Se llama Constanza, pero le dicen Cuti. Ex niña bien del Liceo Francés, actual mujer de negocios. Cuti se curtió. Viajó, estudió sociología en la Sorbona. Experimentó, se recibió de Licenciada en Publicidad. Arriesgó, montó su propia firma premium de hilado de guanaco, Patagonian Precious Textiles (única en su rubro en Argentina). Apostó y hoy se consagra como diseñadora con su marca, Garza Lobos, junto a Rubén Troilo. De cómo llegó hasta acá con sólo 31 años, la génesis de una chica con actitud, ideas claras y un estilo propio: en definitiva, una emprendedora.
¿Cómo describirías el éxito joven?
En mi caso, el haber podido concretar mi pulsión y mi deseo tiene que ver con cómo me criaron y con las responsabilidades que me dieron de chica. Siempre estuve muy despierta.
Si tuvieras que decir tu mayor virtud, ¿cuál sería?
Soy una especie de gran DT. Por ahí no se coser con mis manos o armar un molde, pero sé lo que quiero y sé cómo llegar a eso.
¿Haber estudiado en París te abrió la cabeza?
Sí, pero el recorrido fue amplio y todo suma. Terminé Letras en el Liceo Francés a los 19 y cuando llegó la hora de anotarse en la universidad, no sabía qué hacer. Mi viejo siempre me bajaba la línea de que había que hacer algo “duro”: ingeniería, economía, algo así. Siempre fui muy independiente, gracias a mis viejos. Recuerdo que a los 11 años me mandaron a un colegio en Francia, durante las vacaciones de verano. Mi mamá cuenta que era muy mamera, y entonces me dijo: “te tenés que curtir un poco, nena”. ¡Después no me quería volver! En 2001 tenía que elegir, mi papá me dijo que me fuera a Suiza y yo dije no: elijo Francia, porque mis amigos estaban todos en París. Entré en la carrera Sociología en una facultad que depende de la Sorbona.
«Mis papás siempre tuvieron campos en el sur y yo siempre me ocupé y me mantuve al tanto de todo ese mundo. Se me ocurrió meterme en la esquila de los camélidos. Había un montón de guanacos silvestres corriendo por la Patagonia y dije “qué interesante, tengo que hacer algo con esto.”
¿Por qué volviste?
Porque no me gustaba lo que estudiaba, a pesar de que era una buena alumna. Además, extrañaba. Así que llegué a los 22 y me armé mi vida acá de nuevo. Me anoté en la UADE, arranqué en Publicidad y me recibí.
¿De dónde surgió el giro a la moda?
La moda siempre fue mi gran pasión. No sabía muy bien cómo insertarme en ese mundo. Y estudiar Diseño en la UBA me daba mucha fiaca. Toda esa cultura del diseño de autor y las formas abstractas no me interesaba demasiado. Entonces fui a las fuentes. Mis papás siempre tuvieron campos en el sur y yo siempre me ocupé y me mantuve al tanto de todo ese mundo. Se me ocurrió meterme en la esquila de los camélidos. Había un montón de guanacos silvestres corriendo por la Patagonia y dije “qué interesante, tengo que hacer algo con esto”. Pero era muy difícil porque la obtención de la fibra es muy complicada, es muy complejo el proceso, porque el pelo es muy duro, no había maquinaria para realizarlo, etc.
Pero te obsesionaste
Sí, soy muy cabeza dura. Me obsesiono y no paro hasta conseguir mi objetivo. Investigué, leí, me metí en todos los organismos que trabajan con estos animales y aprendí a depurarla. Pasé por todas las etapas hasta que finalmente conseguí mi esquila de guanaco ¡y me fue pésimo! Hasta que empezó a salir mejor cuando lo conocí al ingeniero Oscar Adot (el padre de Laurencio Adot) y con él creamos una máquina, que presentamos en el INTI, que permite que la lana de estos animales quede suave. A partir de ahí, pudimos exportar e incluso llegamos a Loro Piana (el fabricante de cashemere más importante de Italia).
¿En qué momento te diste cuenta que tenías razón en seguir tus instintos?
Cuando fundé mi empresa, Patagonian Precious Textiles, y conocí al industrial más importante de Italia. Estaba en París en una feria textil de moda y aparece un tipo que me pregunta a qué me dedicaba. De movida le digo: “no, no te preocupes que lo que hago no te va a servir” Yo siempre pensando que lo mío era algo muy difícil de vender. El tipo me dice: “a ver, contame, yo soy Giovani Bonotto”. ¡Imaginate! el tipo que tiene la fábrica más violenta de tejidos de fantasía para mujer de toda Italia. Las mejores marcas del mundo son clientes de él. La cuestión es que terminamos haciendo una esquila de guanaco juntos y decidimos exportar a Europa. Hoy seguimos trabajando.
¿Cuándo decidiste que querías ser diseñadora?
Fue también un proceso natural. Un día estaba comprando en Trosman una cartera y la vez tenía una cartera de la marca colgada en mi hombro. Se me acerca una mujer (Lorena Pafundi) y me dice: “¿cómo te resultó esa cartera?”. “Bien”, le digo, “de hecho me estoy comprando otra”. “Las hago yo”, me contesta. La felicité, nos quedamos charlando, nos pasamos los teléfonos y nos terminamos haciendo amigas. Luego lo conocí a Rubén Troilo, su marido (y actual socio de Cuti en Garza Lobos. Ex Director Creativo de Trosman y Trosman Churba) y se fue dando. Rubén ya tenía ganas de tener algo propio y me propuso hacer una marca.
«Para mí la vida no puede ser subirte a un auto y decirle a un chofer a dónde tiene que ir. Está bárbaro si tenés una fiesta que te lleven, en vez de tomarte el 39 (risas). Pero me parece genial la simpleza de la realidad. En cada cosa que hacés, si te gusta, hay belleza.»
¿Cuál es el mayor disfrute que te da tu trabajo?
A mí me gusta mucho la presión, disfruto estar al palo. No puedo estar a un ritmo bajo de energía. Este trabajo te lo da porque todo cambia cada seis meses.
¿Haber encontrado tu vocación te transformó en algún sentido?
Por un lado, encontré mucha felicidad: vivís mejor si hacés lo que te gusta. Pero por otro lado, te vas a reír: ¡me transformé en un ser despreciable! Siempre tuve muy poca paciencia y ahora tengo menos. Me irrito muy fácilmente y te lo digo. Me doy cuenta que el trabajo me convirtió en una persona árida. No me importa quedar bien, ni ser amorosa.
Después de conocer el lujo parisino y de haber trabajado codo a codo con los peones en el medio del campo, ¿dónde dirías que está la belleza?
Para mí la vida no puede ser subirte a un auto y decirle a un chofer a dónde tiene que ir. Está bárbaro si tenés una fiesta que te lleven, en vez de tomarte el 39 (risas). Pero me parece genial la simpleza de la realidad. En cada cosa que hacés, si te gusta, hay belleza.
¿Te considerás una persona consumista?
No. No colecciono absolutamente nada. Mi placard es más chico que el que usaba cuando iba al colegio. Me gusta mudarme cada dos años porque paso lo que ya no uso y ordeno todo otra vez. No me gusta que haya mucho de nada.
¿A dónde van tus ganancias, dejando de lado las empresas de mudanza?
Me gusta mucho viajar. Desde que tuve a mi hija, que ahora tiene tres años, que no lo hago muy seguido; pero me encanta. Mis dos placeres son viajar y comer.
«No colecciono absolutamente nada. Mi placard es más chico que el que usaba cuando iba al colegio. Me gusta mudarme cada dos años porque paso lo que ya no uso y ordeno todo otra vez. No me gusta que haya mucho de nada.»
En la edición del mes pasado de Harper’s Bazaar Griselda Siciliani dijo que la marca que más le gustaba era Garza Lobos, ¿qué te pasa cuando leés ese tipo de cosas?
¡No me la creo ni en pedo! Pero me llena de gratitud.Si tuvieras que decir que te falta algo, ¿qué sería?
Absolutamente nada. Tengo al mejor marido del mundo, amo a mi hija, mis papás siempre me acompañan, trabajo de lo que me gusta. Soy demasiado feliz, no me puedo quejar de nada.