En la Costa de Chubut y lejos de todo/Un mar color turquesa, infinidad de playas, cielos increíbles/Naturaleza pura en 360 grados/Astrid Perkins vive allí hace ocho años y cuenta las – muchísimas razones – por las que se enamoró de este paraíso en la Patagonia
Muchísimas playas para explorar y deslumbrarse con el color del mar
Bahía Bustamante: uno de los secretos mejor guardados de Argentina (crónica en primera persona). Por Astrid Perkins. Fotos: Fede Cabrera.
Hace doce años descubrí por curiosidad un paraíso sobre la costa de la Patagonia, en Chubut. Un lugar que es uno de los secretos mejor guardados de Argentina. Tiempo después, lo descubrió el New York Times y lo denominó: «La nueva Galápagos». Es Bahía Bustamante, y es mi lugar en el mundo desde que me enamoré de sus paisajes, y de Matías (Soriano), el responsable de darle una vida a este pueblo/estancia que fundó su abuelo en los años cincuenta.
Bahía Bustamante es un lugar difícil de explicar y de imaginar. Está en el medio de la nada: literal. Hay que manejar doscientos kilómetros desde la ciudad más cercana para llegar (está entre Comodoro Rivadavia y Trelew). El primer impacto es cuando, después de atravesar kilómetros de desierto, estepa monocromática, y soledad absoluta, doblás hacia el mar y comenzás a bajar del techo de la meseta hacia la costa. Y entonces el paisaje adquiere una fuerza imponente, antigua, ancestral, colorida y accidentada. ¡Sentís que de pronto te vas a cruzar con un dinosaurio! Pero mas bien te cruzás con una cantidad imponente de animales como guanacos, ñandú (o choiques, como se les dice en el sur) , maras, peludos, loros barranqueros, zorros, y por supuesto, muchas ovejas. Viví unos meses en Kenia hace veinte años y esta región de la Patagonia me devolvió esa sensación de naturaleza pura, remota y salvaje.
«Donde me detuviera a mirar tenía 360 grados de naturaleza pura. Cielos y horizontes infinitos, unos atardeceres de novela, una cantidad de playas para recorrer, una más linda que la otra, y miles de sorpresas que te da el paisaje: médanos con restos arqueológicos, un bosque petrificado, piletas naturales entre las rocas, animales y pájaros por todos lados. Todo para mí.»
Al final del camino, aparece una suerte de mini-pueblo/estancia patagónica sobre una inmensa bahía de color turquesa. Supo ser el único pueblo alguero del mundo. Por idas y vueltas de la industria, Matías lo reconvirtió en un Lodge de naturaleza. Cuando lo conocí recién empezaba y había apenas cuatro casitas donde alojarse.
Me crié en el campo, al aire libre, amando los pájaros y la vida simple y salvaje. Bahía Bustamante era todo lo que yo amaba en este mundo. Donde me detuviera a mirar tenía 360 grados de naturaleza pura. Cielos y horizontes infinitos, unos atardeceres de novela, una cantidad de playas para recorrer, una más linda que la otra, y miles de sorpresas que te da el paisaje: médanos con restos arqueológicos, un bosque petrificado, piletas naturales entre las rocas, animales y pájaros por todos lados. Todo para mi.
Llevo ocho años viviendo en Bahía Bustamante. En una casa bien chiquita pero sobre el mar más inmenso. No necesito nada más. Con Matías armamos una huerta grande, con árboles frutales y viveros donde cultivamos nuestra comida. Tengo un gallinero con mas de 40 gallinas que amo y que me proveen de los huevos mas deliciosos del mundo. Probé comer algas y amé. También salimos a pescar o conseguimos pulpo o langostinos , algo que acá abunda, como la carne de cordero. Siento que es un lujo poder ser lo mas auto sustentable posible.
Amo compartir mi lugar en el mundo con amigos o con los huéspedes que llegan al Lodge. El que llega hasta acá, ya me garantiza que es una persona interesante. No es un lugar apto para el superficial ni para aquellos a quienes lo natural los incomoda. Lo que más me gusta hacer es salir todos los días a conquistar el paisaje. Porque si te rodea tanta belleza, no da mirarla de lejos. Me gusta ser parte. Caminando o en bici. Tenerla bien cerca.
El recorrido de playas es un hit. Con kayaks , snorkel o stand up paddle para ir un poco más lejos o máss hondo. La exploración al Cabo Aristizabal es otra de mis actividades preferidas. Casi no hay huella de auto para recorrerla. Es bien salvaje. Hay esqueletos de enormes ballenas que conviven con una inmensa instalación artística del artista francés Christian Boltanski. Por eso digo: Bahía Bustamante es difícil de imaginar.
«El viento es apenas un elemento más del paisaje, y no una razón de molestia. ¿Pero el agua no es demasiado fría? Preguntan otros. Y sí, tiene el color del Caribe pero a otra temperatura. Estamos en la Patagonia. Y hace el calor suficiente para que agradezcas que el mar esté fresco. Te rejuvenece, te revitaliza. Por eso digo, si la naturaleza es razón de incomodidad, mejor quedarse en un dos ambientes de la ciudad.»
¿Pero no hay mucho viento? Me pregunta mucha gente. ¡Claro que hay viento! Es la Patagonia. Si no quiero sentir el viento, no vendría a vivir a la Patagonia. Acá se siente todo con intensidad. El viento, el sol, el calor y el frío. El aire puro, el mar, las tormentas y sus finales llenos de arco iris, las bandadas enormes de pájaros, los ladridos de los zorros, las enormes lunas llenas y la inmensidad de todo.
El viento es apenas un elemento más del paisaje, y no una razón de molestia. ¿Pero el agua no es demasiado fría? Preguntan otros. Y sí, tiene el color del Caribe pero a otra temperatura. Estamos en la Patagonia. Y hace el calor suficiente para que agradezcas que el mar esté fresco. Te rejuvenece, te revitaliza. Por eso digo, si la naturaleza es razón de incomodidad, mejor quedarse en un dos ambientes de la ciudad. Esta es una tierra para personas que no estén apegadas a una vida exclusivamente confortable. Es para almas libres y aventureras.
«Llevo ocho años viviendo en Bahía Bustamante. En una casa bien chiquita pero sobre el mar más inmenso. No necesito nada más. Con Matías armamos una huerta grande, con árboles frutales y viveros donde cultivamos nuestra comida. Tengo un gallinero con mas de 40 gallinas que amo y que me proveen de los huevos mas deliciosos del mundo. Probé comer algas y amé. También salimos a pescar o conseguimos pulpo o langostinos.»
La vida en Bahía Bustamante me enseñó muchísimo. El silencio y el espacio infinitos te desnudan el alma. Aprendés lo más esencial. A entender bien los ciclos naturales y la energía de la luna, a conocer los ciclos migratorios y la naturaleza de muchos animales, a producir tierra fértil para hacer crecer plantas, a entender y acompañar la convivencia entre lo salvaje y lo domestico, a gozar con atardeceres y amaneceres, con arco iris y lunas llenas, como lujos máximos.
Me siento una privilegiada. La mujer más afortunada del mundo, que además puede compartir esta “fortuna” con quien llegue hasta acá. Hasta este punto perdido del mapa, donde te encontrás con lo que realmente vale la pena de la vida. Un lugar para amar y para amarse.
Fotos: son todas gentileza de Bahía Bustamante Lodge
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