Buenos Aires está lleno de pequeños rincones en los que se come muy bien sin tanta parafernalia/Lugares con tradición pero que si pasás por la puerta no te van a decir mucho (salvo que leas esta nota)/Desde una parrillita «speakeasy» al toque de las Cañitas hasta una heladería del Bajo Belgrano en la que desde hace cuarenta años hacen unos helados artesanales fantásticos o un café con un capuccino leyenda/Recomendados en línea con «Buenos Paladaires»
A la mayoría de los restaurantes y locales de la nota los avala una experiencia de décadas y clientes mega recontra fieles
La belleza del off gourmet: ocho lugares cero pretensiosos y de gran calidad por fuera de los circuitos de moda. Por Vicky Guazzone di Passalacqua.
Les voy a contar el backstage de esta nota. Un domingo cualquiera, scrolleando por Instagram, me crucé con una publicación de @buenospaladaires_, influencer gourmet a la que sigo hace rato (y a la que de hecho incluí en otra nota malevense). Mencionaba y echaba loas a Chantilly, una pastelería mini en Belgrano que por fuera “no dice nada” pero dentro cocina algunas de las especialidades dulces más increíbles que probé. Y a eso mismo hacía referencia la historia: a cómo detrás de un local medio quedado en el tiempo, súper austero y sencillo, se escondía un milagro pastelero.
«Así que mi intuición periodística activó sus antenas y le escribí a Pala con la propuesta de hacer una nota sobre el off gourmet de Buenos Aires, sobre esos locales que conquistan sin pretensiones pero con mucho sabor y tradición. Del ida y vuelta de mensajes de ese domingo surgió esta nota, donde recabamos con total arbitrariedad (porque sí, hay muchos de Belgrano y alrededores, nuestra zona)…»
Así que mi intuición periodística activó sus antenas y le escribí a Pala con la propuesta de hacer una nota sobre el off gourmet de Buenos Aires, sobre esos locales que conquistan sin pretensiones pero con mucho sabor y tradición. Del ida y vuelta de mensajes de ese domingo surgió esta nota, donde recabamos con total arbitrariedad (porque sí, hay muchos de Belgrano y alrededores, nuestra zona) 8 lugares donde se come muy bien, pero por los que si pasás por la puerta puede que no te llamen la atención. A menos que sigas leyendo.
1) Chantilly: el encanto de la tradición barrial ¿Las mejores tortas de Belgrano? / Como plus: sus bocados árabes y judíos / Luis María Campos 1569 – Belgrano
Como ya conté, esta pastelería bien barrial fue el detonante para la nota. Y es que el mío fue solo uno de tantos mensajes que recibió @buenospaladaires_ en esa tarde de domingo a razón de su historia mostrando lo que había comprado. “Muchos la recordaban con cariño, porque sus abuelos vivían cerca y tenían recuerdos de visitarla. Otros me escribieron recomendándome algunas cosas como su budín de frutos rojos o la torta old school de frutilla y crema que estaba siempre en los cumpleaños”, apunta. Con 26 años en el barrio, está claro que se fue inscribiendo en la memoria familiar de muchos. “Es esa pastelería que tiene los mismos clientes de siempre, que conocés por tu abuela, porque te compraba las facturas para merendar después del cole”, sostiene Pala.
Según sus dueños, esta es una “tradicional confitería de Belgrano” que se jacta de hacer las mejores tortas del barrio. También, de destacarse por sus sándwiches de miga grandes y abundantes, así como por sus locatellis, sus sándwiches de pan de leche y sus masas: palmeritas, alfajorcitos de maicena y masitas propiamente dichas son otros de los productos que quedan grabados en el paladar de quien los prueba. Aunque no todo es tan criollo; Chantilly tiene un costado de cocina árabe-judía con la que se luce con keppes, bohios, lajmashin y pletzalej, entre otros calentitos. Y un dato para los interesados: tienen un área de catering con la que sirven en festejos particulares o eventos empresariales.
2) Le Caravelle: un capuccino legendario y clientes tan pero tan leales que lo salvaron de la quiebra / Lavalle 726 – Microcentro, y Juana Manso 1179
En estos tiempos de desertificación del Microcentro, tiene más sentido que nunca incluir un gran exponente de la zona en esta lista. Y Le Caravelle llena ese rol con creces: abrió sus puertas en 1962 y supo recibir a todo tipo de personajes ligados a la bohemia artística de Buenos Aires. Muchos seguramente hayan pedido su capuccino alla italiana, ese café por el que aún hoy se distinguen, con espuma que rebalsa la taza y generosa canela por encima. Muchos seguramente podrían volver a sentirse en casa si entraran hoy, porque el espíritu de café porteño se mantiene tal cual (aunque si se busca el mismo sabor pero un estilo renovado, puede encontrarse en la novísima sucursal que abrieron en Puerto Madero, en Juana Manso 1179).
“Le Caravelle no queda en ninguna calle cool de Palermo. No tiene café de especialidad ni tampoco avocado toast. Pero tiene lo que a muchos les falta: identidad marcada por una historia de muchos años”, razona mi dupla en esta nota. Y así, hubo incluso un cliente que decidió iniciar su salvataje cuando en 2016 estaba previsto su cierre. Un valiente que decidió alquilar el local, contratar a los mismos mozos de siempre y reabrir en marzo de 2017. Desde entonces continúan deleitando con la técnica de su café, pero también con sus medialunas de manteca, palmeritas, tostados, sándwiches de miga, empanadas y tartas caseras. Eso sí, casi siempre de parado, ya que en este local no hay mesas sino barra con algunas banquetas, una tradición que se mantiene desde el primer día en que abrieron al público.
3) Mi Consuelo: sencillo y cumplidor con el empuje de una familia detrás / Muy sabrosos sus «hits» de la cocina criolla y española /Av.Monroe 1420 – Belgrano
Aunque esté dentro de lo que se conoce como “el barrio de River” y por ende muchos lo asocien con Núñez, su dueño sostiene que Mi Consuelo está en Belgrano. Y a juzgar por los planos, está en lo cierto, ya que Núñez comienza unas cuadras después, en avenida Congreso. Por lo pronto, este local está allí desde 1958, cuando lo fundaron Manolo y Consuelo, los padres del actual propietario, Luis Ángel Pérez. Pero en ese entonces tampoco se llamaba así: esta casona de ladrillo a la vista pasó de ser La Querencia a Manolo, Los Dos Hermanitos, Malu y finalmente el actual Mi Consuelo, en honor a esa madre que falleció tres décadas atrás. “Al inicio no era restaurante. Luego hacia el ’64 empezaron con unos platos reducidos para los obreros de la zona, porque había muchas fábricas. Propuestas económicas para el mediodía”, relata Luis. Para cuando él se incorporó al negocio cuando terminó sus estudios nacería el nombre Malu, unión de Manolo y Luis. Y hacia 2003 llegaría una reforma que le anexaría parrilla y el comienzo del servicio de la noche.
¿Y cuál es el secreto para que este café-bar, parrilla y restaurante se mantenga tantos años en pie en un país en el que todo tambalea? Antes que nada, la enorme dedicación que recibe por ser un negocio familiar, en el que hoy cocina la mujer de Luis. Luego, su propuesta sencilla pero cumplidora, con hits clásicos de la comida criolla e ibérica como tapa de asado al horno con papas, guiso de lentejas, mondongo a la española y pastel de papas. Y tercero, el discreto encanto de seducir sin parafernalia ni trucos, con buenos precios y cocina honesta.
4) Lo de Rita: cocina tan clásica como reconfortante / Pacheco de Melo 2832 – Recoleta
Conocí Lo de Rita por la mamá de una amiga. Una mujer de esas intrépidas, que aunque vivió muchos años en Palermo siempre le escapó a los locales de moda, y en cambio prefiere sentarse en algún bolichito calmo en los márgenes de la tendencia. Así llegó a este restaurante en lo que muchos denominarían Barrio Norte. Y así se hizo asidua y hoy lo recomienda con énfasis. Casi oculto por afuera – si por este tiempo no tuviera mesas en la vereda el pequeño cartel con el nombre podría pasar desapercibido -, por dentro lo que espera es un local muy espacioso, con una propuesta de comida tan clásica como reconfortante. Empanadas de carne, ravioles de espinaca y ricota, merluza a la romana, cuadril de cerdo con papas, milanesa napolitana, flan con dulce de leche: se suceden los platos que retrotraen a la infancia y a la mejor versión de la comida casera, sobre todo por la calidad de los ingredientes. También se respetan las tradiciones, y los 29 son de ñoquis, el 25 de mayo fue de locro y los domingos no faltan las pastas en la pizarra. Todo esto se acompaña con precios más que lógicos, una panera siempre llena y un servicio atento y cálido. Imposible pedir más.
5) El Secretito: para amantes del asado, un lugar al que, aunque quisiera, le cuesta cada vez más pasar desapercibido / La bomba: la bandeja de mollejas / Dorrego 2720 – Palermo casi Las Cañitas
Por supuesto, no podía faltar una parrilla en esta lista. Punto neurálgico de reuniones de amigas y amigos, y fuera de pose, son uno de los rubros que mejor representa esta idea del off gourmet. Porque aunque hayan surgido algunas más cancheras en la última década, el verdadero espíritu está en las de barrio, esas donde se producen los encuentros más casuales. Sin embargo, no todas son buenas. No todas entregan el ojo de bife tierno, las papas calentitas, las mollejas crocantes. Y esto sí lo hace El Secretito, una parrilla que, como su nombre lo indica, se esconde tras una puerta discreta en una tranquila calle de Palermo, casi en Las Cañitas, a la que solo llegan los conocedores que saben que no deben dejarse engañar por el cartel de “cerrado”. “Es una parrilla de barrio que ganó popularidad por el boca en boca y que busca mantenerse fuera del circuito gastronómico tradicional. Aunque, por su alta calidad, le es difícil lograrlo”, cuenta @buenospaladaires_. Entre paredes tapizadas con el amor por Racing y carteles escritos a mano con frases como “el vino es más barato que la terapia” y “el secreto es tener siempre más huevos que esperanza”, se desglosa una carta amplia en la que no faltan los hitos de una buena parrilla. Aunque si Pala tiene que recomendar un imperdible, se decanta por la bandeja cubierta de mollejas. “Otros recomendados son la entraña, las papas -crocantes pero no aceitosas- o el bife de chorizo”, apunta. Todo, ideal para regar con algún buen tinto, que en estos lares cuenta con buenas etiquetas y mejores precios aún. Para ir, su condición de suerte de speakeasy de las parrillas lo hace vital: es preciso reservar.
6) Der Keller: para una panzada alemana (y también para los de «diente dulce») / Juramento 2784, Belgrano
Desde mucho antes del boom de la cerveza artesanal, Der Keller ofrecía variantes del estilo. Es que no puede proveerse cocina alemana sin maridarla con esta bebida, sea tirada o embotellada, y por eso su selección es amplia. Porque en este pequeño reducto ubicado en la zona en la que Juramento abandona el formato de avenida (y por ende se vuelve un poco más tranquila), lo que se propone es una experiencia completa de la vida germana. Una en la que es posible degustar especialidades como goulash con spätzle, leberwurst, salchichas o chorizos ahumados, kartoffelsalat, bretzels y pan de carne alemán, entre otros platos, además de armar picadas potentes y bien representativas de esta cultura. Y para los de diente dulce, este restaurante también ofrece pastelería clásica alemana, como krapfens (una suerte de buñuelos rellenos con mermelada de damasco, aunque ellos asimismo lo sirven con frambuesa o dulce de leche) y strudel de ciruela o manzana. Aunque por estos días las opciones quedan reducidas al delivery y take away, la normalidad debería poder devolver la otra pata del programa: degustar estas preparaciones en este localcito donde suena música regional y las paredes están cubiertas de banderas, carteles, escudos, mapas y símbolos germanos, en pos de lograr un viaje lo más verídico posible.
7) La Ventana de Willy: cuarenta años haciendo helados archi caseros con ingredientes excelentes (todo un secreto bajo belgranense) / Juramento 1202 – Bajo Belgrano
Es probable que cada quien tenga su heladería de barrio preferida. Que muchos conozcan exponentes que puedan pasarle el trapo a las grandes cadenas. Y para Pala y para mí, uno de los mejores ejemplos de nuestra zona es La Ventana de Willy. Un local chiquito pero encantador, en una ochava verde y gris, que lleva más de 40 años ofreciendo helado artesanal, pero también tortas, medialunas, facturas, sándwiches de miga y tartas.
Aunque en lo que a nosotras respecta, el helado se lleva todos los premios, casero como pocas veces probamos y entregado en unos cucuruchos adorablemente retro. “Sepan algo: si probás un helado de pomelo rosado y es muy dulce, seguramente sea muy industrial. Pero si probás uno y tiene esa acidez de la fruta, vas bien. Eso me pasó acá. También pedí manzana verde y pasó lo mismo: poca azúcar y un fiel sabor a la fruta. Y ni hablar del de ananá, con trozos de ananá real”, revive la influencer. Para los más dulceros, sepan que el tiramisú tiene galletas adentro y es un viaje al cielo, y que no pueden dejar de probar el dulce de leche. Aunque claro, como buenos artesanos no tienen todos los sabores disponibles todo el tiempo, porque trabajan y respetan los productos de estación. Toda una declaración de principios.
8) La Cabaña: las mejores facturas del condado / Triunvirato 1880 – Don Torcuato
He aquí un pequeño bonus para quienes vivan por Zona Norte. Esta panadería, que de afuera es el epítome total del off gourmet con sus paredes verde chillón y su vidriera descuidada, hace las mejores facturas de Don Torcuato y alrededores. Vigilantes suavemente azucarados, medialunas de grasa saladas en su punto justo, versiones de manteca con el almíbar perfecto, tiernísimas berlinesas: todo lo que pidan aquí es bueno, y vale incluso pasar por alto el tono áspero de quienes atienden. Es que no están de mal humor, simplemente apurados por hacer circular a la eterna cola que se forma en esta, la confitería más rica del barrio.
///
Fotos: son gentileza de los locales mencionados. Fotos de La Caravelle y Chantilly son gentileza de Buenos Paladaires/Foto destacada: gentileza Unsplash (PH Karen Grigorean)