Quién diría que alcanzaría su cometido y se convertiría en actor y músico, que sería parte de éxitos televisivos, como Los Exitosos Pells, que formaría su propio grupo musical llamado Mox o que lograría hacer de su nombre una marca registrada. Seguramente en Maipú, su ciudad natal -ubicada a 16 kilómetros de Mendoza capital-, pocos lo imaginaban.
“Ahora me ven como un prócer pero antes era un ladrón o un loquito. Y a todos mis compañeros del colegio los padres les decían: ‘no te juntes con Amigorena’, confiesa Mike a Maleva mientras degusta una copa de vino. La charla se da en Gambrinus, una típica cantina del barrio de Chacarita. De glam, nada (aunque con cierto charme de barrio). Pero la comida, según el actor, “es todo”. Conoce la zona porque es donde reside desde hace algunos años. “Antes de mudarme acá vivía en Barrio Norte y tenía otra mentalidad. Me decía a mí mismo que jamás me iría de ahí. Nunca había estado en Chacarita, no daba venir para esta zona. Tenía mis prejuicios, esos que heredé de la cultura tradicionalista mendocina. Y es loco porque allá siempre fui el distinto”, explica.
“Ahora me ven como un prócer pero antes era un ladrón o un loquito. Y a todos mis compañeros del colegio los padres les decían: ‘no te juntes con Amigorena’, confiesa Mike a Maleva mientras degusta una copa de vino.»
Y agrega: “Ahora no me imagino en otro lugar. Disfruto de conocer a la gente del barrio, de comer al mediodía en un peruano donde también van los albañiles de la zona y de andar en monopatín por las callecitas”. Su comentario lo pinta de cuerpo entero. Efectivamente, Mike Amigorena es una cosa y también la otra. Es un hombre común y corriente y, a la vez, un auténtico dandy.
¿Tu “álter ego” te beneficia a la hora de sociabilizar?Sí, porque puedo ser lo que tenga que ser. Podría tener una charla con el Príncipe de Asturias o con un homeless. Me adapto siempre al entorno. Cuando llegué a Buenos Aires viví una semana instalado en el Alvear Palace por un amigo que tiene un departamento ahí. Pero después me fui a una pensión en Tucumán y Esmeralda donde estuve dos años. Para muchos puedo ser un “veleta” pero en realidad es que no me siento mal en ningún lugar. Por lo general, cuando alguien me conoce por primera vez, sea hombre o mujer, suele tener sus reparos porque no soy simplón. Soy raro desde que me concibieron y a simple vista salgo de lo común porque no me visto con jean y remera. Por eso me hacen el vacío o son indiferentes conmigo. Pero después todos se dan cuenta que cualquiera podría ser yo, y creo que hasta aburro.
«Podría tener una charla con el Príncipe de Asturias o con un homeless. Me adapto siempre al entorno. Cuando llegué a Buenos Aires viví una semana instalado en el Alvear Palace por un amigo que tiene un departamento ahí. Pero después me fui a una pensión.»
Mencionaste a la sociedad mendocina. Decís que es “cerrada”. ¿Fuiste criticado por romper los moldes y arriesgarte a ser actor
Obvio, y lo sufrí. Pero siempre fui un investigador y por eso deseaba cosas que otros no. La convicción también me ayudó. Eso sí, no pensé que iba a tardar 20 años en lograr alcanzar el objetivo. Cuando me fui de Mendoza les prometí a mis amigos que en poco tiempo iba a estar en la televisión. Pero empecé a descubrir que no sabía hablar, que tenía tonada, que otros actuaban mejor que yo o eran más lindos. Igual yo sabía que no había marcha atrás. No iba a volver. En ese momento tendría que haber agarrado una mochila, mil pesos y viajar por Europa. Esa experiencia me la debo.
¿No te divertiría viajar de mochilero ahora?
A los 41 hay incomodidades que no te van más. Y así es todo. Lo bueno dura poco. El éxito que viví mientras hacía Los Exitosos Pells no me va a volver a suceder nunca más en la vida.
«Disfruto de conocer a la gente del barrio, de comer al mediodía en un peruano donde también van los albañiles de la zona y de andar en monopatín por las callecitas”. Su comentario lo pinta de cuerpo entero. Efectivamente, Mike Amigorena es una cosa y también la otra. Es un hombre común y corriente y, a la vez, un auténtico dandy.»
Pero no pasaste de moda, la gente te sigue reconociendo y admirando.
Sí, pero no como en ese momento. Igual me sucede algo llamativo y es que mucha gente me conoce lejos del mundo cool. Señores de traje, encargados de edificio y señoras grandes me identifican y enseguida me saludan. A veces, me siento un embajador. Pero lo vivo tranquilo porque así me saludaba en Maipú con mis vecinos. Cero divísimo. Yo viajo en subte, tren, ando en bici, monopatín a motor o camino.¿Manejás?
Sí, pero el auto es el último recurso que uso para llegar a algún lugar. Odio el tránsito. El colectivo no me gusta por esa misma razón. Le doy una importancia muy grande a la salud porque así estoy siempre de ánimo y todo se pilotea de esa manera.
«Marco mi propia creencia, soy mi propia religión. Más con mi sentido común. No soy creyente, si católico. En realidad, nunca me atrapó ninguna religión. Mirá que fui monaguillo y mi mamá es la Presidenta de la Congregación de Fátima, pero cuando iba a misa no entendía por qué estaba ahí. Todo es nada y la nada es todo, esa es mi nueva filosofía.»
¿Sos espiritual?
Marco mi propia creencia, soy mi propia religión. Más con mi sentido común. No soy creyente, si católico. En realidad, nunca me atrapó ninguna religión. Mirá que fui monaguillo y mi mamá es la Presidenta de la Congregación de Fátima, pero cuando iba a misa no entendía por qué estaba ahí. Todo es nada y la nada es todo, esa es mi nueva filosofía.
Más allá de tu lado “ zen”, ¿cuáles son tus costumbres más excéntricas?
Vivo gastando en cosas que para otros son pavadas. Por ejemplo, en mi departamento tengo un estanque con peces. O el casco de un Stormtrooper [soldados imperiales de la trilogía Star Wars]. También tengo la espada de Darth Vader pero no soy fanático de Star Wars sino de los juguetes. Y mi nueva adquisición fue un monopatín a motor y voy a todos lados con eso. Soy feliz así porque cuando no tenía donde caerme muerto yo decía que iba a ser exactamente como soy ahora. Y cumplí.
¿Para qué cosas sos estético y para cuáles no?
Me pinto las uñas, me divierte. También me gusta la ropa y soy detallista. Es muy raro que compre algo en un shopping, me gusta más ir a depósitos, ahí encuentro cosas únicas. La capacidad de asombro solamente está en las pequeñeces y trato de que me pase seguido. Tal vez no soy prolijo cuando como, puedo hacerlo con la mano o tomar agua del pico de la botella. En realidad, soy muy simple en los gustos. Imaginate que podría mirar NatGeo todo el día, me fascinan los animales.
«Vivo gastando en cosas que para otros son pavadas. Por ejemplo, en mi departamento tengo un estanque con peces. O el casco de un Stormtrooper [soldados imperiales de la trilogía Star Wars]. También tengo la espada de Darth Vader pero no soy fanático de Star Wars sino de los juguetes.»
¿Tenés más mascotas?
Sólo peces pero sé que me voy a morir con animales en un campo. Me gustaría que sea lo antes posible. La ciudad no me gusta tanto.