Cualquiera que visite Buenos Aires puede dar fe de que el mote de París de Sudamérica tiene su lógica y no es forzado, basta con que recorra Recoleta o se encuentre casualmente con algún palacete escondido en Belgrano. Décadas de mirar a Francia dejaron su huella. Pero ahí no quedan los sellos importados que a veces se perciben más cuando estamos afuera. Por ejemplo, cada vez que un porteño viaja a Nueva York no puede negar sentirse – en parte – como en casa, entre el ruido, la oferta cultural y gastronómica ecléctica y la noche de nunca acabar. ¿Es tan errado querer pelearle el título a San Pablo y coronarnos como el Manhattan del continente? En Maleva creemos que no y aquí hicimos un repaso para convencerlos de nuestras dos mayores influencias: la de siempre y la que cada vez pisa más fuerte. Buenos Aires París se encuentra – entre la rivalidad y la fusión genial – con Buenos Aires Nueva York.
«¿Es tan errado querer pelearle el título a San Pablo y coronarnos como el Manhattan del continente? En Maleva creemos que no y aquí hicimos un repaso para convencerlos de nuestras dos mayores influencias: la de siempre y la que cada vez pisa más fuerte. Buenos Aires París se encuentra – entre la rivalidad y la fusión genial – con Buenos Aires Nueva York.»
Argentina ama a Francia y el último certificado de este amor fue la pasada Semana Francesa de Buenos Aires, Viví Francia, en la que se pudo visitar la embajada refaccionada, el emblemático Palacio Ortiz Basualdo de 1939. Miles hicieron cola desde temprano para poder recorrer el edificio de Retiro y luego pasaron por Le Marché, la feria de productos premium que se instaló todo el día en la Plaza Catalunya. Y ni hablar de los suspiros que recorren los salones del Teatro Colón o del Museo Nacional de Arte Decorativo (La Residencia Errázuriz Alvear) cada temporada de ópera o de exposiciones nuevas.
Pero en las últimas dos décadas, los personajes más sofisticados de la ciudad volvieron a apostar por lo nuevo después de casi medio siglo de arquitectura kitsch y de ladrillo a la vista. Gracias a la recuperación de fábricas para la construcción de edificios de lofts con amenities de todo tamaño, vivir en un lugar como los Silos de Dorrego puede llamar a la envidia tanto como habitar el Palacio Estrugamou de la calle Esmeralda. La tendencia empezó en 1989 cuando Casa FOA ocupó Darwin 1154 (primer edificio industrial) y siguió en 1992 con la edición en los Silos. Lo mismo sucedió con la ex fábrica de Revlon en Colegiales, la fábrica textil del Pasaje Lanín en Barracas Central, el Palacio Lezama donde antes era la fábrica de Canale y el imponente Molina Ciudad que fue sede de Casa FOA en 2012, donde antes estaba la fábrica de Alpargatas.
Párrafo aparte para las dos caras en la hotelería: por un lado, el Palacio Duhau- Park Hyatt Buenos Aires y su encanto de 1932 más tipo parisino belle époque porteña, reconocido como el mejor hotel de ciudad de América Central y del Sur en los World’s Best Awards 2014 de la revista Travel + Leisure y, por otro lado, el Faena Hotel Buenos Aires y su fachada de 1902 restaurada en 2004 para ser parte de uno de los complejos más relevantes de Puerto Madero. Además del encanto de la época de oro, los porteños ahora pueden disfrutar la reconstrucción del pasado puesto en valor, y ese aspecto camaleónico es muy neoyorkino.
«Párrafo aparte para las dos caras en la hotelería: por un lado, el Palacio Duhau- Park Hyatt Buenos Aires y su encanto de 1932 más tipo parisino belle époque porteña, y por otro lado, el Faena Hotel Buenos Aires y su fachada de 1902 restaurada en 2004 para ser parte de uno de los complejos más relevantes de Puerto Madero y que representa algo camaleónico mucho más propio de Nueva York»
A diferencia de lo que pasa con Palermo Hollywood que no tiene nada de Los Ángeles, en Palermo Soho se respira un aire similar al de la avenida Broadway: es donde todas las firmas, desde las más sofisticadas hasta las masivas, buscan dejar su sello con fuerza. Si un turista quiere conocer la esencia de las mejores marcas, tiene que pasar por la calle Honduras y sus alrededores para encontrarse con las apuestas más espectaculares a nivel diseño, desde la estructura espacial de Ayres (El Salvador 4661) al Paula Cahen D’Anvers (Honduras 4888) de maderas y techos altísimos. Pero si lo que quiere es la atención y la vibra íntima de los localcitos parisinos, bien puede recorrer las calles de San Telmo y toparse con los diseñadores que prefirieron ir por lo boutique como Pablo Ramírez (Perú 587) y Mishka (Balcarce 1011).
Si uno se dispusiera a tener un día 100% parisino en Buenos Aires, desde el desayuno al queso después de la cena, podría hacerlo con materia prima superlativa tanto en casa como en restaurantes de la ciudad. Y lo mismo vale para una jornada neoyorkina, seguramente más descontracturada y to-go, pero igual de sabrosa. Así que es cuestión de elegir un camino (o hacer un mix bien cosmopolita). Para empezar el día, se puede pasar por alguna de las boulangeries atendidas por frenchos bien frenchos en donde los hornos dicen más que cualquier adorno, sea en algún L épi (por qué no el nuevo en Cramer 2439) o en el adorable Boulan (Ugarteche 3045) del Botánico, donde las baguettes llaman al caminante desde la vidriera. Aunque si estamos por la zona, quizás nos conquistan los rolls de canela y los capuccinos con espumas dibujadas de Birkin (Rep. Árabe Siria 3061), el hit neoyorkino de 2013.
Al mediodía, París en Buenos Aires se alza con propuestas muy diferentes pero igual de auténticas: Cocu (Malabia 1510) y sus quiches en una esquina con techitos pintorescos de Palermo, y Croque Madame en los jardines del Museo de Arte Decorativo y Museo Larreta con sus clásicos sándwiches que le dan el nombre. Pero el Nueva York porteño no se queda atrás con los sándwiches de pastrón de La Pastronería (El Salvador 6026) rellenos con verdaderas lonjas de carne como el de Katz’s, y la oferta del impecable Ninina (Gorriti 4738), donde se sirve entre muchas otras la única ensalada Caesar con kale de la ciudad.
«Si uno se dispusiera a tener un día 100% parisino en Buenos Aires, desde el desayuno al queso después de la cena, podría hacerlo con materia prima superlativa tanto en casa como en restaurantes de la ciudad. Y lo mismo vale para una jornada neoyorkina, seguramente más descontracturada y to-go, pero igual de sabrosa. Así que es cuestión de elegir un camino (o hacer un mix bien cosmopolita).»
A media tarde, el debate es entre un hot cake, hermano más consistente del panqueque, de frambuesa con manteca chorreante como los que sirven en Café Crespín (H. Yrigoyen 477, Vte López) o quizás los de yogurt, banana y frutilla de Crisol (Freire 1502) y los crêpes al paso que se sirven en rincones como The Crepe Factory de San Isidro (25 de Mayo 183) y Un, dos, crêpes (Perú 424): en ambos hay Nutella para tirar al techo y versiones saladas (¡point pour la France!).
Para la noche, siguen vigentes los banquetes parisinos en algunos restaurantes clásicos y no tanto pero cada vez pisa más fuerte la comida to-go y los reductos con pocas opciones preparadas a la perfección y servidas en ambientes bien puestos pero simples. La inversión, en la cocina. Algunos ejemplos son el aclamado Burger Joint (Borges 1766), que reparte hamburguesas perfectas en un ambiente que copia a su par de la Gran Manzana con paredes pinturrajeadas por la clientela, y NOLA (Gorriti 4389), la cuna porteña de la comida de cajun que encanta a Palermo con sus sándwiches picantes de pollo frito y su cerveza tirada. Para los primeros sobran los ejemplos: el romántico A Nos Amours (Gorriti 4488), que nos deja con ganas de estar sentados en el césped de le Jardin de Luxembourg o a orillas del Sena, el Le Sud del Hotel Sofitel (Arroyo 841), donde la brasserie gourmet se prepara con productos autóctonos y Le Bistrot de la Alianza Francesa (Córdoba 946), en el que se cena solo los jueves en un salón con el vitreaux más lindo de la ciudad, donde los patés son superlativos.
Finalmente, para la hora de brindar, podemos tanto sentarnos a filosofar con un vino y una tabla de quesos en algún buen wine bar (en esta nota encontramos las 5 mejores novedades de Palermo) como escondernos en un speakeasy típicamente neoyorkino sea el mágico Harrison’s (Malabia 1764) como el intrigante Victoria Brown (Costa Rica 4827) o el premiado Florería Atlántico (Arroyo 872). Hayamos ido una docena de veces, el entusiasmo de cruzar una habitación silenciosa para sumergirse en un mundo escondido y hedonista no deja de ponernos la piel de gallina.