MORA BACAL: LA NUEVA REPRESENTANTE DEL LINAJE DE GALERISTAS BENZACAR / ENTREVISTA / POR CECILIA ESCOLA

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Mora Bacal – miembro de un linaje de galeristas – formó su criterio y mirada artística desde muy chica

 

MORA BACAL: LA NUEVA REPRESENTANTE DEL LINAJE DE GALERISTAS BENZACAR / ENTREVISTA / POR CECILIA ESCOLA. FOTOS: ARIEL FELDMAN.

Antes fue un depósito industrial y después quiso la suerte que se convirtiera en un espacio de arte. Una sala amplísima, blanca total, perfectamente iluminada. Otro espacio, donde se guardan las obras de los artistas representados, para quedarse fisgoneando largo rato. En el piso de arriba, un gran área abierta para lo administrativo, cocina y terraza. Pleno Villa Crespo (J.Ramírez de Velasco 1287). Allí funciona la galería Ruth Benzacar. La que comenzó en un PH de Caballito hace cincuenta años y continuó en un departamento de Recoleta, las dos casas de sus dueños: Samuel y Ruth. Y la que finalmente recaló en el emblemático sótano de Florida y Marcelo T. de Alvear, donde permaneció treinta años.
Hoy una de las dos directoras es Mora Bacal – la otra es su madre, Orly Benzacar-, tercera generación de una familia imprescindible en el arte contemporáneo local.  Después de las fotos de rigor, Mora- egresada del Liceo Francés Jean Mermoz, ex estudiante de medicina, esposa de un profesor de letras y madre de Elisa (3)- le contó a Maleva todos los detalles de un negocio que no es muy rentable, según dice, pero sí muy adictivo. Tanto, que una vez adentro es difícil salir.

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En una de las luminosas salas de la nueva sede de Ruth Benzacar en Villa Crespo

«Lo peculiar es que nuestro producto es la obra de arte y tenemos el privilegio de tratar con artistas todo el tiempo. ¿Glamoroso? No sé si es la palabra. Es especial. Un desafío enorme y eso es un placer.»

 
Dirigir una galería de arte parece un trabajo glamoroso, sofisticado. ¿Cómo es realmente el día a día?
Es un negocio y no difiere mucho de otros negocios, en un punto. Lo peculiar es que nuestro producto es la obra de arte y tenemos el privilegio de tratar con artistas todo el tiempo. ¿Glamoroso? No sé si es la palabra. Es especial. Un desafío enorme y eso es un placer, porque te mantiene pensando constantemente, sobre todo en este país, donde cualquier negocio es complicado y el arte mucho más.
¿Cuáles son los desafíos?
Cuando se piensa una muestra o una feria hay que tener en cuenta todo, desde la tontería más chiquita – cómo colgar una obra que no tiene ganchito-  la cronomía de un stand, la logística, el envío  de una obra hasta cerrar una transacción. Todo es un desafío y no hay reglas que puedan aplicarse a todas las situaciones.
Te precedieron dos mujeres fuertes. Tu abuela fue la reina y tu mamá tuvo siempre una presencia importante en el mercado. ¿Eso fue un peso para vos, te condicionó de alguna manera?
Nunca lo pensé ni me interesa pensarlo así. Soy muy distinta a mi vieja y también a mi abuela, aunque no llegué a trabajar con ella. Mi abuela fue muy generosa con mi mamá y ella lo está siendo conmigo. Trabajar con mi madre y seguir el linaje familiar no me afecta. Hay una libertad, una generosidad y una escucha total. No me condiciona en nada ni me impone ningún peso. Puedo ser yo y trabajar a mi manera. Las dos trabajamos muy bien juntas, con mucho respeto, y nos complementamos con nuestros puntos de vista.

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Además del arte, a Mora la apasionan las ciencias exactas

«Soy muy distinta a mi vieja y también a mi abuela, aunque no llegué a trabajar con ella. Mi abuela fue muy generosa con mi mamá y ella lo está siendo conmigo. Trabajar con mi madre y seguir el linaje familiar no me afecta. Hay una libertad, una generosidad y una escucha total.»

 
¿Qué impronta le das vos a la galería?
Para mí lo fundamental es que siga siendo una galería de arte contemporáneo que representa a artistas argentinos.
Siempre estuviste rodeada de arte, sin embargo, te interesaste por la medicina en un momento.
La ciencia es muy importante para mí –mi papá es químico y mi mamá, bióloga- y las ciencias exactas me apasionan. Tenemos algo muy racional en mi familia. Yo estudié medicina dos años y dejé la carrera para irme a París, porque mi novio, ahora marido, vivía allí. En París estudié la licenciatura en Artes del Espectáculo y trabajé un año en la  Bendana-Pinerl Art Contemporain. Fue buenísimo porque pude ver el nacimiento de un nuevo proyecto desde adentro. Paralelamente me encontraba con mi mamá y la acompañaba a las ferias internacionales. Finalmente,  en 2009 volví a Buenos Aires y empecé a trabajar en Ruth Benzacar.
Tu mamá contó que sus padres eran muy arriesgados, que la vida familiar era bastante desorganizada y que vivían al límite. ¿Cómo fue tu infancia en ese sentido?
La galería empezó en la casa de mis abuelos. Era todo mucho más bohemio, iban los artistas, el negocio estaba ahí, y mi abuela tenía una entrega total, laburaba todo el tiempo. Mi mamá vivió y creció en ese ambiente. En cambio, yo viví de otra manera. Mi casa fue mi casa y nada más y se hacía una vida normal.

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Mora asegura ser muy distinta tanto a su madre Orly Benzacar como a su abuela Ruth Benzacar

«El precio de una obra no es un capricho y yo lo defiendo. No es lo mismo si tuviste una muestra individual en el MOMA que si no la tuviste. No es lo mismo si hiciste o no una individual en el MAMBA. No es lo mismo si tenés 50 años o 25.»
 

La galería tiene 50 años y en todo ese tiempo el negocio del arte debe haber cambiado mucho. ¿Cómo es ahora?
El mercado del arte creció muchísimo. Hubo un foco muy fuerte sobre América Latina durante varios años y muchos artistas latinoamericanos lograron despegar, especialmente en Brasil, Colombia, México. Nosotros como país surfeamos en la cresta de esa ola un ratito y después, no. Ahora hay coleccionistas que tienen la misma pasión y, además, fondos de inversores que buscan el negocio. Eso pasa a nivel global. En Argentina el mercado es chico en relación al número de buenos artistas que hay. Y la cantidad de galerías que cerraron en los últimos cinco años es terrible. Eso refleja la realidad local. Además, tenemos una política de estado que nunca jamás le interesó prestarle atención a las artes visuales.
Está la ley de mecenazgo en la Ciudad de Buenos Aires.
Sí, que tiene un montón de fallas. Además, las empresas con domicilio fiscal en la ciudad no son la mayoría de las que más facturan en el país, como para poder deducir ganancias de ahí. Está bueno que haya una ley, pero no soluciona nada. No hay un apoyo a nivel estatal como sí tienen Brasil, México, Colombia.  
El año pasado se mudaron a Villa Crespo después de treinta años en la sede de Florida y Marcelo T. de Alvear. ¿Qué las llevó a semejante cambio?
Ese espacio había dejado de ser contemporáneo hace unos años. Se volvió muy limitante. Los techos bajos, las columnas, los tachos de luz, el piso, no les presentaba ningún desafío a nuestros artistas. ¿Cuántas muestras más podía pensar Jorge Macchi en ese lugar? Ya está. Hoy el espacio es super importante.  Además, no venía tanto público y para nosotras también había cumplido su ciclo. Listo, sigamos. Este es un proyecto de continuidad y de crecimiento. Y estamos  muy felices de estar acá. No tenemos ningún tipo de nostalgia o de arrepentimiento.

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Mora estudió en París la licenciatura en Artes del Espectáculo y trabajó un año en la Bendana-Pinerl Art Contemporain.

«Con la nueva galería salimos del sótano a la luz. Además, quisimos generar un circuito de galerías en Villa Crespo.»

 
Es un lugar fascinante.
Sí, era un depósito industrial y nosotros lo reciclamos.  En la sala hicimos paredes de ladrillos – en general las galerías tienen durlock o enchapado de madera-  para que sean perfectas y durables y pintamos de blanco. Y la iluminación es impecable. Eso también fue una gran diferencia. Salimos del sótano a la luz. Además, quisimos generar un circuito de galerías en Villa Crespo.
Se dice que la gente va menos a las galerías de arte. ¿Cuál es el sentido entonces de tener una?
Poder ver esto. La muestra de Pablo Siquier no se podría haber montado en otro lugar. No hay instituciones en Argentina para darles lugar a todos los artistas que hay.
Y no es lo mismo ver las obras virtualmente.
No, en lo absoluto. De hecho Pablo no vio su obra terminada hasta que estuvo montada en la galería. Además, es requisito para cualquier experiencia internacional tener un espacio abierto al público, una cantidad mínima de muestras y representación de artistas.

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Miguel Rothschild, Eduardo Basualdo, y Tomás Maglione, entre otros, son algunos de los artistas que expondrán en la galería en 2016

«Cada uno es libre de hacer lo que quiera. Cuando alguien me pide mi opinión yo no se la doy nunca. Sos feliz haciéndolo, seguí. Si me interesa o no, no tiene que condicionarte para seguir produciendo. Hoy porque pintes con una técnica perfecta, que seas hiperrealista, no significa que tu obra sea buena o mala.»

 
¿La cantidad de público disminuyó sólo por la posibilidad de ver todo por Internet?
No. Hay rutinas que se van perdiendo y está en nosotros hacer las gestiones para que esa gente vuelva. Igual, en nuestro caso el público se dinamizó mucho con la mudanza. Además, los primeros sábados de cada mes varias galerías participamos en los Gallery Day de Villa Crespo y eso genera circulación de público.
Si una obra ya no se considera por la técnica, si está bien o mal hecha. ¿Cómo se evalúa su valor artístico entonces?
Cada uno es libre de hacer lo que quiera. Cuando alguien me pide mi opinión yo no se la doy nunca. Sos feliz haciéndolo, seguí. Si me interesa o no, no tiene que condicionarte para seguir produciendo. Hoy porque pintes con una técnica perfecta, que seas hiperrealista, no significa que tu obra sea buena o mala. Es muy particular y uno entrena el ojo también.  Yo nací acá dentro y voy a ferias y a museos desde que tengo conocimiento. Algo debe haber afectado mi visión, mi percepción y mi juicio del arte.
¿Y cómo se le pone precio a una obra?
Tiene mucho que ver la trayectoria del artista. El precio de una obra no es un capricho y yo lo defiendo. No es lo mismo si tuviste una muestra individual en el MOMA que si no la tuviste. No es lo mismo si hiciste o no una individual en el MAMBA. No es lo mismo si tenés 50 años o 25 y qué produjiste en ese tiempo. Hay obras que son muy costosas de producir y eso no es un dato menor. También hay un tema de contemporaneidad del artista. Lo cierto es que el precio del arte argentino es bajísimo en relación al internacional. De hecho, cuando una galería de afuera toma a un artista argentino le sube el precio locamente.
Recién decías que hay muy buenos artistas acá.
Muchos. Cuando viene algún curador de afuera que no conoce la escena local no puede creer la calidad y cantidad de artistas que hay.

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«El arte es una pasión y un privilegio, y cuando estás adentro ya no tenés vuelta atrás.»

«Hay muchos jóvenes profesionales, muy apasionados, que destinan un porcentaje de sus ganancias al arte, y confío en que serán grandes coleccionistas en el futuro.»

Ustedes tienen un dream team importante.
Sí, Jorge Macchi, Adrián Villar Rojas, Basualdo, Ballesteros, Siquier, por nombrar algunos. Todos los artistas que representamos son increíbles y de calidad internacional y tienen galerías afuera.
¿Qué tienen programado para este año?
El 9 de marzo comenzamos el año con la muestra de Miguel Rothschild. Después seguimos con Eduardo Basualdo, Tomás Maglione, Carlos Herrera y Ernesto Ballesteros. Y en el medio continuamos el ciclo de performances que empezamos el año pasado. Son unas dos semanas en julio.
¿Cuál es el perfil de los nuevos coleccionistas?
Hay muchos jóvenes profesionales, muy apasionados, que destinan un porcentaje de sus ganancias al arte, y confío en que serán grandes coleccionistas en el futuro. Y después están los grupos de inversores que compran de una manera estratégica y tienen un fin económico básicamente.
¿Y es un negocio rentable para el galerista?
Para nada, el arte contemporáneo no es un negocio rentable. Participar en las ferias internacionales, por ejemplo, cuesta mucho dinero. Yo diría que el arte es una pasión y un privilegio. Y cuando estás adentro ya no tenés vuelta atrás.