Ansiedad, felicidad y mucha intriga: recorrimos el Museo de Arte Latinoamericano el día de su re apertura/Cuando todo se siente igual (pero a la vez distinto)/Las nuevas señales y normas para el recorrido fueron pensadas con espíritu «artístico y poético»/Además: ¿de qué se tratan las actuales muestras «Constelaciones» de Remedios Varo y «Latinoamérica al sur del sur»?
Cada detalle, incluso las máscaras del personal, fueron pensadas para que el protocolo también tenga una impronta artística
Hasta el protocolo es una obra de arte: ¿cómo fue recorrer el MALBA el día de su re apertura? Por Melisa Boratyn. Fotos: Azul Zorraquin.
En las últimas semanas volvieron a abrir algunos de nuestros museos preferidos, uno de los grandes anhelos que muchos teníamos después de tantos meses de extrañar estar en contacto con el arte. Sin embargo, la pregunta del millón es cómo nos adaptamos a estos espacios tan cotidianos en la era de la «nueva normalidad», dos palabras que escuchamos una y otra vez y que no podemos ignorar. Decidimos sumarnos a la re-inauguración del Malba, que hasta el 11 de noviembre puede visitarse con entrada gratuita, para entender de qué manera se adaptará no sólo el público sino las personas que aquí trabajan y nos reciben todos los días, si cambiaron los espacios y con qué sorpresas nos podemos encontrar.
Cuando llegamos minutos antes de la apertura ya hay una larga fila de personas ansiosas y felices esperando. Con la distancia pertinente van entrando de a uno, mientras que a los dos primeros visitantes la prensa les hace preguntas y el museo los invita a la tienda para que puedan llevarse algunos regalos. Decido seguirlos, ya que me intriga ver sus reacciones cuando finalmente ingresen a las salas.
Una vez arriba noto la primera particularidad, un vídeo que nos pide que sigamos las líneas, respetemos las distancias y usemos barbijo en todo momento. Sobre la pared se encuentra el título de la muestra que había inaugurado en marzo y poca gente llegó a ver, «Constelaciones» de Remedios Varo, una artista española que pasó la mayor parte de su vida adulta en México y encontró allí un efervescente modernismo y amigas que mantendría por el resto de su vida, como la pintora Leonora Carrington y la fotógrafa Kati Horna. Uno de los retratos que ella le hizo, dónde Remedios posa con una máscara de costado, es lo primero que llama mi atención.
«Buscamos plasmar la comunicación en relación a la pandemia pero con un lado artístico y poético. Gracias a esta invitación estuvimos tres semanas haciendo una investigación en torno a las cintas como material, lo que nos permitió hacer una especie de site-specific y trabajar con la arquitectura…»
«Remedios era bruja» afirma más de una de las personas con las que hablo, constatando que en el ambiente quedó una energía muy particular después de tanto tiempo sin espectadores. No tengo dudas de lo que afirman, ya que sólo con ver sus pinturas y leer sus desopilantes cartas podemos concluir que era un ser mágico. Las luces de las salas son bajas y las paredes oscuras. Uno detrás de otro seguimos las líneas obedientemente y mantenemos la distancia sin la posibilidad de retroceder, algo que me cuesta porque me había quedado con ganas de volver a ver esa foto. Sin embargo el guardia de sala insiste que siga caminando hacia adelante.
Nos vamos desplazando como una especie de procesión alrededor de los trabajos de Remedios, observando sus pinturas y dibujos plagados de gatos y seres místicos, las vitrinas que contienen objetos que alguna vez le pertenecieron, las famosas cartas y fotografías. A medida que avanzamos y nos vamos dispersando la sensación de familiaridad vuelve a ser la de antes. Llegando al final del recorrido aprovecho para detenerme frente a «Papilla estelar», una de las obras más reconocidas que realizó. A su lado se encuentra el boceto original, lo que me lleva a querer encontrar cambios que pudo haber realizado o elementos que no incluyó en la pintura final, pero no hay nada. Ambas son exactamente iguales, potentes y magníficas. Seguimos la línea hasta la salida donde cuelga una gran cortina azul.
«Nos vamos desplazando como una especie de procesión alrededor de los trabajos de Remedios, observando sus pinturas y dibujos plagados de gatos y seres místicos, las vitrinas que contienen objetos que alguna vez le pertenecieron, las famosas cartas y fotografías. A medida que avanzamos y nos vamos dispersando la sensación de familiaridad vuelve a ser la de antes…»
Quiero sentarme en alguno de mis mis rincones preferidos, donde solía quedarme leyendo el texto curatorial o algún libro, por lo que elijo uno de los bancos del pasillo. Sin embargo no sé qué hacer por lo que me siento en la punta más extrema aunque soy la única que lo ocupa, un tanto confundida con respecto al tema de la distancia.
La próxima parada es el primer piso (ustedes pueden hacer el recorrido al revés, pero yo estaba ansiosa por ver a Remedios). Bajamos a la primera planta donde se encuentra la colección permanente bajo una nueva curaduría «Latinoamérica al sur del sur» que tampoco fue vista antes. Por las escaleras mecánicas suben y bajan los empleados con grandes máscaras plásticas, como si fueran astronautas y cámaras de televisión que graban todo lo que está sucediendo. En esta segunda sala decidimos ver sólo la segunda mitad del recorrido y escuchar a Gabriela Rangel, directora artística del Malba y Florencia Malbrán, curadora de proyectos especiales, además de Verónica Rossi, quienes nos hablan acerca de las decisiones curatoriales y los artistas que conforman este nuevo relato. Percibo con felicidad que han incluido obras inéditas y artistas mujeres fundamentales en el relato de la historia del arte latinoamericano como por ejemplo la pintora y gestora francesa radicada en argentina Germaine Derbecq, la brasileña Lygia Clark o la gran Carmen Herrera.
Guadalupe Requena, jefa de comunicación, nos pregunta si ya vimos la performance que están proyectando en la sala audiovisual. «Es un proyecto de Alina Marinelli, Margarita Molfino, William Prociuk, Jonathan Perel y Hernán Kacew a quienes convocamos y que estuvieron trabajando durante todo el mes octubre dentro del museo vacío con el objetivo de desarrollar la señalización de los espacios y las medidas de prevención». El objetivo fue transformar las normas de esta nueva etapa en una obra de arte en sí misma, pensando de qué manera podían explicar de manera novedosa y potenciando las redes sociales, lo que dio vida a «Proxémica». El video de esta acción performativa dura seis minutos y puede verse a través de las redes sociales del museo. Al entrar en la sala vacía nos encontramos con cuerpos entrelazados que se arrastran por el piso, las paredes y arrojan tiras de cinta por todo el edificio.
Margarita Molfino nos cuenta que la idea surgió pensando en la reapertura desde el cuerpo y a partir de ahí hacer algo performático. «Buscamos plasmar la comunicación en relación a la pandemia pero con un lado artístico y poético. Gracias a esta invitación estuvimos tres semanas haciendo una investigación en torno a las cintas como material, lo que nos permitió hacer una especie de site-specific y trabajar con la arquitectura. Fue un trabajo colectivo y una experiencia muy especial teniendo en cuenta que el sector de la danza y la performance en Argentina está por demás precarizado y trabajar en estas condiciones y en un lugar así fue muy movilizador».
Por último hago un para técnica por la tienda, que también se encuentra abierta y permite el ingreso de hasta tres personas por vez, en busca de un catálogo que quiero desde hace meses. A pesar de que todo se siente igual a la vez distinto, me despido hasta la próxima, energizada y feliz de volver a estar rodeada de arte.
Galería: