"PREFIERO EL ROL DEL ACTOR ELEGANTE QUE EL DE JUGAR AL TEEN ALARGADO": ENTREVISTA A JUAN GIL NAVARRO / POR MARÍA PAZ MOLTEDO

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Juan Gil Navarro piensa que después de los 40 es la edad para animarse a asumir riesgos

 
 

«PREFIERO EL ROL DEL ACTOR ELEGANTE QUE EL DE JUGAR AL TEEN ALARGADO»: ENTREVISTA A JUAN GIL NAVARRO. POR MARÍA PAZ MOLTEDO. FOTOS: JACINTO FREIXAS.

Ante todo Juan dice la verdad. Como no existe una sola, él cuenta la suya a su manera, y no tiene vergüenza ni miedo de asumir el riesgo de buscar dentro de sí mismo y mostrar quién es. Tal vez esa forma de ser y vivir tan honesto lo llevó a ponerse en la piel de villanos, galanes, luchadores y hasta hombres disfrazados de mujeres bailando como Madonna con la misma frescura y autenticidad. Así, con extrema sinceridad, desayunó en el restaurante Elena del Four Seasons y compartió esta charla con MALEVA:
Leí que debutaste como actor en una obra del colegio ¿Te acordás qué sensación tuviste en el escenario?
Sí, eran dos obritas cortas, Gris de ausencia y La espera trágica, una de Roberto Cossa y otra de Pavlovsky; había algo de adrenalina que yo nunca había sentido y siempre había querido experimentar. Unas vacaciones de invierno me acuerdo que había ido a la Manzana de las luces, era un día de lluvia, yo era más chico, entré, toqué la puerta de un lugar y había un círculo de gente, y yo dije, hola, sí, sí ¿acá dan clases de teatro? y hubo como una risotada general y salí corriendo, tenía 15. Y nunca más volví. Y cuando empecé tenía 18, arranqué con un amigo que es actor también.
¿Y cómo fue el salto a la tele?
Entre esa edad y los 23, 24 hice taller de teatro y al final hacíamos una obra; también me metí a hacer administración de empresas porque tenía un amigo que se había metido pero mi vieja y su pareja me decían que no daba que me dedicara a la actuación. En el CBC de Administración de Empresas no entendía porqué estaba ahí. Y después empecé a trabajar en una agencia de publicidad. A los 23, con un amigo que iba a hacer un casting, lo acompañé y la clásica, quedé yo y él no. Y así empecé haciendo la segunda parte o la otra vuelta de Montaña Rusa: la primera era la buena, la mala fue la otra. Fue un horror, realmente un horror, habían querido meter el marketing de otros programitas adolescentes yankees, querían hacer como una fusión con lo de acá, y quedaba realmente raro. Nos fue pésimo, duró seis meses, pero bueno igual para mí fue todo una novedad.

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Es uno de los protagonistas de la flamante novela La Leona

«Sí, por ejemplo el otro día fui a ver La Guerra de las Galaxias y no me pasó nada, la vi y dije “no, esto ya no va más”. Hay una frase tanguera que dice «antes eras Margarita, ahora te llaman Margot» y La Guerra de las Galaxias ya no es Margarita, ahora es Margot, la agarró Disney y la convirtió en otra cosa.»

¿Y la publicidad te sigue interesando?
Siempre me interesó, lo que pasa es que la creatividad que yo vi, estudié o la que existía en ese momento, en la década del 80, era otra cosa. Había un tipo que se llamaba Washington Olivetto que era genial; había directores de cine como Ridley Scott hasta Puenzo, gente muy grosa dirigiendo publicidad, era todo un arte. Después, me parece que ahora está lleno de huevadas, cualquier ñato se fuma uno y está todo bien, y dice, “esto que era verde, pintámelo de amarillo”. Se creen dioses.
Hay mucho ego en la publicidad ¿Viste Mad Men?
Sí, me encantó.
¿Te hubiera gustado ser publicista en esa época?
No, hay otras cosas que me hubiera gustado vivir de esa época pero eso no, me gusta lo que no estaba alineado con eso, la línea de trabajo que tenían Marlon Brando, Steve Mc Queen, Paul Newman. Ellos iban por un lado más real, no por el lado del marketing.
¿Ese es el lado por el que vos querés ir también?
Sí, por ejemplo el otro día fui a ver La Guerra de las Galaxias y no me pasó nada, la vi y dije “no, esto ya no va más”. Hay una frase tanguera que dice «antes eras Margarita, ahora te llaman Margot» y La Guerra de las Galaxias ya no es Margarita, ahora es Margot, la agarró Disney y la convirtió en otra cosa. 

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En la barra del restó Elena del Four Seasons donde se realizó la entrevista

«Cuando viajo me gusta más curtir la calle, comer, mirar a la gente. He ido a un par de museos pero a menos que haya algo que me interese mucho ver, nunca me sentí emocionado ni vi gente adentro que estuviera emocionada por estar ahí.»

 
Y hablando de cosas políticamente incorrectas ¿cómo fue tu actuación en Priscilla, el musical? ¿Te costó subirte a un escenario a cantar y bailar como Madonna?
Me acuerdo que me entusiasmó mucho, y lo que dije es, “veamos cómo es la adaptación de esto”, porque a mí me había gustado mucho la película, y cuando llego, yo les dije, “no soy bailarín ni cantante, puedo mentir que lo hago”. Y me dijeron «está bien, eso es lo que queremos, te vas a divertir». No hubo mucho proceso, mi mujer me dijo «¿por qué no te dejás de joder y te divertís un poco?». Hasta vi como caminaban las mujeres por la calle para aprender a usar tacos.
Y una cosa que me resultó graciosa; en una nota dijiste que te parecía correcto empezar a usar traje.
Lo que sentí, es que creo que hay una cosa de vender juventud todo el tiempo, esta cosa teen, «una remera más canchera». Los tipos de mi edad o más jóvenes que veo en otras producciones de afuera están con camisa y saco, están elegantes, entonces me pasaba que en muchas fotos me decían «ahora con una sonrisa»; puedo estar sonriente pero «jíjíjí» -hace que sonríe demasiado-no, no soy ese. Y hay gente que lo sabe hacer muy bien. Yo creo que eso es el avance de la televisión, medio que terminás pareciendo un conductor con ese look teen. Por eso dije lo del traje, porque yo no quería alargar ninguna situación adolescente.
¿Hay algun actor que te sorprenda por su elegancia?
Hay un montón, no sé, a mí me gusta mucho la pilcha, no soy un fanático pero hay cosas en las que sí pongo el ojo. Afuera ves producciones con marcas como Ermenegildo Zegna, y no sé, hay un montón de actores así elegantes, por ejemplo podés ver a De Niro muy bien vestido, son producciones interesantes. Y a veces es más fácil jugar ese personaje que jugar el universo teen alargado, que a mí nunca me gustó y nunca tuvo que ver conmigo, ni teniendo menos años.

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Medio en chiste Juan Gil Navarro cuenta que hizo actos psicomágicos de Jodorowsky para enfrentar situaciones difíciles

«Yo creo que eso es el avance de la televisión, medio que terminás pareciendo un conductor con ese look teen. Por eso dije lo del traje, porque yo no quería alargar ninguna situación adolescente.»

 
Dijiste que tenías tsunamis de lectura y tsunamis de cine ¿cuáles fueron los últimos que tuviste?
Sí, ahora hace rato que no miro ni películas ni series; este año que pasó casi nada, el anterior me insistían para que viera Breaking Bad, House of Cards, Vikings, y me parece que dejaron la vara tan alta en la manera de contar que después no me dan ganas de ver otra cosa. Y en lectura me fanaticé un poco con un tipo, Joseph Cambpell, que escribía sobre mitología, y leyendo ese libro empecé a entender porqué yo me había metido a hacer lo que hago.
¿Qué revelación tuviste?
Por ejemplo este tipo le dio una mano a George Lucas: él tiene un accidente y empieza a leer mitología cuando estaba desarrollando La Guerra de las Galaxias y llega a algo que es El Camino del Héroe, que es un arquetipo de situaciones que le ocurren a una persona, en este caso al héroe, que se presentan en todas las ficciones, en las novelas, como en determinado tipo de situaciones de vida. Y lo que yo entendí era que lo que yo estaba haciendo era buscar una máscara para escaparme de situaciones de mi vida personal de mi adolescencia que no tenía ganas de transitar.
¿Y te sirvió esa máscara?
Muchísimo. Me sirve ahora; y me di cuenta terapia mediante también que uno no se da cuenta cuán fácil puede quedarse la máscara pegada, y cuando te la querés quitar es muy difícil… Hay un video de David Bowie muy joven haciendo eso, que cuenta exactamente eso, es como una metáfora de la fama y el éxito: David Bowie es un mimo de la gran puta, y se pone la máscara y lo aplauden y cuando se la quiere quitar no puede, se termina muriendo tratando de sacarse eso. Y es eso, me parece que el truco ya ahora a los 42 años es no caretear nada más, porque además es muy difícil sorprender a la gente hoy, la gente antes estaba más dispuesta, era más ingenua para hacer la concesión a la hora de mirar una historia. Entonces ahora ¿cómo la sorprendés? y bueno, con honestidad, sin caretear lo que te pasa. También me puse a leer a Alejandro Jorodovsky con su universo de la psicomagia.
¿Hiciste algún acto psicomágico para vos?
Sí, hice algunos, me fabriqué algunos y funcionan. Tirarse perfume en la planta de los pies en la suela antes de una situación dramática o que te cueste enfrentar, antes de salir… lo he hecho en un par de situaciones en donde lo que tenía que enfrentar me ponía muy nervioso. También me he inventado un par de cosas con algunos guiones que tenía que aprender, al lado del mar y con unas velas y unos lápices dibujando cosas.

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No es un ultra foodie de salir siempre a comer afuera pero le gusta mucho el buen vino

«Me puse a leer a Jodorowsky con su universo de psicomagia e hice algunos trucos, algunos funcionan. Tirarse perfume en la planta de los pies en la suela antes de una situación dramática o que te cueste enfrentar, antes de salir… lo he hecho en un par de situaciones en donde lo que tenía que enfrentar me ponía muy nervioso.»

 
También te apasionan las motos ¿puede ser? ¿has hecho viajes en moto?
Sí, me gustan mucho. Viajar mucho no porque la moto que yo tengo es clásica, es una moto inglesa, una Triumph, y el modelo es Bonneville, de los años 50′, uno que se hizo popular con Brando, con Steve Mc Queen.
Y si tuvieras una moto para hacer un viaje ¿a dónde irías?
Acá en Argentina, a todos lados. Antes tenía un Land Rover, que es como un auto tractor, también, se aguanta todo, y con eso me fui al Sur y a la Mesopotamia, Formosa. Tenemos un país fantástico. Hay tipos que vienen de otros lugares del mundo con un barco y bajan su moto acá y no lo pueden creer. Además la palabra Patagonia afuera es como una palabra mágica, como ir a la Luna.
¿Un lugar del sur que te haya impactado?
Cuando tenía 22 tuve la suerte de ir a la Antártida con el Irizar. Fue como llegar a la Luna; el Irizar era el Halcón Milenario. Cruzás, cuando salís del Canal de Beagle, el Estrecho de Drake, son como 36 horas de cruce picante y yo estaba encantado. En ese momento un cuñado que trabajaba en Telam me dijo «me mandan dos semanas a cubrir una campaña de reabastecimiento ¿querés venir?» y enseguida dije que sí y me consiguió un pase de fotógrafo. Fue impresionante, hice fotos, puestas de sol todas rojas, es como si estuvieras en Marte. Visitamos Base Esperanza, después una base científica de donde levantamos a un médico que se quería volver porque ya no aguantaba más, y otra que se llamaba Decepción, que es re heavy vivir ahí, es más rústica; tenés que tener un carácter muy particular para vivir ahí. Y nos trasladaban en un helicóptero que se guardaba en un hangar doblado y de repente lo armaban y nos hacían señas y había que correr desde el hangar al helicóptero, y cerraban el portón y te levantabas y… no sé ¡yo tenía una sonrisa! los tipos con casco… era impresionante todo. Fue una buena experiencia, pero volviendo al Sur, cualquier lugar de la Patagonia; a mí me gusta más esa geografía, la parte atlántica de la Patagonia, me gusta mucho el viento, esos cielos. No tengo un carajo que ver con Buenos Aires, nací acá, lamento que el trabajo esté tan centralizado en Buenos Aires. Viviría allá y vendría solo cuando tengo que trabajar. Por eso tenía un Land Rover, porque era mi plan antes de conocer a mi mujer.
¿Y de la ciudad hay algo que te guste? ¿Salís a comer por ejemplo?
Salvo salir a comer con amigos de vez en cuando, no soy muy de curtir la ciudad. Pero me gusta mucho por ejemplo uno que está en Campana que es de un chef, Pedro Picciau, que se llama Italpast, es increíble. Me gusta mucho Sotto Voce, me gustaba Piegari pero después la comida ya no es lo mismo y los precios se fueron a la mierda. Me gustan mucho Osaka, el Pobre Luis. También me gustan mucho los vinos.
¿Visitaste bodegas?
Fui a visitar un par en la navidad el año pasado, estuve en Achaval Ferrero, en Mendoza, ahora es una bodega de rusos; ahora los mega millonarios rusos han salido a comprar bodegas porque es muy chic -dice con tono irónico- aunque no saben nada de bodegas. Tienen rico vino, comimos en las bodegas, también fuimos a Chandon en Terrazas de los Andes.
¿Y algo que te guste hacer cuando tomás vino? ¿o situación que te guste para tomar vino?
Me gusta tomar vino más al aire libre, cuando lo veo a Francis Mallmann armar una cosita con fuego ahí en la nieve o revoleado por Uruguay: me gusta más ese universo, el vino formal de la mesa no lo siento tanto como al aire libre, gitaneando más la situación.

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Juan se casó dos veces: la primera a los 24 años

«Acá en Argentina me iría de viaje a todos lados. Antes tenía un Land Rover, que es como un auto tractor, también, se aguanta todo, y con eso me fui al Sur y a la Mesopotamia, Formosa. Tenemos un país fantástico. Además la palabra Patagonia afuera es como una palabra mágica, como ir a la Luna.»

 
¿Alguna situación que recuerdes tomando vino al aire libre?
Sí, en La Cumbrecita, Suites de la Colina, un lugar precioso que conozco hace diez años, estuve hace poco, lo manejan tres chicos y uno de ellos que es chef cocina como los dioses. Y esta vuelta chupé mucho rosado, mucho vino blanco, champagne, comí muy bien. No nos queríamos volver. La cabeza se te dispara pensando ¿y si dejamos todo y vivimos acá?
Sí, volver es durísimo me imagino. Y estuviste filmando La casa del mar en playas de Necochea ¿te gusta ese escenario?
No me enloquece la playa, y menos la bonaerense atlántica; prefiero, hay un lugar cerca de Comodoro Rivadavia, Rada Tilly, una bahía, una medialuna que tiene las mejores pistas de carrovelismo, que son unos triciclos con velas; ahí es una maravilla. O Las Grutas, Puerto Madryn, ese tipo de playas me gustan, o los lagos, el Lácar, el Roca, el Nahuel Huapi, esas playas sí.
¿Y otro lugar de montaña del mundo?
San Francisco me encantó, esa costa oeste, y también tuve la suerte de ir a Irlanda, esos acantilados sobre el mar. Y si tuviera que elegir una ciudad, es San francisco. Ni Nueva York, ni Los Ángeles.
¿Y qué rutina hacés cuando viajás? ¿Museo, calle, caminar?
Me gusta más curtir la calle, comer, mirar a la gente. He ido a un par de museos pero a menos que haya algo que me interese mucho ver, nunca me sentí emocionado ni vi gente adentro que estuviera emocionada por estar ahí. Es como esa cosa formal, de que hay que ir, como…»¿fuiste a Guggenheim? ¿y al Del Prado? sí, sí, ¿pero te emocionaste ? no ¿y perdiste un día? sí». Hay gente que la pasa muy bien igual, se puede sentar a mirar un Rotko y le pasan mil cosas y está muy bien. Sí me acuerdo que la primera vez que fui a Tate en Londres, me acuerdo que, lo quiero hacer si llego a hacer Hamlet, había un pabellón enorme, la exposición era una rajadura, no sé cómo armaron el lugar, parecía una grieta producida por un terremoto, eran 50 metros de rajadura, eso sí me impresionó.
Te casaste dos veces y tu segundo casamiento fue como medio teatral, ¿cómo fue eso?
Sí porque la primera vez que me casé fue por iglesia y era todo mucho más caretón, yo tenía 24 años, re joven, y la segunda no, fue distinto;  mi mujer entró con su papa a este salón, este lugar chiquitito en el Hotel Pestana, y había un tema de Sting que se llamaba El matrimonio secreto, Secret Marriage, y hablaba de la unión de dos personas que no tenían dinero ni nada, ni iglesia que hubiera bautizado, nada, era un tipo dándole un anillo a una mujer y nada más, y a mí me gustaba desde chico. Y fue eso, se puso ese temita y le habíamos puesto la letra a la gente para que supiera qué era, no sé quién lo leyó porque todos nos miraban a nosotros, y fue eso, nada más, un ritual para nosotros. Después bailamos, chupamos, nos ocupamos de que toda la música fuera interesante, no esta cosa de «ts ts ts» -hace sonido de cumbia- ni de casamiento; había desde punk hasta rock.
Cumpliste 40 hace dos años y dijiste que para vos a partir de los 40 hay que asumir todos los riesgos ¿qué significa eso para vos?
No sé, yo no creo que uno tome los riesgos porque decide tomarlos, yo creo que las cosas aparecen y vos no tenés más remedio que entregarte a la aventura y tratar de salir vivo de eso. Hay situaciones, como en la llamada del héroe, donde hay una negativa a aventurarte en ese desafío, no es que uno calcula y dice, ahora voy a hacer esto… pero de lo que me doy cuenta es, gracias a terapia, que es que hay un momento en el cual podés seguir careteando un montón de cosas o podés ser honesto: para pegar ese salto de una vida mejor, tenés que quitarte esa máscara, esa careta y hablar honestamente de lo que pensás y dejar que las consecuencias sean las que tengan que ser, en una pareja, en cualquier vínculo. Pero si me han agarrado períodos de ansiedad y de angustia sin saber de dónde venían, y tenía que ver con eso, yo no estaba donde tenía que estar ni decía lo que quería decir. Y en este oficio lo que se necesita es el ejercicio de la honestidad. La única regla por cumplir es no joder al otro, hacer lo que quieras hacer, y después fuera de eso, todo está permitido. Experimentar la vida esta buenísimo. Esta edad es una edad interesante para pegar un salto, le decía a un amigo actor también, «la gente ya nos conoce pero lo interesante es mostrar otra historia».
Y en La Leona que se estrena ahora, en tu papel ¿sentís que pudiste volcar algo de eso?
A veces sí y a veces no, porque la televisión es un espacio muy raro, las telenovelas son dinosaurios que se están por extinguir, porque la gente sabe que arranca una tira que puede ser la mejor y la gente sabe que después alcanza una meseta, después de los primeros cuatro capítulos, es un espacio raro. Yo dije que sí en esta tira porque las telenovelas te dan un tiempo y una guita que te permite después elegir, y después porque tenía ganas de trabajar con Miguel Angel Solá; yo crecí admirándolo y tener escenas con él como mi padre fue increíble. La historia está muy buena igual, no tiene careteada, es el mundo de los que tienen y de los que no tienen. Pero bueno, después tiene estas cosas obligadas de las telenovelas clásicas, desde los vínculos.
¿Nunca llegaste a dejar por un tiempo o querer renunciar a todo?
No, pero a veces tengo la fantasía de que si me ganara el loto trabajaría mucho menos, o solo en las cosas que yo quiero hacer, o produciría cosas que a mí realmente me interesen. Mi primera representante cuando me tomó era un personaje de Mad Men, me decía, «querido, esto es así» apoyó el lápiz, me agarró la hoja -hace que dibuja una especie de picos- me dijo «si vos podés vivir de esta manera bien, si no no lo intentes». No importa quién seas, cuán consagrado estés o cuán en el horno estés por haber hecho porquerías, no lo sabés, nunca lo sabés, es impredecible y es muy difícil vivir con esa incertidumbre pero es así. No está mal apostar a lo seguro igual. Yo no tengo hijos, pero si los tuviera también haría cosas que me den cierta estabilidad.
Decís “si me ganara el loto” ¿Jugás al loto?
Sí, mucho, mucho. Es el impuesto a la ilusión, decimos con un amigo. Me lo voy a sacar, acordate.