"SER ACTRIZ, Y MÁS DE TEATRO, ES UNA DECISIÓN MUY OSADA": ESMERALDA MITRE

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Esmeralda está actuando en Adicta a Vos en el Teatro Picadilly
“Ser actriz, y más de teatro, es una decisión muy osada»: Esmeralda Mitre. Por Cecilia Escola. Fotos: Jacinto Freixas.

Esmeralda se reconoce una mujer fuerte, fálica e independiente. Heredera de las clases tradicionales de Argentina y Chile, hija de Bartolomé Mitre – director del diario La Nación- y de Blanca Isabel Alvarez de Toledo, trabajó duro para evolucionar y ser otra diferente. Armó su propia historia, se hizo un lugar como actriz – actúa en Adictas a vos (teatro Picadilly) y en mayo se estrena la película Amapola, de Eugenio Zanetti, donde tuvo un papel- encontró al hombre para casarse ( el productor cultural Darío Lopérfido) y logró superar la herencia recibida. Maleva charló con ella en su casa.
Venís de familias tradicionales, llevás un apellido importante, tuviste excelentes colegios, viajes, palco en el Colón, campo familiar. ¿Esa supuesta vida fácil te sirvió o te jugó en contra?
Las dos cosas. Vengo de una familia apasionante y estoy muy orgullosa, pero también sé de sus errores y miserias y trataré de no repetirlas. Me trajo mucho a favor. Heredé la educación, la cultura, el gusto por el arte y las letras, el carácter, por venir de un matriarcado de parte de mi madre. Me crié en un diario, con gente interesante alrededor. De eso estoy orgullosa. Después, el dinero, las comodidades y la belleza para mí no tienen tanto valor. Y el poder del apellido o del diario ha generado fantasía y envidia. Mi familia trató de apaciguarlo lo más posible, nunca se mostró el dinero, eso siempre fue de mala educación, nosotros siempre fuimos muy austeros. Pero eso estaba. Y eso te mata. Cuando querés salir sóla a la vida y hubo tanto, nunca llegás. Y si no encontrás tu rumbo, tu lugar, te quedás perdido. Porque la historia heredada no es tu historia.

«Las comodidades y la belleza para mí no tienen tanto valor. Y el poder del apellido o del diario ha generado fantasía y envidia. Mi familia trató de apaciguarlo lo más posible, nunca se mostró el dinero, eso siempre fue de mala educación, nosotros siempre fuimos muy austeros.»
 

¿Te costó abrirte camino en tu carrera?Sí, ahí está la envidia claramente. Porque se supone que lo tengo todo y se supone que no tengo problemas. A mí me cierran muchas más puertas de las que me abren y las que están abiertas es porque yo las abrí. Yo genero los proyectos que quiero y eso también genera envidia. Parece que genero envidia por todos lados. Así que me resigné. Pero si no me llamara Esmeralda Mitre también sería así. Tengo educación, bondad, respeto, ética, independencia. Y cuando tenés eso, te llames como te llames, te van a envidiar.
¿Y la pareja cómo va? Hace seis años que estás con Darío Lopérfido.
Estamos bien, a punto de comprarnos nuestra primer casa juntos y con ganas de casarnos este año. Ayuda mucho que compartimos intereses, nos admiramos, nos alimentamos, nos incentivamos, armamos proyectos juntos, viajamos y también discutimos. Sentimos pasión por lo que hacemos y eso nos recontra une. Me costó, pero me armé una vida diferente a la que tenía.

«A mí me cierran muchas más puertas de las que me abren y las que están abiertas es porque yo las abrí. Yo genero los proyectos que quiero y eso también genera envidia. Parece que genero envidia por todos lados.»

Estás contenta entonces con la mujer que construiste.
Sí, pero todavía me falta mucho.

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Esmeralda y un busto de su ilustre antepasado: Bartolomé Mitre. Ella dice que el apellido la marcó para bien, y también para mal

«En las obras más dramáticas siempre encontré un paralelo con mi vida personal. Son obras catárticas, sanadoras y reveladoras. Algunas equivalen a quince años de terapia.»

¿Seguís pensando que la batalla más importante es con uno mismo?
Sí, la batalla principal es saber quiénes somos. Un trabajo muy arduo, hay que entregarse y hurgar hasta lo más hondo, hasta el lugar más doloroso. Todos traemos angustias, cosas para resolver, y heredamos mandatos de las penas y de los sufrimientos. Y de alguna manera repetimos eso, entonces tenemos que curarnos. La batalla mayor es arriesgarse a conocerse y a ver el dolor para poder evolucionar y, quizá, perdonar. Hay que perdonarse y perdonar al otro.
¿Y el teatro te resulta terapéutico?Me ayudó. En las obras más dramáticas siempre encontré un paralelo con mi vida personal. Son obras catárticas, sanadoras y reveladoras. Algunas equivalen a quince años de terapia. Por ejemplo, cuando tuve que preparar Ofelia, de Hamlet, que hablaba de la locura y del desborde, me di cuenta cómo la historia de mi abuela me había afectado. Mi abuela tuvo intentos de suicidios y una vez se tiró de un sexto piso y quedó rota del cuello para abajo y vivió diez años pidiéndole a mi mamá que la matara. Eso que me afectó lo utilicé para el personaje. Hacerse cago de lo que uno quiere, de lo que uno desea, es una tarea difícil. Ser actriz, y más de teatro, es una decisión muy osada. Hay que poner el cuerpo y el alma. Es todo o nada. No me quejo porque adoro lo que hago, pero realmente es complicado.
“Adictas a vos” trata sobre las adicciones a los vínculos. ¿Cómo te ves reflejada?
No soy muy adicta a las personas. Si alguien no me responde me busco otro camino, no soy masoquista. Siempre fui así. En realidad, no soy adicta a nada. Fumo hace diez años, pero sólo cuando salgo o cuando hablo por teléfono a la noche.  El alcohol no me gusta y cualquier cosa que pruebe no me hago adicta. De chica era re consumista y mi padre estaba preocupado porque le traía bastantes gastos, hasta fuimos al psicólogo. Después me cortaron el chorro de cuajo y me hicieron ser una chica de trabajo. Ahora tengo mucha conciencia del dinero, vivo de lo mío y soy re rata con mi plata porque me cuesta un montón ganarla.
Tu personaje en la obra es adicta al padre. ¿Cómo te fue con el tuyo?
Tengo una relación bastante sana. Lo adoro. Fue un súper buen padre y también tuvo muchísimos errores, pero lo perdoné para poder evolucionar. Creo que en mi familia cumplí el rol de Cordelia, el personaje de El rey Lear. La que siempre lo frenó, la que lo puso a prueba, la que no lo consintió, la que más lo cuestionó. Igual, llamarse Bartolomé Mitre debe ser pesado. El siempre dice: “Yo no soy un busto”. Es verdad, es como una joda. Además, todo lo que lo rodea. Pero nunca tuvo poder sobre mí. Me tiene mucho respeto y yo también a él. Hoy es una relación de pares con mucho diálogo. Yo maté a mi padre antes que a mi madre. Se me terminó de caer hará dos años. Lo digo en un sentido psicológico y sano, ¿no?

«Creo que en mi familia cumplí el rol de Cordelia, el personaje de El rey Lear. La que siempre lo frenó, la que lo puso a prueba, la que no lo consintió, la que más lo cuestionó. Igual, llamarse Bartolomé Mitre debe ser pesado.»

Tu mamá también debe ser muy especial. Filósofa, artista plástica, ex modelo.Trato de tener la misma relación. Soy muy frontal y eso a veces me juega en contra. Necesito el diálogo y la resolución de las cosas. Soy amiga de los problemas, no me asustan, me gusta encararlos. La vida es imperfecta y el error es sano. Pero a la gente le cuesta. A mí me cuesta mucho menos. Prefiero el quilombo y resolverlo. Si no es arrastrar, arrastrar y arrastrar. Y yo no soy nada careta. Si la cosa no está solucionada, se me nota en la cara, en el cuerpo.
 
 

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