IMPRESIONES Y CAPTURAS DE LA HIPNÓTICA MUESTRA DE LE PARC EN EL MALBA

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Ir a la muestra de Le Parc en Malba, hasta el 6 de octubre, es prácticamente como entrar en otra dimensión

 

Impresiones y capturas de la hipnótica muestra de Le Parc en MALBA. Por Valentina Ruderman. Fotos: Vivian Ribeiro.

El MALBA nos viene mimando hace rato, entre los lunares de Yayoi Kusama y las celebrities extra large de Mario Testino, y con Lumière de Julio Le Parc no hace más que llevar la experiencia de museo a otro nivel. Desde el móvil amarillo que como un sol miniatura ocupa casi por completo el cielo del hall central a los salones oscuros cubiertos de las obras cinéticas de la década del 60 que fueron reconstruidas minuciosamente para que nosotros, “las generaciones del futuro”, pudiéramos disfrutarlas tal como fueron concebidas. Todo la serie que forma parte de la Colección Daros Latinoamérica de Zurich, Suiza, (y en parte conformó una retrospectiva del Instituto Di Tella en ¡1967!), se podrá volver a ver en Buenos Aires hasta el 6 de octubre.
Maleva recorrió sus salones y aquí están sus impresiones (y capturas) de una visita para el recuerdo por las obras de uno de los artistas argentinos más emblemáticos.

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Las obras cinéticas de los sesenta fueron reconstruidas minuciosamente

«Más adelante, nos encontramos con Cellule à pénetrer, un laberinto de espejos a prueba de selfies en el que la oscuridad nos obliga a movernos en cámara lenta por miedo a chocarnos con sus paredes movibles.»

Hans-Michael Herzog, uno de los curadores, define esta serie como un jardín mágico. Es que al entrar, es imposible no volverse un niño que entre el miedo y la curiosidad se entrega a los misterios de un bosque nocturno que cambia de forma a cada paso. En vez de ramas y árboles, lo pueblan paneles de acero inoxidable, cortinas de red y motores que se dejan escuchar mientras iluminan.
La primera instalación del salón principal (totalmente pintado de negro) es Lumière verticale visualisée, de 1978, en la que paneles de diferentes tamaños se iluminan por atrás por una luz que parece “la del final del túnel” e hipnotiza al visitante a primera vista. Más adelante, nos encontramos con Cellule à pénetrer, un laberinto de espejos a prueba de selfies en el que la oscuridad nos obliga a movernos en cámara lenta por miedo a chocarnos con sus paredes movibles. En el salón más pequeño del museo, igual de oscuro, la instalación Continuel-luminière au plafond es quizás la más íntima de todas. Para apreciarla hay que relajarse sobre un sillón de cuero y dejar que el aire y la luz hagan lo suyo. Sólo ella hace que sea fundamental elegir bien la compañía para visitar la exposición: si hay romance, mejor.

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Desde hace 14 años que no se realizaba en el país una gran retrospectiva de Le Parc

«En el salón más pequeño del museo, igual de oscuro, la instalación Continuel-luminière au plafond es quizás la más íntima de todas. Para apreciarla hay que relajarse sobre un sillón de cuero y dejar que el aire y la luz hagan lo suyo. Sólo ella hace que sea fundamental elegir bien la compañía para visitar la exposición: si hay romance, mejor.»

Aún aquellas obras que no piden ser rodeadas o atravesadas, terminan haciéndonos formar parte de algo. Nos acercamos a Continuel-lumière avec formes en contorsions, una placa de madera de seis metros habitada por cuatro estructuras de papel metalizado que se mueven lentamente, y nos alejamos para creernos que estamos en presencia de medusas de luz y pasamos cerca de los resortes de Lumière sur resorts para que se muevan más rápido y hagan que cambie el paisaje que nos rodea.

«No importa cuántos videos o fotos fuera de foco veamos en Instagram, la visita es inexplicable. Lo que ocurre en Lumière es un encuentro con uno mismo.»

La más fotografiable de todas es Continuel-lumière-Mobil, un móvil exquisito que reposa sobre una pared con redondeles de acero inoxidable que se mueven y se reflejan los unos en los otros, mientras dejan una estela apenas perceptible por el ojo humano.

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Una muestra fotografiable y súper interactiva

 «En el libro que acompaña la muestra –una joyita más que recomendable-, el artista explica que no crea para transmitir una reflexión mística o espiritual, pero que inevitablemente termina sucediendo.»

No importa cuántos videos o fotos fuera de foco veamos en Instagram, la visita es inexplicable. Lo que ocurre en Lumière es un encuentro con uno mismo. Rodeados de oscuridad, atravesamos cada una de las instalaciones y las vamos transformando con nuestras sombras mientras la luz lucha por cubrir del techo al suelo. Sin embargo, en el libro que acompaña la muestra –una joyita más que recomendable-, el artista explica que no crea para transmitir una reflexión mística o espiritual, pero que inevitablemente termina sucediendo. El que visita Lumière, va a sentir adentro y saldrá al mundo real con esa carga de haber formado parte de algo. El objetivo de Le Parc que se lee en las paredes de “circunscribir al espectador y colocarlo en el centro de un fenómeno” ha sido cumplido una vez más.
 

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