La ficción superó a la realidad: los capítulos de la serie parecen haber traspasado la pantalla/Y siendo honestos, la «nueva normalidad» que pareciera entusiasmar a algunos no está nada buena/Ocho escenas que son el horror de la vida cuarentenal que si se quedan mucho tiempo más, estamos en problemas/Desde la vida por pantallas (y ojos reventados) hasta el triste sexo con barbijos/Además: salir de noche ¿chau para siempre?
82 días de confinamiento en Buenos Aires y un futuro (que plantean con entusiasmo algunos) no muy tentador
Black Mirror real: ocho situaciones de «la nueva normalidad» que si suceden, van a ser – admitámoslo -, un horror. Por Agustina Devincenzi.
82 días de cuarentena. 82 días sin poder abrazarnos ni tocarnos. 82 días de no poder ver a nuestra familia, amigos o pareja (o en el mejor de los casos, saludarlos a lo lejos). 82 días sin reuniones ni eventos sociales. 82 días de videollamadas y chats en reemplazo de encuentros personales.
82 días de trabajo en casa, para los que podemos hacer home-office porque no se requiere de nuestra presencia en nuestros puestos de trabajo físicos. 82 días de no compartir jornadas laborales con nuestros compañeros de todos los días. 82 días de desequilibrio de work-life balance porque el ocio y el trabajo comparten ahora el mismo espacio.
82 días cansados de estar solos o ver únicamente a las personas con las que convivimos. 82 días de entretenernos y “viajar” desde el sillón. 82 días de limitar nuestras actividades a las cuatro paredes de nuestro hogar. 82 días de escaso contacto humano, y casi nulo con la naturaleza y todo aquello que nos rodea. 82 días que alteraron nuestro modo de actuar, pensar y sentir.
Así eran nuestras vidas antes y así son ahora. Sin dudas, la pandemia impulsará cambios de hábitos que vinieron para quedarse. ¿Pero, verdaderamente, somos capaces de extinguir los que teníamos antes de que el coronavirus llegara a nuestras vidas?
Me siento dentro de “Black Mirror”
Recuerdo cuando en el colegio nos enseñaban los manuales de varias materias que el ser humano es un “animal social por naturaleza”. Una definición que me quedó grabada y hoy me resuena al momento de escribir esta nota. Paradójicamente, en las redes sociales y en los medios de comunicación proliferan, por estos días, las “ventajas” de las múltiples escenas de la vida cuarentenal. Especialistas y opinólogos se jactan de las “virtudes” de las nuevas formas de relacionarse, divertirse, aprender, trabajar y, en definitiva, vivir. Aseguran que, superada la emergencia sanitaria, muchos de estos esquemas se instalarán y sustituirán a los anteriores, convirtiendo a nuestras vidas en un transcurrir frívolo, distante y antisocial.
Por mi parte, desde hace 82 días me siento inmersa en la célebre serie futurista “Black Mirror”. Una ficción con incisivas historias que muestran un futuro no tan lejano (que parecería haberse convertido en presente), en donde la tecnología y la naturaleza humana llevan a escenarios distópicos y perturbadores. Al igual que en sus capítulos, mi rutina es un loop desde el 20 de marzo. Los límites entre el tiempo y el espacio se vuelven difusos y todos los días parecen ser iguales. Los fines de semana prácticamente no difieren de las semanas y se reducen a determinadas actividades programadas.
El creador de “Black Mirror”, Charlie Brooker, tenía pensado realizar una sexta temporada, pero suspendió sus planes y no sabe si los reanudará. En entrevistas con medios londinenses, aseguró que el “2020 es un año demasiado parecido a cualquier episodio de la serie”. “Los espectadores no están preparados para digerir una nueva temporada en este momento. El mundo no necesita historias de sociedades que se desmoronan”, afirmó. La realidad le ganó a la ficción: los capítulos parecen haber traspasado la pantalla.
Ocho cambios del horror que ¿podrían instalarse en la era post-pandemia?
1) Primer horror: chau saludos afectuosos y sexo con barbijos
Seamos honestos: no está nada bueno imaginar que no podremos más besar ni abrazar a nuestros afectos, e incluso ni siquiera darle la mano a un conocido. Los que manejamos niveles de intensidad elevados con las personas que queremos lo sufrimos más. Debemos evitar el contacto físico durante un tiempo porque corremos riesgo de contagiarnos (¡por eso nos aislamos!), pero ¿en serio, concluida esta situación atípica, tendremos que erradicar los saludos “toquetones”? ¿Nos transformaremos en seres más “fríos”, siendo los argentinos, culturalmente, personas más “cálidas”?
En “El libro de los abrazos”, Eduardo Galeano plantea que “el sistema que no da de comer tampoco da de amar: a muchos los condena al hambre de pan y a más condena al hambre de abrazos”. Este voraz “apetito” se hizo notar en el aumento de las videollamadas realizadas en la cuarentena, como modo alternativo de contacto.
Hace unos días, la Organización Mundial de la Salud sugirió “nada de abrazos ni besos hasta que no haya una vacuna”. ¿Y si la vacuna no se inventa? ¿O tarda en aparecer? Además, un grupo de médicos de Harvard publicó una serie de recomendaciones para las relaciones sexuales, que, según el cuerpo de científicos, podrían tenerse en cuenta también ¡en el futuro! Entre ellas, se destaca el uso de barbijos. La práctica del sexting creció, pero no hay nada como los ansiados encuentros cara a cara, sin estar mediados por la tecnología.
2) Segundo horror: home office para todos (burn out y estrés asegurado)
Aunque en muchos países (incluido el nuestro) el teletrabajo no era frecuente antes del brote del virus, ahora se convirtió en el nuevo paradigma del mundo laboral y hasta se piensa en darle un encuadre legal. Algunas empresas ya decidieron que, terminado el aislamiento obligatorio, migrarán al home-office de forma definitiva: el personal deberá desempeñar sus tareas de forma remota. Ejemplo de ello es Twitter: le ofreció a sus empleados trabajar en sus casas “para toda la vida”, aunque en este caso les dio la posibilidad de elegir si así lo desean.
Los empleadores se ahorran un montón de gastos al tener a sus colaboradores cumpliendo sus funciones desde sus casas, pero trabajar in-house es mucho peor: las jornadas laborales son eternas, es difícil desconectarse, no hay interacción física con los demás miembros del equipo, y uno tiende a terminar exhausto.
Un estudio de la Universidad Siglo 21 refleja cómo afecta la salud mental: aumentó un 5% el agotamiento por burn-out (el síndrome de estrés laboral crónico), se acentuó la tendencia a la depresión y la ansiedad, y creció el cansancio por la falta de un descanso reparador. Si a futuro así será el entorno laboral… ¡qué poco grato será trabajar!
3) Tercer horror: una vida fría, robótica y con ojos destrozados a través de las pantallas
Antes de la pandemia, apenas se conocían las apps de videollamadas como Zoom. Ahora, son el punto de encuentro virtual para charlar, festejar, trabajar y aprender. No hay aspecto que no esté atravesado hoy por las pantallas de celulares, computadoras y televisores. Conversaciones (con familiares, amigos y novios), cumpleaños y casamientos, sesiones de terapia psicológica, reuniones de equipos de trabajo, lectura, series, películas, cursos, hasta recorridas 360° por museos, ¡viajes!, (ya que se pueden “visitar” sitios emblemáticos a través de la web)… y la lista sigue. 24/7 frente a aparatos que, así como se convirtieron en objetos irremplazables y altamente valorados, también son nuestros peores enemigos.
Alienantes y adictivos, generan fuertes dolores de cabeza y pese a los tantos filtros de protección hacen mal a la vista. Incluso a la piel, que por la exposición a la luz se reseca. Reproducen en el terreno digital la experiencia, pero la réplica no le llega ni a los talones a la vivencia real.
4) Cuarto horror: clases virtuales para todo (chicos con ansiedad y vigilados por cámaras, familias enloquecidas)
Colegios, facultades, institutos de cursos, hobbies e incluso el gimnasio. Todos recurrieron a las clases online para sostener la educación en tiempos de Covid y evitar que peligre su continuidad. ¿Se transformará este ensayo de aula virtual en la nueva realidad?
Aunque se la presenta como el “modelo futuro” de enseñanza (en parte, para no admitir que el de 2020 se trata de un ciclo lectivo perdido), para muchos la educación online es una desgracia, una exposición absurda e innecesaria y un experimento forzado sin una verdadera planificación. Hace unos días, un amigo que es padre me contó que el colegio de sus hijos (de 6 y 12 años) los obligan a prender la cámara para asegurarse de que se encuentran prestando atención a las clases. También, una amiga madre se queja a diario de que a su hija no le mandan nunca tarea y, si lo hacen, se la piden de un día para otro y tardan un montón en corregirla. “Son pocos los maestros que se manejan bien con la tecnología. Muchos no tienen ni idea de cómo usar estas plataformas. Y ni te digo lo que es el chat de padres. Un bombardeo constante de información”, repite constantemente. ¿Dónde se creará la interacción social si dejan de lado las clases presenciales?
5) Quinto horror: aislamiento social para siempre
El aislamiento no se limita al círculo íntimo. Ya nos acostumbramos al distanciamiento social con vecinos y desconocidos también. Para subirse al ascensor, hay que hacerlo de a uno. Los viajes en transporte público también mantienen la distancia. En las colas para hacer compras, hay al menos dos metros de separación. Lo mismo en los supermercados: entran unos pocos e ingresan otros en la medida en que salen los primeros.
Las calles fueron señalizadas, unas se hicieron peatonales y otras hasta cambiaron de dirección para garantizar que haya más espacios por donde caminar, que no se limiten solo a las veredas. Hasta para correr hay que estar alejados. ¡Habrá que mantener la velocidad y el trote para no pegarse!
6) Adiós para siempre, vida nocturna
Los eventos masivos serán las últimas actividades en retomarse. La vida nocturna tardará en regresar. Atrás quedaron los bares y boliches colmados hasta el amanecer. ¿Cómo será ir a tomar algo o salir a bailar con protocolos anti-Covid?
Ahora, la onda son los “after home” y las salidas online. Fiesta Bresh es uno de los hits de la cuarentena. La discoteca virtual es la última sensación en Instagram y hace bailar a más de medio millón de personas todos los sábados en sus live, con DJ´s que pasan temas musicales de distintas épocas desde sus casas, un comunity manager que fija comentarios destacados y setea filtros, y celebrities que participan. Como la Bresh, surgieron otras fiestas virtuales: en la escena local, la de Plop! es de las más conocidas, junto con Fiesta Mala, y en los Estados Unidos sobresale la de Club Quarantine, con vivos que cuentan con la asistencia de Drake, Rihanna y Michelle Obama, entre otros famosos.
Cuando me sumé un par de sábados a la Bresh, noté comentarios de usuarios que me llamaron la atención. “Está buenísimo bailar en pantuflas y pijama”, “Ya no me tengo que arreglar ni maquillar, estoy cómoda así”, “Esto es lo más, nadie te ve” y “Ni loca vuelvo a hacer fila para entrar a un boliche muerta de frío. Dame Bresh at home siempre” fueron algunos de los más significativos. ¡Aguante ponerle ritmo a la cuarentena! Pero, más adelante, si todos piensan como estas personas, ¿entonces chau boliches, chau chamuyo y chau conocerse en persona?
7) Séptimo horror: salir a comer ya no va a tener la mística de la hospitalidad que siempre tuvo
De cara a la flexibilización de la cuarentena, los comercios gastronómicos idearon cómo serán los “restaurantes del futuro”. En países de Europa ya están en marcha. Mesas distanciadas (y menos cantidad), numerosas instancias de protección y medidas de seguridad reforzadas en cada procedimiento. En algunas ciudades, los comensales tienen que ir con barbijos y se los pueden sacar únicamente al momento de comer o beber. Luego, deben colocárselos de nuevo.
¿Corre riesgo de desaparecer la experiencia de sentarse a comer y ser agasajado con la mística de la hospitalidad de los chefs? ¿El take-away y el delivery le ganarán a los salones?
8) Octavo horror: protocolos infinitos (e insoportables) para viajar
El turismo también se reinventará. Los viajes ya no serán como eran antes del coronavirus. El Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC) elaboró protocolos globales de prevención sanitaria para aeropuertos y aerolíneas, que incluyen medidas de seguridad, procesos de desinfección y una mayor limpieza, como así también el uso de herramientas tecnológicas para evitar al máximo el contacto humano y garantizar, claro, el distanciamiento. Habrá que llegar antes al aeropuerto para atravesar las tantas instancias de control que habrá, con más trámites online y menos caminata por las cabinas.
En un principio, se habló de dejar asientos libres en los aviones. La idea no les gustó nada a las líneas aéreas, ya que significaría para ellas una pérdida de ganancias si se tiene en cuenta que viajarían menos pasajeros. Así y todo, debieron replantearse cómo serán los vuelos una vez que se reabran las fronteras. En el país, Aerolíneas Argentinas ya presentó su propio protocolo, mientras que Turkish y Emirates ya implementaron los suyos en los destinos a los que ya vuelan en Europa y Asia.
El mundo que nos espera es incierto y desconocido. La “nueva normalidad” nos conducirá, probablemente, a una realidad sin retorno, en la que seremos seres más tecnológicos, fríos y mecánicos. ¿Y menos felices?
Fotos: gentileza Unsplash (PH Adrien Olichon – Annie Spratt – Edwin Andrade – Jean Philippe Del Berge – Leonardo Yip – Roozbeh slami – United Nations Covid Reponse – Yuris Alhumaydy)