LAURA FERRO: LA FOTÓGRAFA QUE CONMUEVE CON SUS FOTOS DE LA NATURALEZA (DESDE UN ABORDAJE EXISTENCIALISTA) / ENTREVISTA / POR MARÍA PAZ MOLTEDO

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La Patagonia tiene un protagonismo enorme en su obra y en su vida
 

LAURA FERRO: LA FOTÓGRAFA QUE CONMUEVE CON SUS FOTOS DE LA NATURALEZA (DESDE UN ABORDAJE EXISTENCIALISTA) / ENTREVISTA / POR MARÍA PAZ MOLTEDO. 

Laura Ferro se anima a cuestionarse, a buscarse, a explorar dentro y fuera de ella. Y eso puede verse en la inmensidad de sus fotos, que con pocos elementos, un animal, un paisaje, cuentan un universo infinito. Desde chica disfrutaba fotografiar el entorno patagónico en el que creció, y hoy a sus 31 años a través de su particular mirada de fotógrafa y psicóloga junguiana, lleva recorridos y capturados desiertos, montañas, inmensidades y pequeñeces valiosas, como piezas arqueológicas. Hoy expone un poco de todo ese mundo que admira y sueña en «Tesoros de la Montaña», su muestra en Pagana, Casa de Arte (José León Pagano 2655), mientras prepara un libro donde que confluyen la psicología, la fotografía y la arqueología.
¿Cuál es la idea central de tu muestra «Tesoros de la montaña»?
La idea es mostrar como protagonistas de la escena: flechas, raspadores, herramientas tehuelches, piezas que fui encontrando dentro de la montaña a lo largo de mi vida, que pertenecen a la tribu originaria de la Patagonia. Y por otro lado muestro fotos más pequeñas de paisaje. Este es el lugar donde yo viví hasta mis 7 años (desde entonces vivo en Buenos Aires); a nosotros nos educaron en contacto con la naturaleza desde un lugar muy fuerte. Vivía en Bariloche pero como mi familia se dedica a la lana de oveja todos los fines de semana nos metíamos en el campo, sin teléfono, con luz a motor, para calentar agua tenías que cortar leña. Los tiempos eran otros, y eso es lo que más rescato de mi educación familiar, ese contacto con lo salvaje y con un tiempo más lento. La primera imagen que me viene siempre de la infancia es rodeada de animales.
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«Este es el lugar donde yo viví hasta mis 7 años (desde entonces vivo en Buenos Aires); a nosotros nos educaron en contacto con la naturaleza desde un lugar muy fuerte. Vivía en Bariloche pero como mi familia se dedica a la lana de oveja todos los fines de semana nos metíamos en el campo, sin teléfono, con luz a motor, para calentar agua tenías que cortar leña.»

Estudiaste psicología y fotografía ¿Cómo creés que se conectan en tu vida?
Yo me dediqué a la rama junguiana de la psicología, porque tiene mucho de simbología, culturas, antropología. Y para mí la fotografía tiene algo de muerte, algo que pasó, que se extinguió, y está retratado en esa imagen para siempre. La psicología tiene mucho de eso también, al ir a buscar al inconsciente aquellas cosas que son parte del pasado, ese momento no se repite exactamente igual, pero son símbolos también, están ahí, presentes, actuando. La psicología me ayuda a darle contenido a la fotografía. Son medios para el autoconocimiento. Por ejemplo, estoy trabajando en un libro que tiene que ver con mis sueños sobre la Patagonia analizados simbólicamente; con fotos del desierto, que también simbolizan el desierto personal, ese que uno tiene que trascender cuando tiene una crisis. También tiene símbolos, objetos tehuelches, fotografías familiares de hace 120 años. Mi bisabuelo era socio de Cinzano en Italia y llegó a Península Valdés en 1888; ahí construyó el ferrocarril de Península para trabajar dos salinas. Mi abuelo, Emilio E.J Ferro, decidió quedarse y especializarse en ovejas. Escribió «La Patagonia inconclusa», «La Patagonia como la conocí»; yo hice una muestra con ese nombre en honor a él. Teníamos muchas cosas en común, le gustaba la fotografía también.
¿Y cuáles fueron y son las imágenes que siempre te invitan a disparar una foto?
Los paisajes, la naturaleza para mí siempre fue algo que me generaba disparar. Es como una sensación existencialista, te hace cuestionarte qué es el mundo, qué es este planeta, esta naturaleza tan perfecta. En Puerto Madryn, en el Ecocentro hice una muestra, «Uno», con fotos que tratan sobre esto; mi idea era que el hombre tome conciencia de la pequeña dimensión que tiene con respecto a la naturaleza. A mí me gusta aquello que me hace cuestionarme, que me genera una pregunta existencial. Yo siempre tengo esta dualidad de modo de vida, entre la naturaleza y la ciudad. Hace un tiempo aprendí a querer la ciudad, a encontrarle  el encanto a la parte cultural.
¿Hay lugares en la ciudad a los que te guste ir a sacar fotos o ir a pasear, a comer?
Soy más de programas en casa, me gusta lo íntimo, lo distendido, pero la ciudad tiene lugares increíbles de  verde como el Botánico, el Jardín Japonés. Pero si voy a comer afuera voy a Los Divinos, un restaurante de una amiga mía que puso con su novio y un francés, es un lugar de vinos orgánicos. También de Buenos Aires voy mucho a Areco porque tiene eso de la cultura y la tradición de los gauchos; todavía se conservan los oficios, se baja el ritmo un poco, hay una chocolatería de hace años, están los plateros, la gente que trabaja con riendas y haciendo soguería. Siempre voy ahí con la cámara, me gustan esos bares clásicos,  Bessonart, Los Principios, un almacén de toda la vida. Y de la ciudad me gusta el río, el Tigre, porque tiene eso de la naturaleza cerca de la ciudad, mas selvático, interesante.
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«La psicología me ayuda a darle contenido a la fotografía. Son medios para el autoconocimiento. Por ejemplo, estoy trabajando en un libro que tiene que ver con mis sueños sobre la Patagonia analizados simbólicamente.»

 
¿Y fotos que hayas hecho en viajes que te hayan marcado?
Hace dos años tuve la suerte de conocer Japón desde la filosofía espiritual japonesa, con mamá, mi hermana y una amiga japonesa que vivió en Bariloche; ella nos pudo mostrar Japón, y fuimos al Monte Koyasan, conocimos el sintoísmo, una religión donde se alaba la perfección de la naturaleza, hay templos para el viento, los ríos, los bosques, yo dije «¡esta es mi religión!». Dormimos en un monasterio en la montaña; me impresionó mucho la alegría con la que la gente mayor vive, hice muchas fotos de la gente anciana, porque ahí es al revés, todo está dado para que puedan vivir una vejez con plenitud. Y ves personas de 95 años caminando en una fiesta de la tradición, sonriendo.
¿Cuál es tu ritual cuando hacés fotos de paisajes de la naturaleza? Las de la Patagonia por ejemplo.
Generalmente voy con mi hermana, mi novio y mi padre. Hay una foto de un ciervo que estuve tres horas sola atrás de un arbusto para sacarla; ellos se fueron a recorrer y yo me quedé quieta, escondida, camuflada con el paisaje. El ciervo miraba que había algo raro, hay cierta curiosidad en su mirada en la foto. Ese momento para mí fue único, es la brama, cuando el animal está en celo y pelea por las hembras; no sabés si va a atacar o va a salir disparando. A mí este tipo de imágenes, de historias, me generan un quiebre. Para mí es fundamental que lo que veas cuestione algo en tu estructura, en tu vida, que te deje con una pregunta. Si lo terminás de ver y terminás exactamente igual, mucho sentido no tiene. Para mí el camino es ese, ir evolucionando.
Fotos: gentileza Laura Ferro

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