Porteña y «nikkei», estudió en Kioto esta fascinante ceremonia que es todo un arte lleno de simbolismos, gestos y conocimientos que pasan de generación en generación/¿De qué se trata? ¿Por qué para ella es una pasión?/Koicha (como unión de las personas), el rol de las mujeres y la elegancia de los movimientos/Además: sus otros talleres sobre cultura nipona y filosofía oriental (para ayudarse a uno mismo)
Malena es porteña y estudió durante un año (2017) la ceremonia del té – «Chado» – en Kioto, Japón
El té como ceremonia: entrevista a Malena Higashi, experta en este bello y fascinante ritual japonés. Por Azul Zorraquin (texto y fotos).
Malena viste kimono y tiene rasgos orientales marcados, pero nació en Argentina, habla como porteña; es parte del grupo nikkei, que designa a todos los emigrantes japoneses y sus descendientes. Sus raíces, y principalmente su abuela Emiko Arimidzu, la introdujeron en el mundo de la ceremonia del té, una práctica compleja, de aparente simpleza.
Higashi, que significa “este”, el punto cardinal, en japonés – y no puede ser casualidad – conversó con MALEVA en la terraza de su departamento en Villa Crespo, entre tazas de té de lavanda y un viento otoñal.
¿Porqué algo de apariencia tan simple, como una infusión, para vos tiene tanto simbolismo?
Yo creo que justamente lo importante es lo que se esconde detrás de esa simpleza aparente. En una ceremonia, cada movimiento es pautado, cada elemento tiene su espacio en el tatami. Nada es azaroso. Se usa un kimono, una prenda que parece simple, pero es compleja; es una vestimenta sin botones, que requiere atar y plegar sus partes. La paradoja es que si bien no hay simpleza, y prima la complejidad, lo que se busca es llegar a lo simple. Cada movimiento, es el más elegante y el más cómodo, aunque no parezca. Un maestro japonés, Sen no Rikyu, que afianzó la práctica de la ceremonia del té, dijo: se trata simplemente de calentar el agua, preparar el té y saber beberlo correctamente.
«La paradoja es que si bien no hay simpleza, y prima la complejidad, lo que se busca en la ceremonia del té es llegar a lo simple. Cada movimiento, es el más elegante y el más cómodo, aunque no parezca…»
¿Cómo nació tu interés por esta práctica? ¿Fueron tus raíces, principalmente?
Entré en contacto con este mundo cuando era chica, porque mi abuela me cuidaba y practicaba la ceremonia del té. De todas formas, mi educación fue bilingüe – en inglés -, y de alguna forma, a medida que fui creciendo, lo que me mantuvo allí fue mi abuela, sus clases, y mi interés por la cerámica. Mi puerta de entrada a la ceremonia del té, fue también la cerámica. Después estudié letras y periodismo, y me parecía que nada de lo que hacía tenía que ver con el té, hasta que, en una revelación, se volvió lo contrario. Todo lo que me interesaba, desde la cerámica hasta la caligrafía y los arreglos florales, se vinculaba con la ceremonia del té. El hecho de que mi abuela no me haya obligado a practicarlo, sino que me lo haya enseñado con mucha libertad, creo que también influyó mucho, junto al primer viaje a Japón que hice con ella, en que esto se convirtiera en mi pasión.
¿Cuántos tés tomás por día?
Uno por día seguro, pero no necesariamente matcha. Tomo de lavanda, negro, muchos tipos distintos. Creo que además de ser ricos, el momento de prepararte la taza, esperar a que hierva el agua, y hacer la infusión, representa un tiempo para entrar en otro tiempo.
Naciste en Argentina, donde el mate es la infusión estrella, y a la hora de compartirlo, muchas veces se interpreta como ritual. ¿Encontrás algún paralelismo con la ceremonia del té?
Yo no tomo mate, nunca tuve la costumbre, pero me llama la atención que haya una manera puntual de prepararlo, y que haya tanto gente buena como mala cebando. Es decir, aunque parezca que no, hay una técnica para hacerlo, al igual que el té. También me resulta llamativo que el mate se comparta, y que todos tomen de la misma bombilla, ¡En Japón jamás sucedería! (Se ríe). Allá hay una cuestión individualista e higiénica muy potente. Sin embargo, en la ceremonia de té estándar que dura cuatro horas, hay un momento en el que se sirve un té muy espeso, que se llama koicha, y es el único momento en el que todos toman de una misma taza. Simboliza la unión entre las personas, y en ese sentido, tiene algo parecido al mate, pero es una ocasión excepcional para los japoneses.
«Después estudié letras y periodismo, y me parecía que nada de lo que hacía tenía que ver con el té, hasta que, en una revelación, se volvió lo contrario. Todo lo que me interesaba, desde la cerámica hasta la caligrafía y los arreglos florales, se vinculaba con la ceremonia del té…»
¿Y qué sucede con el rastro que deja el té? ¿Se puede leer, como la borra del café?
La borra o espuma no es algo que se analice en la ceremonia del té, pero cuando yo estudié en Japón en Urasenke, tomábamos té todo el tiempo y yo siempre miraba a ver qué aparecía. Para mí había mensajes y figuras, pero lo vivía como un juego. Lo que sí se observa en una ceremonia del té, cuando terminás de tomarlo, es la taza; en una instancia que se llama haiken, se observa la taza y se busca determinar su procedencia, a través de la cerámica y el tipo de esmalte.
¿Qué rol ocupa la mujer en la ceremonia del té, en un Japón que ha sido históricamente machista?
En las estructuras jerárquicas en las escuelas de té, o hablando particularmente de la que yo pertenezco, Urasenke, el linaje siempre fue masculino. Si bien hubo maestras de té reconocidas, nunca estuvieron al frente de la familia. Siempre se eligió al hijo varón. No hay pistas ni indicios de que eso vaya a cambiar, pero hay una practicante de ceremonia del té, Rebecca Corbett, que en su libro “Cultivating Femininity”, hace un recorrido por el rol de las mujeres en la ceremonia. Si bien los cargos jerárquicos siempre los ocupan los hombres, ¡el mayor porcentaje de practicantes es femenino! Creo que por lo menos este libro visibiliza esta cuestión, y cuenta la historia valiosa de muchas mujeres maestras o practicantes.
«Hay una practicante de ceremonia del té, Rebecca Corbett, que en su libro “Cultivating Femininity”, hace un recorrido por el rol de las mujeres en la ceremonia. Si bien los cargos jerárquicos siempre los ocupan los hombres, ¡el mayor porcentaje de practicantes es femenino! Creo que por lo menos este libro visibiliza esta cuestión…»
¿Cómo cuidás tu cuerpo y mente?
Hago yoga, y cada día me busco un momento para estar a solas conmigo: leer, tomar un té o un café en silencio, salir a caminar, ir a un café. Eso me ayuda bastante a equilibrar las partes en un momento de la vida en pandemia en donde pareciera que no tenemos espacios propios.
¿Argentina o Japón?
Japón es un país fascinante, pero me parece un lugar difícil para habitar si no tenés un proyecto claro de vida. Yo tengo mi casa, mi pareja, mi hijo y mi trabajo. Creo que justamente el término nikkei me representa: Somos descendientes de los japoneses, que crecieron en el extranjero. Y yo me siento así, tengo algo fuerte de esa crianza japonesa, y cuando viajé allá entendí muchos rayes familiares o cuestiones que no me cerraban; fue como juntar un montón de piezas de un rompecabezas y que de pronto todas encajaran. Fue muy revelador, pero también hay algo de la cultura latina que me encanta. Además, me fascina poder difundir la cultura del té en mi país de origen, ya que en Japón hay un montón de escuelas y maestros, pero en Argentina no.
«Ahora estoy dando talleres relacionados con la cultura japonesa. Uno es sobre ceremonia del té, otro sobre cultura japonesa (se llama Un Japón propio) y lo retomo ahora el 15 de mayo, y el último se llama Help yourself: de los conceptos japoneses a los libros de autoayuda. Y por último, una vez por mes hago un encuentro, una conversación sobre algún tema vinculado a Japón con un invitado especial…»
¿Cómo transmitís tu conocimiento y unís estos mundos?
Ahora estoy dando talleres relacionados con la cultura japonesa. Uno es sobre ceremonia del té, otro sobre cultura japonesa (se llama Un Japón propio) y lo retomo ahora el 15 de mayo, y el último se llama Help yourself: de los conceptos japoneses a los libros de autoayuda. Y por último, una vez por mes hago un encuentro, una conversación sobre algún tema vinculado a Japón con un invitado especial.
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