¿Tiempo muerto? El tiempo está muy vivo, lleno de historias, aventuras y cosas por hacer

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Aún si tenés que atravesar 36 horas de vuelos y demoras en aeropuertos, es posible pasarla bien (todo depende de mentalizarte de manera inteligente y positiva)

 
De aeropuertos, esperas y tiempos vivos
Todo empezó un jueves a la tarde, en un viaje que se iniciaba en Buenos Aires con la promesa de amanecer el viernes ya en Colombia. No aporto nada novedoso si digo que a veces las cosas no salen como esperamos. Una desinteligencia con la documentación me llevó a dormir en Paraguay y pasar mi viernes de aeropuerto en aeropuerto, con la esperanza de llegar a destino 24 horas más tarde de lo previsto. Un día entero es mucho tiempo: mucho tiempo para pensar, para trabajar, para escribir. Así que aprovecho el rato para compartir algunas reflexiones.
Primero, la culpa. ¿De qué sirve determinar quién generó el problema, si no nos enfocamos en la solución? Después de un brevísimo pataleo interno descarté la idea de definir un responsable para tener con quién enojarme. No tiene sentido. Mejor, trabajemos juntos para resolver este (u otro) problema. Siempre funciona mejor.

«¿Por qué se habla de “tiempo muerto”? El tiempo no está muerto, ¡jamás! Está vivo, muy vivito, lleno de historias, aventuras y cosas para hacer. La gente que tiene tiempo muerto tal vez se aburra con cierta frecuencia. Yo no consigo aburrirme. Ni siquiera en 36 horas en tránsito Buenos Aires-Bogotá.»

Segundo, la sonrisa. En un punto, dado lo definitivo de la situación, el cansancio y el malhumor propio y ajeno, opté por sonreír. ¡Costó, eh! Pero valió la pena: todos pusimos lo mejor y fuimos remontando burocracias.
En el medio de la batalla, es bueno tener presente lo que queremos conseguir al final, y aplicar todos los recursos a mano para alcanzarlo. Es impresionante cómo un tratamiento rudo genera una respuesta igual. La sonrisa actúa como antídoto: la recomiendo.
Tercero, el encuentro. En el peor momento de la noche (Aeropuerto de Asunción del Paraguay, 2 AM, no me dejan embarcar en un vuelo rumbo a Panamá), otro pasajero ve mi cartera –con un diseño de una dibujante que adoro– y se me acerca: –Qué triste lo que te pasa, espero que puedas solucionarlo. Qué linda la bolsa de PumPum. –Y así empieza una charlita buena onda en la que conocí a un colombiano simpatiquísimo que estuvo pintando en Buenos Aires con un montón de gente que admiro. ¿Casualidad? Puede ser. Pero el momento desagradable pasó pronto. Así es más fácil sonreír.
Y cuarto, por último, el tiempo vivo. ¿Por qué se habla de “tiempo muerto”? El tiempo no está muerto, ¡jamás! Está vivo, muy vivito, lleno de historias, aventuras y cosas para hacer. La gente que tiene tiempo muerto tal vez se aburra con cierta frecuencia. Yo no consigo aburrirme. Ni siquiera en 36 horas en tránsito Buenos Aires-Bogotá.