¿Cómo es esta excéntrica discoteca que se volvió una de las propuestas más atractivas (y bizarras) de la noche madrileña en tiempos distópicos?/Shows sensuales y acrobáticos, un «Tinder Lee» entre las mesas, y mucho neón, juego y fantasía en libertad/Crónica en primera persona exclusiva para MALEVA de una periodista argentina radicada en la capital española
El pasillo de ingreso y su estética fascinante ya es un indicio de lo que se va a vivir en esta discoteca
Maleva en Madrid: una noche en «Uñas Chung Lee», un paraíso surrealista, asiático, erótico y «clandestino». Por Tatiana Bosch, desde Madrid para MALEVA.
“El sábado vamos a un bar que solía ser una discoteca y ahora es una especie de cabaret, estás invitada”, me dijo un amigo. Y yo – una vez más -, aceptaba; porque de eso se trata esta nueva experiencia en la capital española: de fluir. Llegamos a las 22.30 y en la entrada confirmé que había hecho bien en decir que sí. La decoración ya daba indicios de que se trataba de una experiencia – cuanto menos -, exótica. Una fascinante combinación estética que me hizo extrañar las delicias de lugares como Niño Gordo y Fukuro Noodle Bar en la ciudad porteña (gatos de la suerte, faroles japoneses, luces y carteles de colores).
«Cada media hora se inauguraba un nuevo show que iba subiendo la apuesta a la par de la carga erótica: un hombre en sunga con sombrero cónico vietnamita protagonizó lo que parecía ser un híbrido entre taichí y un striptease; una mujer con peluca rosa y kimono apareció cantando un tema de Dua Lipa acompañada de otra mujer que hacía acrobacias sobre un aro…»
Camuflado como uno de los miles de lugares chinos donde se ofrecen manicuras en Madrid, Uñas Chung Lee es un paraíso surrealista que entremezcla circo, cabaret, teatro y (sin pandemia) boliche. Cargado de transgresoras performances, – y adaptándose a los tiempos que corren -, este espacio es un must si visitás el barrio de Moncloa en Madrid y querés vivir una noche distinta (e instagrameable).
Nos sentamos en una de las mesas de arriba del escenario donde tiene lugar gran parte del show. Ya había en escena cuatro ninjas bailando con pelucas verde fluor, torsos desnudos, pantalones con flecos, aros en mano y los infaltables barbijos (todo muy 2020, como me dijo un amigo cuando le mostré el video). En medio, una figura central semidesnuda con un catsuit y peluca naranja. Este Bowie moderno era no sólo el anfitrión del lugar, sino también el DJ que sintonizaba música de los ochenta y noventa.
Gin tonics en mano observábamos a nuestro alrededor y nos mirábamos entre sí completamente tentados; y es que lo más gracioso era que el insólito y heterogéneo grupo con el que terminé yendo (una española, un yankee y un mexicano) coincidía con lo bizarro y fascinante del lugar donde estábamos.
«Los juegos propuestos incluyen por ejemplo un Tinder Lee. “Que Tarzán se suelte el pelo”; “Me gusta tu camisa, tengo ganas de arrancártela”; “Te dejo mi Instagram”; “¿De donde son?”, decían (solo algunos) de los mensajes. ¿Qué? Todas las mesas tenían números y una pequeña libreta en blanco con lapiceras. La idea era intercambiar mensajes entre los distintos grupos mediante quienes atendían las mesas…»
Cada media hora se inauguraba un nuevo show que iba subiendo la apuesta a la par de la carga erótica: un hombre en sunga con sombrero cónico vietnamita protagonizó lo que parecía ser un híbrido entre taichí y un striptease; una mujer con peluca rosa y kimono apareció cantando un tema de Dua Lipa acompañada de otra mujer que hacía acrobacias sobre un aro; coreografías en el agua sobre una pileta colgante al mejor estilo Fuerza Bruta; show erótico dentro de una bañadera con pintura flúor de por medio… Sí, todo eso – entre otras cuantas cosas -, sucedió la misma noche y en el mismo espacio.
«Gin tonics en mano observábamos a nuestro alrededor y nos mirábamos entre sí completamente tentados; y es que lo más gracioso era que el insólito y heterogéneo grupo con el que terminé yendo (una española, un yankee y un mexicano) coincidía con lo bizarro y fascinante del lugar donde estábamos…»
Sin embargo, en este onírico universo no solo las figuras disfrazadas son las protagonistas, sino que también se da lugar a dinámicas que escapan a los organizadores e involucran al público presente. Los juegos propuestos incluyen por ejemplo un Tinder Lee. “Que Tarzán se suelte el pelo”; “Me gusta tu camisa, tengo ganas de arrancártela”; “Te dejo mi Instagram”; “¿De donde son?”, decían (solo algunos) de los mensajes. ¿Qué? Todas las mesas tenían números y una pequeña libreta en blanco con lapiceras. La idea era intercambiar mensajes entre los distintos grupos mediante quienes atendían las mesas. Así, el grupo de chicos de la mesa 6 le mandaba escritos a las chicas de la 12; los de la mesa 5 nos mandaban a nosotros; nosotros a los de la mesa 4 y las de la mesa 2, y así sucesivamente.
En medio de la música, los tragos y los shows se iban generando entonces situaciones entre mesas que daban rienda suelta a la imaginación y a las risas en voz alta. Al salir todo se volvía aún más interesante al romperse las barreras de la distancia protocolar y entablarse (en caso de querer) conversaciones reales entre aquellos con los que habías “flirteado” dentro. En algunos casos incluso surgían planes para quedar después haciendo que la experiencia se extienda más allá del juego. Indudablemente, matchear nunca fue tan divertido, rápido o real.
«¿Funcionaría esto en Buenos Aires? Estaría buenísimo que se pueda experimentar. En tiempos extraños como los que vivimos, la apuesta por la creatividad y el talento se vuelve aún más complicada, pero este tipo de ofertas que se adaptan y construyen a partir de la dificultad demuestran una vez más que el ingenio humano no tiene límite…»
¿Funcionaría esto en Buenos Aires? Estaría buenísimo que se pueda experimentar. En tiempos extraños como los que vivimos, la apuesta por la creatividad y el talento se vuelve aún más complicada, pero este tipo de ofertas que se adaptan y construyen a partir de la dificultad demuestran una vez más que el ingenio humano no tiene límite y que la reinvención es la clave. Alabado seas Chung Lee. A por menos pantallas y más de estas propuestas en las que reine el neón, el juego y la fantasía en libertad.
Uñas Chung Lee es un concepto creado por la productora de espectáculos Let´ s Go Company, si pasás por Madrid, Las entradas están a la venta en su web www.unaschunglee.com
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Fotos: son todas gentileza de Let´ s Go Company. Fotógrafo: Lighuen Desanto.
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– Sobre la autora de la nota –
Tatiana Bosch es licenciada en Comunicación, periodista y productora de contenidos. Argentina, se radicó en Madrid hace un año (tras haber finalizado un Máster en Comunicación de Moda y Belleza en Condé Nast College), y escribe para la revista Glamour Spain. De espíritu inquieto y optimista por naturaleza, le apasiona el cine, el arte y la gastronomía. Disfruta de la combinación de lo estético, visual y su entrecruce con las palabras.