El tiempo es una materia imposible de capturar. Cuando la pasamos muy bien, el tiempo deja una huella: la marca de la felicidad. Así fue el fin de semana que pasé en el Hotel de Russie de Roma: un paréntesis de la rutina cotidiana. Llegué al aeropuerto de Fiumicino y, como cada vez que estoy en Italia, siento estar llegando de viaje a mi propia casa. Tomé un taxi y en apenas 30 minutos me encontré en la puerta de este hotel perteneciente a la cadena Rocco Forte Hotels, y que hoy es considerado uno de los mejores de Europa.
“Buon giorno, signore, benvenuti all’Hotel de Russie”. Un conserje abrió la puerta y, mientras acompañaba cada uno de mis movimientos con la dosis exacta de decoro y naturalidad, dos botones se aprestaron a buscar mi equipaje. Situado a metros de la Piazza del Poppolo, el Hotel de Russie recibe a sus huéspedes en habitaciones de lujo entrelazadas por la historia y el diseño.
– “Quello che stavamo aspettando, posso accompagnerà alla vostra camera?” me recibió Chiara, que tuvo la gentileza de presentarse como “Clara” simplemente para facilitarme la tarea de pronunciar su nombre. El servicio cordial está a la orden del día para satisfacer una clientela exigente. Cada una de las 121 alternativas que posee el Hotel tiene su especificidad. Habitaciones románticas para parejas (con la posibilidad de planear preferencias “à la carte”) y departamentos familiares, como la Nijinsky Suite, con su extraordinaria terraza privada de 230 mts. Todas diferentes, únicas, y todas con una característica común: el buen gusto.
– “Quello che stavamo aspettando, posso accompagnerà alla vostra camera?” me recibió Chiara, que tuvo la gentileza de presentarse como “Clara” simplemente para facilitarme la tarea de pronunciar su nombre. El servicio cordial está a la orden del día para satisfacer una clientela exigente.»
Fui adentrándome en la suntuosidad de los espacios del Hotel de Russie en donde ya se erige la decoración navideña. En cada rincón se combinan perfectamente el arte, el glamour y la historia de un hotel mítico, referencia romana, por donde pasaran celebridades, artistas y realeza de todos los horizontes.
Llego a la suite reservada para MALEVA. Desde la ventana se ve la Piazza del Popolo, pero hasta ella misma es eclipsada por la perfecta combinación de clásico y contemporáneo que decora la habitación. Una cama King Size, un escritorio funcional (desde donde les escribo), mi propio salón para recibir visitas, un vestidor y un baño de mármol de carrara decorado con motivos romanos clásicos. Una prueba del trabajo realizado por Olga Polizzi y el arquitecto Tommaso Ziffer. Cortesía del hotel, las fragancias exclusivas de Lorenzo Villoresi. Empiezo a perder la noción del tiempo en un festival hedonista de los sentidos. Porque aquí uno puede elegir todo: desde la temperatura exacta que desea para su habitación hasta el tipo de almohada.
«Llego a la suite reservada para MALEVA. Desde la ventana se ve la Piazza del Popolo, pero hasta ella misma es eclipsada por la perfecta combinación de clásico y contemporáneo que decora la habitación. Una cama King Size, un escritorio funcional (desde donde les escribo), mi propio salón para recibir visitas, un vestidor y un baño de mármol de carrara decorado con motivos romanos clásicos.»
Mientras voy adaptándome al ritmo parsimonioso del confort, me informan que por la mañana, en la terraza, voy a poder disfrutar de un desayuno elegante y vitaminoso. ¿De qué se trató? frutas de temporada, pastelería italiana, huevos en bruschettas, e incluso láminas de salmón. Con un capuccino como sólo en Roma saben preparar. Y también me entero que han montado una muestra de esculturas de Pablo Picasso para celebrar los cien años (fue en 2017) de la estadía del maestro del cubismo que duró tres meses y fue fundamental en la vida del pintor (en Roma salió de la depresión, conoció a su futura esposa y además incorporó elementos pictóricos del clasicismo a sus obras como no había hecho antes). El poeta francés que lo acompañó en esa estadía, el poeta francés Jean Cocteau, definió al De Russie en una carta a su madre como «el paraíso en la tierra».
«Me informan que por la mañana, en la terraza, voy a poder disfrutar de un desayuno elegante y vitaminoso. ¿De qué se trató? frutas de temporada, pastelería italiana, huevos en bruschettas, e incluso láminas de salmón. Con un capuccino como sólo en Roma saben preparar.»
Por la tarde el jardín secreto del Hotel propone un respiro íntimo frente a la incesante ciudad. A la noche, la posibilidad de la socializar con otros huéspedes en el lobby, o acompañados de excelentes coktails en el bar (prueben sus spritz). Las propuestas se multiplican: reservas de restaurantes o espectáculos (entradas exclusivas al Coliseo o el Vaticano), personal trainer, masajes privados, servicio gastronómico individual en la habitación son algunas de las actividades gestionadas íntegramente por la conserjería.
-“Enviaremos a alguien para deshacer sus valijas inmediatamente” – me dijo Clara. También MALEVA disfrutó del Spa del hotel. Sauna, hidromasaje o mi preferido: el baño turco. Ideal después de haber pasado el dia recorriendo la Fontana di Trevi, el Coliseo, el Palatino y el Vaticano. Porque claro, uno no puede olvidar que afuera se encuentra la eterna ciudad de Roma y esas ruinas que nos hablan de un tiempo glorioso. Pero uno ahora sabe que aquí adentro, se esconde el secreto del Hotel de Russie y su asombroso esplendor que nos invita a vivir un tiempo inolvidable.