Una de las comedias románticas más lindas y subestimadas de los noventa, Sleepless in Seattle, acá conocida como “Sintonía de Amor”, ilustra perfectamente a los dos bandos de San Valentín en Nueva York. Walter, el insípido novio de Annie (Meg Ryan), decide llevarla a comer al emblemático Rainbow Room ubicado en el piso 65 del Rockefeller Center; mientras ella sueña con encontrarse a Sam (Tom Hanks) en el helado observatorio del Empire State Building. Los dos planes comparten el romanticismo y la vista, pero si el primero resulta obvio y acartonado, el segundo tiene una chispa que lo hace diferente: propone llenarse los pulmones con la magia de la ciudad en su mejor estado. A continuación, algunos planes caprichosos para todos los gustos y ocasiones, que Meg Ryan y Tom Hanks aprobarían.
«Nada de cenas a la luz de las velas. En cambio, un buen plan es una caminata casual pero con algunas paradas no tan casuales en el recorrido. Se puede empezar por las callecitas vacías del Greenwich Village.»
La expectativa que genera tener una primera cita el mismísimo día de los enamorados hace que sea necesario darle un twist al asunto: nada de cenas a la luz de las velas. En cambio, un buen plan es una caminata casual pero con algunas paradas no tan casuales en el recorrido. Se puede empezar por las callecitas vacías del Greenwich Village (inevitable pasar por Waverly Place) y seguir hasta el Soho para buscar un chocolate caliente bien espeso en Mariebelle, una tienda afrancesada en el 484 de Broome Street, y acompañarlo por la creación de turno de Dominique Ansel, el pastelero estrella que se encuentra en su local de 189 Broome Street. En 2014, va a estar sirviendo galletitas con forma de langostas, con notas que hacen referencia al capítulo de Friends que explica cómo estos crustáceos suelen tener una pareja sólida hasta el final de sus días. Una linda historia para separarse y volver a casa pensando en el otro.
Si vamos a ponernos masoquistas y caminar escuchando música pensando en una historia que terminó, Manhattan es el lugar. Y si estamos con ganas de dejar de llorar y salir a socializar, también. Para la primera alternativa, están los infinitos parques que rodean la ciudad y te dejan de cara al río: Battery Park al sur, Highline al sudoeste y Hudson River Park al oeste, son algunas de las opciones. Un poco difíciles de transitar en el frío de febrero, pero perfectos para el melodramático y sus auriculares que abrigan.
Para la segunda, no hay como Le Bain, la discoteca que queda en el hotel The Standard del Meatpacking District. En el invierno, la pileta que tiene en el piso 18 no está abierta, pero la pista se sigue llenando con los personajes más atractivos de la ciudad que se sacuden frenéticos casi sin prestarle atención a la ciudad que los rodea. Después de bailar tres hits y el primer encuentro casual con el Empire State Building, no hay lugar para la pena.
Para ir a tomar algo y terminar charlando con los de la mesa de al lado, mejor cruzar a Brooklyn. Puede ser en Union Hall, Union Street y 5th, que cuenta con un salón tipo librería con globos terráqueos, retratos antiguos y hogar a leña, una pista para jugar a las bochas y un sótano donde tocan bandas. Imposible entrar solo y no salir acompañado. A dos cuadras, Union Street y 3rd, hay otro nuevito del mismo estilo. Es The Royal Palms Shuffleboard Club, un bar del tamaño de un boliche que cuenta con pistas inmensas de “Shuffleboard”, un juego parecido a nuestro tejo. Con estética entre industrial y tropical, hace que todos se sientan cómodos y socialicen, tanto adentro como afuera del área de competencia.
«Si vamos a ponernos masoquistas y caminar escuchando música pensando en una historia que terminó, Manhattan es el lugar. Y si estamos con ganas de dejar de llorar y salir a socializar, también. Para la primera alternativa, están los infinitos parques que rodean la ciudad y te dejan de cara al río: Battery Park al sur, Highline al sudoeste y Hudson River Park al oeste, son algunas de las opciones.»
Pasa en Buenos Aires y pasa en Nueva York: la cerveza y el sillón no le hacen bien a la pareja. Para despertar el romance, qué mejor que una salida “prohibida” a algún speakeasy, bar escondido detrás de una puerta inesperada que imita la lógica de la Ley Seca. Angel’s Share probablemente sea la mejor opción por su aire renacentista, que incluye frescos de ángeles (que bien pueden pasar por Cupido), y por la política de la casa: no se admiten mesas de más de cuatro personas.Para llegar a él, hay que subir dos pisos desde el restaurante de comida japonesa Village Yokocho, ubicado en 8 Stuyvesant Street del East Village.
Los bartenders, vestidos como en los años veinte, sirven tragos con ingredientes indescifrables como “Lágrimas de dragón”. Privacidad y sorpresa garantizada. Otro que redobla la apuesta es el Manderley Bar del McKittrick Hotel en Chelsea, que recrea el ambiente de un bar de jazz de laépoca. Mesitas redondas con velas, humo, asientos de terciopelo y jazz en vivo.
«Los que quieren tener una velada de San Valentín como las de las películas, tienen que visitar un restaurante con historia. Por ejemplo, One if By Land, Two if By Sea, un restaurante histórico del West Village ubicado en una casona de 1700, tiene todo lo necesario para terminar a los besos: piano, hogar a leña y candelabros en las mesas.»
«Para despertar el romance, qué mejor que una salida “prohibida” a algún speakeasy, bar escondido detrás de una puerta inesperada que imita la lógica de la Ley Seca. Angel’s Share probablemente sea la mejor opción por su aire renacentista. Otro que redobla la apuesta es el Manderley Bar del McKittrick Hotel en Chelsea, que recrea el ambiente de un bar de jazz de la época.»
Los que quieren tener una velada de San Valentín como las de las películas, tienen que visitar un restaurante con historia. No va a poder ser en ell Rainbow Room mencionado en el principio de la nota, ya que está cerrado por reformas, pero en Nueva York las opciones sobran. Por ejemplo, One if By Land, Two if By Sea, un restaurante histórico del West Village ubicado en una casona de 1700, tiene todo lo necesario para terminar a los besos: piano, hogar a leña y candelabros en las mesas. Otro clásico es The River Cafe en Brooklyn, mega romántico pero solo apto para los que están dispuestos a compartir el centro de atención con el skyline de Manhattan.