Entre túneles de árboles y casonas espléndidas, una caminata para saborear la versión más pintoresca de este barrio cuando se flexibilice la cuarentena. Además: paradas geniales en cafés con mesitas en la vereda, jardines secretos y patios para tomar vino. Cinco etapas para pasear a pie/ Nota en primera persona
La Glorieta de Barrancas, spot tanguero e ícono de este parque. Detrás, las enormes torres belgranenses
«Belgrano para patear después del encierro: mi recorrido personal, al aire libre y con datos jugosos de mi barrio que adoro». Por Vicky Guazzone di Passalacqua. Fotos: Rodrigo Mendoza, Santiago Eneas Casanello.
Nací y me crié en Belgrano. Excepto algunos pocos años en la elegante pero siempre ruidosa Recoleta, viví toda mi vida en este barrio del que amo sus árboles, su luz, sus torres retro y sus orgullosas casonas aún en pie. Viví toda la vida acá pero aún lo aprecio, respirándolo hondo cada vez que piso la calle, disfrutando el sol tibio e intermitente en la cara a través de sus túneles arbolados, muchas veces sola en mi caminata a través de sus veredas anchas. Adoro este barrio en todas las estaciones pero especialmente en otoño, cuando la generosidad de su naturaleza muta de verde a ocre, amarillo y rojo, sorprendiendo la mirada en cada cuadra. Y aunque desde mi balcón puedo otear las barrancas, me pega fuerte en la nostalgia que este encierro nos haya robado el otoño al aire libre. Por eso, y a la espera de que pronto esto pueda flexibilizarse y de poco volver a caminar la ciudad, aquí va mi recorrido para MALEVA por las calles (y algunas propuestas) más lindas de Belgrano, el amor geográfico de mi vida.
«Viví toda la vida acá pero aún lo aprecio, respirándolo hondo cada vez que piso la calle, disfrutando el sol tibio e intermitente en la cara a través de sus túneles arbolados, muchas veces sola en mi caminata a través de sus veredas anchas. Adoro este barrio en todas las estaciones pero especialmente en otoño, cuando la generosidad de su naturaleza muta de verde a ocre, amarillo y rojo, sorprendiendo la mirada en cada cuadra…»
1) En subida y para empezar: una abadía mágica, uno de los pasajes más lindos de la ciudad, y casas históricas e imponentes
La intersección de Luis María Campos y Maure es el punto de partida. Allí vislumbrarán un empedrado en subida y un frondoso túnel de árboles, todos amarillos por esta época. Y del lado de la cuadra que se ubiquen, el paseo será igual de agradable. Es que mientras en una esquina reposa el colegio Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, con su admirable capilla de estilo gótico, en la otra se emplaza la parroquia San Benito Abad, en permanente construcción y de estilo románico moderno. Y así, la caminata comienza custodiado por ambos íconos, para seguir luego cruzándose con las más espléndidas casas, armoniosas en su convivencia a pesar de los distintos aires.
Dos cuadras más adelante se encuentra el pasaje Malasia, una joyita absoluta de la ciudad. En 100 metros reúne las fachadas más clásicas con las más eclécticas, en una interesante reinterpretación de estilos arquitectónicos “a la argentina”. Al finalizar esta cuadra espera Gorostiaga, tan brillante en sus hojas ocre como elegante. Apenas un edificio bajo altera la paz, el resto son casas imponentes particulares y de embajadas, desde la de Croacia a la residencia del embajador alemán.
2) Entre libros y cafés belgranenses espléndidos (por favor, prueben una porción de torta de Maru Botana sentados en una mesita al sol de otoño en la vereda)
Si ya están con un poco de sed, conviene doblar por 11 de septiembre y llegar casi hasta la esquina con Olleros. Allí está uno de los locales más lindos de Maru Botana. No es nada revolucionario recomendarlo, pero créanme si les digo que sentarse al solcito en una de las mesas de afuera (algo que también sea uno de los pocos permitidos cuando se empiece a flexibilizar el aislamiento) y pedirse una porción de alguna torta bomba y un café será un viaje de ida.
Luego, el recorrido puede seguir subiendo por Olleros hasta 3 de febrero. Ahí se van a encontrar con Letras & Corcheas, la librería para chicos más linda del país. Con la selección de títulos más minuciosa y una decoración digna de cuento (hay hasta un salón abajo con un piano de cola, visible a través de un enorme ventanal en el piso), es un espacio para quedarse horas y hasta tentarse para uno mismo – el diseño supera toda clasificación de edad -.
Si no pararon en Maru (o no consiguieron mesa afuera) recomiendo hacer un pequeño pit stop en Mada Patisserie, sobre 3 de febrero camino hacia Federico Lacroze. Ahí pueden pedir un cuadrado para llevar, idealmente de brownie o coco, una cookie o un macaron. Aunque todo es riquísimo, estas opciones van a acompañar bien en el resto de la caminata.
3) Una paleta de lujo: cuadras pintorescas, robustos robles, torres icónicas y hasta una tienda de moda de autor
La propuesta continúa por 3 de febrero hasta Teodoro García. Ahí deberíamos doblar y volver a “bajar” por algunas cuadras. Es que son metros muy pintorescos, que combinan esas torres retro de las que hablé antes con casas encantadoras que aún resisten y una panorámica fantástica de plátanos altísimos. Apenas cruzando 11 de septiembre se cuela la posibilidad de buscar alguna prenda de diseño de autor en Petite M, una marca independiente que se destaca con sus estampas plenas de arte y gracia.
El recorrido sigue por Teodoro hasta doblar en Arribeños, en mi opinión una de las calles más lindas de Belgrano. Acá, hacia mitad de cuadra pueden sacar una gran postal de otoño: justo en la puerta del colegio Arlene Fern se erigen orgullosos varios robles que en estos días de otoño parecen ir en degradé de colores, del verde al rojo.
La premisa ahora es seguir por Arribeños hasta Virrey del Pino, donde empiezan para mí sus metros más pintorescos. Como las dos siguientes cuadras finalizan directamente en la plaza de Barrancas, suelen ser menos transitadas y por ende más calmas. Aquí hay algunos de los exponentes más elegantes de torres viejas de Belgrano, como una sin firma a la vista (aunque de aires casi brutalistas), con grandes piletones y vigas en V al frente.
4) New York en Buenos Aires: llegar a la Barrancas de Belgrano (¿sabían que su Estatua de a Libertad es del mismo escultor que la de Nueva York, y encima es más antigua?)
Apenas se acaba Arribeños (o en realidad se pone en pausa, porque continúa del otro lado de la plaza) empiezan las famosas Barrancas de Belgrano. Archiconocidas por su glorieta, pero tal vez no tanto por su pequeña réplica de la Estatua de la Libertad, visible en esta manzana del parque con solo hacer unos pasos hacia la derecha tras subir las escaleras. Realizada por el mismo autor que la original de Nueva York, el francés Frédéric Auguste Bartholdi, fue inaugurada incluso antes que aquella. El detalle es que esta solo mide tres metros.
Y claro, aunque seguro la vieron mil veces, siempre viene bien caminar una cuadra más y animar unos pasos sobre el damero blanco y negro de la glorieta. Para los que no se animen, bastará mirar a alguna otra pareja; a todas horas del día las hay practicando algún baile. Su mejor foto, sin embargo, está alejándose unos metros hacia abajo en la barranca: es la glorieta vista de lejos, belleza anacrónica entre las altísimas torres que se erigen sobre el verde.
5) Terminar en un jardín andaluz: y cuando se haga de noche tomarse una copa de vino al aire libre en un patio secreto
Para finalizar el recorrido, hay que llegar hasta la avenida Juramento. Una vez allí, subir hasta Vuelta de Obligado, donde justo en la esquina está el Museo Larreta, un edificio colonial por el que seguro pasaron mil veces por delante pero probablemente nunca entraron. Y sean o no amantes del arte, su jardín fascina a todos por igual. De estilo andaluz y único en su tipo en Sudamérica, combina senderos de palmeras, baobabs, una glicina centenaria y otros árboles tropicales con fuentes, esculturas y mayólicas. Si tienen mucha suerte, esta caminata puede terminar hacia la nochecita, y tal vez llegar justo a tiempo para alguno de los interesantes eventos que suelen organizarse en el jardín, desde cine al aire libre hasta catas de vinos. Si no es el caso, bien pueden cruzarse hasta Croque Madame, anexado al museo, y disfrutar algún trago y copetín aún con vista al verde y bajo la luz de las velas. Si para este momento no se enamoraron de Belgrano, perdón pero no tienen corazón.
Fotos: la de Maru Botana es gentileza Maru Botana dulce y salado y la del Jardín Andaluz es gentileza Flick R Creative Commons