los mejores restaurantes de Buenos Aires en la tríada cocina-ambientación-vista. Se trata de El Muelle (Av. Costanera y Av. Sarmiento), que a cargo del chef Martín Sclippa propone una selección de pescados y mariscos fresquísimos en opciones que van desde los clásicos preparados como rabas a la romana y fritatta de mar a otras más originales como lenguado con salsa de gambas y soufflé de maíz y pinchos de pez espada con cous cous, pimientos asados, zucchinis y hierbas, entre otros. Aunque para los amantes de la carne roja también hay variantes, la verdad es que si el aire con aroma a río no inspira a comer pescado, nada lo hará. Dato: los boxes del interior son muy cómodos, pero las mejores mesas están afuera, en la terraza circular con vista directa al Río de la Plata.
En otro punto de la misma Costanera, se planta un ícono de la farándula y el empresariado porteño. Restaurante preferido de Marcelo Tinelli (y su clan) y Susana Giménez, entre otros famosos, es quizás descartado por muchos por este costado “cholulo”. Pero mucho más allá de ese imán de atracción que hace que cualquiera sea observado, incluso sin ser conocido, Gardiner (Av. S/N y La Pampa) posee otros encantos más sensibles y sutiles. Por ejemplo, su precioso jardín que desemboca en el río, con un impecable deck con mesas con amplias sombrillas y hasta juegos para chicos. Porque sí, este también es un restaurante familiar, con menú que contempla desde milanesas de lomo con puré de batata hasta langostinos en caja de hierro y cordero braseado. Todo, perfecto para ser comido al aire libre, dejando que la vista se pierda entre el oleaje y la conversación lleve a planear las próximas vacaciones.
«La de la casa de estilo Tudor a medio camino del muelle, en plena Costanera Norte, siempre fue una imagen pintoresca. Pero no son tantos los que saben que tras ella se esconde uno de los mejores restaurantes de Buenos Aires en la tríada cocina-ambientación-vista. Se trata de El Muelle, que a cargo del chef Martín Sclippa propone una selección de pescados y mariscos fresquísimos.»
Al otro lado de la ciudad, los diques de Puerto Madero ofrecen la versión más calma y elegante -mucho menos revoltosa- del río. En ese entorno, son muchísimas las opciones para sentarse a comer en plena contemplación, pero nuestro elegido es Le Grill (Av. Alicia Moreau de Justo 876), el emprendimiento más nuevo de Andrés Porcel, dueño del archielogiado Chila. Lo elegimos por su desafiante propuesta de llevar la parrilla argentina a un nuevo nivel, ofreciendo platos como provoleta de cabra, mollejas de chivo, cochinillo o kobe además de los cortes clásicos. Y por supuesto, por su diseño, que marida la magnificencia del río con una arquitectura con reminiscencias fabriles, maderas autóctonas, pieles de vidrio y metales con su herrumbre natural, además de la presencia de una parrilla impactante en la misma entrada. Para aunar ambos mundos, reserven una mesa junto a la ventana.
Estoy segura de que si les pidiera que describan un restaurante clásico del Delta, la imagen que concebirían sería exactamente igual a Gato Blanco (Río Capitán 80). Techo a dos aguas, toldos blancos y azules, un muelle de madera, juegos para chicos y mesas de manteles impolutos: el tiempo de los mozos de memoria infalible no pasó aún en este restaurante. Y su popularidad tampoco, porque los fines de semana es un gran hit de Tigre, con familias, parejas y amigos que lo eligen por su menú clásico con algunas rarezas (lenguado au citron vert, por caso) y por la posibilidad de relajarse después en su gran parque con vista al río. Detalle: solo es posible llegar por el agua, pero hay lanchas colectivas que parten desde la Estación Fluvial Tigre, de la Compañía Interisleña, que en 50 minutos los depositarán a años luz de la ciudad.
En un rincón a los pies del río, dentro de un club de windsurf con muy buena onda, se esconde esta parrilla que es un gran punto de encuentro para los conocedores de la zona. Con un interior de ambientación simple aunque con tablas de surf en el techo, seduce en los mediodías de sol con sus sombrillas en el deck exterior. Clásico en su menú y muy lógico en sus precios, El Ombú (Elcano 994) propone pasar unas horas tranquilas y cero pretenciosas, observando el río y a los windsurfistas, más y menos profesionales, que hacen fantasear con la idea de acercarse a tomar una clase post almuerzo. Si me preguntan, un plan ideal.
Nordelta no es solo para los que viven o tienen amigos en alguno de sus muchos barrios. Toda la instalación comercial que se ha construido, de hecho, es de acceso libre para todo público. De Le Pain Quotidien a The Embers y de McDonald’s a Havanna, las opciones son vastas (y no solo gastronómicas, pero aquí es lo que nos compete). Y entre todas ellas se destaca Pacífico Sushi Bar & Grill (Av. Del Golf 1785), alejado del Centro Comercial y ubicado en la zona del golf, con vista directa a la bahía. Con piezas originales -recomendamos los makis Tropicalísima, con langostinos, Philadelphia y verdeo grillado, cubiertos con mango caramelizado y miel de maracuyá- y tragos de autor, su fuerte son las tardecitas, dado que el atardecer prodiga un sol que se oculta justo ahí, tras los greens y la laguna, y que cada tarde ofrece un espectáculo diferente.
«Los diques de Puerto Madero ofrecen la versión más calma y elegante -mucho menos revoltosa- del río. En ese entorno, son muchísimas las opciones para sentarse a comer en plena contemplación, pero nuestro elegido es Le Grill (Av. Alicia Moreau de Justo 876), el emprendimiento más nuevo de Andrés Porcel, dueño del archielogiado Chila. Lo elegimos por su desafiante propuesta de llevar la parrilla argentina a un nuevo nivel.»
Sobre la gran laguna que abraza al complejo Sofitel La Reserva Cardales, distintos restaurantes van ofreciendo su propuesta gourmet. Entre ellos, La Butaca – All Day Lounge (Panamericana ramal Escobar, km 61), un espacio quizás menos elegante que las otras opciones, pero distendido y abierto todo el día, lo que permite disfrutar a toda hora de su imponente vista tanto a la infinity pool como a la laguna y los vaivenes de sus orillas. Unos metros más allá, Le Lac Fusión Gourmet seduce con una insignia un poco más sofisticada, ofreciendo cortes de carne argentina, pescados y frutos de mar de la Patagonia, y más de 250 etiquetas de vino. Todo, nuevamente con vista directa a la laguna, quizás más bella que nunca en la inmensidad de la noche. Dos opciones como para ir transitando distintos momentos del día y, quién sabe, tal vez optar por reservar una habitación y extender la experiencia.
Para aquellos que sean socios o cuenten con amigos o familiares que lo sean, la sede del Yacht Club Argentino de Puerto Madero (Viamonte y Río de la Plata Dársena Norte) es una opción imbatible para apreciar en verano. Erigido en 1913 por el arquitecto Eduardo Le Monnier, este edificio con claras influencias náuticas (con un faro y un casco de barco con la cubierta a modo de mirador sobre el río, amén de sus ventanas tipo ojo de buey) no solo es centro de reunión para casamientos y espléndidas fiestas, sino que todos los días recibe con parsimonia y elegancia a almuerzos y cenas con un menú a cargo de los afamados hermanos Petersen.