Ya pasaron casi dos décadas desde que Palermo Viejo empezó a ser llamado Hollywood y Soho y uno de los barrios más típicos de Buenos Aires se convirtió en el centro neurálgico del diseño y la gastronomía (si bien hoy surgen nuevas promesas como Chacarita, Colegiales, Villa Crespo, etc). Hoy, aunque no quede una esquina de Palermo libre, son pocos los restaurantes o bares que pueden sacar carné de vitalicios. La gastronomía es un negocio muy cambiante, y la mayoría de los que vieron el amanecer de Palermo ya no están: pero quedan algunos, que se animaron a lo nuevo y lograron ir actualizando sus propuestas para mantenerse vigentes a través de los años.
Este restaurante (en Costa Rica 5802) abrió, como otros de esta nota, en el año 2001: un momento intrépido, sin dudas, para arrancar con un negocio, y ni hablar de un riesgo como Green Bamboo, el primer restaurante vietnamita de la ciudad. A diferencia de los étnicos abiertos en los últimos años, de decoración despojada y estilo neoyorquino, en Green Bamboo la ambientación, desde las sillas (uno de los pocos lugares en Buenos Aires donde todavía se come en mesas petisitas en el piso) hasta la ropa de las mozas, es parte de la experiencia. Malvina Gehle, la chef, aprendió los secretos de su cocina de las propias damas de Vietnam. Para maridar con los clásicos platos vietnamitas hay una buena carta de coctelería, especialmente diseñada para llevarse bien con la comida.
María Felix (Guatemala 5200), abierto hace 17 años, fue uno de los primeros restaurantes en intentar acercar la comida mexicana al paladar porteño. El acento no está puesto en la autenticidad, si no más bien en una experiencia divertida y agradable que no se salga mucho de los límites del gusto argentino (que, por ejemplo, no tolera demasiado bien el picante). La locación es preciosa, una casona restaurada de 3 pisos decorada de forma más bien lúdica con simbología mexicana (esqueletos, banderitas y demás). Cuenta con todas las opciones clásicas del mexicano mainstream: enchiladas, tacos, fajitas y el famoso mole. Para tomar, hay cerveza, variedad de vinos, y buenas margaritas.
Esta parrilla – en Guatemala 4699 – nacida en 1999 fue una de las primeras que se animó a ofrecer, junto a una propuesta porteña bien clásica, una excelente selección de vinos por copa. Quizás por esa fusión entre lo simple y lo chic anda tan bien en Palermo desde hace mucho. Todos los foodies la recomiendan como uno de los mejores lugares para comer carne (es favorito de la blogger Allie Lazar). Cuando estés de humor para parrilla y tus amigos quieran ir a Palermo, este restó es la solución. Recomendados el bife ancho y la provoleta.
La cadena internacional de comida nikkei Osaka – llegó a Buenos Aires en el año 2005, poniendo su primera sucursal en Palermo (Soler 5608 y hoy hay una más, en el Hotel Faena en Puerto Madero). Años después la ciudad estaría superpoblada de restaurantes de lujo nikkei (Sipán, Olaya, por mencionar los más conocidos que siguen abiertos), pero en esos años era todavía una novedad en un país que recién estaba asimilando el sushi tradicional. Es una opción infalible si tenés ganas de degustar originales rolls y tiraditos, acompañando con una coctelería dulce, fresca y a veces picante, en un ambiente bien chic.
Hace 10 años se instaló en Costa Rica 5801 este restaurante armenio, justo enfrente del mencionado Green Bamboo (evidentemente, una esquina que da suerte). La ambientación es muy discreta, si no entrás desde afuera parece un restaurante cualquiera, pero la comida, además de deliciosa, es auténticamente armenia (el restaurante es incluso frecuentado por miembros de la comunidad local) y para nada cara. Un lugar ideal para una cena tranquila, animarse al keppe crudo y demás delicias tradicionales.
Inaugurado en 2004, Casa Cruz (Uriarte 1658) fue desde su apertura un símbolo de lo más chic y lujoso de la nueva noche de Palermo: el portón dorado era símbolo de exclusividad y status en un circuito que se encontraba en pleno crecimiento, generando propuestas para públicos diversos. Pero el concepto quedó acartonado después de unos años, y Casa Cruz cerró sus puertas. Hace poquísimo fue reabierto con una lavada de cara: precios más bajas y una carta más acorde a los tiempos que corren, con reversiones lujosas de platos sencillos. La barra, con cócteles de Inés de los Santos, también vale la pena.
Es una de las parrillas top de Buenos Aires (está en Cabrera 5099) y una de las más famosas, y hasta logró proyección internacional. Y claro, un emblema palermitano que no sólo sigue firme desde hace once años sino que se agranda con otras versiones alrededor (siempre a unos metros y siempre sobre la calle Cabrera). Su dueño y alma mater es Gastón Riveira, un innovador en el mundo de la carne. La carne madurada, cortes enormes y siempre deliciosos como el Kobe o el Ojo de Bife, una atención muy profesional y unas benditas bandejitas de acompañamientos que ya vienen incluidas, son sus activos de seducción. Puede haber crisis, puede ser un martes a las ocho de la noche, puede ser un día horrible lluvioso, y en La Cabrera siempre hay gente. Y cola (pero ya desde la espera cuidan al cliente ofreciéndole un espumante aunque esté en la vereda). La Cabrera parece tener destino de clásico.
El Único es uno de los bares más frecuentados del barrio, por gente de todas edades (especialmente jóvenes). Más allá del establecimiento, el bar se extiende a toda la esquina: no solo por las mesitas, la gente incluso está parada en la calle con su trago o su vaso de cerveza. Esa onda relajada es la marca registrada del Unico, lo que lo ha vuelto un éxito a través de los años y las modas que pasan. Otra ventaja que tiene: es uno de los últimos bares del barrio en cerrar los días de semana. Si tenés ganas de un trago un martes a las 3 de la mañana, el Unico siempre te está esperando.