Maleva en Euskadi: un recorrido surfero por la alucinante costa «guipuzcoana» en el País Vasco

Los pueblos más onderos, rincones naturales increíbles, un paraíso foodie (¡de las tapas, desde ya!) y olas majestuosas para practicar surf/Desde la legendaria playa surfera de Zarautz hasta Mundaka con su ola de cuatrocientos metros de largo/Además: unas formaciones rocosas únicas que hay que conocer y la increíble escena gastronómica de San Sebastián

El mar azul profundo y las olas (famosas en toda europa) de Zarautz. Esta foto espectacular es gentileza de Carles Rabada.

Maleva en Euskadi: un recorrido surfero por la alucinante costa «guipuzcoana» en el País Vasco. Por Caro Cerimedo (desde España).

Big Data lo dijo: España verde fue el boom del verano. Así lo demuestran las cifras obtenidas a partir los celulares de viajeros (anonimizados) recogidas en todos los municipios del país ibérico. Este verano, en cantidad de visitantes, los destinos bañados por el Cantábrico (Galicia, Asturias, Cantabria y Euskadi) registraron aumentos porcentuales de dos dígitos, según las señales de telefonía celular registradas. Seguimos la tendencia y con MALEVA nos vamos al País Vasco.

Un poquito locales: la calle República Argentina en San Sebastián

«Dejamos la capital de Guipúzcoa para avanzar por sus 86 kilómetros de costa: una sucesión de acantilados, playas bravas y pueblecitos pesqueros, frente a un mar azul que choca con colinas verdes. A 40 minutos de San Sebastián emerge Zarautz, la meca del surf guipuzcoano, y uno de los mejores points de Europa. Olas constantes durante todo el año, aunque su mejor momento es ahora: ¡entre octubre y marzo!»

Por el Cantábrico en cuatro paradas. Un recorrido para descubrir el paraíso foodie y sus enclaves surferos. Los pueblos más onderos de la Costa Guipuzcoana y rincones naturales alucinantes de Euskadi. Una ruta que une tabernas, villas marineras, ermitas, paisajes mágicos, murales a surfistas, faros y esculturas de pescadores.

 

1) Festival de pintxos por San Sebastián y GastronomiKa 2020

Foie de rape, huevas de merluza, popurrí de almejas” leo en el espejo, que también está intervenido con unos tentáculos rojos fabulosos en Hemeretzi, el bar para probar pulpo, mariscos y pescado en tapas diferentes. De mercado: si no te va lo del menú QR podés elegir directo del expositor, que hoy tiene lenguado, ostras, navajas y percebes. Escupiñas. Zamburiñas. Alucinada con la variedad. Voy por más y me siento en la terraza de Gandarias, un clásico para pedir pintxos en una taberna con muros de piedra. Me sirven un txakoli y risotto con Idiazábal. Este combo me trae de lleno al destino que estoy visitando. Un vino blanco tradicional que se servía en los propios caseríos con viñedos donde se elaboraba. Un queso con denominación de origen para proteger y garantizar la calidad de este producto hecho en el País Vasco.

Para comer tapas de autor en un lugar con «ambientillo», A Fuego Negro nos tiró un amigo local. Fuimos. Buenísimo el tartare de bonito y sandía. Makcobe o mini-hamburguesa de carne wagyú. Pastrami kasero de Euskaltxerri y una buena selección de vinos de la región por copa. La que va es hacerse de las mesitas de la entrada de este bar modernito del casco viejo y escuchar un poco de euskera, la lengua viva más antigua de Europa.  

La barra de pintxos es una parte importante de la identidad vasca, una experiencia que hoy se adapta a la situación pandémica para cumplir con las normas sanitarias vigentes y nuevos códigos sociales anti-Covid19 (horarios especiales, aforos, campanas en la barra para proteger las tapas frías, distancias, más espacios exteriores). “Una parte muy importante de la gastronomía local, sobre todo de los bares, es juntarse las cuadrillas, entre amigos, y pedir raciones para compartir. Unas cañitas para todos. Unos calamares. Unas croquetas. Unas patatas. Entre muchos. La tradición cultural es esa. La alegría de las barras de los bares. Hoy lo que sucede no tiene nada que ver con esos tumultos, con lo que pasaba en estas fechas el año pasado. Mirar desde la cocina la barra y verla vacía es desolador. La «vidilla» que tiene un bar, haberla perdido por ahora me entristece, es parte de nuestra cultura gastronómica que espero podamos recuperar.

«Ojalá podamos volver pronto a lo que conocíamos como barra de bar”, dijo Paul Arrillada -chef dos veces campeón de pintxos –  en la primera jornada de San Sebastián Gastronomika 2020, desde Bar Zazpi. “Hace 7 años que nuestro gastrobar funciona, y esperamos que pueda seguir evolucionando. La vida sigue y hay que actualizarse. Así como no nos quedamos en el huevo con mayonesa, que es un pintxazo. Le dimos una vuelta a la barra fría con bocados variados, y para la creación de los calientes, nos basamos en el producto local, que ya está en la memoria gustativa de los guipuzcoanos, los sabores que la gente reconoce como nuestros, y que son la base de la gastronomía de la ciudad y de Zazpi. Siempre tratamos de sacarle el mayor rendimiento al producto. Mantener su textura y su sabor”. Con matices enriquecedores. En presentaciones vanguardistas. Salen unos chipirones a la plancha con cebollas confitadas con cacao y especias. Más una pincelada de tinta que nos indica que estamos en Euskadi. El punto de acidez es un aire de naranja. 

Si nos vamos a la alta cocina, País Vasco es un País Culinario. Tiene la mayor concentración per cápita del mundo de estrellas Michelin, con 32 estrellas en 23 restaurantes en diferentes zonas de esta comunidad autónoma en el norte de España. Además, en el mítico listado de los 50 mejores restaurantes del mundo 2019 hay 5 restaurantes de País Vasco dentro de los 32 primeros puestos, concentrados en un radio de 50 kilómetros. Aplausos para el Asador Etxebarri (3º), Mugaritz (7º), Azurmendi (14º), Elkano (30º) y el Nerua (32º). Con grosos como ellos nos podemos encontrar en San Sebastian Gastronomika, un eventazo que en su edición XXII congregó a Martín Berasategui, Hilario Arbelaitz, Juan Mari Arzak y muchas otras personalidades en un debate sobre el futuro de la cocina y su rol en la sociedad. La importancia del territorio y la responsabilidad ambiental. 

Otra de las famosas fechazas culturales de San Sebastián es el Festival Internacional de Cine de Donostia, que este año inauguró con la peli que se filmó aquí el verano pasado: Rifkin’s Festival –cuando Woody Allen volvió a rodar en España, a más de una década de Vicky, Cristina, Barcelona. La playa de la concha, el hotel María Cristina, el Kafe Botanika, el impactante restaurante Mirador de Ulía son algunos de los highlights de la ciudad que aparecen en la trama. “No le importa si son turísticos o muy visitados mientras sumen a la historia”, sostuvo el director de producción, Bernat Elias. Es un flash ver la ciudad pre-Coronavirus en la pantalla grande. 

2) Zarautz: cultura surfera todo el año

Dejamos la capital de Guipúzcoa para avanzar por sus 86 kilómetros de costa: una sucesión de acantilados, playas bravas y pueblecitos pesqueros, frente a un mar azul que choca con colinas verdes. A 40 minutos de San Sebastián emerge Zarautz, la meca del surf guipuzcoano, y uno de los mejores points de Europa. Olas constantes durante todo el año, aunque su mejor momento es ahora: ¡entre octubre y marzo! Para todos los niveles, con escuelas y rentals de equipos. Buen nivel de surf, tamaño de olas y ambiente en el agua. También en el glamping que está genialmente ubicado, para los que quieren estar lo más cerca posible del agua con unas vistas impresionantes y deck propio. El camino que baja a la playa es hermoso y me lleva hasta una zona de dunas junto a la desembocadura del río Iñurritza. Una pasarela recorre este biotopo protegido. Después de un campo de golf frente al cantábrico, un paseo marítimo con terrazas y restaurantes. Hay que sentarse en lo de Arguiñano y tomarse una sopa de pescado mirando el mar y los 2.500 metros de playa -la más larga de Euskadi- entre los acantilados de Santa Bárbara y Mollarri. 

Según un estudio de la consultora Kido Dynamics -especialistas en big data, machine Learning y social physics- los mayores aumentos porcentuales de turistas en País vasco durante este verano atípico se han registrado en esta playa, también llamada la fábrica de los cracks del surf. “Zarautz siempre fue surfero”, se escucha por aquí. 

A 10 minutos, Getaria, con su puerto y la iglesia gótica, tan peque y con un gran museo: Cristóbal Balenciaga, para conocer el legado del diseñador en su localidad natal. Hasta el 5 de febrero 2021 está la expo Moda y Patrimonio: un diálogo casi imposible entre lo efímero y lo permanente, que sin embargo es una conversación constante en Balenciaga.

3) ¿Qué es un flysch?

Continuamos hasta Zumaia, donde empieza el flashero Geoparque Unesco de la costa vasca: 13 kilómetros de formaciones rocosas espectaculares. Un juego de texturas y reflejos que crea la marea cuando sube y baja, muy zarpado. La geología es el alma de este escenario natural que en sus capas expone millones de años de la Tierra, en una secuencia de estratos de roca que se abren como si fueran las varillas de un abanico plegable. La historia del flysch arranca cuando el primitivo y estrecho Mar Cantábrico se abre y se profundiza. En estas hojas de piedra se puede leer la extinción de los dinosaurios y el gran calentamiento climático del Eoceno. Hay múltiples senderos y miradores. En sus parajes rurales y urbanizaciones, el geoparque exhibe más: un patrimonio arquitectónico de palacios, iglesias y ermitas. La secuencia de flysch se continúa casi a lo largo de todos los acantilados hasta Mutriku. En esta zona, las playas son Sakoneta, una cala salvaje situada en Deba, ideal para ver de cerca el flysch y perderse entre sus “porciones de roca”. 

Y Saturrarán, una cala dorada en la frontera vizcaína, entre dos peñascos. 

4) Mundaka y su «im pre sio nan te» ola izquierda (¡cuatro metros de altura y cuatrocientos de largo!)

Entramos en la provincia de Vizcaya, atravesamos Gernika-Lumo y al llegar a la Plaza de los Fueros se me pone la piel de gallina al ver su Museo de la Paz , inspirado en el trágico bombardeo que sufrió Gernika durante la Guerra Civil. Pienso en uno de los cuadros más famosos del cubismo que lleva su nombre. Lo pintó Pablo Picasso en 1937, en su taller de París, como un alegato genérico contra el terror de la guerra. Este lugar que se me aparece calmo y diminuto fue objetivo de una fuerza de ataque desproporcionada. Un contraste inexplicable que quedó simbolizado para siempre en una de las obras de arte más representativas del siglo XX.

No paramos hasta Mundaka: una estación obligada en la ruta de las grandes olas. Esta localidad que está ubicada en la Reserva de la Biosfera de Urdaibai tiene una ola muy codiciada que es un imán de surfistas y competiciones. La ola izquierda nace en la barra de Mundaka y termina en la playa de Laida, puede alcanzar 4 metros de altura y 400 metros de largo. La forma de tubo de este regalo del mar permite a los surfistas contemplar la costa inmaculada desde su interior. Por eso dicen que surfearla es una experiencia inexplicable. Para ver todo este paisaje espectacular que es el estuario con sus aves migratorias, como si fueras un drone, lo mejor es hacer el trekking que nos lleva a la ermita San Pedro de Atxarre Baseliza, el datazo panorámico. A más de 300 metros de altura, se divisa la boca de la ría, donde el río Oka tributa sus aguas al Cantábrico. Esta reserva vizcaína es la joya de Euskadi verde, con islas, montes, marismas y biodiversidad. Mirando hacia el oeste, al fondo, nos fijamos en el saliente del cabo Matxitxako, EL lugar para ver el atardecer. Vale llevar picnic y cerveza vasca. 

Seguimos hasta Bermeo, y la flasheamos con su alto ambiente marinero. Las terrazas explotan a las 5 de la tarde de un martes. La gente viste de remera azul, pañuelo y tapabocas a cuadros haciendo juego. ¿Acaso es el dress-code de la villa? Hay un espíritu festivo en el aire de este puerto pesquero. Entonces me cae la ficha: ¡es su fiesta local! La celebran con tradiciones, bebida y comida, aunque esta escena es tan suya que de verdad hoy podría ser un día cualquiera. Me acerco al monumento a los pescadores y lo entiendo todo: visitar la costa vasca es empatizar con su cultura de mar. “Ya vienen» se llama el grupo escultórico de cuatro figuras en bronce a tamaño natural que miran el horizonte y reflejan la angustia de una familia a la espera de los suyos, tras una gran tormenta que azotó la costa de Bermeo. Realizada en 2004 por Enrique Zubia, un artista local, la placa es tan interesante como la obra: “Pendientes siempre del cielo y el mar, viviendo a menudo momentos tensos y angustiosos. Luego dirán que el pescado es caro”.

Fotos: gentileza Unsplash (Carles Rebada, Jan Rojas y Oliver Sjoztrom)