NO ESPERO A NADIE Y ESTÁ TODO BIEN

 

El bartener Federico Cuco (de espaldas) dándole charla a un cliente solitario (y todo bien)
 

No espero a nadie y está todo bien. Por Tamara Tenembaum. Fotos: Jacinto Freixas.

Por razones que me exceden, ir solo (o sola) a tomar algo en Buenos Aires es rarísimo. No hablamos de almorzar en el microcentro o tomar un cafecito con un libro: digo llegar a un bar, ya caído el sol, acodarse en la barra y pedirse algo espirituoso, sin aclarar “espero a alguien” ni poner cara de estar de paso. No se hace, a menos que uno sea un alcohólico asumido. Aquí vengo a hacer apología: desde que me animé a ir de bares “table for 1” (no literalmente, claro: si estoy sola, a la barra), me resulta una costumbre sanísima, para calmar el espíritu y renovar la historia de amor más larga que a uno le tocará vivir. Pero claro, hay lugares más y menos amigables para sentarse en soledad: Isabel o Frank’s son excelentes para conocer gente o divertirse con amigos, pero solo podés llegar a morirte de angustia. En esta nota te recomendamos bares y claves para animarte, sin apuntes ni celulares de escudo.

Nivel 1: el bar de hotel, Pony Line (hotel Four Seasons, Posadas 1086)

Un excelente lugar para empezar es una barra de hotel: ¿por qué? Fácil, siempre habrá algún huésped tomando solo ahí. Además, los extranjeros lo tienen mucho más naturalizado, nadie te va a mirar raro. Si bien cualquier hotel de lujo puede servir, y en Buenos Aires no nos faltan, elijo especialmente Pony Line por su propuesta intermedia entre barra de hotel y bar high end de Palermo: super amigable para distintas edades, perfiles y bolsillos. De noche se llena y suben la música, pero de día (otra ventaja del hotel: podés caer a las 17 que está abierto) es super tranqui. Para tomar sola, yo elegiría trago clásico como un Manhattan, en su versión original o en una variación, como el delicioso Manhattan.ar (whisky, Passito Achával Ferrer Malbec en vez de Vermouth y bitter de naranja).
 

«Aquí vengo a hacer apología: desde que me animé a ir de bares “table for 1” (no literalmente, claro: si estoy sola, a la barra), me resulta una costumbre sanísima, para calmar el espíritu y renovar la historia de amor más larga que a uno le tocará vivir.»

 

Pony Line: intermedio entre barra de hotel y bar high end de Palermo
 

Nivel 2: Chabrés (Maipú 530) where everybody knows your name

Clásico de clásicos, lo genial del bar comandado por el legendario bartender Oscar Chabrés y su hermano es que los dos son un poco como los viejos políticos: aunque no te conozcan, siempre te saludan y te preguntan cómo andás como si lo hicieran. Ubicado en pleno microcentro, abierto desde temprano, el lugar es chiquito y cálido y frecuentado tanto por amigos de la casa y oficinistas habitantes del microcentro como por curiosos que escucharon el rumor o simplemente se vieron tentados por este oasis que parece cortado y pegado de alguna vieja película americana. No creo haber probado, en ninguna parte del mundo, un Martini como el que hace Chabrés (sin tomar medidas, encima: es una delicia verlo trabajar): no te lo pierdas. De los suyos, soy fan del Gygy: vodka, martini bianco, cointreau y campari.

Nivel 3: Verneclub (Medrano 1475) animándonos a la noche

El desafío que te propone Verneclub es que abre a las 21: ya no canchereamos en horario de vermouth, hay que sentarse en un bar solo a noche. No obstante, el anfitrión Fede Cuco te la va a hacer super fácil: es muy amigo de los bebedores solitarios, y seguro aprovechará para contarte alguna historia o recomendarte alguno de sus cócteles preferidos. La música además, te hace sentir en tu casa: mucho jazz, especialmente Chet Baker, como para saborear despacito el placer y, por qué no, la melancolía del momento (tomar solo te reencuentra un poco con eso también, y no está nada mal). De clásicos, uno de los que más se disfruta en Verne es el Old Fashioned, estándar o en una variante que a ellos les gusta mucho, Ron Fashioned (con ron en vez de bourbon). De la carta, el trago que más sale es el Opium Fashioned, almíbar de té negro, bitter de naranja, bourbon y una inyección de humo hecha con una simpática maquinita, perfecta excusa para arrancar una conversación con quien te atiende (o algún otro sentado en la barra, por qué no) si estabas tímido.

Fede Cuco – uno de los mejores bartenders del país – en su flamante bar Verne
 

«Isabel o Frank’s son excelentes para conocer gente o divertirse con amigos, pero solo podés llegar a morirte de angustia. Yo recomiendo Pony Line porque siempre habrá algún huésped tomando solo ahí. Chabrés porque es un clásico con el mejor Martini del mundo. Verne por la onda de Fede Cuco y sus tragos, el trendy Duarte porque respetan tus silencios y Doppelgänger porque está todo bien con los lobos solitarios.»

 

Nivel 4: Duarte (Godoy Cruz 1725), soledad en pleno Palermo

Ya avanzado en el juego, ¿te animás a sentarte en un bar ubicado en una cuadra bien trendy de Palermo, casi en el centro de la movida? Te juro que en Duarte no vas a tener problema. Agustín Bertero te hará compañía discretamente, respetando tus silencios. El lugar cuenta con una barra muy amplia, donde podés  tranquilamente sentarte a comer si pinta el hambre, y con una simpatiquísima (y didáctica) pizarra para aprender sobre tragos clásicos, inspirarte y pedir alguno que quizás no conozcas, como un Sidecar o un Gimlet, que les salen bárbaros. Bertero es también partidario del ron (una bebida un poco olvidada en otras barras), y cuenta con algunas botellas interesantes con las que podrías pedir un daikiri en su receta tradicional, con limón y sin licuadora ni hielo picado. De los locales, es riquísimo el Barbosa, a base de Whisky, manzana, lima y gotita de Jäger.

Agustín Bertero de Duarte, alguien que respeta tus silencios
 

Nivel 5: Doppelgänger (Juan de Garay 500), el bar de los llaneros

El propio Guillermo Blumenkamp, bartender y alma mater, suele decir que hay dos clases de bebedores, las ovejas y los lobos solitarios; Doppel se llena mucho de estos últimos. Ubicado en San Telmo hace ya más de cinco años, Doppel tiene merecidísima su fama de bar para bebedores empedernidos, con tragos creativos y usualmente, bastante potentes. Acá te van a servir como los dioses, pero, salvo que saques charla, te van a dejar en paz: hay también un elenco estable de parroquianos, con los que te harás compañía en silencio (a menos que haya penas que compartir, en cuyo caso uno siempre es bienvenido). Es un excelente bar para tragos de whisky, como un Rusty Nail o un Lombán de la carta (bourbon, licor de mandarina, vermouth rosso y punt e mes) o para distintos tipos de Martini: mi preferido, el Hot & Dirty Martini (vodka con pimienta negra, vermouth, salmuera y aceituna con jalapeño).