"¿POR QUÉ ESTOY ENAMORADA DE URUGUAY Y DE TODOS LOS URUGUAYOS?" / POR VICKY SCHIRINIAN (DESDE URUGUAY)

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Con su tranquilidad, los uruguayos se comen el mundo

 

«¿POR QUÉ ESTOY ENAMORADA DE URUGUAY Y DE TODOS LOS URUGUAYOS?» / POR VICKY SCHIRINIAN (DESDE URUGUAY). 

Hace algunos días hablaba con amigos sobre lo loco que debe ser la experiencia de conocer el mar por primera vez. Encontrarse con esa masa de agua infinita, el oleaje, el volumen, el sonido, todo. Yo no me acuerdo de la primera vez que vi el mar, pensé nostálgica. Y es que a una semana de haber nacido me trajeron a La Barra de Maldonado en Uruguay y desde entonces no pasaron más de diez meses en los que volví a ver, aunque sea, este mar.

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Parece simple, pero no es nada fácil desentrañar el alma montevideana

«Uruguay no es Argentina. Los uruguayos tienen cierto prejuicio con los argentinos y más con los porteños. Yo creo, o me di cuenta hace no mucho, que el problema está en que nos creemos iguales pero somos muy diferentes. Hay en este país un extraño fenómeno de coincidencias en el que todo parece pero no es.»

Montevideo, capital del país que adopté como propio, ciudad que siempre pasé de largo para llegar lo más rápido posible al mar, hace unos pocos años me empezó a interesar a nivel cultura y ciudad y este año me animé a explorarla. Dos amigos que son unos verdaderos crás hicieron de anfitriones y me llevaron como primera parada a Ciudad Vieja a almorzar a lo de Lucía Soria (Jacinto). Me mostraron algunos de sus lugares preferidos en el centro cerca del puerto, me presentaron a otros locales tan copados como ellos y empecé a hilar cabos para intentar descifrar un poco mejor al país vecino y sus habitantes como legítimos dueños de una identidad muy diferente a la argentina, al mejor estilo antropóloga estudiando a un grupo de extraños (mi profesión frustrada, valga la aclaración). Cuando me quedé finalmente sola y caminé por las hermosas calles de esta ciudad sentí un vacío muy grande, una soledad de abismo, una sensación de estar realmente sola en una ciudad que en teoría tiene 1.3 millones de habitantes. ¿Dónde está la gente? Con la esperanza de que a la vuelta de la esquina apareciera alguien, quien sea, una cara… Pero nada. Me fui a dormir a un departamento prestado, en un complejo de 3 torres altísimas y a la única persona que vi fue al guardia de seguridad a través de un vidrio negro, que ni siquiera se realmente si lo vi. Sin wifi, sin televisión, me dormí. A la mañana siguiente tomé un colectivo para sentirme más local y llegar a entrevistar a un emprendedor para una revista en la que trabajaba. En el medio de la charla, él cual psicoanalista me desnudó ahí mismo, grabador prendido, y supo todo lo que había pensado estos últimos dos días en Montevideo. Intentó calmarme tipo ‘es normal, no te preocupes a todos los pasa de cuando en cuando con esta ciudad’ y me aconsejó: cuando veas un grupo de montevideanos por ahí, seguilos, unite, hacete amiga y ahí vas a entender realmente como es esta ciudad y como somos los que somos de acá. Y ahí mismo, sin previo aviso, me cayó la ficha más grande del último tiempo: estoy enamorada de todos los uruguayos. Son amables, tranquilos, despreocupados, y muy habilidosos para entrar en contacto con el otro; para enamorar. Y entendí también por qué este paisito tiene un imán tan fuerte conmigo.

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Los uruguayos son muy amables y tienen una fuerte – aunque sutil – autoestima

«Adopté algunas palabras y formas de hablar como el tú, saludo con un ‘que pases bien’ y tomo mate a la tarde (solo en Uruguay) para intentar ser parte, ser una más. Pero igual no lo consigo. Soy porteña y no lo puedo ocultar por más esfuerzo que haga.»

Salir de un espacio y volver después de un tiempo es un volver a descubrir. Con esta ciudad a la que vuelvo siempre me pasa un poco eso, la veo cambiar y crecer al tiempo que yo también cambié y crecí. Cambian las cosas que hacés, la forma en la que te movés, los lugares a los que vas, lo que pensás y también lo que decís. Este año llegué a la conclusión, acertada o no pero muy convencida, de que toda la nostalgia que llevo siempre a cuestas la heredé de los uruguayos. Con esa tranquilidad que los caracteriza, el mate bajo el brazo, mirando al horizonte pensando en lo que pasó, en lo que se terminó y en por qué el tiempo tiene que pasar. ¿Por qué no se puede quedar todo igual por tiempo indefinido? Nostalgia del verano de 83, nostalgia del fútbol, de los parientes que se fueron a Europa, de la casa que no está más, del compañero de trabajo que se fue, de las tardes de verano, de las canciones que aún no escribieron. Soy socia vitalicia de los nostálgicos de este tiempo y me da un poco de orgullo así serlo. Creo que es por eso que amo Punta del Este en invierno. Todo es nostalgia en el pueblo fantasma donde lo que hay fue, y no hay más que el paisaje y la quietud de un balneario fuera de temporada.
 

CONSEJOS – ¡EN BASE A MUCHA EXPERIENCIA! – PARA DISFRUTAR MÁS DE PUNTA DEL ESTE (Y ALREDEDORES)

P.A
Los años, la experiencia, el experimentar y el tiempo que pasé en Uruguay me fueron aportando algunos trucos o secretos para moverme como pez en el agua que voy a detallar a continuación. Vale aclarar que están basados en mi experiencia y mi valoración que siempre es subjetiva pero que recomiendo fervientemente sigan atentos.
 

1) SIEMPRE TOMAR EL ATAJO DE LA BARRA (PARA MIRAR Y SER VISTO HAY LUGARES MÁS RELAJADOS QUE LA BARRA)

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en temporada tomar el atajo de La Barra. Para atravesar La Barra durante los últimos días de diciembre y los primeros de enero, la Ruta 10 se hace casi imposible de transitar, con autos que estacionan en ambas veredas. Para sumar calidad de vida, ahorrar tiempo y evitar accidentes, aprendí que usar el atajo es mucho mejor y más seguro. Y que para mirar y ser visto hay lugares más seguros y relajados.

2) A NO DESESPERAR CON LA AGENDA (TÍPICO ERROR DE NOVATOS)

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A no desesperar con la agenda. Los últimos días de diciembre y los primeros de enero la agenda de eventos explota y hay un almuerzo atrás del otro, un sunset acá, otro allá, fiestas, cenas y de todo un poco. Cumplir con la checklist y asistir a todos es una tarea casi de superhéroe y uno termina por no disfrutar del momento, corriendo siempre atrás del reloj eventero. Error de novatos es, a mi entender, ser un picaflor que picotea en todos lados y no se queda para lo bueno. Hay que saber elegir para disfrutar, pasarla bien, y no para llenar la cuenta de Instagram porque en el fondo venimos a relajarnos… ¡Estamos de vacaciones!

3) EL MAR ES LINDO, PERO NO SUBESTIMEN EL BOSQUE

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No subestimes el bosque. El mar es divino, no hay con que compararlo, la playa es el escenario inmejorable por definición, pero adentrarse en el bosque de Punta del Este es una experiencia sublime y, por lo desconocida, sorprendente. Los olores, los sonidos, ¡el aire! Lindos paseos son: caminata o bici por el bosque de Montoya o San Rafael y el Arboretum Lussich en Punta Ballena. Porque hacer planes diferentes ¡también es cool!

4) PROBAR LOS BUENÍSIMOS PRODUCTOS URUGUAYOS (NO DISFRUTASTE COMO SE DEBE URUGUAY SINO PROBASTE ALGO DE CONAPROLE, POR EJEMPLO)

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Stay local. Uruguay tiene una industria chica pero las cosas que produce son de primera calidad. Sus lácteos, fiambres, los helados Conaprole, el queso crema Talar, las verduras orgánicas que se consiguen sin problema y a buenos precios en casi todos los supermercados. Hay que aprovechar la escala del país para consumir productos frescos y comprar a los productores locales y a los comerciantes que se ocupan de proveernos durante todo el año.

5) PROBAR EL MEJOR SANDWICH DE MILANESA DEL MUNDO (EL DE MANOLO, EL ALMACÉN DE JOSÉ IGNACIO)

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El mejor sandwich de milanesa del mundo. Es el de Manolo el almacén de José Ignacio. La milanesa la cocinan en el momento y el pan es siempre fresco. El plan es pedirlo para llevar y disfrutar de la naturaleza con el mejor picnic de playa. La fruta y verdura ¡tiene sabor! Aprovechar para comer alimentos frescos: la fruta y la verdura acá parece que sale de la huerta a tu mesa de modo literal. Y si se quedan para fines de febrero o marzo traten de conseguir las famosas uva chinche que son una delicia de dulces y tienen una estacionalidad muy limitada.

6) REDESCUBRIR EL PUERTO Y LA PUNTA

MARCELO CAMPI
Redescubrir el puerto y la punta. Con los años, La Barra y José Ignacio se pusieron muy de moda y le quitaron protagonismo a todo lo que es el puerto y la zona de la península que, a mi entender, es una de las más lindas de Punta del Este y donde aún vive el recuerdo y el espíritu de la fundación de Punta, con una arquitectura muy particular y una tranquilidad parecida a la de pueblo fantasma que es hermosa. El Faro, la iglesia celeste, las casitas bajas y las esquinas desde donde se pueden ver los 4 mares arriba, abajo, a la izquierda y a la derecha, son imperdibles. Para los días de lluvia o nublados un paseo por Maldonado, Devoto Home y Tienda Inglesa. Para comprar cosas baratas, divertidas, importadas y raras, este es un paseo imperdible de al menos una vez en la temporada para stockearse de productos para llevar a casa. A sacarse el prejuicio de que en Uruguay todo es más caro y a revolver porque ¡el que busca, encuentra!

NO NOS CONFUNDAMOS: URUGUAY NO ES ARGENTINA (¡AUNQUE EN PUNTA DEL ESTE SEAMOS MUCHOS!)

MATT RUBENS
Uruguay no es Argentina. Los uruguayos tienen cierto prejuicio con los argentinos y más con los porteños. Yo creo, o me di cuenta hace no mucho, que el problema está en que nos creemos iguales pero somos muy diferentes. Hay en este país un extraño fenómeno de coincidencias en el que todo parece pero no es. Como cuando viajo a cualquier parte del mundo que tengo la estúpida necesidad de encontrar el parecido de la ciudad donde estoy con otro lugar que ya conozco: “Es como Brasil pero en vez de morros hay dunas”, “Se parece al centro de San Pablo pero con menos tráfico”, “Es como Recoleta pero con más historia”, y así mi cabeza necesita encontrar la referencia. Durante mucho tiempo en Uruguay estuve perdida. Porque Montevideo podía perfectamente ser Buenos Aires pero al mismo tiempo no la entendía y porque los uruguayos parecían argentinos pero tampoco lograba conectar. Sumado a esto no es causa menor que el 80 porciento de los veraneantes de Punta del Este sean argentinos y se crean, porque son mayoría, que aún están en su país. Muchos años después, luego de largas temporadas acá, empecé a entender, a entrar en ritmo, a respetar y a ser honesta con que es difícil proyectarse como argentino acá. Adopté algunas palabras y formas de hablar como el tú, saludo con un ‘que pases bien’ y tomo mate a la tarde (solo en Uruguay) para intentar ser parte, ser una más. Pero igual no lo consigo. Soy porteña y no lo puedo ocultar por más esfuerzo que haga. Entonces veo todo desde afuera como una real outsider. Conclusiones que puedo sacar sobre la gente local es que son mucho más “tranqui panki”, que se ofenden con facilidad (el famoso dicho “no seas malo” que cuando lo usan siempre, siempre me siento mala), les gusta hacer grandes las cosas que para mi pueden no serlo, tienen alta autoestima y se comen el mundo con su tranquilidad en la mochila. Hace un par de años conocí a través de su Novela Luminosa a Mario Levrero y me enamoré, otra vez. Levrero es lo que a mí me parece que es el uruguayo por definición, por lo que recomiendo leerlo para entrar en contacto si se sienten perdidos, igual que yo, en este mundo del revés que queda a un río de distancia.
Fotos:: Jimmy Balcovicius (creative commons, flickr), Alejandro Dagnino (creative commons, flickr), Azul Arias, Marcelo Campis (creative commons, flickr), Matt Rubens (flickr, creative commons) y Creative Commons Google Images.