Buenos Aires es enorme, pero los que la habitamos y la caminamos sentimos que la conocemos casi entera. Cuando le preguntamos a alguien a dónde vive, no podemos evitar hacernos el mapa mental y arriesgar exactamente de cuál edificio o casa está hablando. Por esas razones es que una propuesta como 48 Open House Buenos Aires, un festival de arquitectura y urbanismo que también se realiza en otras 20 ciudades del mundo, agota sus cupos a pocos días de la inscripción llamando la atención de casi 18.000 personas.
¿De qué se trata? De un fin de semana en el que 80 edificios porteños se abren al público, dándonos la posibilidad de conocer la ciudad desde adentro, de la mano de quienes le dan ese valor que el resto del año solo podemos apreciar desde afuera.
«De la oferta que incluyó grandes emblemas como el Edificio del Diario La Prensa o el Palacio Barolo y hasta recorridos guiados en bici por Palermo, elegimos tres construcciones modernas. El objetivo de Open House, y su gracia, es fomentar la arquitectura contemporánea. Sacarnos un poco de la obvia apreciación de los palacetes franceses para enamorarnos con construcciones pensadas para ser vividas en este siglo.»
De la oferta que incluyó grandes emblemas como el Edificio del Diario La Prensa o el Palacio Barolo y hasta recorridos guiados en bici por Palermo, elegimos tres construcciones modernas para traer una crónica completa para que no se quieran perder la edición de 2015 bajo ningún punto de vista.
El objetivo de Open House, y su gracia, es fomentar la arquitectura contemporánea. Sacarnos un poco de la obvia apreciación de los palacetes franceses para enamorarnos con construcciones pensadas para ser vividas en este siglo.
La primera que recorremos es Myhouse, un PH construido en una antigua casa chorizo de Palermo (ahora Soho) de 1904. ¿Qué mejor manera de hacer la transición pasado-presente que por uno de esos pasillos larguísimos y centenarios? La arquitecta y dueña de esta casa, Verónica Copola, es quien nos abre la puerta y antes de ponerse a hablar de cómo aprovechó el espacio y los materiales, ofrece torta de chocolate, bebidas y budín. Es que esa familiaridad también es una parte fundamental de Open House, una experiencia educativa, chusma y acogedora a la vez.
Entre suspiros, la arquitecta cuenta que pasar el día recibiendo gente es muy intenso pero no parece haber perdido las ganas de contar, que no es poco, ya que esto no es una visita guiada de museo en loop. Cada grupo recibe atención personalizada. Los 30 metros que separan la puerta de entrada de Myhouse crean un micro clima, a pesar de estar ubicada en una de las zonas más recorridas del Soho. Verónica y su familia llegaron a la casa en 2004 cuando estaba abandonada y el potencial los encantó desde cero, cuenta: “cuanto más roto, mejor. Para mí era Disney”.
«La primera que recorremos es Myhouse, un PH construido en una antigua casa chorizo de Palermo (ahora Soho) de 1904. ¿Qué mejor manera de hacer la transición pasado-presente que por uno de esos pasillos larguísimos y centenarios? La arquitecta y dueña de esta casa, Verónica Copola, es quien nos abre la puerta y antes de ponerse a hablar de cómo aprovechó el espacio y los materiales, ofrece torta de chocolate, bebidas y budín.»
Mientras sus hijas toman el té, nos detalla cómo llegó a pensar cada espacio, desde la cocina en la que todo es negro, tanto la espumadora de la leche como la heladera pasando por los azulejos, hasta el entrepiso que como baranda tiene un mueble hecho con puertas de madera de tableros de electricidad reciclados de otro edificio. En tres pisos, que culminan en una terraza que ocupa la planta entera, todo está pensado para ser funcional y agradable a la vista, que nada rompa la armonía pero tampoco pase desapercibido. Los espacios se integran gracias a los tres elementos fundamentales, el hormigón, el hierro y la madera, y no cabe duda de que hacer la casa propia requiere tanto o más esfuerzo a la hora de pensar que a la hora de construir. “Nada es standard”, concluye Verónica y nosotros lo confirmamos cuando salimos por la puerta de entrada y volvemos al mundo chillón de Palermo.
La segunda parada es el Edificio Pasaje Cabrer, que más de uno debe ubicar por su imponente fachada de enredadera sobre enigmáticos barrotes de metal perforado y oxidado, una pieza única de 7 metros por casi 9. Entre los que se sumergen en la construcción del Estudio AFRA, se percibe esa sensación de entrar tras bambalinas a una función de teatro. Lo primero que llama la atención es el patio que separa los barrotes de la construcción, favoreciendo la privacidad y ampliando el límite entre la vereda y las habitaciones, y el hecho de que los cuartos son lo primero que se atraviesa al entrar.
«Andres Gomez, arquitecto uruguayo parte del estudio que construyó su casa en 2011, está en el primer balcón explicando cómo la vista organizó el programa de planeamiento. Opuesto a lo que pasó con la ciudad entera, que le da la espalda al río, el Pasaje Cabrer prioriza mirar para afuera.»
Andres Gomez, arquitecto uruguayo parte del estudio que construyó su casa en 2011, está en el primer balcón explicando cómo la vista organizó el programa de planeamiento. Opuesto a lo que pasó con la ciudad entera, que le da la espalda al río, el Pasaje Cabrer prioriza mirar para afuera. Tanto en la terraza del último piso como en la que está pegada a la sala de estar y casi la iguala en tamaño. “Así se piensan las construcciones en lugares de playa, por ejemplo. Los exteriores bien aprovechados hacen que se sienta mejor el lado interior”.
El último stop de la tarde es a pocas cuadras del pasaje y también fue construido por el Estudio AFRA, el Edificio Uriarte 1719. Además de recorrer la planta baja con su pileta y jardín, podemos subir a uno de los dúplex que pertenece al arquitecto del estudio, Pablo Ferreiro. A simple vista, se pueden notar semejanzas con la construcción anterior, a pesar de que éste se hizo hace más de una década. La impresión general es que la prioridad es la amplitud de los espacios y que éstos no solo miren hacia afuera, sino que aprovechen ese exterior. Ferreiro nos recibe con Gustavo Cerati de fondo, ofrece gaseosa y cuenta que al escuchar sobre la primera edición de Open House, él mismo mandó una carta felicitando y ofreciéndose para mostrar su casa, si es que ésta pasaba el casting de los curadores. Una situación que se vio en más de un caso, según nos cuentan los organizadores.
«Ferreiro nos recibe con Gustavo Cerati de fondo, ofrece gaseosa y cuenta que al escuchar sobre la primera edición de Open House, él mismo mandó una carta felicitando y ofreciéndose para mostrar su casa, si es que ésta pasaba el casting de los curadores.»
El último piso del departamento, con una pileta larga que recibe el sol todo el día, tiene una de las mejores vistas del atardecer y llegamos justo a tiempo para apreciarla. “Se perdieron los sándwiches de chorizo y la cerveza”, nos aclara el anfitrión que ya se puede relajar con los voluntarios y los últimos chusmas que llegan agotados de la gira por el interior de Buenos Aires.