Los jacarandás florecidos, con ese color violeta que parece más propio del lienzo de un pintor impresionista que de la realidad, son uno de los bellos privilegios de la primavera porteña. Están hace más de un siglo en la ciudad, gracias al enorme Carlos Thays, pero cada vez llaman la atención de más gente. Como si, aunque no sean ninguna novedad, ahora se hubieran puesto de moda. Puede que el factor determinante sean las redes sociales. Hace un tiempo una foto aérea increíble de Figueroa Alcorta (y barrios aledaños) florecida, se convirtió en una pieza súper viralizada. Los créditos de aquella imagen van para Sol Torres Zavaleta. Y ahora – en la era de Instagram – se llega al punto de que hay amigos que compiten implícitamente por ver quién agarra el primer o el más lindo jacarandá en flor, árbol que es nativo de las montañas selváticas del norte argentino, en poquísimas capitales del mundo se puede encontrar en tal esplendor y cuya explosión de color dura sólo un mes.
«Están hace más de un siglo en la ciudad, gracias al enorme Carlos Thays, pero cada vez llaman la atención de más gente. Como si, aunque no sean ninguna novedad, ahora se hubieran puesto de moda. Puede que el factor determinante sean las redes sociales.»
En foros como TripAdvisor se leen consultas de turistas tan puntuales como: “llego el 3 de diciembre y me voy el 10, ¿podré verlos florecidos?”. Además, son turistas que llegan cuando en el norte del Ecuador todavía no se cayeron todas las hojas que le dan ese toque mágico al otoño anaranjado.
El atractivo fue tomado, por ejemplo, por el Alvear Palace Hotel que subió a su página de Facebook imágenes de las calles color lavanda acentuando que esta es la mejor época para visitar la ciudad. El Malba es también otro de los eternos enamorados de los jacarandás y en su Instagram llegó a ponerlos en el mismo nivel que la exposición de Antonio Berni que alberga estos días, como si los árboles de las veredas fueran una extensión de lo que pasa intramuros.
Algunos se saben de memoria las fechas tradicionales en la que este árbol emblema empieza a florecer, mientras a otros los encuentra desprevenidos la lluvia celeste inaugural.
«El atractivo fue tomado, por ejemplo, por el Alvear Palace Hotel que subió a su página de Facebook imágenes de las calles color lavanda acentuando que esta es la mejor época para visitar la ciudad. El Malba es también otro de los eternos enamorados de los jacarandás y en su Instagram llegó a ponerlos en el mismo nivel que la exposición de Antonio Berni que alberga estos días.»
Algunos se saben de memoria las fechas tradicionales en la que este árbol emblema empieza a florecer, mientras a otros los encuentra desprevenidos la lluvia celeste inaugural.
Algunos datos formales: según el Censo de Arbolado Público Lineal de la Ciudad, con más de 11.000 es la séptima especie con más ejemplares de Buenos Aires y está en la lista del plan lanzado en 2013 que promete 70.000 nuevos árboles en diez años. Los que miramos atentos ya nos dimos cuenta de que algunos de los novatos ya están floreciendo, es que además de todo, se adaptan muy fácil a las condiciones urbanas. Habrá alfombras lilas para rato.
«Algunos datos formales: según el Censo de Arbolado Público Lineal de la Ciudad, con más de 11.000 es la séptima especie con más ejemplares de Buenos Aires y está en la lista del plan lanzado en 2013 que promete 70.000 nuevos árboles en diez años. Los que miramos atentos ya nos dimos cuenta de que algunos de los novatos ya están floreciendo.»
Noviembre es el mes para los runners. Salvo excepciones, no se sienten calores fuertes como en diciembre y la temperatura está ideal para calzarse las zapatillas, sobre todo de noche. Y es justamente en uno de los corredores más transitados que hay más jacarandás. Entre el Museo de Bellas Artes y la Av Sarmiento, nuestro “gimnasio al aire libre” por excelencia está rodeado de copas lilas tanto por Av del Libertador como por Figueroa Alcorta. Y se hace cada vez más difícil mantener esa postura de corredor de mirar siempre al frente cuando abajo de cada pisada hay un colchón celeste.
Además de las zonas de esparcimiento, algunos de los más fotografiados son los inesperados. Esos que le ponen color a escenarios que el resto del año solo se pueden relacionar con obligaciones y papeleo. Hay jacarandás altísimos en Plaza de Mayo y hasta en Plaza Miserere (¡a que éstos no los tenían!). Y ni hablar de la estrella, a metros de los Tribunales de Marcelo T. de Alvear está la Plaza Rodríguez Peña que tiene algunos de los ejemplares más altos de la ciudad y una pasarela de casi 20 metros de ancho que se baña en flores y deja algunas sobre los que la cruzan. Otro de los puntos en donde más llaman la atención es la Avenida Cabildo, con su smog y su contaminación visual, es una de las tres con mayor cantidad de árboles y eso le alegra el paseo de compras a más de uno.
«En Barrancas de Belgrano, por ejemplo, se pueden ver desperdigados por las esquinas. Son promesas de primaveras aún más celestes que vivirán las generaciones que todavía no están ni en los planes.»
Como noviembre también es el mes más intenso para los que estudian, no faltan los jacarandás que rodean la Biblioteca Nacional y se ven desde los ventanales enormes de sus salas de lectura. Más de uno se toma un recreo por capítulo para quedarse hipnotizado por las manchas celestes del paisaje.
Lo cierto es que este mes miramos más para afuera. Cuando vamos en auto, en colectivos a toda velocidad o en edificios que tienen alguno en la puerta. El efecto que causan también está marcado por el tamaño. A los gigantes primarios como los de Plaza Italia, se le suman los de estatura mediana que parecen nubes bajas que vuelan a un nivel inferior de las copas de los Plátanos y Tilos, y los recién nacidos que a veces no llegan a los dos metros pero tienen flor. En Barrancas de Belgrano, por ejemplo, se pueden ver desperdigados por las esquinas. Son promesas de primaveras aún más celestes que vivirán las generaciones que todavía no están ni en los planes.