Crónica en primera persona desde un país con cientas de experiencias inolvidables / Desde los atardeceres más coloridos hasta una gastronomía tan exótica como deliciosa / Playas paradisíacas, templos con una energía increíble y rituales asombrosos / ¿Qué cosas no puede dejar de hacer ningún turista en esta coordenada del sudeste asiático?
Además de playas paradisíacas, Tailandia es un universo de experiencias increíbles y una cultura vibrante
Maleva en Tailandia: Ocho razones (comprobadas «in situ») por las que este destino te va a volar la cabeza
En este momento escribo esto con un poco de fiebre en Buenos Aires. Esa sensación de estar como elevada y con cierto calor en el cuerpo me lleva directo a las altas temperaturas tailandesas, que traspasaban la barrera de lo imaginable, como todo lo que me rodeó en ese lugar. Tras veintisiete horas de sobrevolar continentes, en un portal fuera del tiempo en el que no sabés exactamente si es hoy, ayer o mañana, te depositan en Bangkok para dejar que empiece el show: una serie de estímulos tan calurosos y maravillosos que se imprimieron en mí y me dejaron con sed de aún más, por eso necesito al menos expresarlos. En MALEVA les contamos las razones por las cuales este magnífico país me voló la cabeza:
1) POR LOS ATARDECERES: LOS MÁS NARANJAS, VIOLÁCEOS Y ROSAS QUE VI EN MI VIDA
Desde un buque transatlántico de hierro gigante con letras chinas – que parecía extraído de la película Vida Subacuática – podías ver al sol caer en diferentes instancias y fundirse con el mar de Andaman y los colores del cielo a las seis de la tarde en punto. El ferry va muy, pero muy despacio, lo que te obliga a realmente contemplar y disfrutar del minuto a minuto. También vi uno desde un símil barco pirata con el que recorrimos distintos puntos de Phi Phi, con una anfitriona y DJ que ponía en la cubierta «Sweet Caroline» de Neil Diamond al mismo tiempo que el sol empezaba a caer, y nos hacía cantar a todos a viva voz, como dándole fuerza al sol para que se vaya y a la luna para que asome. Y los que se ven desde las playas Railay, Ko Lipe con su Sunset Beach, Ko Phangan (esa isla alegre con buena energía) y más de 30 playas para descubrir en moto o jeep.
2) POR EL COLOR DEL MAR: TURQUESA INTENSO, TRANSPARENCIA PURA, PECES Y CORALES Y LAS PLAYAS MÁS PARADISÍACAS DEL MUNDO
El turquesa intenso de Maya Bay, la famosa playa de The Beach, que solo pude ver desde lejos porque está cerrada para proteger a su coral. Nos acercaban con el barco a verla y, créase o no, realidad o ficción, se podía sentir una energía: algo atractivo o magnético emanaba. La transparencia de las aguas de Bamboo Island, una verdadera circunferencia en el medio del océano en Phi Phi, donde no viven más de treinta personas y una horda de palmeras y peces de colores que se pueden ver apenas pisás la orilla. El verde misterioso del cenote que descubrís tras descender por un acantilado realmente peligroso (está prohibido hacerlo pero la impunidad del turista nos llevó a atravesarlo) en la cueva de Phra Nang en Railay Beach, donde, según el mito, vive una diosa a la que todos los navegantes y pescadores le dejan una curiosa ofrenda: penes de diferentes colores, materiales y tamaños para augurar la fertilidad, los buenos mares y la buena vida. El verde esmeralda de los mares de Ko Lipe, la playa que más me fascinó de Tailandia, tanto que a veces miraba el mar y sonreía instantánea e involuntariamente. En ese mar buceé y vi corales vivos con colores violetas, naranjas, rosas, intensos que bailaban al ritmo del universo submarino.
3) POR LA MAGIA DE LOS TEMPLOS: UN MUNDO ESPIRITUAL Y MARAVILLOSO (LOS MEJORES ESTÁN EN CHIANG MAI)
Rodeados de un campo de flores, en la cima de una escalera gigantesca con forma de dragón, sobre un cerro, incrustados en el medio del caos de taxis rosas y amarillos de Bangkok; los templos son un verdadero desafío para ver hasta cuánto podés soportar el calor, con hombros, brazos y piernas cubiertos para acatar con el reglamento de Buda. Pero vale la pena perderse en ese mundo que te abre el espíritu de alguna forma, te pone en pausa. Te pide que mires, observes, contemples y vivas lo que sucede en ese instante.
Los que más me sorprendieron: En Chiang Mai, el Wat Phra That Doi Suthep por estar en las alturas y poder ver toda la ciudad desde arriba, para después bajar en bici rodeando la montaña; el Doi Inthanon porque está rodeado de un bosque y una cascada con un microclima fresco y mucho verde, con árboles de flores como el «cherry blossom» y estatuas de elefantitos y otros personajes; y el Wat Phra Singh por sus dorados, por el budista que me ató a la muñeca una pulserita de hilo que aún conservo, y por la escuela rodeada de árboles con frases budistas que siempre está bueno llevar como estandarte, como por ejemplo: «Virtue is more valuable than university degree». Otra hermosa insignia budista es la ofrenda de telas de colores con la que navegantes y pescadores decoran su long tail boat para sentirse protegidos.
4) POR EL PICANTE: INFALIBLE E INFALTABLE, TODO FANÁTICO DEL SABOR QUE PICA ENCONTRÓ SU PARAÍSO EN LOS MILES DE PLATOS QUE LO INCLUYEN (EL STREET FOOD ES LA POSTA)
Si hay algo de lo que soy fanática hace tiempo es de todo aquel sabor que pica. Por eso no tuve filtro alguno y disfruté esa experiencia sensorial que genera consumir todo, pero todo lo que más picaba: pad thai (fideos de arroz salteados con pollo o mariscos, verduras y maní) ultra cargado con salsa thai, salsa de ostras y esos polvitos de chiles mágicos rojizos y verdes que te dan en todos los puestitos; tom yung goong o soup, una sopa picante roja con calamares, langostinos, chile, hongos, tomate, lima y mucho chile; el tom kha kai o coconut soup, una sopa de pollo o cerdo en leche de coco con hojas de lima kaffir, hongos, cilantro, salsa de ostra y jugo de lima; el som tum o papaya salad, una ensalada fresca (lo único realmente refrescante en materia de comidas) ácida y picante, con papaya verde, y verduras varias con lima, chile y maní. El panang curry, el massaman curry, el curry verde. Y el pollo frito en brochette, los baos, los dumplings, los huevitos de codorniz fritos, y los mil y un bocados que probé en diferentes mercados interminables.
Recomendar restaurantes no tiene mucho sentido, porque lo mejor se come en la calle; no dejes de pasar por el mercado de Phantip Market en Ko Phangan, el Chiang Mai Night Bazaar, La Sunset Street de Ko Lipe y el mercado de Tonsai, el pueblo de Phi Phi.
5) POR SUS BREBAJES: DESDE ALGUNAS BEBIDAS DULCES COMO EL ICED COFFEE O EL CHA YEN HASTA (OBVIO) MUY BUENA BIRRA
El Cha yen – ese líquido naranjoso dulce y helado – era casi un vicio para mí. Se hace con té negro, o rojo tailandés mezclado con leche evaporada con azúcar, leche condensada y hielo picado; un shot de frescura y dulzor justo, que te energiza al instante. También me enamoré de sus miles de versiones de iced coffee. Y sus cervezas, ese antídoto contra el calor que no podíamos evitar: son livianas y siempre te las sirven heladas, la Chang y la Singha son las más populares. Otras bebidas que me llamaron mucho la atención son varias a base de colágeno, supuestamente rejuvenecedoras -probé una y mucho no pasó-; y los brebajes a base de leches especiales que supuestamente te ayudan a blanquear tu piel. Nosotros vamos a broncearnos, ellos quieren estar más blancos.
6) POR SUS FRUTAS Y DULCES: EL MATCHA ESTÁ HASTA EN LA SOPA, LAS FRUTAS DISECADAS SON MONEDA CORRIENTE Y LOS HELADOS INSTANTÁNEOS SON UN MUST
El tamarindo ácido en forma de caramelos, el matcha convertido en panqueques, caramelos, helados, tés, tortas, las frutas disecadas (¡las disecan a todas!) en gajos de colores intensos y sabores espectaculares, que al verlas todas juntas expuestas en los mercados parecen un arcoiris; las bananas, el mango, la sandía, la papaya, la fruta del dragón, el gac fruit, el durian, el longan, el rambutan y el coco. Todos bienvenidos. Y qué decir de los helados instantáneos en chapa, los pancakes con 100 variantes de frutas y dulces, a los que no me acerqué tanto porque soy más fan de lo salado, pero que igualmente merecen una mención.
7) POR SU IMPERDIBLE TRADICIÓN DE LA CORONACIÓN DEL REY: AGLOMERARTE JUNTO A LOS FANÁTICOS DE LA CORONA ES UNA EXPERIENCIA MUY GENIAL
Sin saberlo caímos en Bangkok justo para pasar los tres días de la ceremonia que coronó a Maha Vajiralongkorn (chequeé varias veces haberlo escrito bien) como Rey de Tailandia. Miles de tailandeses vestidos de amarillo, el color insignia del monarca, se movilizaron desde todas las ciudades para llegar a presenciar el acto, que se transmitía en vivo en pantallas en diferentes puntos de Bangkok, donde se veía el minuto a minuto de lo que pasaba en el Palacio Real. Tiendas explotadas de ropa amarilla, árboles con luces amarillentas de noche, telas eternas decorando muros y templos, flores amarillas por doquier y gigantografías que ilustraban los momentos más importantes de la vida del rey, personas emocionadas y frases como «long life to the king», nos hicieron protagonistas de un verdadero hecho histórico que nunca imaginamos ni buscamos presenciar.
8) POR LAS EXPERIENCIAS TÍPICAS DEL PAÍS QUE TODO TURISTA TIENE QUE VIVIR: DIAPOSITIVAS INOLVIDABLES EN LA RETINA
La calle Khao San Road en Bangkok, la «peatonal» donde están los bares, los karaokes y los boliches, es el punto clave para hacer toda la turisteada clásica; en solo segundos comprás todo el pack: comer escorpión frito, «check», aspirar gas hilarante de un globo, «check», hacerte masajes tailandeses que te pueden adormecer al instante de tanto placer, «check».
La Half Moon Party con todos sus neones y el body painting fluorescente en Ko Phangan; En Haad Rin y Phi Phi, las fiestas en la playa tienen al fuego como protagonista. Podés saltar una soga totalmente en llamas o hacer el limbo con una soga incendiada, al ritmo de la música, y bailar en la arena con un par de zambullidas en el mar nocturno de por medio para resistir el calor.
En las afueras de Bangkok, derretirte entre el calor que emanan las ruinas de Ayutthaya, ver una cabeza de buda incrustada en un árbol añejo, ¡y un arcoíris circular de 360 grados en el cielo! Cruzarte con budas recostados de 42 metros de largo, que de algún modo parecen mirarte o sonreírte tipo La Gioconda; Pasar por una boda gitana eterna en el barrio gitano de Ko-Lipe; Tomar tuc-tucs, que siempre están conducidos por motormans copados que ponen música a puro volumen y te hacen reír. Meterte con ropa entre las aguas de la fuente del patio de un shopping porque no soportás más el calor del asfalto de Bangkok; el Ronald Mc Donald budista con las manos en oración; llegar a un View Point y ver todo desde arriba, como si pudieras alcanzar todo eso con las manos; recorrer Srithanu, una zona de Ko Phangan con una playa nudista y otra hippie, llena de yoguis que hacen piruetas y bailan al ritmo de tambores. Conocer gente que dejó su carrera brillante en una empresa y se lanzó a vivir en la selva con chamanes; sorprenderte a cada instante con las vestimentas de los japoneses, chinos y tailandeses, con colores y estampados nunca antes vistos (a veces las parejas se ponen de acuerdo y usan el mismo estampado); atestiguar el montaje de una propuesta nupcial entre dos japoneses en la Railay Beach, o la infinita cantidad de selfies que pueden sacarse en la playa, más cuando el sol empieza a caer. En Tailandia, la sorpresa no tiene fin.
GALERÍA
Fotos: Unsplash y María Paz Moltedo