"LA CIUDAD ESTÁ EN NOSOTROS, ES UNA EXPERIENCIA INFINITA": PABLO SIQUIER

Pablo  Siquier 041
Siquier pasó de pintar muñecas en el Once a exponer el Reina Sofía de Madrid, pero siempre lo que marcó su vida fue el impulso hacia el arte

 

«La ciudad está en nosotros, es una experiencia infinita»: entrevista a pablo siquier. Por Gonzálo Sánchez Segovia. Fotos: Jacinto Freixas.

Dentro del que pronto será el ex estudio de Pablo Siquier, en un antiguo edificio en Balvanera, a tres cuadras de plaza Miserere, el lugar más importante es donde está la computadora: una Mac en la que boceta todos sus cuadros y murales. En el cuarto, además, hay dos bibliotecas con libros apilados hasta el techo, un diván y algunos suplementos de arquitectura desparramados sobre una mesa redonda.
Siquier quiere ir a trabajar en bicicleta, por eso lo de la mudanza del estudio que tiene hace 15 años. “Necesito cambiar un poco. No quiero meterme en la mugre del centro. Lo cambio por mayor cercanía a mi casa y otro ritmo”, explica. El pintor ya tiene elegido un PH en Chacarita con un galpón enorme de dos pisos, que compartirá con otro artista, Jorge Macchi. “Era una fábrica de corpiños que construyeron de forma ilegal, como todo en Buenos Aires, en el pulmón de manzana ―cuenta―. Las mudanzas son un quilombo, pero no tengo tantas cosas, el problema más grande son la biblioteca y la colección de obras de mis amigos. Emocionalmente no es nada, soy desapegado”.
Siquier habla en voz baja, hace pausas, paladea algunas palabras, y después deja escapar varias frases rápidas. Viste una remera de manga larga arremangada, un jean y tiene la barba muy crecida, desprolija.

Pablo  Siquier 010
Siquier suele decir que en parte la inspiración de su arte, viene de haber pasado tantas horas arriba de un colectivo, mirando la ciudad por la ventana

 

«Antes de exponer sus obras en el Museo de Arte Reina Sofía, en Madrid, o de ser invitado a la Bienal de San Pablo, Siquier  – hoy considerado uno de los artistas más gravitantes del arte argentino – se las rebuscó para, algún día, vivir del arte. Trabajó como despachante en el puerto, fue obrero de la construcción y pintó artesanías: le dibujaba los ojos a muñecas en una fábrica de Once.»

De chico lo etiquetaron como el artista de la familia. Lo mismo que le pasó en el colegio, donde siempre que había que dibujar algo en el pizarrón, le tocaba a él. “Fui artista antes de serlo”, le dice a Maleva. La primera influencia que recuerda es Escher, de un libro que tenía su tía Irene, que había vivido en Moscú y Europa y tenía una gran biblioteca. Más adelante llegó Francis Bacon, y luego la música, la literatura y la arquitectura.
Antes de exponer sus obras en el Museo de Arte Reina Sofía, en Madrid, o de ser invitado a la Bienal de San Pablo, Siquier  – hoy considerado uno de los artistas más gravitantes del arte argentino y además uno de los que más dejó su sello en la ciudad con enormes murales como el del edificio Molinos en Puerto Madero – se las rebuscó para, algún día, vivir del arte. Trabajó como despachante en el puerto, fue obrero de la construcción y pintó artesanías: le dibujaba los ojos a muñecas en una fábrica de Once. “Por una bolsa de cien cabezas me pagaban cinco pesos, entonces tenía que pintar ochocientas bolsas. Los ojos quedaban todos deformes —se ríe—. A medida que vendía un cuadro trataba de disminuir la cantidad de horas que trabajaba para dedicarle más tiempo a la pintura. Fue muy gradual”.
¿Cuándo empezaste con este tipo de cuadros que hacés ahora?Soy bastante lento para producir la obra porque es muy complicada, y también porque no tengo muchas ideas, no soy muy creativo. Así que trabajo por series, cada una tiene constantes, un sistema de representación que la rige. Lo que hago desde 2003 son dibujos en carbonilla. El boceto es en computadora, con un programa vectorial 3D, y después se pasan a murales o papel, de dos o tres metros. La carbonilla es un elemento muy impreciso, primitivo, y el diseño es híper preciso, entonces hay una tensión entre la necesidad de precisión y el uso de carbonilla que resuelve la representación.
La ciudad es tu principal inspiración.La ciudad funciona en vos. Es una experiencia infinita y aterradora, con una enorme cantidad de signos que hay que descifrar para saber a quién votar o cómo llegar a horario. Un bombardeo de información que es una confusión continua. Y todos hacemos un recorte de esa información para poder vivir. Uno no sabe el trayecto de todos los colectivos, sino el de los tres que necesita para ir al laburo. Mi trabajo es una especie de recorte de esa experiencia en la ciudad, que es un quilombo, informaciones superpuestas, contradictorias, agobiante por momentos, fascinante en otros, injusta siempre.

«La ciudad funciona en vos. Es una experiencia infinita y aterradora, con una enorme cantidad de signos que hay que descifrar para saber a quién votar o cómo llegar a horario. Un bombardeo de información que es una confusión continua. Y todos hacemos un recorte de esa información para poder vivir.»

Pero, a diferencia de Buenos Aires, tus cuadros son muy prolijos.
Es una estilización, una idealización, una estética de esa experiencia. Para poder subsistir en medio de ese quilombo, limpio de muchas otras cosas lo que quiero rescatar.

Pablo  Siquier 021
Siquier y sus libros, se le ha cruzado por la cabeza un proyecto para pintar a los artistas que inventan los escritores

 
¿Por qué dejaste de usar color?
En un momento me pareció que el color era superfluo, un gesto decorativo sin justificación para la forma y para la representación de forma que necesitaba, así que lo descarté. Además, la idea es sombra proyectada, todo lo que se ve negro es sombra.
Muchos de tus cuadros se parecen y vos dijiste que siempre pintás el mismo cuadro, ¿no se agota ese recurso?
Sí, todo el tiempo. Me gustaría ser un artista más expansivo pero no me sale. Me autoimpongo muchos límites, y dentro de esos límites intento encontrar profundidad. Quizás el cambio de taller tiene que ver con ese agotamiento, sobre todo de las pinturas en blanco y negro, con las que me hice más conocido. Tengo ganas de hacer otras cosas, estoy probando, pero todavía no sé qué diablos voy a hacer.

«En un momento me pareció que el color era superfluo, un gesto decorativo sin justificación para la forma y para la representación de forma que necesitaba, así que lo descarté.»
 

¿Tenés lugares favoritos en Buenos Aires?
Es una ciudad bastante castigada. Tengo muchos edificios localizados. Incluso, con un amigo enfermo de la arquitectura nos mandamos mensajes cuando descubrimos uno nuevo. Intercambiamos figuritas. Por ejemplo, en Córdoba y Libertad, la esquina, frente a la plaza, hay un edificio medio decó, una belleza; o en Rivadavia al 3000, más o menos, hay otro medio laudiano, modernista catalán, cerca del ACA.
¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión?
Cuando era chico tenía claro que quería tener el control de mi tiempo. Esa idea de tener un horario fijo me rebelaba. Pero después mi trabajo resultó tan laborioso que, a mi pesar, terminé con un horario de oficina. Diez horas adentro del estudio. En resumen: me dediqué a esto para no laburar y me equivoqué, laburé como un cerdo. Ahora estoy bajando un poco, además tengo dos niños.
¿Practicás algún deporte?
Jugué al squash, al tenis. En una época teníamos el fútbol de pintores, con muchos de los artistas que ahora son conocidos, como Sebastián Gordín, Luso, Casero. Había partidos que si ponían una bomba en la cancha desaparecía buena parte del arte argentino masculino. Jugábamos siete contra siete en la cancha de Marangoni, éramos malos, pero salían partidos aguerridos.
¿Qué hacés en tu tiempo libre?
En un momento consumía mucho cine, que desde que nació Monchi (su hijo) desapareció de mi vida. Veía veinte películas por BAFICI. Ahora lo reemplacé por la literatura. También escuchaba mucha música contemporánea, Karlheinz Stockhausen y Iannis Xenakis, un tipo que creó la música estocástica en base a fórmulas matemáticas, con un resultado desgarrador. Llevaba la música al extremo de la imposibilidad de la escucha. Es fascinante. Esa dualidad entre la tensión de la racionalidad del origen y la expresividad del resultado fue fuerte para mí. Ahora estoy escuchando más música pop, como New Order. A Lollapalooza vinieron los Pixies, Julian Casablancas y Arcade Fire, que están bueno para ver.

Siquier0
El enorme y genial mural de Siquier en el edificio Los Molinos de Puerto Madero. También tiene otros murales emblemáticos en la estación Pellegrini de la línea B de subte, en el Sanatorio Güemes y en el Centro Cultural San Martín

 

«Esa idea de tener un horario fijo me rebelaba. Pero después mi trabajo resultó tan laborioso que, a mi pesar, terminé con un horario de oficina. Diez horas adentro del estudio. En resumen: me dediqué a esto para no laburar y me equivoqué, laburé como un cerdo. Ahora estoy bajando un poco, además tengo dos niños.»

¿Y qué escritores te gustan?
W. G. Sebald me gusta mucho. Flaubert, de los históricos, que ya leí todo. Ahora estoy leyendo bastante Alan Pauls. Y en el Tigre leí Bajo el volcán, de Malcom Lowry. En un momento, con un amigo pensamos hacer una muestra con todos los artistas que inventan los escritores. Houellebecq, por ejemplo, tiene uno en El mapa y el territorio; Sebald también, en Los emigrados, y John Berger. Pintar sus cuadros, producir los objetos que están descriptos, las fantasías de los escritores.
Además de la mudanza, ¿qué proyectos tenés en mente?
Tengo que hacer un mural para un edificio en Miami. Es un año que estoy dedicando a pruebas, errores, que todos estos años no pude porque hacía cuadros con destino. Ahora me estoy haciendo espacio para poder equivocarme y que no sea una catástrofe.
 

Pablo  Siquier 034
Está casado con Elisa Strada (también artista) con quien tiene dos hijos

 
Pablo  Siquier 005
Geométrico a lo Siquier

 
Pablo  Siquier 046
Materiales y autenticidad, en los talleres de Siquier