Hola malevenses, ¿cómo les va? Aquí estoy de regreso después de unos cuantos viajes, vinos, viñedos y colinas, países nuevos, gente nueva, y destinos como Alemania, Londres, Madrid y Mendoza, para volver Buenos Aires nuevamente. Esta vez les propongo jugar con vino. Porque para aprender hay cursos, carreras y gente que dedica su vida a esto, pero para disfrutar no hay límites.
Siempre hay alguien en los grupos de amigos que es el que más sabe de vinos. Es algo que se ve en el restaurante: cada vez que pregunto si desean ver la carta de vinos en mesas de más de cuatro personas, todos apuntan a uno: el elegido. Porque prueba mucho (o toma mucho), porque hizo un curso, o cada vez que se va de viaje visita una bodega o región vitivinícola nueva o quizá porque tienen la suerte de que sea sommelier. Siempre hay alguien que sabe un poco más y esa persona va a ser el maestro de ceremonias en el juego.
Hace varios meses un grupo de amigos me venía diciendo que querían aprender de vinos, que les enseñara. Pero no son cosas que uno aprende de un momento a otro, y por eso pensaba, ¿cómo hago?
Hasta que me ocurrió invitarlos a mi casa, propuse que ellos cocinaran y yo me encargaba del vino. Sobre la marcha, armé lo siguiente: preparé diez vinos, los destapé, los envolví con papel A4 blanco y le escribí un número a cada uno. Repartí hojas y lapiceras y nos sentamos alrededor de una mesa.
«Para la picada probamos cuatro vinos blancos y para acompañar tacos de carne cuatro vinos tintos. Para el postre, dos vinos dulces (uno que era del año 2006, que me había regalado mi abuelo y estaba esperando un momento especial para abrirlo; y otro 2011). Todos los vinos elegidos eran de diferentes variedades de uva.»
Para la picada probamos cuatro vinos blancos y, para acompañar tacos de carne, cuatro vinos tintos. En el momento del postre, dos vinos dulces (uno que era del año 2006, que me había regalado mi abuelo y estaba esperando un momento especial para abrirlo; y otro 2011). Todos los vinos elegidos eran de diferentes variedades de uva. La idea era apreciar las características del Torrontés, Sauvignon blanc, Viognier, Chardonnay, Pinot noir y anotar lo que cada uno percibía de cada vino.
En la mesa coloqué la cajita Spiritu, un kit que viene con esencias que representan los diferentes aromas en el vino, y jugamos a encontrar el aroma en cada copa. Al rato, destapamos los vinos y los descubrimos. Así fue pasando la noche, se hicieron las 3 am, y dividí el living de casa en dos equipos, mujeres vs. hombres.
Armé diez preguntas relacionadas con los vinos que probamos y el equipo que respondía más, se llevaba un premio (¡no podía ser otra cosa que una botella de vino, obvio!). El juego terminó de madrugada y fue divertidísimo.
«Así fue pasando la noche, se hicieron las 3 am, y dividí el living de casa en dos equipos, mujeres vs. Hombres. Armé diez preguntas relacionadas a los vinos que probamos y el equipo que respondía más preguntas tenia premio (¡No podía ser otra cosa que una botella de vino, obvio!). El juego terminó de madrugada y fue divertidísimo.»
1) Elegir seis variedades. El ‘elegido’ es el responsable de seleccionarlas. Una vez que tenga los vinos, envolverlos con papel para que nadie los pueda ver. La finalidad de esto es aprender qué ofrece cada variedad: por ejemplo, las notas florales del Torrontés, los cítricos del Sauvignon Blanc, las frutas tropicales del Chardonnay, etc.
2) Elegir una variedad y botellas de diferentes orígenes: un Malbec de Salta, de San Juan, de Mendoza (acá inclusive se puede jugar con Malbec de zonas más altas como Gualtallary o Altamira, y otro de Agrelo o Vistalba por ejemplo), de Neuquén, de Río Negro… y seguir el mismo procedimiento que en el punto anterior.
3) Buscar el mismo vino de tres añadas diferentes, por ejemplo 2000/2008/2009. Esto sugiero que no sea a ciegas, para dedicarse a apreciar las diferencias de cada añada.
4) Cuatro Malbec Top: una degustación a ciegas de los Malbecs multipremiados argentinos , todos del mismo precio ($400 para arriba). Así se podrán apreciar las diferencias y el estilo de cada uno.
«Pueden elegir seis variedades. O Elegir una variedad pero de distintos orígenes, por ejemplo, Malbec de Salta, Mendoza y San Juan. También se puede buscar un vino de tres añadas diferentes o hacer una degustación de Malbecs multipremiados todos con un precio parecido»
– No probar más de seis vinos
– Que estén a su temperatura ideal de servicio (espumantes de 6 a 8 grados, blancos de 9 a 11, tintos 16 a 18 aproximadamente). Un dato práctico para implementar en la heladera de casa: los espumantes van en la parte baja de la heladera (donde más enfría), los blancos en la parte media y los tintos los colocamos 30 minutos antes para refrescar.
– Tener a mano frapera y hielo, para que una vez que abrimos los vinos, se mantenga la temperatura. Para ello hay que colocar en la frapera o balde 1/3 de hielo y 2/3 de agua. Es la medida ideal para que no rebalse cuando colocamos la botella.
– Copas: lo ideal es tener copa de espumante o champagne y copones para blancos y tintos. Si tuviese que elegir una sola, el copón es una gran idea para probar todo debido a su boca ancha, que permite que el vino se exprese ampliamente.
Fotos: homehero, Aldo Remesal Royo, Fernando Mafra