Conversar con Julio Chávez es un viaje interesante. Pintura, teatro, filosofía, astrología, docencia, vínculos, todo pasa por el tamiz de su aguda reflexión. Actor, director, autor, maestro y artista plástico, Hirsch (su verdadero apellido) es un hombre obsesivo, perfeccionista, estudioso y aplicado. También, un guerrero que defiende a rajatabla sus principios y su inquebrantable matrimonio con el arte. Su estilo despierta odios y amores. Equivocado o no, él mantiene y aviva el fuego. En el teatro, con su interpretación del pintor Mark Rothko (máximo representante del expresionismo abstracto, se suicidó en 1970) en la obra RED (Paseo La Plaza). Y en la plástica, con su retorno a la actividad y una importante muestra en galería Rubbers a partir del 3 de junio. Habló de todas sus facetas con Maleva. Respuestas francas, muy personales.
Según tus palabras, sos ermitaño, complejo, retorcido, difícil para los vínculos. ¿Te pesan esas características?Cada vez menos porque dudo de que sea tan así. Estoy lejos de ser un ermitaño y sé que puedo establecer un vínculo con otros. Ayer dí clase para treinta y dos personas, con las que me comunico individualmente. Además, cuando veo lo que se entiende por sociable tampoco digo: “Qué encanto de viaje”. Si salís mucho o poco, si vas a reuniones no me parece tan importante.¿Disfrutás el ocio?No lo entiendo, no sé qué es. ¿ A qué carajo llaman ocio? En general, no me tomo vacaciones. No paro desde el anteaño pasado y ahora tengo la sensación de que pronto estamos en Navidad.
«Subo a escena y estoy de viaje en un lugar apasionante. Agarro un libro y viajo a un lugar increíble. Me meto en internet y a la media hora estoy dialogando con algo. ¿Dónde mierda voy a irme si estoy de viaje todo el tiempo? Me imagino en San Martín de los Andes en un bungalow precioso, como dicen, y me mato. Yo no me tomo vacaciones…»
¿Y cómo te relajás?
Subo a escena y estoy de viaje en un lugar apasionante. Agarro un libro y viajo a un lugar increíble. Me meto en internet y a la media hora estoy dialogando con algo. ¿Dónde mierda voy a irme si estoy de viaje todo el tiempo? Me imagino en San Martín de los Andes en un bungalow precioso, como dicen, y me mato. Lo haría pensando que falta poco para volver a casa. Y en la playa, ¿qué voy a hacer ahí? Viendo abdominales y pensando que si hubiera ido al gimnasio estaría así (risas).
¿Te preocupa tu imagen? ¿Sos coqueto?
Soy coqueto, hago yoga y trabajo aeróbico, pero hay algo que no quiero evitar y es experimentar la caída. Tampoco quiero evitar la resistencia. Estoy entre una y otra, y me miro al espejo y me parece que no me va mal en la pelea.
¿Es cierto que te sentís con más condiciones para ser pintor que actor?
Sí, aunque me desarrollé más actoralmente me siento con más dotes para la pintura. A veces pienso si no voy a terminar mis últimos años pintando.
«Dejé de pintar durante siete años porque me di cuenta lo difícil que iba a ser que mirasen mi pintura sin verme a mí o sin mediatizar o minimizar la mirada. Y sin ser visto como un insolente que me metía en la pintura o un ignorante o un visitante simpático. Eso me produjo una pequeña depresión. Pero retomé la pintura en 2013.»
¿Cómo llegaste a la pintura?
Por no decir que no. Un día hablando con la madre de María Laura Santillán –Elvira- sobre pintura y lo lindo que es pintar se me ocurrió decirle que me encantaría tomar clases y ella me recomendó una profesora. Yo tenía 23 años. Terminé estudiando con esta pintora, Nora Dobarro, quince años, después estuve con Elena Viñas, y nunca dejé de estudiar. Ahora estoy haciendo con Nora una curaduría de mi obra.
Pero algo pasó porque no produjiste durante varios años.
Sí, comencé a expandirme como actor y, cuando hice una muestra en Sonoridad Amarilla, me di cuenta lo difícil que iba a ser que mirasen mi pintura sin verme a mí o sin mediatizar o minimizar la mirada. Y sin ser visto como un insolente que me metía en la pintura o un ignorante o un visitante simpático. Eso me produjo una pequeña depresión y estuve siete años sin hacer nada, retomé en 2013.
Igual, tuviste buena repercusión con la plástica.
Hice muestras en Frankfurt, Bogotá y Miami y acá llegué a exponer seis veces, dos de ellas en el Centro Cultural Recoleta. Además, varios cuadros míos entraron en concurso. Adoro el arte, pero me cuesta insertarme en el mundo de los pintores. Es un ambiente mucho más duro que el actoral, es muy bravo para mí.
Ahora te espera una nueva muestra en Rubbers.
Sí, voy a exponer 41 dibujos y pinturas de pequeño formato que hice entre 1983 y 2003 y trabajos de escultura de este año. Son cosas bisagras en la vida. Justo estoy haciendo una obra donde se representa un taller y muchas veces voy de mi propio taller al teatro para disfrazarme de Rothko.
Leí que estás estudiando historia del arte también.
Sí, con Camila Mansilla, una geniecita con quien ya estudiamos historia del teatro. Además, volví a la filosofía con Raúl Cerdeiras. Hace 18 años que lo sigo y ahora armamos dos grupos, uno para leer a Marx. El año pasado no pude ir por la televisión y cada vez que vuelvo entiendo porqué lo siento tan necesario.
«No siento eso del guererro que se va apagando con el tiempo. Al contrario, siento que estoy volviendo a escalar una nueva montaña. En astrología hay ciclos de 28 años fundamentales en la vida y yo estoy en uno nuevo que se llama ciclo de Saturno, donde te rearman la valija, te sacan y te ponen cosas para seguir el viaje.»
¿Por qué?
Es muy placentero, me ayuda a pensar, a reconocer lo dormido o lo despierto que se puede estar, me recuerda qué puede hacer la voluntad.
RED trata, entre otros temas, el vínculo maestro- discípulo y vos enseñás actuación hace años. ¿Qué clase de maestro sos?
Menos fundamentalista y cerrado que Rothko y cada vez intento ser menos categórico. Mis alumnos vienen a mi estudio con una pregunta y yo les digo lo que veo de su expresión, de su trabajo, pero mi mirada está relacionada sólo con eso.
Otro punto importante en la obra refleja la declinación del artista, del guerrero que se va apagando. ¿Cómo te toca ese tema?
Yo no me siento así. Al contrario, siento que estoy volviendo a escalar una nueva montaña. En astrología hay ciclos de 28 años fundamentales en la vida y yo estoy en uno nuevo que se llama ciclo de Saturno, donde te rearman la valija, te sacan y te ponen cosas para seguir el viaje.
¿Por qué te interesó la astrología?
Por curiosidad. Estudié cinco años en Casa XI y cuando advertí que la astrología me iba a tomar salí disparando, la abandoné. Yo no quería más que ser amante, pero ella sólo quería matrimonio y no admitía concubinato.
«En el zodíaco soy de Cáncer que implica ser hogareño, cerrado, con una caparazón, un cangrejo que por dentro es muy tiernito y por fuera puede llegar a picar.»
Vos sos de Cáncer ¿Qué implica eso?
Ser hogareño, cerrado, con una caparazón, un cangrejo que por dentro es muy tiernito y por fuera puede llegar a picar. Pero Cáncer sobre todo tiene que ver con la madre, con lo que nutre, con lo que te ayuda a sostenerte de pequeño. Es el primer signo del zodíaco relacionado con el agua, la emoción, los afectos. Como imagen es un bosque oscuro y tenebroso, no conquistado, y una tribu alrededor del fuego comiendo y mirándose entre ellos y una abuelita contando cuentos. Muy tierno, pero puede no serlo.
¿Usás las redes sociales?
Me borré de Facebook hace poco porque me sentí desencantado. Perdía mucho tiempo. Con Twitter nunca me relacioné mucho, debo tener 36 tweets en cuatro años, pero sí muchos seguidores.
«Me borré de Facebook hace poco porque me sentí desencantado. Perdía mucho tiempo. Con Twitter nunca me relacioné mucho, debo tener 36 tweets en cuatro años, pero sí muchos seguidores.»
¿Cuántos componen tu círculo íntimo?
Íntimos son aquellos que yo autorizaría que me vieran en terapia intensiva con cables. Esos son cuatro amigos de toda la vida. El resto podrían mandarme saludos desde la sala de espera y yo me alegraría.
En el verano me contaste que estabas demasiado lleno de vos y que para enamorarte tenías que hacer un espacio. ¿Cómo va la tarea?
Todavía sigo bastante lleno. Pero también entiendo que no es un tema que me toca sólo a mí. Hoy los vínculos están en crisis profunda. El amor nos atraviesa, nos enamoramos, pero hay que ver cómo administramos y comprendemos eso. Porque una cosa es el mundo de las relaciones y otra cosa es el amor.